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Cuando Cristina nos envió sus fotografías dijo: “Son mis chicas y se las entrego con mucha confianza”. ‘Sus chicas’ —y en general sus fotos hasta ahora— mantienen un diálogo con la naturaleza en un lenguaje visual bastante sutil, pensado desde la preproducción hasta la “pos”.
Es ella quien convence a estas mujeres (usualmente inexpertas en el campo del modelaje) para que participen en una sesión de fotos en su casa, un lugar en el cual Cristina puede disponer de la escenografía como se le dé la gana.
Colecciona, en una suerte de mueble de boticario, las plantas que va encontrando. “Lo que más me importa son las hojas: que sean muy grandes y muy verdes —dice Cristina—. Los jardines botánicos son mi debilidad y la obsesión por recolectar hojas de plantas la he tenido desde siempre”.
Hace dos años unió esta obsesión botánica con la sensualidad femenina. “Siento mucho placer al resaltar la belleza de las chicas que tengo cerca, sobre todo cuando ellas no tienen idea de lo hermosas que son. Ellas, acompañadas de las plantas, me permiten encontrar formas y texturas”.
Cristina considera que el principal logro de su proyecto es el camuflaje y contraste de chicas y plantas, elementos que nunca deben perder armonía. Una de las sesiones que más le gustó hacer fue la de María Montoya.
“En agosto del año pasado pude tomarle fotos a María, a quien quería invitarla a una sesión desde hacía mucho —cuenta Cristina—. Como ella es una niña perfeccionista y muy blanca, me di cuenta de que era la oportunidad para usar unas hojas lisas y brillantes (como el pelo de María) que tenía guardadas en mi mueble de boticario”.
Tuvo la oportunidad de mostrarle su trabajo a Ruven Afanador y el prestigioso fotógrafo de moda colombiano la invitó a experimentar con plantas marchitas y spots en los que ‘sus chicas’ no se sintieran tan cómodas… Cristina prefiere quedarse (por el momento) en esa zona de confort actual que responde fielmente a su idea inicial.
Antes de estudiar Artes Visuales en la Javeriana, Cristina llevaba cuatro años experimentando con la fotografía. Aunque agradece el interés que le inculcó esta carrera por la dirección de arte —fundamental en su obra— está convencida de que en Berlín, en donde empezará a estudiar fotografía próximamente, logrará desarrollar todavía más este proyecto que, según ella, debería desembocar en desnudos.
Más allá del Carnaval y las grandes parrandas con las que tradicionalmente asociamos a Barranquilla, la capital del Atlántico se está convirtiendo en un referente nacional y mundial del arte urbano y el grafiti.
Gracias al trabajo que desde hace años vienen realizando artistas locales como Re-Vol-Ver, ShoT o Joyce, Barranquilla empezó a construir nuevos imaginarios a través de sus paredes.
Con este nuevo panorama, la Alianza Francesa y el colectivo Lienzo Urbano se unieron en 2015 para aportar su grano de arena a este movimiento y crearon KillArt, un festival de arte urbano que este año cumplió su segunda edición con más de 1.000 metros cuadrados intervenidos por la creatividad e imaginación. En la intervención participaron más de 21 artistas locales, nacionales e internacionales.
Este evento, que también tuvo el apoyo de la Secretaría de Cultura de Barranquilla, contó con la participación de los artistas colombianos Zurik, Antonia Zennaro, Omar Alonso, DjLu, Re-Vol-Ver, Bunt, Toxicómano, Lápiz, Mattos, Roberto Barraza, Kenort, Mr Joe, Joyce, Saga, y otros que se sumaron a la logística de la organización y en la realización de los muros.
La cuota internacional del KillArt corrió por cuenta de Findac de Inglaterra, Pez de España y Cart1 de Francia, un artista que además se involucró en la organización y liderazgo de este festival.
Los dejamos con algunos de los murales intervenidos en el KillArt a través del lente de Bogotart.
Por: Andrea Gamboa Be.
El pasado 14 y 15 de mayo se llevó a cabo la exposición de la feria 501® ORIGINAL PLAZA, un evento cultural que reunió una muestra de artes plásticas, medios audiovisuales y música.
Estuvimos presente y le echamos ojo a todas las propuestas de estos #CreadoresCriollos.
Gracias a esta iniciativa de Levi´s pudimos ver fotografías de Jorge Vanegas, Silicon Times Dispositivos, una serie de Fabián Díaz, Pablo Arrazola con su serie de dibujos Fronteras, las pinturas y libro de Sara Echeverri.
