Periodistas y feministas: “Queremos convertir la voz en un espacio de disputa”
Una práctica investigativa encarnada y en red que se contrapone a las narrativas normativas y excluyentes en toda América Latina, es una necesidad ineludible en un país machista como Colombia.
Acercarse al contenido de medios tradicionales como mujer feminista es una tarea desgastante, agotadora si una se queda en el espectro de los medios hegemónicos con su constante revictimización y ridiculización de los feminicidios, el acoso sexual, los escraches y/o denuncias públicas, las movilizaciones sociales, entre otras.
Bajo la premisa de la imparcialidad se publican columnas de opinión sobre el aborto escritas por hombres detractores del mismo, textos que pasan por alto los derechos de niñas y mujeres y, además, los debates sobre la maternidad deseada, libre y consciente que nosotras hemos tenido durante décadas. También hay un tratamiento desinteresado y poco profundo de las denuncias de acoso y/o violencia sexual a actores influyentes de círculos políticos y artísticos. Las víctimas terminan siendo culpadas por el tipo de ropa que llevaban o incluso por sus estilos de vida, mientras que los agresores, en aras de esa imparcialidad, son presentados como personajes influyentes, serios, “que nunca harían nada de eso”.
Es un constante ir y venir de posturas e historias que al presentarse como imparciales terminan desdibujando violencias sistemáticas y otras voces. Desde mi perspectiva, la voz termina siendo una sola: masculina, blanca, heterosexual y de clase media alta. Y esa misma voz es amplificada día a día, una y otra vez sin importar las que se dejen atrás.
Por eso, el hecho de que en ese mar de violencias se haya empezado a consolidar el periodismo feminista, que se contrapone a las narrativas normativas y excluyentes en toda América Latina, es tan importante. En Argentina, por ejemplo, desde 2017 existe el medio Latfem, creado en el marco de “Ni Una Menos”; en Chile se creó en octubre del año pasado la Red de Periodistas Feministas, y en Colombia, medios como Manifiesta, Volcánicas o colectivos creativos como La Magdalena están consolidando apuestas desde el activismo y la producción crítica de contenidos, conocimientos y redes de trabajo.
Un acercamiento a sus trabajos nos permitirá profundizar en la urgencia e importancia de otras formas de la práctica periodística y reconocer cómo el periodismo feminista se articula con demandas políticas recientes a través de la transformación de las relaciones con las fuentes, el uso de los datos y la información, la selección de las temáticas y las temporalidades y las relaciones entre editoras, periodistas y sus experiencias personales y colectivas.
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La periodista argentina Flor Alcaraz escribió en una columna para Latfem en noviembre del 2019: <<somos redes de periodistas feministas (...) La forma de nombrarnos deja en claro la doble identidad: periodistas y activistas. Si estas dos posibilidades e identidades muchas veces se han abordado como opuestos o separados; la noción de periodismo feminista permite pensar el periodismo y el activismo juntos y, de esta manera, el carácter político de la práctica”.
Desde estas orillas, es cada vez más cuestionado el ideal de información objetiva, del periodista (hombre cisgénero) que informa sin ningún posicionamiento y de los hechos verdaderos “ahí afuera” esperando a ser narrados desde un ángulo “correcto”. La práctica feminista dentro del periodismo en América Latina lleva años desafiando esas pretensiones: ¿qué la caracteriza y por qué es tan importante en el contexto regional y global?
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Para Nathalia Guerrero, directora editorial de Manifiesta, un medio de comunicación digital nuevo enfocado en las realidades de las mujeres en Colombia, esta es una praxis que implica la apertura y la disputa por las voces que se elevan a lo mediático, a lo público. Es un ejercicio que implica ir corriendo los límites de quienes están hablando y siendo representadxs en los medios, quienes están publicando y quienes están siendo consultadxs como fuentes.
Asimismo, Matilde de los Milagros Londoño, editora general de Volcánicas, una revista de periodismo feminista latinoamericano que busca ser un espacio seguro para voces e historias que muestren la diversidad de las perspectivas feministas, afirma que para que el periodismo sea de calidad y cumpla con todas las características, tanto éticas como de rigor en la información, tendría que ser feminista siempre. “Lo decimos porque cualquier lectura de la realidad que no tenga en cuenta a más de la mitad de la población es una lectura que se está quedando coja. Es empezar a exigirle al periodismo que tome el punto de vista y que ponga el foco y el lente en una población numerosa e infinitamente diversa: las mujeres”.
