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Una charla con uno de los profesores de Rock y Política de la Javeriana

Jose Cepeda se ha dedicado durante los últimos cinco años a analizar las distintas corrientes del rock con sus respectivos contextos políticos, históricos y sociales. En esta electiva, vista por estudiantes de medicina y hasta administradores de empresas, se analiza el trabajo de personajes como Kurt Cobain, Bob Dylan e incluso Joan Manuel Serrat.

Andrés J. López / @vicclon

Son las 2:10 de la tarde y alrededor de 18 alumnos de la Universidad Javeriana, varios con uniformes de la facultad de Medicina y otros con pinta de escuchar pop o hasta reguetón,  esperan al profesor Jose Cepeda, quien entra con una chaqueta verde debido a la fuerte lluvia. Ya adentro, se la quita y lo primero que salta a la vista es su camiseta negra conmemorativa del concierto que dio U2 el año pasado en Colombia y en el que tocaron su clásico álbum de 1987, The Joshua Tree. Luego de los respectivos saludos recoge la tarea: un análisis del Dark side of the Moon de Pink Floyd y de la banda sonora de la película punk de Víctor Gaviria, Rodrigo D. No futuro. Jose les pregunta a varios de ellos qué les parecieron y las respuestas son mixtas, pues a algunos les gustaron pero otros consideraron plana la obra maestra del cuarteto inglés y calificaron como insoportables los temas de Pestes, Mutantex, P-Ne, Mierda y Profanación (algunas de las bandas que participaron en el compilado de Rodrigo D). Varios incluso admitieron que era la primera vez que escuchaban un álbum completo. Después de la socialización, el profesor pone el clásico de INXS, “Taste it”, para empezar la clase de Rock y Política, en esta ocasión dedicada un tema nuevo: la sexualidad.

Esta electiva tan particular se ve desde hace unos cinco años aproximadamente. Originalmente la propuso Manuel Carreño, conocido por trabajar en Radiónica y Señal Colombia, pero cuando él se fue, la retomó Jose, egresado de Comunicación Social y Ciencia Política de la Javeriana y quien también dicta Constitución y Discurso Político en esta universidad e Historia de Colombia en el Externado. Este bogotano de 44 años ha estado firme desde entonces con la materia, aunque hay que mencionar que luego de él, y por la alta demanda de estudiantes, Edwin Camacho también la empezó a enseñar.

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Foto de Daniel Sierra.

 

 

¿Cómo surgió la idea de dictar esta materia?

Surgió porque el estudiante siempre quiere tener unas asignaturas que lo saquen de la cotidianidad de su carrera y por eso algunos profesores fuimos llamados a proponer cuestiones nuevas. Hace más de un lustro nos dimos cuenta de ese vacío y de que el rock tenía el suficiente recorrido para ser reconocido como un discurso importante en términos musicales y culturales. Es una opción para ofrecerle al estudiantado el acceso al conocimiento del rock en una perspectiva entre lo musicológico y lo social de una manera divertida.

 

¿Por qué el rock y no, por ejemplo, el rap?

El rock es muy general; se podría identificar así en torno a más de medio siglo de operaciones, más o menos desde 1955. Es una familia que integra subfamilias y si habláramos de rap u otro género lo restringiríamos. En mi caso tomo bastantes subgéneros porque me permiten llevar la clase al desarrollo de las repercusiones de los hechos mundiales desde los 50 hasta aterrizar en algunos aspectos del caso colombiano y latinoamericano. Entonces, así puedo hablar de la clase media norteamericana y la posguerra de los 50; los movimientos civiles para los afros, Martin Luther King y la crisis del petróleo de los 60; luego trato el punk, la era Thatcher y Reagan, el neoliberalismo, etcétera. Eso me permite ver al rock como algo muy amplio y tomarlo como una familia de la cultura pop sin tomar nada específico. Así me parecería más aburrido y la gente sería menos tolerante en vez de abrirse musical y socialmente.

 

Varios de sus alumnos no son rockeros, ¿por qué se metieron a esta clase?

Hace unos años tenía la convicción de que iban a llegar un montón de rockeros pero me he dado cuenta que este género, como le sucedió al jazz, es cada vez más de viejos. Ya vimos el punk, hippismo, rock clásico, etcétera. Eso sucedió hace 55 años y en el caso del punk más de 40. Pasa algo raro y siento que quieren aprender de algo que han escuchado en sus casas y tienen cierta idea aunque no sean rockeros ni sea la música de su generación. No está mal, simplemente es la realidad. Siento que se meten por pura curiosidad.

