
¿Qué tienen los corridos de prohibido?
Mientras el Estado y la sociedad no garanticen condiciones de vida dignas, educación y oportunidades claras para las juventudes en contextos de vulnerabilidad, seguirán existiendo narrativas de la narcocultura.
En México, los subgéneros contemporáneos del corrido tradicional —como los narcocorridos, los corridos tumbados y los corridos bélicos— han transformado esta expresión de la música regional mexicana1, convirtiéndose en una legítima forma de expresión artística que retrata realidades sociales crudas y desiguales. Sin embargo, hoy se encuentran en el centro de una polémica en la que se cuestiona con ojos censores no solo el contenido de sus letras y el trasfondo de lo que reflejan, sino también a quienes las interpretan. En consecuencia, se ha despertado una reciente ola de prohibiciones en varios municipios y estados del país que ha reactivado una discusión necesaria, pero que refleja múltiples tensiones: ¿dónde trazamos los límites de la libertad de expresión artística?
Censurarlos priva al público no solo del acceso a estas narrativas, sino también de un debate necesario —o al menos de la exposición a argumentos, hechos, historias y contextos— que valen la pena conocer para decidir con qué grado de apertura desean filtrar su consumo. El debate ya no se limita al ámbito local: ocupa titulares, enciende redes sociales y convoca a expertos en seguridad, cultura y comunicación, así como a artistas, periodistas y funcionarios públicos. Y lo hace en un contexto especialmente complejo: un México marcado por la violencia del crimen organizado, donde la música también se ha convertido en un territorio de disputa.
Caracterizados por melodías contagiosas y letras que en ocasiones idealizan las hazañas de narcotraficantes y sus carteles, exaltando un estilo de vida ostentoso, estos subgéneros han ganado una creciente popularidad, especialmente entre las personas jóvenes. Esto ha prendido las alarmas de las autoridades del país, que los interpretan como una forma de transmitir el lenguaje de la violencia, de exaltar el estilo de vida narco y de normalizar la impunidad.
Este fenómeno, cuyo auge refleja en parte la penetración del crimen organizado en diversos ámbitos de la sociedad mexicana, se desarrolla en un contexto en el que —como advierte el Banco Mundial en su informe Crimen Organizado y Violencia en América Latina y el Caribe— el crimen organizado prospera gracias a la falta de oportunidades, la débil presencia del Estado y la fragilidad institucional. El avance del crimen organizado no solo repercute en el ámbito de la música popular mexicana, sino que también tiene consecuencias preocupantes a nivel regional. Su influencia se extiende y vulnera la libertad de expresión artística en países como Perú, Colombia y Haití, afectando a músicos, artistas urbanos y líderes culturales. Así lo señala el informe El Estado de la Libertad de Expresión Artística 2025, publicado por la organización Freemuse.
Sin embargo, estos ritmos y narrativas representan una parte significativa del consumo musical nacional: el 77 % de la música más reproducida en Spotify México corresponde a corridos, y 8 de cada 10 canciones mexicanas escuchadas en la plataforma pertenecen a este género. Ante la alta demanda, sellos discográficos como Rancho Humilde —la disquera independiente que ha impulsado los corridos tumbados hasta convertirlos en un fenómeno revolucionario de la música en español—, promotores y artistas han identificado en los corridos y sus subgéneros una fuente de ingresos altamente rentable, potenciando su difusión a través de conciertos masivos, redes sociales y plataformas de streaming.
