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CUANDO LA PROSTITUCIÓN ES LO ÚNICO QUE IMPORTA

Todo se prostituye en los medios de comunicación. Por cuenta del negocio del entretenimiento, las diversas expresiones del arte tienen cada día menos cabida en las secciones culturales de los fabricantes de noticias.




La agencia española de noticias EFE retira su sección de cultura. Sus periodistas no volverán a gastarse, a inmolarse en busca de noticias artísticas o culturales. Los despistados genios que ordenan esa cancelación –con el sospechoso Antonio Vera a la cabeza– piensan, desde cómodas poltronas, yates o piscinas que informar acerca de exposiciones pictóricas, obras teatrales o novedades literarias a nadie le interesa, que la verdadera inclinación de los lectores es el espectáculo, y mientras más mórbido o lleno de picante (escándalos matrimoniales, declaraciones ridículas, humillaciones por algún defecto físico) mucho mejor porque eso da más plata, y la pauta publicitaria aumenta cuando se explota alguna bajeza humana.

¿A quién le importa una búsqueda artística de muchos años, hecha a conciencia digamos por una compañía de danza contemporánea, si venden más las fotos de las bodas del “soltero de oro” George Clooney o de Dakota Johnson, protagonista de Cincuenta sombras de Grey? Las alianzas matrimoniales de estos dos seres tan deseados por las multitudes son ricas en dividendos: quienes no están de acuerdo critican los vestidos del novio o de la novia, comparan edades de los contrayentes, redactan lamentos dentro del cubículo que les asignan en internet; quienes aprueban las uniones disfrutan, elogian, tal y como si el señor Clooney o la ex señorita Johnson fueran miembros del clan familiar al cual pertenecen.

Estupideces como los cometarios que producen estas bodas serán las favoritas de agencias noticiosas tipo EFE de ahora en adelante. Para ellos ese tipo de balandronadas son la cultura. Pretenden convertir en canallas a sus clientes y espectadores de la misma manera en la cual ellos mismos se han envilecido. Algunos de estos medios creen haber conquistado cierto sitial de honor debido a que –según sus opiniones– “divierten e informan”. En realidad no sucede ni lo uno ni lo otro.

Una sociedad que cree divertirse o doparse a punta de instrumentalizar y de volver mercancía cualquier manifestación humana es en el fondo una colectividad agonizante y adicta a drogas fuertes, que requiere dosis cada vez más intensas de emociones primarias para calmar su sed bestial. Por ejemplo, no se conforman con vejar a los niños de un reality show obligándolos a ser estrellas: su afán llega hasta la burla o el juicio criminal. Si pudieran, devorarían vivos a esos niños. Los dueños de los medios de comunicación y sus clientes se parecen. Están deseosos de sacrificios humanos. Los entretiene ver cómo se destruyen y se humillan sus ídolos en vivo y en directo.

Lo que captan las cámaras y los tribunales de esos explotadores no es información. Ni puede serlo. Aquellos viejos postulados del periodismo como el mantener al público al tanto de lo que sucede de modo que se forje una opinión sopesada del tiempo presente, fue trocándose en ofrecer noche a noche nuevas invasiones a la privacidad y al pudor de las personas, sin medir límites ni consecuencias.

Entre tanto, los esfuerzos e investigaciones de muchos artistas pierden visibilidad y reconocimiento. Por ende bordean el anonimato. Desgraciadamente lo que no se prostituye en televisión ni en internet es hoy por hoy inexistente.

Renuncias como la de la agencia noticiosa a brindar información artística y cultural están enviando un mensaje mentiroso a la opinión pública: las actividades de la cultura son aburridas, sosas, sin gracia, llaman la atención de muy pocas personas.Pese a la necedad de muchas tribunas informativas, la cultura y el arte siguen en pie, y crean sus públicos fieles, honestos. Los omnipotentes señores de canales televisivos, radiales o ciberespaciales olvidan una simple y antigua verdad. Aunque intenten acallarla, la fiebre del arte y de la cultura ronda por calles, bares, parques o bibliotecas. Y el poder mediático no puede opacar estas presencias.

Si el arte es aplastado en el centro, hay que ir a buscarlo a las periferias. Esa es la alternativa.

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