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​Foto de Daniel Sierra. 

 

 

Vi muchos estudiantes de Medicina…

Esta vez me tocó un curso de Medicina, pero he tenido diseñadores industriales, filósofos, arquitectos, comunicadores y politólogos. Chévere porque todos son bienvenidos con sus estéticas. Uno debe ser muy cuidadoso y no ser el que les impone los gustos, más bien los estimulo para aprender.

 

¿Por qué hablar de sexualidad este semestre?

No había tenido tiempo de trabajar la presentación y en los otros semestres lo miraba muy por encima. Tengo una que habla sobre machismo y en esa analizamos algunas letras clásicas de la mujer en estado de dominación masculina y de patriarcado. No había tenido esa perspectiva más amplia porque, si le soy sincero, hace unos diez años, cuando empecé como profesor en la Javeriana, el término LGBTI todavía no era tan común. A medida que una realidad demanda más interpretaciones vale la pena traerla a clase.

 

¿Cómo es el silabus?

Parte desde el rock de los 50, luego avanza temática y cronológicamente hasta el presente en términos de géneros y acontecimientos internacionales. Hay una parte teórica en la cual explico qué es el rock y sus orígenes. Les enseño sobre relaciones internacionales y qué son realismo, idealismo, marxismo, etcétera. Una clase es sobre derecha e izquierda para darles unas bases y expresarse en unos mínimos de vocabulario político y participativo. Luego vamos a los 60 con el hippismo y Woodstock y ahí hacen un ensayo con reflexiones, profundización y bibliografía sobre dos opciones de películas: el documental Woodstock o The Wall, de Pink Floyd. Así pasamos al rock progresivo y al punk, para después ver música electrónica, rastafarismo y posteriormente la era new wave del neoliberalismo; esa parte de la guerra fría es muy importante para mí históricamente. También me meto en los 90, lo alternativo y la que sería la última estrella del rock: Kurt Cobain. Ahora estamos en una era posmoderna y no hay unas identificaciones tan claras, entonces vemos qué es lo posmoderno, el montón de fusiones y la dificultad para identificar los géneros por la complejidad de la sociedad y las identidades de los jóvenes.

A partir de ahí llegamos a temas como el rock ibero, que nos lleva entre Iberoamérica y Colombia con el papel del rock ante las dictaduras y el paso hacia la democracia. La Guerra de las Malvinas, el fin de la dictadura de Franco y la movida madrileña, todo eso nos impacta y en el caso del punk colombiano, vemos las cosas que pasaban en el país y cómo se canalizaban. En la última parte nos metemos en la industria, lo cual me gusta porque he tenido alumnos de Administración de Empresas, muy señoriales y no tan rockeros, y les pido que me expongan sobre cómo es el negocio de la música: cómo se hace un concierto, un Rock al Parque y sus diferencias con Estéreo Picnic, las herencias de Woodstock, qué es Sayco Acinpro, qué son los derechos de autor y cómo pasamos de los discos a las descargas y la mutación de la industria discográfica. El trabajo final es un ensayo sobre el análisis de una novela y les doy a escoger entre Andrés Caicedo, Rafael Chaparro, Juan Carlos Garay, Efraín Medina o Juan Álvarez para que relacionen las bandas sonoras de sus libros y vean cómo también nos dicen algo del país.

 

¿Cuáles son los teóricos vistos en clase?

Parto con una lectura de mi parte en la que me pregunto si el rock es una especie de folclor mundial para entender lo popular versus la “alta cultura”. Después hablamos de relaciones internacionales a través de Kenneth Waltz y Hans Morgenthau, quienes nos han ayudado a ubicar las teorías y de donde saco algunos cuadros. En la parte de izquierda y derecha es fundamental Norberto Bobbio, maestro italiano de la teoría política y autor del libro Destra e sinistra, fácil de leer para cualquiera y del que extraigo los conceptos de igualdad y el orden que polariza la perspectiva de derecha e izquierda. En el tema de los derechos civiles hay bastantes autores, incluyendo a mi profesora de Periodismo Internacional, Diana Uribe, quien nos habla de contracultura y gracias a sus programas los alumnos pueden profundizar en los ensayos de Woodstock. Sociólogos como Pierre Bordieu también nos hablan sobre la participación política.

