Tres perspectivas sobre el Paro Nacional

Son muchas las reflexiones que nos ha dejado más de un mes de movilizaciones, violencia, dolor y aguante en el todavía vigente Paro Nacional. A lo largo de estas semanas no solo hemos visto el recrudecimiento de la violencia policial que ha cobrado la vida y la salud de muchos. En las marchas y plantones también hemos sido testigos de historias de resistencia y de cuestionamientos a retóricas oficiales como la constante pugna entre la protesta pacífica y el “vandalismo”.

A lo largo de estos meses los manifestantes no solo han puesto su cuerpo en los combates con la fuerza pública y los civiles armados; también lo han puesto, junto con sus esperanzas y expectativas, en medio de las jornadas culturales y populares que han tenido lugar a lo largo y ancho del país. En estas el arte y la música han jugado un lugar primordial que, antes que reñir con la acción directa, propone otras formas de participar dentro de la movilización social. Formas que, a pesar de su carácter pacífico, han sido reprimidas por las fuerzas del Estado.

Pero, a pesar de la persecución y el estigma, los manifestantes han sabido aguantar la violencia con la que se los ha señalado. Desde cada una de sus orillas y echando mano de sus habilidades han mantenido vivo el Paro por más de cuarenta días, jornadas dolorosas que nos han permitido ver los matices que perviven en la manifestación social.

Gracias a esto hemos sido testigos de la labor de los defensores de derechos humanos, verdaderos héroes en medio de una escalada de violencia sin precedentes. Nos hemos visto obligados a revisar nuestra historia nacional gracias a los pueblos indígenas que han derribado las estatuas de los conquistadores. Hemos visto de primera mano un arte combativo que, lejos de decorar las calles o solo acompañar a los manifestantes, se ha parado duro para difundir la verdad sobre los atropellos cometidos y defender la memoria de quienes nos han sido arrebatados. Hemos escuchado los nuevos himnos de una protesta social en la que los mismos manifestantes han comenzado a dejar de lado las consignas clasistas, machistas y homofóbicas.

En medio de este panorama, hablamos con tres voces que, desde el arte callejero, el activismo y la música, han reflexionado sobre los acontecimientos recientes del país. Desde cada una de sus orillas nos compartieron sus ideas sobre lo que ha significado el estallido social para ellos y los cambios que han percibido en medio de estos días convulsos.

La primera de estas voces es la de la activista caleña Mauri Balanta. Mauri es una activista, investigadora, comunicadora, realizadora audiovisual y gestora. Desde hace diez años pertenece a la organización comunitaria Casa Cultural El Chontaduro, un espacio que por 36 años se ha dedicado a la búsqueda y construcción de justicia social racial y autonomía territorial para la población negra y racializada en el Distrito de Aguablanca. Con ella hablamos sobre la importancia de la defensa de los derechos y el lugar de Cali en el Paro. Puede leer la entrevista aquí.

La segunda voz es la DJ LU, un artista urbano local que contó su percepción frente a lo que viene sucediendo desde la denuncia a través del arte, el poder de llegarle a más personas a través de estas herramientas y la censura. Los muros pintados de blanco y la popularidad que han tenido por estos días las pintadas de gran formato sobre el asfalto son algunos de los temas sobre los que reflexiona este virtuoso del esténcil. Lea la entrevista completa aquí.

La tercera, aunque no la menos importante, es la voz del compositor santandereano Edson Velandia, quien habló con nosotros sobre el lugar que ha tenido la música en el Paro Nacional. Gracias a su trayectoria, pero también a su compromiso político, Velandia ha sido durante las últimas semanas una voz poderosa dentro de las manifestaciones. El Infiltrao, El Desolvido o Hace un mes que estoy en paro son algunas de sus canciones que se han convertido en himnos de un estallido que grita en las calles. Puede leer la entrevista completa aquí.

El estallido social que comenzó el pasado 28 de abril y sobre el que aún es difícil pronosticar un fin, nos ha dejado muchas heridas abiertas, pero también grandes lecciones de resistencia. Los cambios que han tenido lugar en la cultura y la manera en la que esta se ha convertido en un foco fundamental de conversación a lo largo de estas semanas nos da esperanza para comenzar a pensar un país más justo.