Además, ambas hacen énfasis en las prácticas de cuidado que transforman las dinámicas entre el equipo de trabajo, las fuentes y la red de colaboradoras que ambos medios han empezado a tejer. Para Nathalia, si bien no existe un protocolo de cuidado ya determinado, sí hay una ética de trabajo que parte desde los feminismos: “eso ha sido lo más bonito, los espacios tan íntimos que se generan con las colaboradoras. Es algo que tengo con mi periodista principal, pero siento que la mayoría de textos que hemos publicado en cierto punto siempre generan una relación íntima de editora/periodista. Eso ha sido un elemento muy gratificante, es una apertura muy grande. Estamos leyendo y amplificando visiones del mundo de muchas mujeres sobre muchos temas de la vida (...) Más que contenido o temas virales, Manifiesta está siendo plataforma para las inquietudes de formas de vida de muchas mujeres”.
En esa misma línea, para Matilde el ejercicio del periodismo feminista transforma las dinámicas interpersonales entre periodistas y sus fuentes. “Para nosotras ese trato con las fuentes ha sido como un pilar que hemos tenido desde la fundación de Volcánicas porque los reportajes que tenemos hasta el momento han sido de denuncia y acoso sexual y partimos desde una base muy importante que no siempre es la de los medios de comunicación: los términos y los tiempos de las mujeres. No hay un afán noticioso o límite de palabras, no respondemos a esas lógicas y queremos que las publicaciones den cuenta de ese cuidado que estamos teniendo con quienes han decidido contarnos sus historias”.
La Magdalena, un colectivo creativo que nace en el 2020, piensa en el feminismo como una apuesta ética y política que se centra en la colectividad, en el trabajo plural y en el reconocimiento de las otras. La apuesta es que el feminismo se tiene que dar tanto adentro como afuera, desde una apuesta comunitaria. Un problema muy grande que hay en los medios de comunicación es la idea de la individualidad: solo lo mío, con mi nombre. Para La Magdalena, por el contrario, todo es colectivo.
Las integrantes de la revista se enuncian desde un lugar de disputa por la voz que es también importante para entender esa relación entre activismo, feminismos y creación de contenidos: “queremos convertir la voz en un espacio de disputa, preguntarnos quién tiene la narrativa sobre los debates, disputar eso y no darlo por sentado”.
Por eso están organizando el conversatorio Miradas y voces trans en el feminismo, con Siobhan Guerrero Mc Manus (transfeminista, bióloga y filósofa mexicana), Violeta Gómez (comunicadora social, activista y DJ), Juli Salamanca (comunicadora y representante de la Red Comunitaria Trans) y Martín Junco (transfeminista abortere, integrante de la colectiva Alienhadas). Un evento que se llevará a cabo el próximo 28 de noviembre a las 5:00 p.m. para escuchar a lxs panelistas desde sus prácticas políticas, comunitarias y de formación teórica en la construcción de feminismos latinoamericanos plurales e incluyentes.
(En contexto: De feminismo, transfeminismo y otras tensiones)
Desde los feminismos existen desde hace años reflexiones sobre lo problemático que resulta “hablar en nombre de”. De hecho, en América Latina, en particular corrientes asociadas a comunidades indígenas, afrodescendientes y desde perspectivas populares y comunitarias, se han planteado estos debates hace décadas: ¿cuáles son las mujeres incluidas en el feminismo más reconocido y por qué?, ¿cuáles son las luchas de las mujeres en América Latina?, ¿son todas iguales?
Como respuestas a estas preguntas, tanto en La Magdalena como en Manifiesta y en Volcánicas hay una descentralización de los contenidos y de quienes los producen. Un ejercicio reflexivo de reconocer la necesidad de abandonar el camino de la representación de otras voces, por más digna y adecuada que pretenda ser esta representación. Estas tres plataformas están trabajando continuamente por descentralizar el relato de sociedad que existe en los medios y le otorgan pluralidad a la voz que nos encontramos en el espacio público y en la virtualidad.
Estas iniciativas amplían el espectro de quienes son escuchadxs así como de quienes son autorxs de las historias y por eso es posible empezar a pensar en otros modos de circulación y consumo de la información. Otros modos ligados al activismo, a lo comunitario, a las luchas situadas y atravesadas por las experiencias directas de nuestros cuerpos y de otros cuerpos.
Este año, solo en Colombia, se han reportado a octubre 580 feminicidios, las denuncias públicas por acoso y abuso sexual en diversos entornos han aumentado, la pandemia, además, ha afectado diferencialmente la vida de las mujeres en aspectos como el aumento de la violencia intrafamiliar, la deserción escolar de niñas y adolescentes en todo el continente, los mandatos sobre belleza y deber ser sobre nuestros cuerpos que en la virtualidad no dejan de existir, entre otros.
Frente a ese panorama el periodismo feminista, activista, encarnado y en red es una necesidad ineludible. Necesitamos historias más plurales sobre los cambios que ya estamos empezando a construir desde todas las orillas y desde la diversidad radical que implica pensar en las mujeres en toda la región.
Sígales la pista a Manifiesta, Volcánicas y La Magdalena en sus páginas web.