También hubo espacio para las obras de Herson Dsayied, Julieth Casteblanco, Lucía González, Nicolás Alvarado, Santiago Marzola, Sergio Galvis, Sergio Mantilla, Yuli Cadavid y el trabajo conjunto de Javier Segura y Maria Paulina Becerra.
En tarima el evento estuvo acompañado por la banda caleña Xavier Martinez, Telebit, Revolver Plateado y por supuesto un toque de MNKYBSNSS.
Reviva el evento en las fotos de Kicho Cubillos.
Antes de llegar a la universidad, Juan Diego camina por las calles de Medellín. Para un momento y saca su libreta para dibujar los rostros de los transeúntes. “A través del rostro se puede llegar a cualquier información de la persona. Es el depósito de nuestra identidad individual”, dice este estudiante de Artes Visuales de la Universidad de Antioquia.
Ese ejercicio de bocetos y trazos lo hace en cualquier espacio callejero. Siempre va armado con una crayola, un lapicero o un lápiz y una tiza pastel, además de sus libretas. Esta costumbre le ha permitido conocer personas en cada esquina, además de crear proyectos como ‘Ciudad, Espacio Macro’, en el que dibujó cómo es un día cualquiera en Medallo, la ciudad en dónde nació hace 28 años.
Los personajes que retrata en sus series parecen exceder la realidad. “Es como si gritaran en silencio; como si a través de los ojos expresaran sus miedos, sus demonios, y sus avatares personales”, explica Juan Diego, que ya se está haciendo un lugar en la escena del arte local, gracias a las exposiciones colectivas e individuales en las que ha participado.
Una de ellas fue con su instalación de dibujo ‘Sosiego’ en una muestra colectiva de dibujo y pintura llamada Pliegues, en el espacio Crealab (2015), en donde mostró los retratos de sus abuelos. A su abuelo materno -con quien Juan Diego siempre tuvo un estrecho vínculo- lo internaron en un asilo. Cada vez que lo visitaba, sacaba su libreta y lo dibujaba.
Después empezó a retratar a todos los adultos mayores del lugar. "Parecía como si me hubieran adoptado, era el nieto de todos", cuenta mientras recuerda que así empezó a conocer sus historias de vida. La señora de la serie no es precisamente su abuela materna, sino una de las tantas abuelas que habitaban ese espacio. "Les conté lo que quería hacer y se animaron mucho, como si quisieran dejar de ser anónimos y que las personas de afuera los conocieran", cuenta.
Al tiempo que expuso estos retratos, también presentó objetos como altares con materas y figuras de santos, cajones y gafas, los objetos personales que ellos mismos donaron. “Los objetos del hogar son el primer universo del ser y el espacio plenamente vivido”, explica Juan Diego, quien hace énfasis en su intención de generar interacción entre los objetos y los que visitaran la muestra, para que se sintieran en el interior del asilo al lado de ellos.
Otros de sus retratos han sido el de Marion Silver, la novia drogadicta de Harry Goldfarb en ‘Requiem por un sueño’, y el de Walt Kowalski, el personaje principal de ‘Gran Torino’. En las dos ilustraciones enfatizó el rostro de preocupación, para así darle énfasis a su principal interés: la pintura realista.
Sus ratos de ocio los dedica a dibujar pues lo ve como una actividad permanente, en la cual no se puede dar el lujo de perder el ritmo ni la técnica. De esta dedicación surgió ‘Los lazos que nos unen’, una serie de dibujos que muestra las etapas de la vida de cada persona, a medida que crece en círculos emocionales rodeado de su familia y amigos. Esta obra fue realizada para el concurso Reconciliarte, de Faber Castell, en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá en 2014.
Para eso, ilustró a cuatro personas abrazándose, cogiéndose de la mano y juntando sus cuerpos, demostrando vínculos afectivos. “Decidí trabajar con un color como el azul para crear atmósferas frías. Estos personajes parecen estar por fuera de la realidad, como si estuvieran aislados de todo, juntos en medio de la nada”, comenta.
Su pasión por el dibujo no le quita tiempo para explorar sus otros intereses: el arte digital y la fotografía, que le aportan referencias a la hora de retratar las expresiones de sus personajes callejeros. Uno de sus referentes fotográficos es el inglés Lee Jeffries, que con sus fotos ha capturado rostros de habitantes en la calle en diferentes ciudades del Reino Unido y del mundo. Inspirado en el trabajo de Jeffries, Juan Diego ha intentado transmitir sentimientos humanos como la melancolía, la soledad y la desesperación.
Conozca más de Juan Diego Trujillo, uno de nuestros #CreadoresCriollos, en su perfil de Behance.