Luego nos apoyamos en periodistas como Juan Carlos Garay, pues nos sirven casos colombianos en los que se haya escrito de reseña o musicalización. No me las puedo saber todas y para la clase de música extrema traigo a Alejandro Bohórquez y en otra al músico e ingeniero Carlos Benítez para que se explaye sobre temas auditivos. Algunos ex alumnos también estarán a final de semestre, uno de ellos hizo una tesis para el Rosario sobre el movimiento Black Panther y el soul; otra hizo un análisis sobre los festivales al parque como política pública. Todo esto hace el silabus más especializado y sin necesidad de llenarlo de tanta teoría.

 

¿Todos los subgéneros del rock son políticos?

Sí, pero no necesariamente de forma directa. El rock de los 50 hablaba de tener autos, chicas e ir al prom. Era muy teenager. En los 60 hay una real politización con Bob Dylan, Joan Baez, los derechos civiles y esto se emparenta con la figura del cantautor en Iberoamérica. Después tenemos al punk y el rap, que son politizados y narrativos. Hay otros evasivos como el glam y el metal, que aunque le canten a las hadas dicen algo porque justamente hay una politización. El más evasivo sería la electrónica, pero estar con las pepas y festivales como el Love Parade (en Berlín) me dicen algo de la sociedad de consumo, cuáles son las evasiones o si es más importante la ética o la estética. Todos dicen algo a pesar de todo.

 

Ahora en época electoral, ¿cambia la clase o le incluye algo para comprender las propuestas de los distintos candidatos?

Sí, la clase de derecha e izquierda es fundamental para eso. Partimos de la anarquía y la explicamos como una postura extra institucional según Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl Bakunin, Sex Pistols y todo eso. Para el comunismo pongo las canciones típicas de la revolución de izquierda como “Comandante Che Guevara” y el himno de la Tercera Internacional mientras explico las diferencias con el socialismo y la social democracia; les muestro a Joan Manuel Serrat y los demás cantautores progresistas de esa época. También menciono a Manu Chao. Cuando hablamos de centro liberalismo y consumismo coloco a Robert Palmer, Madonna y Michael Jackson. Luego hablo de nacionalismo positivo y negativo y escuchamos “La tierra del olvido” de Carlos Vives o algo de nacionalismo extremo con “One in a Million” de Guns N’ Roses, que tiene una letra racista. Para hablar de conservadurismo está “El camino de la vida”, ese bambuco típico andino absolutamente heteronormativo que te dice que vienes, te casas, te reproduces y te vas a la tumba. Uribista-ordoñista por excelencia.

Rompemos eso para hablar de violencia y expongo grupos de death metal que traten invasiones y la guerra como Sacred Reich o algo de thrash metal. Luego están esos exponentes que le cantan a la muerte y termino con grupos de skinheads después de hablar de falangismo, fachismo y nacionalsocialismo. Ahí están las opciones y sobre eso vamos comentando el acontecer político.

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​Foto de Daniel Sierra.

 

 

Bandas clásicas del país como La Pestilencia o Masacre son bastante políticas, ¿ve esa contundencia en las agrupaciones contemporáneas?

No. Creo que hay una cierta pérdida y lo vemos en casos como el de U2, que son la visión políticamente correcta y me gusta desenmascarar dicha corrección. En esa época había más visceralidad y en ese aspecto Colombia tiene mucho que decir, pero ahora se ha tratado de que los artistas sean más participativos en temas como el ecologismo. En ese sentido, no ha habido posturas tan contestatarias a excepción del rap, que se ha mantenido y dice cosas que los rockeros no. Ellos, eventualmente, han sido tragados por la industria discográfica y ya es algo general en el músico pop colombiano, desde Carlos Vives y Bomba Estéreo hasta Totó la Momposina y Monsieur Periné.

 

¿No se podría ver esto como conformismo o miedo?

Yo creo que en parte sí porque nadie dice las cosas viscerales y el rock ya se profesionalizó. Inclusive el indie rock; la cultura hipster es neoconformista por ser consumista e hiperestética. Esta cultura neoelitiza las cosas y eso es hiperescapista, entonces la bandera que le queda a algunos es el hipernacionalismo y en varios casos la contestación se quedó en algunos grupos de metal en Rock al Parque o raperos, pero de resto desapareció. No se dicen las cosas que se podrían decir porque muchos prefieren la comodidad de la corrupción política y meterse en cualquier parte del negocio de la industria discográfica.

 

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