Su impacto trasciende el mercado mexicano. Artistas como Hassan Emilio Kabande, conocido artísticamente como Peso Pluma, escalan listas internacionales, mientras que la expansión de los corridos se ve impulsada también por la proyección transnacional de carteles como el de Sinaloa, cuya influencia ha llevado esta expresión musical a países como Ecuador, Colombia o Argentina. En América Latina y Estados Unidos, la fascinación por figuras forajidas no se limita a los jóvenes: narcotraficantes como Pablo Escobar o Joaquín “El Chapo” Guzmán cautivan a amplios sectores sociales al encarnar, para algunos, una forma de rebeldía frente al orden establecido. En este contexto, la migración cultural y el alcance de las plataformas digitales permiten la creación y adaptación de versiones locales de corridos que reproducen este imaginario, como el tema Telmo Castro de la agrupación Edición Especial, que relata la vida de este narcotraficante ecuatoriano.
Para comprender la conexión principalmente de los subgéneros del corrido (narcocorridos, corridos tumbados y corridos bélicos) con el narcotráfico, así como su vínculo con múltiples formas de vulneración a la libertad de expresión artística —como la censura, los asesinatos, los ataques y las amenazas—, es necesario definir primero sus características principales a nivel musical.
En las décadas de 1920 y 1930, en plena Prohibición del alcohol en EE.UU., los corridos del norte de México comenzaron a narrar historias de contrabando de licor en la frontera —el llamado “corrido tequilero”—. De hecho, en 1931 se grabó “El Pablote”, considerado el primer narcocorrido documentado, que relata la vida del narco Pablo González, apodado “el rey de la morfina”. En los años 40 y 50, en contraste, el mariachi y la ranchera ganaron terreno en la radio mexicana (especialmente durante y tras la Segunda Guerra Mundial), desplazando al corrido tradicional de las emisoras populares, aunque éste mantuvo su imagen transgresora frente a un público que no estaba interesado en historias de violencia.
A partir de los años 70 el género resurgió con fuerza gracias a grupos como Los Tigres del Norte, que volvieron a contar en sus canciones la vida en la frontera, el contrabando y el narcotráfico. Con el tiempo, el corrido ha logrado adaptarse a los tiempos actuales. Así han surgido variantes como los narcocorridos, canciones que mantienen la forma del corrido pero cuyas letras giran en torno al narcotráfico y sus protagonistas; los corridos tumbados, una fusión contemporánea que incorpora elementos del hip-hop y trap, con letras sobre excesos, dinero y fiestas; y los corridos bélicos, que mezclan el corrido tradicional con sonidos de banda y reguetón y centran sus letras en la violencia y los enfrentamientos armados. Estas variantes demuestran cómo el corrido ha evolucionado y se ha adaptado a las nuevas dinámicas culturales y sociales de México, e incluso su influencia comienza a extenderse fuera del país hacia otros puntos de América Latina.
¿Por qué es tan complejo prohibirlos?
Cuando se habla de la prohibición de estos subgéneros, se evidencian principalmente dos posturas opuestas como en muchos debates relacionados con la censura de expresiones artísticas y culturales. Por un lado, se encuentran quienes sostienen que estos subgéneros musicales glorifican a criminales y alimentan las acciones y discursos violentos en un país que ya sufre altos niveles de violencia. Los detractores argumentan que no tiene sentido promover canciones que glorifican actividades delictivas y personajes vinculados al narcotráfico, especialmente en un contexto como el mexicano en el que durante el 2024 se registraron al menos 26.715 asesinatos producto principalmente del crimen organizado.
Esta percepción ha llevado a posturas punitivistas como las de los estados de Nayarit, Chihuahua y Baja California, donde se han emitido decretos que prohíben su interpretación y difusión en espectáculos públicos. En Chihuahua, quienes incumplen la norma pueden pagar multas de hasta US$20.000 y pasar hasta 36 horas en prisión. Actualmente en Aguascalientes, Jalisco, Ciudad de México y Mérida se están tramitando reformas al Código Penal para tipificar la apología del delito en espectáculos públicos y otros medios de difusión. Al respecto las autoridades argumentan que no buscan prohibir los corridos como tal, mas sí la apología al delito. En 2023, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador también criticó abiertamente los corridos tumbados por promover el consumo de drogas.
