Un proyecto llamado Mercadito & Mentidero, que se dedicó a vender, como dice Paulo Licona, “basurita cultural” (dibujos, publicaciones independientes, objetos raros, chucherías) en el Mercado de las Pulgas, fue la génesis. De esto hace tres años y pico. Paulo y Ana Rivera eran los tripulantes. En junio de 2013, el mercadito debió morir. El funeral fue una fiesta y Paulo, en lugar de ponerse triste, empezó a maquinar un proyecto nuevo, El Mentidero de hoy.
Sin ningún tipo de guía universitaria, el bogotano Daniel Caro, a sus 29 años, ha alcanzado niveles artísticos bastante avanzados. Su perfección para hacer pinturas realistas al óleo y carboncillo le ha abierto las puertas de galerías de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Empezó como una reunión de artistas visuales y publicistas amigos que buscaban un espacio para exponer sus obras y acabó en festival. Hoy Plataforma Yavería arma una fiesta de seis días que, cada septiembre, va sumando sorpresas.
Desde que organizaron el exitoso concierto de Calle 13 en Cali, que los puso a prueba, no han parado sus aciertos. Hoy Mikasa Bar es un emblema de la noche indie caleña.
Herencia de Timbiquí, Bomba Estéreo y Monseiur Periné sonaron en Mikasa Bar antes de ser bandas famosas, se enorgullece Andrés Orozco, socio fundador. No lo menciona como dato menor, sino para mostrar que este espacio, recordado por su mata de mango en mitad del patio, siempre ha apostado por la independencia.
El colectivo Taller Sitio-Plazarte tiene siete años ejecutando planes de apropiación social del barrio Prado y 15 trabajando por la memoria patrimonial de Medellín.
Una joya arquitectónica del barrio Prado de Medellín es sede de un modelo de resistencia jurídica por el patrimonio, un lugar que genera líneas de desarrollo de la economía del arte, y a la vez residencia artística, sala de cine de autor y centro de apropiación social. Se llama Plazarte, y fue fundado en 2008 por Mirtha Lucía Burbano, Mauricio Benavides, Julián Vásquez y un puñado de artistas.
Elemental sudó para tener su sede y lleva cuatro años labrándose una reputación como sala de teatro independiente en Medellín, apoyado por sus pares de la ciudad.
Ocho actores cansados de los directores de teatro se juntaron en 2003. El espíritu democrático y las decisiones consensuadas fueron las bases de sus primeras reuniones. Cada cual propuso un nombre para la compañía. A John Viana se le ocurrió “Elemental” y ese quedó. También sugirió la primera obra para montar, Pervertimento, de José Sanchis Sinisterra. Y le dieron el sí.
Breakfast Club no tiene cinco miembros como la película ochentera, pero desde 2011 sus creadores se divierten tanto o más planeando experiencias musicales en Medellín.
Manolo Arango, Carlos Franco, Camilo García, Caloncho Correa, Felipe Hoyos, Andrea Arboleda y Mauricio Díaz se aliaron, unieron fuerzas, sus conocimientos del negocio musical, sus sueños de llevar a Medellín las bandas que les gustaban, y crearon Breakfast Club.