Sara Isabel Hoyos siempre soñó con hacer retratos de viejitos, entre ellos su abuelo, y lo hizo realidad en una serie de ilustraciones a lápiz que llamó Olds, en la que incluyó los retratos de 15 ancianos. Al dibujo de su abuelo lo llamó simplemente “mi abuelo”. Antes de animarse a retratar a lápiz, esta ilustradora y artista urbana de Medellín había hecho dibujos de bombas que hacen volar casas, animales y personas por los aires y que compiló en su obra Moving Out.
Pero esta paisa de 28 años, que se graduó de Diseño Gráfico en la Universidad Pontificia Bolivariana, también decidió explorar su capacidad como ilustradora digital. Así nació su primer proyecto bajo esta técnica: Seasons, en el que ilustró mujeres con adornos en el pelo de nieve, hojas otoñales y verdes o flores coloridas, aludiendo a cada estación del año.
Una de sus oportunidades para ilustrar fue la invitación que recibió en 2013 para ilustrar los tablets digitales que brindaban información a los visitantes del acuario del Parque Explora de Medellín. Sara recibió elogios sobre este trabajo, para el que hizo las versiones científicas de los peces con Photoshop.
Pero no solo ha tenido la oportunidad de mostrar su trabajo en Medellín, la ciudad que la ha visto crecer como artista y donde ha realizado trabajos en murales como el de la casa de uno de los dueños de la tienda de relojes Mistura. Unos meses después de su trabajo en el Parque Explora, a principios de 2014, recibió la llamada de un señor argentino que la invitó, junto con sus amigas, a decorar la fachada de su casa en la que le hicieron una ilustración como de cuento de hadas; un bosque de tonos verdes con un venado; y un muro de una de las calles principales de Buenos Aires (Argentina) en el que hizo, también con sus amigas, la cara de un hombre en blanco y negro y unas olas de colores con un barco de papel.
“Tengo tatuada una rosa de los vientos diseñada por mí en la mano derecha. Pronto me haré más. Ese tatuaje significa, para mí, viajar por todo el mundo con mi “mano”. Es mi herramienta… el arte”, cuenta Sara.
También durante ese año, Sara, que hace parte del Colectivo Peopwall, ayudó a fundar la Galería Hostel, una casa del barrio El Poblado en Medellín en la cual un corredor ha sido pintado por ella y sus amigos. “Yo quiero generar amor por el arte y la naturaleza; que a la gente le guste lo que ve en todos los pasillos y en los cuartos del lugar donde está durmiendo”.
Su primer mural con este colectivo fue en el bar Alta Gracia y hace poco pintó un mural para Cultura Profética en el Jardín Botánico de Medellín, a donde invitaron a los integrantes de la banda, quienes quedaron fascinados por la obra del colectivo Peopwall. Claire Delic, la esposa de Willy Rodríguez, el vocalista del grupo, le puso like a las fotos que Sara publicó en su Instagram.
Le gusta que su obra trate temas de la naturaleza y la espiritualidad. Busca ampliar su pasión por el arte en la ciudad, pintando en las paredes públicas figuras grandes de animales y personas, o fusiones de los dos, como hizo con el dibujo de una mujer en blanco y negro sobre un fondo amarillo en una pared una cuadra abajo del parque de El Poblado: los ojos de la mujer son los dos falsos ojos de una mariposa búho. Para este mural trabajó con otros artistas urbanos de Medallo como Ceroker y Zas.
En diciembre de 2015 participó en Contenedores Art, un evento realizado por la cerveza Grolsch, en Medellín. Dibujó mujeres con el pelo hecho de naturaleza (plantas, árboles, hongos), y los ojos vendados. Trabajó con Santiago García, lo conocía desde la universidad y ahora es su pana en el arte urbano y con quien también ha hecho colaboraciones en Contenedores Food Place, una estación de containers de comida para la que hicieron un mural en graffiti de una anciana en blanco y negro con una mariposa colorida sobre la frente.
Sara muestra su obra en sus cuentas de Instagram y Behance. “Me encanta contar historias por medio de mi arte. No hay nada más mágico que la gente diciéndome que siente algo al ver una obra mía”, dice Sara, que hace parte de nuestros #CreadoresCriollos.
Oliver Terrones es un ilustrador y artista visual que creció en Acapulco (México), y que cambió su visión del arte gracias a la antropología. “Me dijeron que la arqueología era un campo virgen y había oportunidades para los diseñadores. Después de Grecia y Egipto, México es un país riquísimo en patrimonio arqueológico, por eso entré a la Escuela Nacional de Antropología e Historia y vi que la antropología social respondía muchas de mis preguntas sobre el pasado y el presente, entonces descubrí que siempre quise ser antropólogo".
