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Ilustración de @Nefazta.666

Editorial: Es hora de tomar acciones frente a la violencia de género en las escenas culturales

Peor que el silencio frente a las denuncias, es el silencio frente a las violencias que existen desde hace tiempo en las escenas locales y nacionales sin ser reevaluadas.

Revista Cartel Urbano

La semana pasada la revista Volcánicas publicó un extenso reportaje en el que se conocieron siete denuncias de acoso y una de abuso sexual por parte del director Ciro Guerra hacia mujeres que trabajan en la industria del cine. El reportaje, que detalla los testimonios de las víctimas y que los contrasta con voces de personas allegadas a la acción, avivó una conversación que lleva hirviendo un buen tiempo.

Ya a finales de mayo se habían conocido más de 700 denuncias que involucraban a tatuadores, fotógrafos y músicos de la escena cultural independiente en Bogotá y Medellín. Las denuncias se difundieron en un escrache masivo que tuvo lugar en redes sociales y que, si bien generó muchas preguntas sobre los alcances de este tipo de acciones, sirvió para que las víctimas de violencias que ocurrieron hace tiempo pudiesen dar su testimonio y surgiera una conversación postergada (o debiéramos decir ignorada) en las escenas culturales independientes.

Muchas personas, mayormente mujeres, exigieron la cancelación y desenmascaramiento de los victimarios, mientras otras llamaron a la revisión calmada de los casos. No solo la escena cultural independiente, sino también aquella que representa al país en los círculos oficiales, se vio revuelta en una discusión sobre si cancelar a los creadores era el camino a seguir después de las denuncias.

¿Qué ocurre luego del escrache y la denuncia? ¿Cuál es la reparación ideal para las víctimas? ¿Puede o no enmendar el victimario, según sea el caso, sus acciones? Son preguntas que quedan sobre la mesa.

Aunque los escraches tuvieron un alcance que pocas veces habían logrado denuncias en el país, involucrando al tiempo escenas locales y nacionales, aún no podemos decir si éste es el comienzo de un movimiento masivo de denuncias con una identidad concreta como el Me Too que abarque más de una escena cultural y social. Tampoco tendríamos que esperar eso para producir cambios. La revelación de episodios de acoso y abuso en las escenas y, por lo mismo, la urgencia de construir espacios seguros para todas las personas, son circunstancias en las que los gestores, espacios y medios juegan un papel fundamental.

Como ya lo mencionábamos en nuestro texto a propósito de las denuncias a fotógrafos, tatuadores y músicos, si algo brilló entre las denuncias fue el silencio de las escenas locales y de sus protagonistas. Es cierto que en estos debates es fácil caer en retóricas revictimizantes si se añade cada vez más candela al fuego, pero al día de hoy el silencio sobre estos y otros casos sigue siendo una constante, lo que ha dejado las denuncias en un breve momento de tensión que ya parece olvidado.

Y, como era de esperar, las únicas que parecen preocupadas y que están tomando acciones contra todas estas situaciones estruccturales de violencia, han sido las mujeres, al menos mayormente y con contundencia. Es momento de que los hombres de las escenas alternativas locales y nacionales salgan de las sombras, asuman responsabilidades y también propongan entre ellos mismos cambios que prevengan abusos, porque las violencias son muchas y las peores demostraciones, como las violaciones, provienen de comportamientos “normales” e “inofensivos” instaurados desde siempre en la sociedad. Es hora de abandonar el pacto patriarcal.

¿Qué sigue entonces? Existen iniciativas que han luchado por largo tiempo en la consolidación de espacios seguros y no discriminatorios, no solo para las mujeres, sino también para las identidades diversas. Gracias a estas la discusión ha cogido fuerza y se han logrado transformaciones en las escenas. Pero esta no tendría que ser solo una bandera de las personas que corren un peligro potencial de ser agredidas o discriminadas, sino un deber de todas las personas que conviven en los espacios. En lugar de esperar a que ocurran los escraches y denuncias para tomar decisiones, éstas, junto a las conversaciones pertinentes, tendrían que llevarse de antemano. Quizá aún peor que el silencio frente a las denuncias, es el silencio frente a las violencias que existen desde hace tiempo en las escenas sin ser reevaluadas.

La discusión sobre la cancelación de artistas y gestores denunciados por abuso es un tema que también tiene lugar en los medios, pero esta no puede ser nuestra única acción. Construir líneas editoriales atravesadas por las discusiones de género, que promuevan reporterías responsables y que detonen las preguntas pertinentes para la transformación, también hace parte de la construcción de espacios y prácticas libres de violencias.

Es evidente que todavía queda mucho trecho y, tristemente, mientras se trabaja saldrán a la luz nuevas denuncias y nuevos hechos. Dar lugar a las conversaciones y a nuevas voces es un primer paso en este trabajo.

 

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