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Con ustedes, el profesor de música extrema de la Universidad Externado

“A veces el profesor de al lado me pide que le baje a la música”, dice Alejandro Bohórquez, quien desde hace dos años dirige una cátedra universitaria sobre el contexto en el que surgieron sonidos como el death, el doom, el grindcore o el thrash metal. Su clase, Geopolítica y Música Extrema, ya es tan popular que cuenta con visitantes ajenos a la institución y asistentes online.

Andrés J, López / @vicclon

Imagínese en un salón de clase, junto a aproximadamente quince alumnos, viendo la proyección de un video beam. Hasta ahí, no hay nada diferente de una clase universitaria común y corriente. Ahora imagine que en la pantalla aparece la portada del cuarto disco de Darkthrone, Transilvanian hunger: un hombre gritando con expresión de sufrimiento en su cara pintada de blanco, quien sostiene un candelabro en la mano derecha y de cuyo cuello cuelga una cruz invertida. Además de esto, en el tablero la frase “Black metal: la negación de la vida”. A eso súmele un profesor de casi dos metros de altura totalmente vestido de negro, con una camiseta conmemorativa a los 30 años de Mayhem, luciendo un corpse paint, es decir, maquillaje característico de este subgénero del metal.

No es un ritual satánico o un toque caleto de metal. Es una clase de Geopolítica y Música Extrema, materia que durante cuatro semestres ha dictado Alejandro Bohórquez (quien no siempre lleva la cara pintada) en la Universidad Externado y en la cual habla sobre el contexto en el que surgieron sonidos como el death, doom, grindcore y thrash. Este bogotano de 36 años, egresado en Política y Relaciones Internacionales de la Sergio Arboleda, también fue roadie de Koyi K Utho, bajista de Nadie y ha estado en otras agrupaciones de punk, grindcore y cybergrind.

 

¿Por qué dictar una materia como esta?

Primero, porque el metal me entretiene y es una pasión que tengo desde los diez años, cuando unas peladas locas en la ruta del colegio pusieron casetes de Rodrigo D y La Pestilencia. Antes lo más pesado para mí eran los Hombres G, luego mandé todo eso para la mierda y me fui metiendo en el metal, punk y grunge. Yo, que soy muy nerd, siempre me sentí atraído por esos debates generados alrededor del metal, sobre si es cierto género o el otro, y cuando me llamaron para dictar Cómics y Política me dijeron que si tenía otra idea loca, para jalar a los estudiantes, la comentara. Uno de mis regalos de grado fue el libro de Salva Rubio Metal extremo: 30 años de oscuridad, justo ahí pensé en usar la geopolítica urbana y la música extrema.

 

¿Y qué le dijeron con respecto a la propuesta?

Fue como un “listo” a regañadientes. Al principio, el decano del área de gobierno del FIGRI (Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales) no estuvo muy de acuerdo y tocó pedalearlo, pero ahora es un éxito y el man hasta me saluda de puño. Con los pelados también es complicado porque varios no conocen la música extrema y ni siquiera saben quiénes eran Nirvana, entonces se estrellan con muchas cosas. Pero aunque por lo general no se vuelven fans, aprenden a entender y respetar un género que ya está consolidado desde hace décadas.

 

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Esta es una clase abierta a todo público y usted la transmite a través de Facebook…

La hice abierta porque ese es el espíritu del Externado. Desde el nombre es una universidad abierta y liberal, opuesta a los internados de origen religioso. Entonces quien esté interesado solo debe caer, menos cuando hay parciales. Algunas personas fuera del país se enteraron de la existencia de esta clase, por lo cual algunas sesiones las transmito: no todas, porque entonces los estudiantes dejan de venir y de inscribir la materia.

 

Háblenos sobre el silabus.

Arrancamos con una clase introductoria donde definimos geopolítica y música extrema, y proyectamos un par de cositas. Vemos dos clases de antecedentes: una de punk y hardcore y otra de heavy metal, el origen de los motociclistas y las primeras bandas extremas. De ahí vamos al thrash, death, grindcore, doom, industrial, folk y cierro con black. Luego estudiamos ideologías extremas: bandas neonazis y de extrema izquierda. Finalmente, analizamos el grunge, lo contrario a la música extrema, y nuevas tendencias de este siglo.