Lo hizo después de formarse como diseñador y comunicador visual en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La combinación de estas carreras lo ha llevado a desarrollar un estilo artístico basado en las rarezas, el humor negro y la sátira.
Por eso es normal que sus obras sean caras de figuras reconocidas como Frida Kahlo, a las que les modifica el cuerpo con recortes de ropa de marcas de moda. Así nació su pieza Para ke kieerooo piernaazz (2015): cogió una cabeza precolombina pintada como si tuviera maquillaje y le incorporó una cartera y tenis Nike. Le agregó el texto “Para ke kiero piernaz zhi tengo tenis para volar”, que alude a la famosa frase de la pintora y poetisa mexicana. Ese es el arte de Oliver: una burla por medio de mensajes que buscan sentar una protesta entre la sociedad.
Esta tendencia artística también la dejó clara en Híbridos (2014), una obra de técnica mixta en la que utiliza figuras precolombinas y las adapta a cuerpos y escenarios contemporáneos en los que pone, en forma de collage –su técnica favorita-, mensajes escondidos. Una de las obras de Híbridos se llama Ave del paraíso hipster con cuernos de chivo, que se mete con esta cultura moderna.
Oliver también es un artista del bricolaje -manualidad en la que se utilizan todos los recursos creativos que se encuentren para crear o arreglar algo- y artista procesual, que es aquel que deja ver el proceso de la obra mientras se hace. Gracias a estas técnicas muchas de sus obras son fotografías reutilizadas e intervenidas con ilustración y brochazos de pintura. Para él, no sólo es importante mostrar el proceso creativo sino el proceso social, histórico y personal de su obra.
Este artista de 24 años ha pasado por el Departamento de Difusión Cultural de la ENAH, en donde trabajó como diseñador visual, y por el Instituto de Investigación en Antropología de la UNAM, en donde es diseñador editorial. “Me di cuenta que los diseñadores, si nos convertimos además en científicos, podemos mejorar la divulgación de la ciencia; ciencia y arte son dos contrapuntos, no hay arte sin ciencia y viceversa”, explica este artista, quien también es bloguero: tiene su propio sitio web, Psychotrope Acapulco. En él comparte contenidos y proyectos como antropólogo social y artista procesual.
El año pasado participó en el Festival Internacional de la Nao en Acapulco –que se inspira en la Nao de China, los galeones españoles que viajaban entre Manila (Filipinas) y Acapulco. Allí presentó la obra Tres sobre Manila, una metáfora hecha con un tríptico en el que escribe con tinta china sobre manila y mete un fragmento de Viaje al Oeste de Wu Cheng’en. “Intenté hacer una representación contemporánea de la burocracia inconsciente en la que estamos sumergidos”, explica Oliver, quien también ganó el premio ISSSTE-Cultura en el Festival de Arte Emergente Interfaz Acapulco 2015.
Se define como un partidario del lema “piensa global actúa local”, por lo que no aspira llegar a ningún lado, sino que el lugar en el que está se convierta en lo deseable. Y el lugar en el que está, México, le da mucho juego a su obra, que está llena de figuras precolombinas y coloniales. “Casi nunca hago sátiras del arte prehispánico pero sí lo empleo para reforzar lo irónico de la cultura occidental en América. Aquí hay muchos que juegan a ser europeos o aspiran llegar a Europa... como si viviéramos en el virreinato”, afirma Oliver, a quién también le preocupa Acapulco. “Acapulco es una de las ciudades más violentas de Latinoamérica y el arte es una forma de combatir la violencia, cambia el objeto de descarga”, comenta este mexicano, uno de nuestros #CreadoresCriollos.
Para Minizuka todo empezó con la ilustración de un perro que se le había perdido a una amiga. “Ella compartió la ilustración en redes y empezó a moverse. En una semana tenía más de 100 mensajes pidiéndome ilustraciones o cuadros de perros”, recuerda esta caleña de 30 años, que fue la invitada especial a la Fiesta Air Max Day de Nike del pasado 26 de marzo para celebrar el vigesimonoveno aniversario de la marca.
Ese día intervino un par de tenis Air Max y dejó en evidencia su estilo: el power art, una técnica en la que la ilustración de alguna figura humana o animal se interviene con brochazos de pintura de casi todos los colores y se le agregan luces y brillos. “Yo quiero llegarle a la gente desde lo visual con algo que impacte. Lo mío es como un caos”, cuenta Minizuka. Su nombre artístico lo tiene desde hace 10 años y en japonés significa “minifalda”. Le pareció perfecto pues encontró la relación entre su arte y las minifaldas como una forma de revolución de la mujer.