Desde la otra orilla del debate, se argumenta que la censura no solo es ineficaz, sino contraproducente porque solamente logrará reforzar su atractivo como “fruto prohibido” en comunidades marcadas profundamente por la desigualdad. A partir de lo que distintos expertos y analistas del tema han expresado en diversos medios, a continuación se profundiza en por qué resulta tan complejo simplemente prohibir o censurar estas expresiones en la música popular.
Para Miguel Cabañas, profesor de la Universidad Estatal de Michigan, estigmatizar los narcocorridos ignora el trasfondo social y político de estas expresiones. A su juicio, la música no es la causa de la violencia, sino un reflejo de las condiciones estructurales que sostienen la guerra contra las drogas y perpetúan el narcotráfico, por lo que su prohibición no tiene un impacto directo en la reducción del crímen.
Mientras persista la violencia y la desigualdad, los corridos narrarán esa realidad y formarán parte de su codificación cultural
En esa misma línea, Sebastián Reyes, experto en cultura y conflicto, señala que ciertos géneros musicales están claramente vinculados con dinámicas criminales, ya que contribuyen a legitimar y glorificar a los líderes de estos grupos, generando identificación y aspiraciones entre quienes los escuchan. Sin embargo, advierte que sería simplista responsabilizar exclusivamente a la música por la violencia, pues también influyen factores como el tráfico de armas, la fragmentación de las pandillas y la ausencia de vías pacíficas para resolver los conflictos.
Por su parte, José Manuel Valenzuela, experto en narcocultura, señala que mientras persista la violencia y la desigualdad, “los corridos narrarán esa realidad y formarán parte de su codificación cultural y emocional”. Asimismo, su postura frente a las iniciativas que contemplen la pedagogía para promover otras temáticas en la música mexicana como una solución a corto y largo plazo, apunta a que la conformación de nuevos referentes de vida exitosos para las y los jóvenes, requiere de canales solventes, creíbles y disponibles que garanticen la conformación de proyectos de vida viables y vivibles, porque desmontar el culto a los narcos “solo se logrará cuando desaparezca la profunda desigualdad social".
Para David Saucedo, especialista en seguridad, prohibir los narcocorridos es una estrategia fallida que incrementa su atractivo entre los jóvenes. Señala que su auge responde a tres factores: la normalización del narcotráfico en territorios bajo control criminal, su rentabilidad comercial para la industria musical, y su uso como herramienta propagandística por parte de los cárteles para legitimar su poder y reclutar.
En este debate, la voz de los artistas es esencial, ya que refleja en parte los incentivos que los llevan a seguir produciendo y cantando estos temas. Para el cantante y acordeonista Pavel Moreno, integrante de la agrupación Los Alegres del Barranco, al público le gustan los narcocorridos porque “lo prohibido es lo más codiciado”, y ellos están allí para responder a esa demanda y cantar lo que la gente consume. Moreno menciona algo fundamental: “el corrido es una noticia cantada”.
Ante los ataques y amenazas que varios artistas han enfrentado en los últimos dos años, José Alfredo Ríos, conocido artísticamente como “El Komander” y considerado uno de los intérpretes más destacados del regional mexicano en la actualidad, opina que, debido a la situación de inseguridad en el país, los artistas deben estar “blindados”. Señala que, al igual que cualquier persona que sale a trabajar en el México de hoy, los músicos también deben tomar precauciones: “A veces México es complicado, pero hay que cuidarnos”.
Relación directa de algunos exponentes de estos subgéneros con el narcotráfico
La relación entre los subgéneros del corrido y el narcotráfico no es solo simbólica: en varios casos documentados, artistas y productores han establecido vínculos directos con organizaciones criminales. Un caso emblemático es el del cantante y compositor Gerardo Ortiz, uno de los más populares intérpretes de narcocorridos, quien admitió en 2025 haber realizado conciertos para el Cártel Jalisco Nueva Generación. Su testimonio fue clave para condenar a Ángel del Villar, dueño del sello discrográfico DEL Records2, por lavado de activos y nexos con el narcotráfico.
