Ud se encuentra aquí INICIO Opinion Kanye West No Es La Vaca Que Da Mas Leche

Kanye West no es la vaca que da más leche

Se tiene mucha fe el cantante norteamericano. La historia del arte está repleta de individuos con una autoestima exagerada, y para la muestra, el ego estratosférico de este chico pretencioso. 

En ocasiones una frase insulsa, pronunciada sin pensar, sirve para entender la situación del arte o del espectáculo actuales. Víctima de abucheos y rechazos durante el festival inglés de Glastonbury, el cantante norteamericano Kanye West suelta una declaración resentida –que él debe imaginar muy profunda–: “Están viendo al mayor artista vivo de rock”. Y asegura que lo dice ahora porque no podrá decirlo dentro de veinte o cuarenta años. Se tiene mucha fe. Y espera, además, que lo tomen en serio. 

Les da la espalda –por desconocimiento o soberbia, o simplemente por las ínfulas de grandeza provenientes de ignorar procesos históricos– a músicos con el doble o el triple de talento que él tiene, como The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd o Bob Dylan. West olvida sesenta años de historia y se presenta como el mesías del rock en el presente. 

Dentro de los parámetros del rock, ese puesto de “el más grande” no lo puede ocupar ni el mismísimo Elvis Presley, con todo y que es el Rey. Por una razón sencilla: el rock no es una sola expresión y a veces ni siquiera un solo arte. Su gracia reside en la diversidad, la amplitud, la hospitalidad. Tan gigante es la banda The Who como entre otros ámbitos lo será, por ejemplo, Tom Petty. Algo es claro, no se sabe quién es el mejor, pero ya sabemos al menos quién no podrá serlo: Kanye West. Por desfasado. Por su extrema falta de proporciones. 

"Dentro de los parámetros del rock, ese puesto de “el más grande” no lo puede ocupar ni el mismísimo Elvis Presley, con todo y que es el Rey"

En él no es raro ese tipo de actitudes. Le gusta sabotear los premios que les brindan a los demás y lucirse como un chico malo que además es muy inteligente. Quizás incluso trascienda gracias a sus escándalos sin argumentos y a su patanería más que a su música. 

Aparte de la inmensa lástima que despierta y de su irregular desempeño escénico, Kanye West está desnudando con su frase las toneladas de vanidad y presunción distintivas de ciertos artistas contemporáneos que necesitan creerse el cuento de ser el non plus ultra para ignorar críticas, consejos, ataques o la existencia de personas con calidad superior a la suya. Así mismo, esta vanagloria es una forma de ceguera. Impide observar contextos (creerse el dios del rock cuando no se llega ni a la mitad de un vocalista pop del promedio), prohíbe ensanchar las perspectivas (a West no le sentaría mal estudiar un poco, en vez de gastar tanto tiempo y tanto dinero con su peluquero y su diseñador de imagen) y, sobre todo, desgasta. Mientras exhibe su plumaje de pavo real y anda gritando por ahí que no hay nadie como él, otros, con menor o mayor pretensión, intentan lograr un trabajo artístico decente y le invierten mucho más esfuerzo a perfeccionar sus creaciones, a exigirse, que a pavonearse de poseer un mérito imposible. 

Irónicamente, imaginarse como la vaca que da más leche es casi un requisito en un artista auténtico. La historia del arte está repleta de individuos con una autoestima exagerada que parecen repetir para sí mismos aquella frase del egocéntrico político caldense Gilberto Alzate Avendaño: “Después de mí, el abismo, la nada”. Se necesitan dosis extremas de confianza en uno mismo para despegar y sobre todo para persistir dentro de un destino artístico. El respaldo que no brindan las multitudes o la batalla contra la incomprensión se afrontan bien desde lo individual. Pero una cosa muy distinta es presumir cuando se carece del talento y de las capacidades, más o menos lo que hace Kayne West cuando se ampara en sus miles de seguidores para proclamarse estrella de rock. Lo preocupante es que esta es una actitud muy propagada entre muchos artistas, o intentos de artistas, quienes suponen que basta con mostrarse en la vitrina de los medios sin haber pasado por el crisol de la labor y del empeño. La actitud del que se cree rockero está más extendida de lo que imaginamos o sospechamos.  

Kanye West seguirá ladrando. El problema reside en que sus actuaciones y torpezas sean consideradas como dignas de seguir e imitar. 

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