“No quería firmar mis ilustraciones con mi nombre de pila –Paula Garrido- entonces en Deviant Art, en Facebook y en Flickr me puse Minizuka”, dice sobre su nombre artístico. “Suena como algo chiquito pero poderoso: como un arma, una minibazuka”, agrega entre risas.
Su proceso es digital: organiza en Photoshop los rostros o las imágenes que va a utilizar y luego le mete detalles y frases que den contexto. Las frases que utiliza pueden ser letras de canciones: en su proyecto Supernova utilizó la canción Possibly Maybe de Björk y en su trabajo Glass Girl usó Stay Alive de José González. Con Glass Girl, Minizuka pretende montar su primera exposición personal en la que el rostro de una mujer tiene una frase que le cambia la mirada.
Es una mujer apasionada por la ilustración, los colores y por Cali, su ciudad natal. En esta ciudad empezó a estudiar Diseño Industrial aunque no terminó la carrera. En 2008 vino a Bogotá para ver un concierto de Muse y su mejor amiga le habló de un trabajo como diseñadora en TeamSourcing, una empresa de contenidos móviles para Latinoamérica. Mandó su portafolio y le salió el puesto. “Lo hice como por pillar porque no tenía experiencia laboral ni nada”.
Canceló su semestre en la universidad, empacó todo lo que tenía en su apartamento en Cali y trabajó en esta empresa durante dos años en Bogotá. Luego renunció para viajar por Europa después de caer en cuenta que no se quería dedicar a esa carrera y quería ser libre.
Volvió y terminó Diseño Gráfico en la Tadeo y también estudió Fotografía en Zona 5. Aunque ha puesto en practica todos sus estudios, se volvió artista por medio de la experimentación con las ilustraciones que siempre le gustó hacer.
La artista tiene una Línea de Objetos en la que ha trabajado con el power art sobre piezas. “Quiero mostrar una democratización del arte, que todos los objetos puedan ser parte de mi obra”. Empezó pintando en duvets (fundas de cama) y ahora hace cojines, maletas y sombrillas. “Los duvets me han sacado canas siempre porque eso es un visaje, pero cuando ya está creado siento una satisfacción inexplicable”. Estas son piezas con ediciones limitadas y las vende personalmente y en su web (link).
Aunque ha hecho exposiciones colectivas en NEST Art Center y ha mostrado su obra en la Feria de Arte Barcú y en la Galería El Gato, todos sus proyectos son personales. En el Espacio KB en Bogotá expone su obra y los objetos que vende: cojines, maletas, sombrillas y fundas de cama.
Minizuka es una mujer que representa su power art en todo lo que es y lo que tiene: su pelo azul y verde, su estilo relajado y fresco, y sus tatuajes.
En el Mundial de Fútbol de 2014 hizo una gran muestra de lo que es su trabajo. “A mí me gusta el fútbol y para mí Colombia en el Mundial fue una locura. Mi forma de celebrar no fue ir a bares, sino encerrarme a pintar”. De esta emoción quedaron ilustraciones de algunos de los jugadores y se empezaron a regar por internet. Hizo un jugador a diario y la contactaron futbolistas como Freddy Guarín, Carlos Valdés y Faryd Mondragón, a los que les entregó las piezas personalmente.
El proyecto más esperado de esta artista, que hace parte de nuestros #CreadoresCriollos, es un solo show que planea hacer este año: un espacio en el que quiere crear un mundo Minizuka con cuadros, decoraciones para el hogar, videos e instalaciones.
Apenas terminó el colegio, Felipe Celis tuvo claro que quería explotar su creatividad y por eso terminó matriculado en Artes Visuales en la Javeriana, de donde se graduó el año pasado. Allí encontró su técnica favorita: el grabado, el trabajo libre de la madera con cuchillas de linóleo. “Más que las técnicas artísticas me interesan los oficios tradicionales, el trabajo a mano que pareciera sobrepasar al hombre”, dice este bogotano sobre su arte, que le valió hacerse un lugar en Taller Trez.
A este lugar, un taller creativo de ilustración y grabado de Bogotá, llegó mientras cursaba cuarto semestre. Asistió a la convocatoria de mini print que hizo un parche de amigos que se reunían los viernes para hacer fanzines y compartir su trabajo. Más tarde, esa reunión de amigos se convertiría en este taller, en donde este bogotano de 24 años se desarrolló como artista.
“Pertenecer a Taller Trez ha sido y es de las mejores experiencias que he tenido; he conocido buenos amigos, he viajado y ahora me brinda un espacio para desarrollar casi cualquier cosa que se me ocurra”, cuenta Juan Felipe.