Fuerza Régida. Imagen tomada de @fuerzaregida
La realidad es que los cárteles no solo inspiran los narcocorridos, sino que también participan activamente en su producción, financiando artistas y controlando las narrativas que se difunden. En el estado de Sinaloa, los artistas al aceptar estas colaboraciones, se convierten en piezas clave dentro de la maquinaria propagandística de los cárteles, enfrentando riesgos significativos si cruzan límites impuestos por estos grupos. Un triste ejemplo que evidencia cómo una interpretación puede tener consecuencias fatales es el caso de Jesús Nolberto Cárdenas Velázquez, conocido artísticamente como Chuy Montana, un joven cantante de corridos tumbados que fue asesinado en febrero de 2024 en Tijuana, tras interpretar una canción que incomodó a miembros del Cártel Arellano Félix durante una fiesta privada.
Los carteles no solo inspiran los narcocorridos, también participan activamente en su producción
Sin embargo, este fenómeno no se limita a México y avanza a medida que se fortalece la presencia del crimen organizado en América Latina. Algunos casos que ejemplifican este avance son el de Pedro Pablo Guzmán, alias “Pelomono”, un narcotraficante vinculado al Clan del Golfo, el cual fue capturado en Colombia en enero de 2024 durante un concierto en Necoclí, Antioquia. Guzmán utilizaba una empresa de producción de eventos musicales como fachada para lavar dinero proveniente del narcotráfico. Otro caso se presentó en Argentina, donde un narcotraficante peruano conocido como “Papucho” también fue condenado por utilizar una supuesta agencia de representación artística para encubrir sus actividades ilícitas relacionadas con el narcotráfico en Buenos Aires.
Vulneraciones a las que se enfrentan los intérpretes de estos subgéneros
Los artistas de estos subgéneros (especialmente narcocorridos y corridos tumbados) en México han sufrido vulneraciones simultáneas a su derecho a la libre expresión artística, tanto por parte de autoridades estatales como por el crimen organizado. Por un lado, el Estado ha aplicado sanciones formales: por ejemplo, el cantante Tito Double P fue multado en Chihuahua con casi un millón de pesos por interpretar narcocorridos, los cuales como se expuso previamente, están prohibidos. El cantante Natanael Cano, también afrontó una multa millonaria tras un concierto en ese mismo estado en el 2024. A nivel local incluso se han reformado disposiciones legales para tal fin: el cabildo de Tijuana aprobó prohibir los espectáculos que incluyan “narcocorridos” o música que haga apología al delito. De hecho, de acuerdo a las investigaciones realizadas por la periodista Laura Sánchez Ley, se estima que los gobiernos locales han recaudado al menos 14 millones de pesos mexicanos (aproximadamente dos mil novecientos noventa y dos millones de pesos colombianos) por concepto de sanciones a artistas que han incumplido con estas prohibiciones.
Por otro lado, los artistas son víctimas de censura y amenazas ejercidas mediante la intimidación violenta por parte del crimen organizado. Se han difundido narcomantas con amenazas de muerte contra cantantes y agrupaciones como Grupo Firme, Natanael Cano o Peso Pluma. Uno de los casos más recientes, ocurrió en enero de 2025, cuando apareció en el estado de Sonora una narcomanta firmada por la facción “Los Mata Salas” (del Cártel de Jalisco) que contenía la siguiente advertencia contra Natanael Cano, Tito Torbellino Jr., entre otros artistas e influencers:
“Señores artistas del medio regional e influencers. Se les hace un atento llamado de advertencia (...) de (no) apoyar económicamente y con influencias en el gobierno al grupo delictivo Salazares o independientes (...) Dedíquense a lo suyo, que es la profesión de músicos. Ojo, esto no es por hacer corridos, es por colaborar con dinero, económicamente y cualquier acción ilegal. Si no hacen caso a esta advertencia, serán fusilados. Att. Jalisco Mata Salaz”.
