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Un canto al agua con Héctor Buitrago en la reserva Van der Hammen

En el Día Mundial del Agua, el segundo de abordo de Aterciopelados promovió la defensa de este pulmón verde de Bogotá. Entre meditación, cantos y sonidos ancestrales, cerca de cien personas acompañaron al artista a la quebrada La Salitrosa, uno de los principales cuerpos de agua de la reserva.

Alberto Domínguez / @adomins

Entre fechas de conciertos y ensayos con Aterciopelados y su proyecto Conector, el Día Mundial del Agua (22 de marzo) estaba señalado en rojo en la agenda de Héctor Buitrago. Lo tenía en mente desde principios de febrero, cuando se reunió por primera vez este año con Cantoalagua, un movimiento ambiental y cultural que fundó en 2010 con una amiga para generar reflexión en la población acerca del líquido vital. 

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“Hemos perdido la conexión espiritual con el agua y queremos recuperarla”, suele decir cuando se le pregunta sobre este colectivo. Ese mismo día de febrero se puso sobre la mesa el punto de encuentro: la Reserva Forestal Thomas van der Hammen

En esta reserva, al norte de la ciudad, el alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa anunció la construcción de viviendas. Por su parte, diferentes iniciativas ambientalistas se han opuesto a esta idea.

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“La reserva tiene dos funciones: conecta humedales, cerros como el de La Conejera, quebradas, y evita que la ciudad se expanda; es un colchón de biodiversidad”, afirmó Camilo Vergara, un joven que ha promovido activamente #PReservavanderhammen y participó de esta actividad en la reserva.

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Y hasta allá llegó Héctor, con su esposa Carolina y sus hijos, acompañados de casi un centenar de personas, entre niños, jóvenes, adultos y colectivos que luchan por el cuidado del agua y la protección de esta reserva. Miembros de GreenPeace Colombia, Walk for Water, Pacto Mundial Consciente y Voz de la Madre Tierra, una red ambiental que nació hace seis años en la Sierra Nevada, disfrutaron de esta fiesta del agua, que arrancó con música andina del grupo bogotano Raíz de Origen en el Parque Central de Suba, el punto de encuentro.

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Al coro de “espíritu del agua que bañas las montañas, madre sanadora que fluyes desde el cielo” se unió Héctor con la percusión de su tambor ceremonial, utilizado habitualmente en tomas de yagé.

“Vamos a la quebrada La Salitrosa y nos conectaremos con otras voces por el agua”, dijo Héctor para recordar que ese día el canto se realizaba en más de 50 puntos del país, y en otros países como Chile o México.

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En La Salitrosa -el principal afluente del humedal de La Conejera-, de frente al cuerpo de agua, el grupo dispuso sobre la tierra de un gran mándala, una ofrenda al agua llena de bananos, manzanas, granadillas para compartir y totumas cargadas con agua, que llevaron especialmente del páramo de Sumapaz.

Y empezó el canto, una prolongación de casi 15 minutos de la sílaba AH -un sonido universal y asociado al chacra del corazón, según la filosofía oriental-, que fue acompañado por los sonidos instrumentales de siete cuencos de cristal de cuarzo, algunos con agua en su interior, para crear lo que llaman “música de sanación”. Con este canto se busca el perdón y el agradecimiento a las aguas del planeta.

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Terminado el canto, Héctor se puso de pie, sonriente. “Los que estamos aquí tenemos una relación nueva con el agua… Estamos alineados, armonizados, fortalecidos”, reflexionó, a la vez que tomó un cuenco lleno de agua. “Vamos a entregar el agua de los cuencos a la quebrada, con los sonidos de la música, del campo, de las vacas”, dijo antes de dirigirse a la orilla de la quebrada y lanzar el agua que el cuenco tenía en su interior.

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“Hoy más que nunca los bogotanos debemos estar unidos para proteger la reserva como un espacio de vida y no de concreto, como quiere la actual Administración”, insistió uno de los asistentes, mientras empezaba a nublarse el cielo sobre la quebrada y caían las primeras gotas de agua, que se convirtieron en una llovizna de no más de 15 minutos. Unos se fueron, otros se escondieron debajo de los árboles. “!Eso! Que el agua nos moje… no nos asustemos con el agua”, gritó Héctor para persuadir a los que buscaban refugio o se iban.

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Con una danza bajo las últimas gotas de lluvia, liderada por Carolina, la esposa de Héctor, se empezó a simular el recorrido fluyente de un río.

“El río va fluyendo, fluyendo, fluyendo de vuelta hacía el mar”, coreaban todos.

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Terminando la danza, llegó a La Salitrosa la abuela muisca Hicha Kaka Blanca. “Empezó a llover y unos se fueron; mataron el tigre y salieron a correr con el cuero”, dijo y se echó a reír. Un círculo humano se formó a su alrededor y dirigió un discurso en el que insistió en la defensa de la reserva, un lugar que para su comunidad es sagrado.

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