“Con el black metal vemos cómo las montañas generan sociedades aisladas y conservadoras, cercanas a los temas satánicos, la anti vida y la negación hacia todo”

¿Cuáles son los teóricos infaltables en esta clase?

Todo eso ha cambiado a lo largo de hallazgos interesantes que he hecho en estos dos años. Cuando empecé, me tocó con artículos de revistas y blogs, pero en el transcurso me encontré con los metal music studies (las ciencias sociales tienen un espacio dedicado al estudio del metal). Ahora les dejo a Deena Weinstein —autora de los libros Heavy metal: a cultural sociology y Heavy metal: the music and its culture—; Keith Kahn-Harris, quien tiene un libro muy recomendado, Extreme metal; Sam Dunn, un antropólogo canadiense con un programa en YouTube llamado Lock horns, especializado en discutir los diversos subgéneros; y Daniel Ekeroth, especialista en metal sueco. También he usado autores desde el periodismo, la comunicación y las ciencias sociales que no necesariamente se van al estudio de las ramas del metal.

 

¿Y a la hora de evaluar a sus estudiantes?

Ellos tienen un examen escrito y uno oral. En el oral les hago preguntas conceptuales para ver qué pueden argumentar sobre cuáles consideran ellos que fueron los orígenes del punk y cómo se relacionan o diferencian ciertos géneros. En el escrito, ya famoso en la universidad, les coloco un mapa ficticio y les pido que inventen las ciudades y mencionen las posibles escenas de cada una, con sus características geográficas. El resto es la participación en clase, exámenes y una exposición final.

 

¿En qué consiste ese trabajo final?

Es en grupos y la idea es que analicen una escena, una banda o un lugar en particular. En este último caso, me hablan sobre las agrupaciones provenientes de esa ciudad o país y las características de su sonido. Por ejemplo, unas muchachas expusieron sobre el death metal en Angola; después les pedí autorización para apropiarme del trabajo y usarlo en mi clase.

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Supongo que también tienen que agregarle el contexto…

Claro. Parte de la nota es que me hablen sobre el contexto histórico y geográfico, por lo de geopolítica urbana, entonces deben contar las características de las ciudades y cómo influyeron en la escena. Con el black metal, para dar un ejemplo, vemos cómo las montañas generan sociedades aisladas y conservadoras, con una cara opuesta, cercanas a los temas satánicos, la anti vida y la negación hacia todo.

“Insisto que Colombia es muy black metal por su religiosidad y las tres cordilleras atravesadas”

¿Cree que todos los subgéneros del metal se presten para un análisis geopolítico?

Es difícil decir si todos, pero sí hay varios ejemplos en donde la posición geográfica probablemente haya influido en la creación de determinado sonido. Con el primer género que me di cuenta de esta característica geográfica fue con el grunge, el cual sabemos viene de Seattle (Washington), un lugar montañoso, boscoso y con mar. En mis lecturas me he dado cuenta del origen del death metal en ciudades portuarias; el grindcore en ciudades en decadencia o con un atisbo de desarrollo industrial frenado; el doom se empezó a dar en sitios húmedos, pantanosos y apartados como Nueva Orleans; y con el black, vemos el patrón montañoso.

Ahora la cosa es distinta y la geografía ha tenido nuevos desafíos por internet, que también es un espacio geográfico. Esto ha influido bastante en la difusión y creación de nuevos géneros.

 

¿Es posible relacionar una banda polaca, alemana, noruega o sueca con el contexto colombiano?

Sí se puede. Insisto que Colombia es muy black metal por su religiosidad y las tres cordilleras atravesadas. Colombia se ve como un país rumbero, el más feliz del mundo, apegado a la vida y la paz, y el black ofrece el rechazo a ese pensamiento, el vacío, el descreimiento, ese alejamiento hacia un sentimiento religioso aplastante. Todo lo anticristiano siempre tendrá un asidero fuerte acá.

 

¿Ver el metal desde una posición académica puede hacer que la gente cambie su percepción sobre esta música?

Por supuesto. Antes temía de que me acusaran de quitarle la mística a la música al diseccionarla de esta forma, pero el metal, así como el jazz, es de esos géneros que mientras más se estudian, más involucran. Además, es algo particular de todo metalero clásico saber de las bandas y tener un conocimiento enciclopédico de su propia música. Entonces, las percepciones cambian de una manera positiva, las personas entienden mejor estos sonidos y los contextos en los que fueron hechos.

 

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