Uno de sus proyectos es Eternamente Efímeros, un trabajo que presentó el pasado 19 de marzo como proyecto de grado y que nació del análisis de las imágenes que había creado sobre grabado a lo largo de su carrera, en las que había mucha alusión al ciclo de la vida.
“Este ciclo parece definitivo y sin escape, pero las imágenes ofrecen una alternativa para mantenerlo vivo”, reflexiona. Cuando expuso su proyecto sintió que tuvo la oportunidad de mostrar bien la técnica del grabado, un mundo prácticamente desconocido para sus familiares y amigos, que hasta ese momento no entendían el encierro de Felipe trabajando con maderas.
Felipe reparte su tiempo entre la búsqueda de convocatorias y la organización de exposiciones con Taller Trez: Metáforas Urbanas, que presentaron en conjunto con artistas mexicanos; 3 de Trez, que sirvió para celebrar los tres años del taller y que actualmente está en la Biblioteca El Tintal y un intercambio académico en el Instituto Superior de Artes de la ONU en Cuba.
En cada una de estas exposiciones ha mostrado obras, diseños y tatuajes que encuentran inspiración en los tatuajes de artistas internacionales como el francés Guy Le Tatooer, Thomas Hepper y los locales Sergio Manrique y Luis Cobra. “Me gusta hacer viajes por el mundo y ver tatuajes tradicionales, que son una constante influencia en mi trabajo, asegura Felipe, que además es un aficionado a los tatuajes.
A la hora de dibujar, las flores, ornamentos y figuras geométricas guían su pluma, aunque su fuerte son los patrones: su obra está medida por las repeticiones de una figura sobre otra.
“Los grabados, dibujos y tatuajes no están vivos pero tampoco muertos; están en el limbo entre ambos mundos y de alguna manera siempre estarán presentes a través de las imágenes para tratar de engañar al tiempo”, explica Felipe sobre la relación entre su trabajo y sus pasiones.
En este momento, está buscando residencias en Buenos Aires donde planea hacer proyectos de grabado con artistas argentinos. “Hay que buscar el espacio para la gráfica y el grabado está muy presente. Pero las personas que compran arte se han enfocado mucho en la pintura y en otras técnicas y no tanto en el grabado”, dice Felipe, que hace parte de nuestros #CreadoresCriollos.
Alejandro García llegó a la ilustración por accidente. “Fui a visitar a una profesora de un taller de ilustración que vi en la universidad, Ana Cristina Vélez, y me chutó un encargo para un libro. Lo acepté y me entrevisté con el editor: Héctor Abad Faciolince”, recuerda. Para ese libro, una recopilación de cartas que le escribió el poeta colombiano Gonzalo Arango al columnista Alberto Aguirre, debió hacer un par de retratos y unas guardas.
"Fue muy bueno trabajar con Héctor Abad y le estoy muy agradecido, nunca me rechazó nada y me permitió desarrollar cada encargo a mi manera; eso hizo que aumentara mi confianza a pesar de no tener experiencia", reflexiona sobre sus inicios. El apoyo del autor de El olvido que seremos fomentó su pasión por mezclar el dibujo con la literatura.
Ese fue el arranque de este ilustrador paisa de 33 años, que se graduó de Licenciatura de Educación y Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia en el 2005, donde recibió una formación tanto artística como pedagógica. Eso le valió para ser profesor, hasta 2011, en la caja de compensación Comfam, cuando debía viajar a escuelas rurales e interactuar con niños y jóvenes, y podía recordar sus años de estudiante.
Pero lejos de la academia, la inspiración la encuentra en los viajes que hace cada 15 días a la finca de sus abuelos en La Merced del Playón, un pueblo de tres calles cerca al municipio de Liborina, en el occidente de Antioquia. Estando allí, realiza caminatas en las que observa y retrata aves que después usa como referencia para sus dibujos, que ya han servido para ilustrar publicaciones de la Fundación Argos, el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, la Revista de Psicología de la Universidad de Antioquia y Editorial Planeta.
A pesar de sus continuos ejercicios con la cámara, no se considera un buen fotógrafo, pero sí un buen recolector. Todas las piedras que le gustan, las plumas de pájaros y las corazas de los animales que han mudado de piel o caparazón las mete en una maleta para asegurar el material para ilustrar, un oficio en el que no se ve a sí mismo como un duro.
