Los moto artesanos de Garaje 57
En un taller de Bogotá están fabricando obras de arte sobre dos ruedas que nos hacen recordar la mítica Triumph que utilizó Steve McQueen para huir en ‘El gran escape’. Todo lo que sale del garaje de los hermanos Pasquale es hecho a mano y sus creaciones han cautivado hasta al actor Orlando Bloom.
Angelina’ está de vuelta a casa. Sigue recostada en la caja de madera que la trajo desde Estados Unidos. No es una mujer, pero el cariño con el que Esteban mira a la Kawasaki KZ400 del 76, que brilla con el sol bogotano, confundiría al más cauto de los testigos. Se acerca y la acaricia con sus manos, las mismas que dieron forma a la moto. Es la primera moto hecha a mano, pieza por pieza, en Colombia –y Suramérica–, que logra un hueco en uno de los eventos más importantes de fabricación artesanal de motos en el mundo: The Handbuilt Motorcycle Show, en Austin (Texas). Y salió de un taller en Bogotá.
La ‘Angelina' es el resultado del sueño que tuvieron el joven abogado Esteban Pasquale (28) y su hermano Gustavo (32), quien antes de meterse a hacer motos dejó a medio camino tres carreras universitarias. Todo empezó cuando el menor de los Pasquale, aburrido del caos en el transporte público de Bogotá, compró una Vespa gris del 96. En ella iba y venía de su casa a la universidad. También fue su compañera en su primer trabajo: asistente a medio tiempo en una firma de asesoría jurídica. “Me pagaban por andar en moto; llevaba documentos a un lado, radicaba en otro. Siempre en moto”, cuenta Esteban. Una noche, su hermano, que trabajaba en la empresa de mantenimiento de computadores que había fundado, lo abordó y le dijo que había encontrado en internet cómo hacer que su Vespa corriera más.
“Le invertí una plata que tenía ahorrada al motor y mi moto empezó a ser la más rápida del club de Vespa al que me había unido”, dice Esteban. Sin pedirlo, llegaron las solicitudes de sus amigos para que le metieran mano a sus motos y las engallaran. Así empezaron a trabajar en su tiempo libre con Vespa y Garaje 57 empezó a coger forma. “‘Garaje’ es por que el taller nació –y sigue funcionando– en el garaje de la casa de mis papás; el ‘57’ es por la longitud del pistón de las Vespa”, aclara.
“No vivimos una vida afanada, no estamos sacando motos a cada rato. No somos una fábrica”
El taller ocupa un espacio de 45 m2 donde hay todo tipo de herramientas –la mayoría importadas, ya que en Colombia no se consiguen–. Adentro abunda el desorden propio de un lugar donde se trabaja hasta 13 horas diarias. Entre afiches de eventos, fotos de motos, soldadores, una cámara de sand blasting (para limpiar piezas), cortadores de plasmas, una fresadora que pesa una tonelada y media, bloques de aluminio y cuatro motos desarmadas listas para ser trabajadas –una de ellas valorada en 60 millones de pesos–, transcurren los días de estos artesanos de motocicletas.
No son los únicos en el taller. Cuando el trabajo lo deja, el papá, Gustavo (62), un ingeniero mecánico que practicó enduro, pasa horas con sus hijos ayudándolos en temas mecánicos. “Estoy cuadrando mi pensión, me quiero dedicar al taller”, dice Gustavo.
Sus motos, que diseñan “medio culoncitas” y tardan hasta tres meses en producir, están reseñadas en Pipeburn y Bike Exif, dos de las más importantes publicaciones de la industria
En diciembre de 2011, cuando su trabajo pasó de andar en moto a estar en una oficina, el menor de los Pasquale se asfixió y renunció. Su hermano Gustavo también dejó su empresa. Apretar el gatillo y disparar la idea de Garaje 57 fue suya: “Yo fui el que indujo a Esteban a esto. Él estaba aburrido de lo que hacía en la firma y yo tomé la delantera al dejar mi empresa primero”. A Esteban, su anterior jefe lo intentó convencer de no renunciar. “En la empresa podía crecer pero era una vida plana. Lo intentan convencer a uno de quedarse por la plata, que la acción en el Nogal… y a mi esas cosas no me interesan”.
Garaje 57 arrancó ofreciendo servicios técnico-mecánicos. “Nos cansamos y queríamos apuntar a la fabricación de motos a mano”, cuentan. En menos de tres años se han consolidado en la técnica del handbuilt y su idea es convertirse en una marca de motos de lujo, sin perder la filosofía de su trabajo: “No vivimos una vida afanada, no estamos sacando motos a cada rato. No somos una fábrica”, dicen. Su interés es revalorizar el trabajo a mano, que ha perdido terreno frente a la producción masiva y en serie. Para darle un nuevo aire al negocio están pensando trasladar su taller a Estados Unidos a mediados de año.
“A nivel de handbuilt en Colombia –aunque hay un taller en Bucaramanga y otro en Bogotá– somos pioneros. Es muy difícil que aquí alguien tenga una rueda inglesa. Cuando hicimos esa inversión, mucha gente nos dijo que estábamos locos. Todo lo que nos ganamos lo reinvertimos en herramientas y conocimiento. Nunca hemos tomado cursos y queremos tomarlos en Estados Unidos. Compramos muchos libros por Internet, le dedicamos tiempo al estudio por nuestra cuenta. Ha sido un aprendizaje empírico”, afirma Esteban.
Sus motos, que diseñan “medio culoncitas” y tardan hasta tres meses en producir, están reseñadas en Pipeburn y Bike Exif, dos de las más importantes publicaciones de la industria. Esto les ha abierto las puertas a shows como en el que deslumbró la “Angelina” en Austin (Texas), al cual ya tienen una nueva invitación para abril. “En Estados Unidos les parecía muy raro que trajéramos una moto desde Colombia”, dice Esteban. Austin no fue el único destino de la “Angelina” en Estados Unidos. Su estética le valió estar tres meses en la galería Canvas Malibú, en California. Hasta allí se acercó Orlando Bloom –sí, Legolas de El Señor de los Anillos–, que puso 20.000 dólares en la mesa por la obra de Esteban y Gustavo. El dueño de la moto, Sergio Manrique –un tatuador bogotano– no aceptó la oferta. Y es que, como bien dicen ellos, “uno se involucra sentimentalmente con la moto… usted quiere ir despacio y que todo el mundo lo esté mirando”. Difícil no hacerlo.