De manera similar, durante el 2023 y el 2024 narcomantas firmadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) apuntaron contra el cantante Peso Pluma, obligándolo a cancelar varios conciertos. En este periodo, otro hecho que prendió las alarmas de las autoridades mexicanas fue la amenaza que recibió el Grupo Firme, que contenía una cabeza humana y buscaba disuadir a la banda para que no se presentaran en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa. La agrupación Fuerza Regida, el 19 de abril de 2024, también canceló su presentación en la Plaza de Toros de Cancún tras recibir amenazas impresas en narcomantas firmadas presuntamente por el Cártel de Sinaloa y en las que advertían que sería su “última presentación” si llevaban a cabo el concierto.
En el extremo más violento de esta dinámica están los asesinatos que datan desde 1992, como es el caso del legendario intérprete Chalino Sánchez, que fue encontrado asesinado con impactos de bala después de haber recibido, mientras se encontraba en el escenario, una nota que contenía una amenaza de muerte. Siguiendo con esta lamentable cronología, en 2006, el cantante Valentín Elizalde fue asesinado al salir de una presentación en Reynosa. En el 2007, el vocalista Sergio Gómez de la agrupación K-Paz de la Sierra, fue secuestrado, torturado y hallado sin vida tras ignorar amenazas previas realizadas presuntamente por el narcotraficante Nazario Moreno González, conocido como “El Chayo”, debido a un supuesto concierto que el cantante había dado para “Los Zetas”, el cartel rival de Moreno.
Otro caso reciente que causó gran consternación en la escena musical mexicana fue la desaparición y posterior asesinato de los cinco integrantes de la agrupación Grupo Fugitivo, conocida por interpretar corridos tumbados. El 25 de mayo de 2025, los músicos fueron reportados como desaparecidos tras publicar en sus redes sociales que habían sido contratados para un evento privado en la ciudad de Reynosa, en el estado de Tamaulipas, México. Al perder contacto con ellos, sus familiares presentaron la denuncia ante las autoridades. Días después, el 29 de mayo, la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tamaulipas confirmó el hallazgo de cinco cuerpos calcinados en un terreno baldío en las afueras de Reynosa. Las víctimas fueron identificadas como los cinco integrantes del grupo, cuyas edades oscilaban entre los 20 y los 40 años. El fiscal a cargo de la investigación, indicó que los músicos habrían sido secuestrados la noche del 25 de mayo mientras se dirigían al supuesto evento. Las autoridades detuvieron a nueve personas presuntamente vinculadas con la facción "Los Metros" del Cártel del Golfo, organización criminal reconocida por el gobierno de Estados Unidos como grupo terrorista. Según los medios, la hermana de uno de los músicos denunció haber recibido llamadas que aseguraban que los artistas habían sido secuestrados. También informó el robo de dos vehículos pertenecientes a la agrupación. Por otro lado, investigaciones preliminares indican que la contratación de la agrupación fue premeditada, posiblemente con la intención de tenderles una emboscada.
En conjunto, estos crímenes evidencian dos dinámicas alarmantes. Por un lado, la práctica violenta —frecuente en el contexto del narcotráfico— de coaccionar a músicos para que compongan e interpreten canciones que glorifican a líderes criminales, lo cual los expone a represalias por parte de cárteles rivales y los coloca en una situación de extrema vulnerabilidad. Por otro, revelan que los exponentes de estos subgéneros musicales enfrentan una encrucijada mortal: ejercer su derecho a la libre expresión a través de la música o ceder ante la presión —ya sea legal o coercitiva— de actores estatales y criminales que buscan controlar la representación simbólica de la realidad que habitan.