"No me considero un ilustrador experto, soy un dibujante que desde su oficio se defiende en la ilustración, pues es todo un mundo", dice Alejandro, que ha podido mostrar su trabajo en la Galería de la Oficina, una de las galerías más importantes de Medellín, y en La Estampa, un taller de impresión tradicional de grabado.
Alejandro tiene una técnica de realismo a base de lápiz sobre papel. "En los retratos de autores casi no tengo posibilidad de inventar; casi todos son construcciones a partir de varias fotografías del personaje con las cuales recreo una versión original e inédita del autor”, explica.
Ha hecho pocos proyectos a color. Uno de ellos, ‘Cartas desde la Nueva Granada’, es un retrato de Van Rensselaer, un norteamericano que estuvo en Colombia en los años siguientes a la independencia. La ilustración es una reconstrucción del retrato del personaje a partir de un grabado, que es la única imagen que se tiene de él.
“En varias ocasiones me ha tocado reconstruir a los personajes a partir de descripciones escritas y pinturas primitivas, es casi como hacer un retrato hablado”, reflexiona Alejandro, que con este trabajo quiso transmitir la exuberancia del paisaje colombiano de esa época.
En este momento trabaja en el proyecto ‘Savia Botánica’, un inventario botánico del país con el que busca acercar a las personas a la botánica. En el libro se reseñan las plantas que se usan para hacer música, las que son medicinales, las que figuran en los mitos tradicionales y las que hacen parte de la gastronomía colombiana.

“Mi hermano me decía que tenía que estudiar Diseño Gráfico y yo ni sabía qué era eso”, recuerda entre risas Laura. Sus estudios los empezó tarde, a los 22 años, después de que una lesión en la pierna la alejara de su pasión: el ballet y la danza contemporánea. “Durante la recuperación de mi lesión replanteé mis prioridades y gracias a los consejos de mi mejor amiga me decidí por el diseño”, dice esta argentina de 35 años, que en 2007 se graduó como diseñadora gráfica de la Universidad de Palermo en Buenos Aires.
Apenas terminó de estudiar, tuvo su primera experiencia laboral en María Cher, una importante marca argentina de ropa para mujeres. Pero pronto se saturó y decidió hacer maletas para irse a Barcelona, en donde trabajó como vendedora en boutiques francesas durante el 2008.
Muchas veces pensó en hacer entrevistas en el grupo Inditex –la empresa española dueña de Massimo Dutti, Zara y Bershka- pero no lo hizo. “No haber trabajado como diseñadora en ese momento se convirtió en un nuevo camino porque tenía mucho tiempo libre para hacer diseños sin ningún tipo de presión”, explica esta artista textil sobre cómo pudo desarrollar un portafolio más consistente.
Incluso tuvo una oportunidad laboral en los almacenes H&M pero la rechazó finalmente pues, además de aprovechar el tiempo libre para explotar su creatividad, se dio cuenta de que no le atraía trabajar para marcas grandes.
“Siendo freelance tienes más posibilidades de crear, trabajando para marcas el trabajo se vuelve más técnico que creativo. Por eso me gusta más hacer todo desde afuera”, reflexiona Laura. Con esa visión clara, ha podido trabajar como freelance para estudios independientes de diseño en Australia, Estados Unidos, Dinamarca e Inglaterra, así como para la marca Guildery, que solo trabaja con diseñadores textiles que crean colecciones exclusivas de manera artesanal para decorar hogares.
Para sus proyectos, Laura se inspira en la naturaleza, la estampa japonesa –grabados hechos con xilografía- y las estaciones, sobre todo la primavera, y esto le ha dado forma a proyectos como ‘Marbles & Soft Textures’, una obra de textiles de alta moda en la que mezcló texturas utilizando pegamento.
Hoy en día está en Nueva York y su apartamento de Brooklyn, en el que vive hace un año, está lleno de plantas. Está trabajando en un proyecto de telas pintadas a mano, con el cual muestra como ha sido su vida en la ‘capital del mundo’. A esta ciudad llegó sola, con dos maletas –una con ropa y otra con pinturas y pinceles- y con la intención de quedarse solo un mes pero se amañó y todavía no tiene fecha de regreso definida a Argentina.
Los diseños que trabaja en Nueva York son todos pintados a mano y los vende para que sean impresos en almohadas, forros para celular y computador, tarjetas postales y pocillos. Todo se puede comprar en una página de venta de arte que existe desde 2009; el precio de sus trabajos va desde los 15 dólares hasta los 200.
Ella solo vende el arte y los estudios que compran sus obras se encargan de realizar el estampado en los textiles, que terminan decorando muebles y objetos interiores de los hogares. “Yo no estampo y esto se debe, entre otras cosas, a que en Argentina es difícil estampar creaciones propias si no tienes una marca grande; ahora en Estados Unidos estoy apenas empezando a trabajarlos directamente”, dice Laura.
