La performance, ese ejercicio descarnado del activismo animalista
En medio de la dicotomía de sus métodos chocantes y la violencia que denuncian, los actos performáticos del activismo animalista y medioambiental se han ganado amores y odios entre sus espectadores. Sin embargo, no hay duda de que en estos ejercicios se contiene un poder transformador capaz de aportes significativos a la lucha que reclaman.
Sentadas al frente de la Catedral Primada de Bogotá, quince personas en ropa interior negra se preparan para que su piel sea marcada con acero caliente. De la misma manera en que, a lo largo de la historia, muchos animales han sido marcados y catalogados como bienes humanos, estos activistas esperan la hora en que el número 269 quede impreso para siempre en su piel llevando a cabo una performance que pretende visibilizar el abuso físico al que los seres humanos someten a los animales.
La perfomance, que se ha caracterizado siempre por su voz política y de denuncia, hace tiempo que hace parte de las acciones de colectivos en favor de los animales y el medio ambiente y cada vez es más popular entre los grupos de activistas. Como señala Andrea Padilla, vocera de Animanaturalis en Colombia y quien se ha acercado a este ejercicio desde el activismo que practica desde hace más de diez años, la performance “es una actividad que de alguna manera busca interpelar al ciudadano frente a una práctica a la vez que brindarle información e invitarlo al cambio. Es una forma propositiva de tomarse la ciudad para interpelar los hábitos de consumo y prácticas de los transeúntes”.
Hace varios días, con motivo de la semana por el cambio climático, los actos performáticos vinculados al activismo animalista volvieron a estar en boca de muchos gracias a acciones como la que tuvo lugar delante de la tienda de ropa Forever 21 en la calle 82. Con consignas en contra del uso de lana y acompañadas por una estructura que simulaba a una oveja pequeña despellejada, las activistas buscaron dar un mensaje contundente marcado por la escena dolorosa de un animal alzado en carne viva en la calle. Como siempre, los comentarios sobre este tipo de ejercicios, así como insultos y risas no se hicieron esperar en redes sociales.
Y es que cada vez que los activistas salen a las calles, semidesnudos y ensangrentados, para denunciar los actos de violencia contra los animales y el medio ambiente, tienen lugar las burlas, pero también las discusiones sobre la pertinencia y el alcance de estos actos. Que si la sangre debería hacer parte o no de estas denuncias, que si es válido o no que los manifestantes se hagan daño para visibilizar los atropellos cometidos sobre los animales, son algunas de las cuestiones que aparecen durante estas actividades y que ponen el dedo en la llaga de la discusión en torno a la agresividad visual que caracteriza a muchas performances.
Frente a esto, algunos de los activistas con los que hablamos defendieron la contundencia visual para hacer evidente la violencia con que hemos tratado a los animales y al planeta. “Los performances a veces pueden mostrar actos violentos para dar cuenta de la realidad sin tapujos o eufemismos. También podrían ser agresivos, pero creo que sí habría una diferencia entre un performance que muestra actos violentos para concientizar y un performance que es ‘agresivo’ contra el público”, opina Arley Rosman de FreeVegans Colombia.
Sobre este punto Andrea Padilla tiene una opinión parecida, pues señala que la violencia se encuentra en el daño a los animales, más que en la acción de los activistas. “Yo no estoy de acuerdo con que sea agresivo lo que hacemos desde el performance. Me parece realmente violento lo que hacemos con los animales y que participemos con indolencia en su explotación. Lo que hacemos al mostrar una imagen cruda, que insisto no es una imagen insoportable, es simplemente buscar de alguna manera que la gente mire a los ojos al animal que se come o al que se le quita la piel para hacer zapatos”, dice.
Los perfomances, entonces, buscan poner en tela de juicio las prácticas de los ciudadanos e interpelar sus creencias. Se trata, como lo describe Paula Moreno de Corazón Animal Vegano, de una puesta en escena con guion donde los activistas pueden o no, interactuar con las personas espontáneamente. Sin embargo, opina Paula, es importante señalar que no toda actividad de discusión con las personas en una actividad informativa puede catalogarse como performance.
