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Portada 'Sonidos de la olla y otros instrumentos de protesta'

Sabana Records y la revolución de la música electrónica en las calles

Durante el Paro Nacional de 2019 Carlos Rizzi y Mateo Walschburger crearon un sello que le apuesta a sacar a la música electrónica de los clubes elitistas y que usa el clamor popular como su mayor estímulo.

Nicolás Gómez Ospina / @ngospina14

Los bogotanos no olvidarán la noche del 22 de noviembre de 2019 cuando, al cabo de tres días de Paro el entonces alcalde Enrique Peñalosa decretó un toque de queda restringiendo la movilidad y la manifestación social como no se veía hacía mucho. Esa noche, sin embargo, los bogotanos se unieron en un cacerolazo para demostrar que por más encerrados que estuviéramos el ruido podía estar de nuestro lado ante el silencio de las calles vacías. Durante esa larga noche las cacerolas y ollas retumbaron desde toda la ciudad.

Fue en ese ambiente caldeado que los productores Carlos Rizzi y Mateo Walschburger empezaron a recopilar con sus grabadoras los sonidos que por esos días acompañaban las manifestaciones. Luego de escuchar dichos registros una y otra vez Carlos y Mateo encontraron la excusa para condensar los planes que tenían hace rato de hacer un sello diferente. De esas grabaciones nació el sello de electrónica Sabana Records.

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“El sello nace principalmente de la necesidad de sacar a la electrónica de unos espacios tan problemáticos como los clubes y llevarla a las calles, no seguir pensando en esa lógica elitista”, cuenta Carlos Rizzi. “Si el club no permite la revolución o la innovación de sonidos por estar enmarcado en una lógica mercantil hay que buscar nuevos espacios más seguros para todos”, dice por su parte Walschburger. La necesidad de entablar discusiones entre la música y otros medios entendiendo como parte de un contexto socio político más grande y poderoso es, como lo describen en su manifiesto, una de las banderas de este proyecto.

Con el sello nació también Sonidos de la Olla y otros instrumentos de protesta, el primer proyecto de Sabana. Este proyecto consistía en compartir esas grabaciones con diferentes productores y escritores nacionales para que cada uno le pusiera su sello y los utilizara como quisiera para plasmar la contingencia nacional de ese entonces. Este primer proyecto contó con la participación de artistas como Santiago Navas, Sonique o Petricor que aportaron sus visiones a partir de su creación independiente.

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“Es muy difícil pensar a la electrónica en una lógica separada completamente de la revolución por sus orígenes en una resistencia cultural como la de Berlín”, dice Mateo quién bajo su nombre artístico Ma Wal creó la pieza Avanzar para este primer compilado que además contaba con textos de Santiago de Narvaez, Pedro Adrían Zuluaga y Natalia Mártinez en la voz de Catalina Riascos.

Carlos y Mateo le apuestan a una exploración artística multiplataforma de sus lanzamientos. “Queremos hacer un trabajo más artesanal, más pequeño que ayude a repensar la interacción o relación que tiene el consumidor con el objeto”, señala Mateo. Al pensar en la creación conceptual de los productos artísticos se envuelven esas piezas en una plataforma que ayuda a dar más visibilidad y valor a la creación.

Es por eso que sus contenidos musicales también son difundidos en formatos físicos. Por ejemplo, Sonidos de la Olla, lanzado en un casete que contaba con una serie de láminas que representaban cada una de las canciones del compilado. De igual manera ocurrió con Corte Al Azar de Matük, un disco que viene con un rompecabezas de la ilustración de la portada. Incluso, en su más reciente proyecto, Ecos de la Sabana donde se buscaba enaltecer la tradición y trayectoria de la música electrónica del país, incluyeron unos fanzines con las entrevistas hechas a cada uno de los artistas que participaron.

“Este es un sello que piensa las periferias sonoras de la música electrónica sin desconocer la historia y la trayectoria de algunos productores que desde esas periferias han influenciado y cambiado el cómo entendemos este tipo de música”, señala Rizzi cuando habla de Ecos de La Sabana. Este disco está compuesto por una serie de sesiones en vivo grabadas en lugares muy diferentes a un club con esos productores referentes. Por ejemplo, llevaron a Ana María Romano, una de las compositoras electroacústicas más importantes del panorama nacional a grabar un set en la biblioteca Virgilio Barco aprovechando los sonidos que la rodeaban en ese momento. Así mismo llevaron a Cerrero a tocar en una plaza y ellos mismos fueron con sus proyectos musicales a tocar en una iglesia

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Contrario a lo que muchos creen sobre encontrar en los sellos internacionales una oportunidad para ampliar los mercados donde circula la música, Carlos y Mateo reivindican la importancia de tener sellos nacionales que apoyen a los artistas con una dedicación seria por el público colombiano. “Queremos hacer productos de muy alta calidad tanto artística como física para que si nos compran veinte personas esas veinte personas tengan una relación real con el objeto”, señala Ma Wal.

“Apostarles a esos sellos extranjeros te asegurará un par más de reproducciones, pero también son limitantes a la hora de expandir e innovar con nuevos sonidos y paletas”, cuenta por su parte Rizzi. En Sabana prima el trabajo horizontal y colectivo donde, tanto Carlos como Mateo, entran a jugar un papel activo a la hora de guiar el camino de la creación del artista teniendo siempre como norte su propuesta estética: los sonidos divergentes e innovadores que se entiendan afuera de los clubes.

El trabajo de Sabana no quiere volverse masivo, no quiere sonar en discotecas y tampoco quiere encerrarse en un mundillo pequeño en el que solo se escuchan entre productores. Su apuesta es a llevar la electrónica a las calles para fortalecer su aspecto subversivo. “No creemos que alguien se haga rico ni tenga ganas de hacerlo con Sabana, lo hacemos porque creemos en que la música y el objeto van de la mano”, concluye Mateo.

 

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