Es feliz en Nueva York y no extraña el color gris de Buenos Aires, su ciudad natal, muy fría durante el invierno, y que hizo que modificara toda su vestimenta: en su armario solo hay ropa de tonos grises, blancos y negros. Para contrastar esa falta de color con la que se muestra a la gente, sus diseños y pinturas los llena de colores vivos y llamativos en los que abundan el rosado, el morado y los colores ácidos, además de los diseños florales y tropicales.
Para expandir su nombre, Laura también hace colaboraciones con artistas textiles y gráficos, que trabajan moda e interiorismo, entre los que quiere incorporar a algunos diseñadores que la influyen, como Jonathan Adler y su selección de artistas, Diane von Fürstenberg y Antonio Marras.
Conozca el trabajo de esta que argentina evidencia con su obra que el camino de una diseñadora construido sin influencias puede ser más apasionante, además hace parte de #CreadoresCriollos.
Paz supo que su trabajo estaría centrado en el collage desde que presentó la tesis de grado: un portafolio con recortes pegados hasta en la carátula que reunía sus trabajos durante la carrera. “Fue una experimentación de mi lenguaje gráfico”, dice.
Desde pequeña, nunca tuvo gusto ni habilidad para usar computadores y, mientras estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires, se destacó entre sus compañeros por hacer todos sus trabajos manualmente; sus propuestas las presentaba pegando papeles y no usando ayudas digitales. Así empezó a abrirse las puertas en el arte del collage análogo.
“Aunque el collage es una técnica que no se toma tan en serio, es el mundo más generoso y solidario de todos de las artes. No existe el ego entre los que trabajamos el collage”, dice Paz sobre su especialidad, en la que se inició con el proyecto Amarillo Papel, un trabajo que recrea el paso del tiempo en el papel, que se torna amarillo, y creó con materiales de otras épocas.
Con este proyecto ganó la convocatoria para la "Edición de Verano" de la revista Cultra, que reseña las actividades de más de 200 espacios culturales de Buenos Aires.
A esta bonaerense de 34 años la apasiona lo vintage, que incorpora a sus obras a través de recortes y la técnica mixta o assemblage, en la que se ponen objetos entre los recortes.
“Todo en mi escritorio huele a papel viejo”, dice Paz. Por eso, sus materiales favoritos son las revistas y libros viejos, los platos, las puntillas y los relojes que se pueden desarmar, cosas que encuentra en las ferias de antigüedades.
Cada fin de semana asiste a las ferias en Buenos Aires, una ciudad que le transmite una melancolía gris. “Un día de feria noté que me faltaban materiales para un trabajo, sentía que no lo tenía completo, como me hubiera gustado. Varios collagistas me mandaron sobres con materiales. Como somos pocos, somos muy cercanos”, cuenta.
Esta cercanía con otros artistas la llevó a fundar, junto con dos amigos, el colectivo Chasco. Con este grupo participará en noviembre de este año en el festival Paraty, en Brasil.
Entre los proyectos de Paz también está el Taller de Collage. Una vez por semana, generalmente los sábados, se reúne con cuatro o cinco personas, a las que ayuda a desarrollar su propio lenguaje y forma de hablar a través del collage. A los asistentes siempre les recomienda llevar una maleta con los materiales que quieran usar, sin imposiciones.
Durante el taller, Paz muestra imágenes para notar qué es lo que más sensibiliza a los participantes; con su asesoría, ellos escogen el material. Paz les muestra cómo utilizar los materiales para hacer composiciones: como realizar cortes con línea definidas, rasgar el papel y taparlo completamente con otro recorte.
Entre los artistas que admira está la colombiana Sara Serna, una collagista y compositora digital de Medellín, que hace collage combinándolo con videos digitales y manuales. “La admiraba mucho y un día, solo conociéndola por Facebook, recibí un correo de ella invitándome a colaborar en una exposición de collages”, en donde mostraron sus trabajos en colaboración.
Uno de los trabajos que más recuerda, fue el que realizó junto a la escritora, cantante y actriz argentina, Rosario Bléfari en el proyecto Solistas no tan Solas de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En este lugar, destinado a exposiciones de artistas locales importantes, hizo una proyección de collage en vivo.
Gracias a sus proyectos también ha sido invitada a participar en la Bienal Internacional de Cartel en México, y en Tecnópolis 2013 en Argentina.
Conozca los collages y la obra de esta argentina, que hace parte de nuestros portafolios de #CreadoresCriollos.