Lo que el debate sobre los narcocorridos nos dice sobre su valor como expresión artística
Desde una perspectiva plenamente comprometida con la defensa de la libertad de expresión artística —basada en la definición de la UNESCO, que establece que “la libertad artística es la libertad de imaginar, crear y distribuir expresiones culturales diversas sin censura gubernamental, interferencia política o presiones de actores no estatales. Incluye el derecho de todos los ciudadanos a acceder a esas obras y es fundamental para el bienestar de las sociedades”—, apoyar la censura o cancelación de estos subgéneros equivale, en definitiva, a intentar tapar el sol con un dedo. El fenómeno es mucho más complejo, ya que mientras existan los narcos y la narcocultura como forma de exposición y representación de su mundo, estos subgéneros seguirán teniendo terreno para nutrir su narrativa y estética.
Estos subgéneros son una forma legítima de expresión artística, por lo que censurarlos implicaría limitar la libertad de expresión de quienes los producen y consumen. Sin embargo, reducir el debate a la dicotomía "permitir o prohibir" resulta simplista, ya que estas expresiones reflejan un entramado cultural en el que los valores promovidos por la narcocultura —como la violencia, la riqueza desmedida, el porte de armas como sinónimo de poder y las masculinidades tóxicas— son normalizados bajo el precepto de lo deseable y aspiracional. Es más, también puede establecerse una conexión entre las políticas prohibicionistas contra las drogas —especialmente aquellas centradas en el consumo— y el auge de la narcocultura. Se ha comprobado que la ilegalidad convierte al negocio del narcotráfico en una actividad altamente rentable, lo que repercute directamente en la acumulación de poder económico y bélico. Este poder, a su vez, es estetizado y celebrado en diversos productos culturales, como la música, la moda, las series y el cine, entre otros.
Censurarlos priva al público de un debate que debe abordarse desde una perspectiva pedagógica y no punitiva, especialmente cuando estas expresiones de la música regional mexicana se están consolidando como una nueva hegemonía pop en la región. Prohibirlas sin atender las causas estructurales —la violencia, la desigualdad, la falta de oportunidades laborales y educativas para la juventud, y el poder transnacional del crimen organizado— solo reforzaría su atractivo clandestino y prohibido. En este sentido, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha impulsado la creación de corridos centrados en el amor, el desamor y la paz; de hecho, en abril de 2025 lanzó la convocatoria binacional “México Canta” para cambiar la narrativa musical y promover contenidos libres de apología a la violencia y las drogas. El senador del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Jorge Carlos Ramírez Marín, propuso que los narcocorridos incluyan, antes de su reproducción, un audio de advertencia sobre su posible apología del delito. Otra medida que, sin recurrir directamente a la censura, intenta regular su consumo —¿funcionará? No lo sabemos, pero al menos no parte de la prohibición. Si bien la prevención no sustituye a las políticas de seguridad, constituye un complemento esencial a largo plazo.
En consecuencia, vemos que censurarlos y criminalizar a los artistas que los interpretan, puede generar múltiples tensiones que no solo se manifiestan en conflictos con las autoridades, sino con los artistas exponentes que han utilizado sus plataformas para manifestarse en contra de las restricciones a su derecho a la libre expresión artística, señalando, además, que su música es un reflejo de experiencias vividas y de su identidad como mexicanos, mas no una incitación a la violencia. Ante este escenario, la prohibición podría resultar contraria a la intención de abrir un diálogo sobre temas sociales complejos, en lo que se podría considerar una salida política simplista porque la Constitución mexicana cuenta con mecanismos legales pertinentes para sancionar delitos como la incitación al odio y a la violencia, sin necesidad de recurrir a la censura de estas expresiones artísticas.
