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Las cuchas tienen razón: una batalla por la memoria y la verdad

Más allá de todas las polémicas causadas por la censura y la restauración de los murales en los últimos meses, el valor simbólico de estas pintadas está en la reafirmación pública de testimonios y exigencias que se hacen de cara a las responsabilidades del estado colombiano en hechos violentos. 

Carolina Sanz / @carolinasanzart

El arte urbano, tradicionalmente asociado con la transgresión y lo efímero, ha emergido como un poderoso vehículo para preservar y resignificar la memoria colectiva. Hemos podido ver cómo este inicio del 2025 ha marcado una postura que define a la sociedad civil empoderada desde el arte urbano, pues con el apoyo de artistas y activistas se han tomado las calles solicitando justicia y verdad, sobreponiéndose a lo que administraciones, instituciones y funcionarios públicos se atrevieron a negar. 

 

Los actos de censura que iniciaron en Medellín al borrar el mural Nos están matando,  pintado en 2020 por más de 80 artistas urbanos como símbolo de protesta contra los asesinatos de líderes sociales y las masacres en Colombia,  continuaron en 2025  con el mural Las cuchas tienen razón,  hecho como una muestra de respaldo, admiración y respeto a la lucha por la verdad y la justicia que lideran las mujeres y familias buscadoras de La Comuna 13 de Medellín.  Es esta una batalla por la memoria y la verdad mediante la repetición y reparación de los murales que le permite ver a la sociedad colombiana cómo lxs artistas urbanos y la sociedad en general han establecido alianzas firmes para tejer un diálogo visual que retrata críticas sobre las violaciones a los derechos humanos que han permanecido impunes a lo largo de la historia colombiana.

 

El análisis de los casos de los murales realizados en  la Galería Femisita Siempre Vivas, Nos están matando y los de Las cuchas tienen razón evidencia la tensión entre las manifestaciones de solidaridad de los artistas urbanos, la resistencia y búsqueda de paz, la necesidad de las víctimas por expresar sus verdades, el deseo de los poderosos de silenciar sus crímenes y las regulaciones gubernamentales. 

 

El mural Las cuchas tienen razón de la calle 45, en Bogotá, fue tachado con esmalte negro en horas de la madrugada del día 18 de enero 2025 por Josías Fiesco, militante del Centro Democrático, y por grupos de personas que no estaban de acuerdo con este mensaje en distintos sectores de Bogotá. Lo mismo sucedió en otras ciudades como Valledupar, Cali, Barranquilla y Medellín,  esta vez por parte de grupos de personas simpatizantes con las políticas de derecha, algunos de los dueños de los predios donde se han pintado los murales,  estudiantes, entes de seguridad y Alcaldías durante el mes de enero 2025, luego sobrevinieron las repetidas restauraciones y tachaduras realizadas durante los meses de febrero y marzo. Estas arbitrariedades han abierto debates que no solo se ha pronunciado para discutir sobre los límites de la libertad de expresión artística y el rol de las autoridades en su regulación, sino que además han detonado la aparición de distintos pensamientos a favor y en contra de estas expresiones de memoria en el espacio público por parte de artistas callejeros, sociedad civil y entes políticos, dando lugar a un sinnúmero de interrogantes que transitan entre ideas que, por un lado, defienden la necesidad de controles que permitan regular el uso de los espacios públicos y, por otro, discuten la validación y el respeto de los códigos callejeros de la cultura del graffiti writing, que también fue pasada por alto al realizar estos murales. Finalmente, en otro terreno también se advierte que anular estas juntanzas podría limitar la creatividad, la memoria histórica y el impacto social del arte. 

 

La restauración o el volver a pintar los murales una vez tras otra luego de que han sido censurados o vandalizados, evidencia la lucha por preservar la memoria histórica frente a las políticas de estado o las simpatías políticas que buscan limitar, disciplinar y moldear la expresión colectiva en el espacio público, evidenciando la creciente tensión entre las narrativas que responden bajo sus propias conveniencias de poder económico o político y las voces populares de resistencia que encuentran en el arte urbano un medio legítimo para visibilizar, difundir y restaurar la necesidad de justicia y memoria histórica.

 

Los sucesos en referencia a las repetidas restauraciones, los debates en torno al papel del arte en los mensajes políticos, las marchas y activaciones en apoyo a las víctimas en distintas ciudades del mundo como Madrid, Berlín, Nueva York o República Dominicana que han ocurrido en torno a los murales de Las cuchas tienen razón, le han aportado a los lugares donde fueron realizados una carga emblemática y hacen pública la exigencia de garantías de no repetición, pues funcionan como recordatorios visuales de estos eventos de censura y violencia silenciosa y a la vez se han convertido en la prueba de la resistencia popular organizada, marcando desde lo artístico la historia reciente de las distintas comunidades de Colombia y del exterior donde han sido replicados, logrando un alcance mediático que revela el poder de la dupla civil-artística.

 

Más allá de todas las polémicas que han generado la censura y la restauración de estos murales, el valor simbólico que desprenden se ha convertido en la reafirmación pública de los testimonios, exigencias y necesidades de la sociedad civil que pide a viva voz el escrutinio de la consumación de crímenes de lesa humanidad, el reconocimiento de la responsabilidad del Estado colombiano en hechos victimizantes y la desidia y negación institucional sobre determinadas realidades relevantes instaurando una práctica violenta y re victimizante.

 

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