Uno de los performances de corte animalistas que más acogida ha tenido a lo largo del mundo es el de la organización The Earthlings Experiences. Ataviados con máscaras y pantallas, los participantes de esta performance exponen un documental sobre el especismo para llamar la atención de los transeúntes en el espacio público. Angela Morales, vocera para Colombia de esta organización, explicó por qué este tipo de activismos se relacionan de manera tan directa con lo performático. “Nosotros usamos el performance porque nos permite cautivar al público sin forzar nuestro mensaje sobre ellos, es decir, el público se queda por voluntad propia, porque le parece interesante y ello hace que estén más abiertos a escuchar el mensaje que les queremos transmitir, que tengan una mejor actitud y quieran interactuar”, dice.
Por otro lado, el activista Gio Pimiento, señala que la escogencia de este tipo de acciones para comunicar el problema tiene que ver más que nada con las herramientas disponibles. Poniendo como ejemplo las marchas estudiantiles, señala que en el caso de éstas se trata de la acción de varios manifestantes que logran taponar el tránsito, mientras que estos colectivos ambientalistas encuentran en la performance un vehículo para generar un impacto mediático y visual contando con las pocas personas que se vinculan a estos proceso.
(Pille estas ‘Cinco lecciones de activismo ambiental y animalista en Colombia’)
La falta de personas que se animen a este tipo de activismo responde a varias problemáticas. Por un lado, cuenta Gio, se debe a la normalización del uso de los animales como objetos de consumo y, por el otro, a que, tras la concientización de este uso y el eventual tránsito al veganismo, las personas se desentienden del activismo al sentir que ya hacen suficiente. Además, agrega, cuando los colectivos animalistas y ambientalistas se animan a movilizarse se enfrentan directamente a la represión de las instituciones durante la protesta social, hace que las personas que no están acostumbradas a este tipo de expresiones se desvinculen fácilmente.
Por ejemplo, en una performance que se iba a llevar a cabo durante la semana por el cambio climático, se comprometieron cerca de quince personas para salir a las calles con platos de boñiga para poner en discusión el daño que provoca el consumo de carne en el medio ambiente. Sin embargo, de esas quince personas solo dos activistas se mantuvieron firmes en su participación de modo que, dos días antes de llevarse a cabo, la acción tuvo que cancelarse, poniendo sobre la mesa el miedo a exponerse y el poco entusiasmo que tiene la agenda ambiental entre muchos ciudadanos.
Sin embargo, Angela Morales agrega que el impacto que tienen los performances para introducir el tema en las agendas de opinión es alto. “Generamos impacto visual, lo sacamos [al ciudadano] de su cotidianidad. Puede ir pensando en trabajo o cosas personales, pero al ver un grupo que sobresale, lo saca de ese estado y se convierte en el medio que usamos para sostener conversaciones y reflexiones con el público”, comenta Ángela sobre la manera en que estos ejercicios descolocan al transeúnte.
La expectativa social de que los activistas ambientales lleven una vida intachable y coherente en términos de consumo, algo que no se achaca siempre a otro tipo de activistas, termina siendo otro factor que influye en la contundencia de estas acciones. En la performance llevada a cabo frente Forever 21, por ejemplo, las activistas fueron increpadas sobre su consumo de carne en el día a día deslegitimando su defensa de animales.
“Esa puesta en escena incluye la discusión con la gente, la idea del performance es que la gente vea esas imágenes, esos videos o esas acciones y acercarnos a ellos para concientizarlos. Acá, en Colombia se utiliza mucho el recurso educativo acompañando el performance, para generar un acercamiento con las personas y luego sí hablarles”, agrega Gio Pimiento.
El activismo animalista y ambiental se encuentran en un momento clave, pues acciones como el fenómeno de Greta Thunberg en la ONU o el posicionamiento del cambio climático en las agendas de publicidad y la política está llamando cada vez más a la acción. Aprovechar el momento de impacto para no solo impresionar al transeúnte desprevenido, sino también para generar pedagogía es una forma de combatir los problemas del medio ambiente y un camino para desestigmatizar este tipo de acciones y generar un cambio.