Luis R Conriquez. Imagen tomada de @luisrconriquezoficial
Por su parte, el malestar de las audiencias frente a la censura ha quedado expuesto como sucedió recientemente en la Feria del Caballo de Texcoco, en el Estado de México, cuando Luis R. Conríquez, uno de los mayores exponentes de la música regional mexicana, conocido y aclamado por los corridos que dedica a diferentes cabecillas criminales, acabó en batalla campal al manifestar al público que las autoridades lo habían obligado a sacar del repertorio sus canciones sobre “Los Chapitos”, “El Mencho”, o “La Familia Michoacana” (familias de narcotraficantes). El público enfurecido comenzó a destruir varios de los instrumentos musicales que estaban en el escenario.
Ahora, no podemos ser ingenuos y permitir que la impunidad continúe siendo un factor preponderante en una región tan golpeada por la violencia y la criminalidad, por eso considero que es preciso una aplicación firme de la ley para quienes se les compruebe que instrumentalizan la música para delinquir y tienen nexos directos con carteles, como lo evidencian algunos de los casos presentados previamente en este artículo. También, en estos debates se le debe dar una voz más protagónica a las víctimas del crimen organizado que muchas veces ven cómo se enaltecen a quienes son los responsables de haber asesinado a sus familiares, tal y como ocurrió en el concierto de “Los Alegres del Barranco”en Jalisco, durante el que se proyectaron imágenes de reconocidos narcotraficantes, entre ellos la de Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, fundador y uno de los líderes del Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG)3, mientras interpretaban la canción El del palenque4 durante el concierto.
Esta discusión, con múltiples aristas, no tiene una solución única. Los narcocorridos y otras manifestaciones de la narcocultura continuarán reproduciéndose mientras la maquinaria del narcotráfico funcione, y no solo necesite de un caballo de Troya que sirva a sus intereses, sino también de una pluma y una melodía que inmortalicen con el paso del tiempo sus historias y “proezas”. Del mismo modo, mientras el Estado y la sociedad no garanticen condiciones de vida dignas, educación y oportunidades claras para las juventudes en contextos de vulnerabilidad, seguirán reproduciendo narrativas propias de la narcocultura que se han afianzado como los principales referentes de identidad. Arriesgar la vida por un poco de fama, un estilo de vida más cómodo o, simplemente, por cantar el género que les apasiona, será tristemente la opción más cercana y “viable”, y para las audiencias, cada vez resultará indistinto si quienes siguen son subordinados de los cárteles o artistas consagrados.
1. La música regional mexicana, un término general que abarca mariachi, banda, corridos, norteña, sierreño y otros géneros, se ha convertido en un fenómeno global, que encabeza listas de éxitos musicales y llega a nuevas audiencias a medida que cruza más y más fronteras.
2. Es la primera vez que una disquera de la industria regional mexicana sube a los tribunales, nunca antes se había enjuiciado a una productora en la historia de México, según la periodista Laura Sánchez Ley, quien ha seguido y documentado este caso desde el inicio. Ver la entrevista aquí: https://www.youtube.com/watch?v=JqY2smzQlIc
3. Como jefe del CJNG, El Mencho presuntamente dirigía las operaciones criminales del grupo en los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Veracruz y Chiapas, donde el cartel es un actor importante en el tráfico de cocaína, metanfetamina, heroína y fentanilo, además de robo de petróleo, trata de personas, extorsión y tráfico de migrantes. También se cree que El Mencho ordenó el asesinato de varios políticos mexicanos. Fuente: https://insightcrime.org/es/noticias-crimen-organizado-mexico/nemesio-os...
4. Tras el episodio en el concierto de Los Alegres del Barranco, la canción “El del Palenque” -que menciona a “El Mencho”-se disparó en popularidad, alcanzando el primer lugar en la lista LyricFind Global de Billboard y registrando un aumento del 232 % en búsquedas. En solo una semana acumuló 2.1 millones de reproducciones y su video oficial ya supera los 52 millones de vistas en YouTube. Fuente: https://www.infobae.com/mexico/2025/04/24/los-alegres-del-barranco-usan-...