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Ilustraciones de Jhonny Matiz

Cinco lecciones de activismo ambiental y animalista en Colombia

La gente siempre encuentra la manera de reprobar las acciones que deciden llevar a cabo las y los activistas. Parece que no nos damos cuenta de que hoy, más que nunca, necesitamos esas acciones. En el marco de la Semana por el cambio climático, hablamos con dos personajes que durante años han estado involucrados en el activismo por el medio ambiente y los animales.

Daniel Fandiño / @sinsecuencia

Bogotá es una ciudad en constante caos. Corrupción de todo tipo, un sistema de transporte colapsado, atracos, brutalidad policial, trancones monumentales que paralizan la ciudad. La lista de eventualidades malucas a las que hay que enfrentarse a diario en el panorama urbano es interminable. Y aunque resulta urgente atender estas problemáticas de orden social, a veces se nos olvida que hay un asunto vital que urge poner en la agenda pública: las afectaciones ambientales —y por ende sociales— que está dejando el cambio climático. ¿Qué debemos hacer, desde lo individual pero también desde las políticas públicas, para evitar que todo se vaya al carajo?

Desde la Revolución Industrial, y debido a la emisión de gases efecto invernadero, la tierra ha aumentado su temperatura de manera acelerada. Esto no es un secreto para nadie, aunque algunos gobiernos se empeñen en ignorarlo. Las consecuencias del hipercalentamiento, que poco a poco hemos ido viendo y viviendo, son fatales para las especies que habitamos el planeta, desde la subida del nivel del mar que hace que las poblaciones (humanas y marinas) costeras se vean afectadas, hasta la fragilidad de la seguridad alimentaria debido a los cambios en la agricultura. Según la ONU, Colombia es el tercer país del mundo más vulnerable frente al cambio climático.

Es ahora cuando más se necesitan voces que se alcen a favor de las luchas medioambientales para hacer presión a los gobiernos y consolidar una consciencia global de consumo. No obstante, la gente (en algunos casos, aparentemente gente intelectual) parece oponerse a esas voces que emergen, y lo hacen con argumentos que, vistos en perspectiva, resultan ridículos y sacados de un sombrero.

Desde hace unos días se viene haciendo bulla en redes sociales por la intervención que hizo la sueca Greta Thunberg (16 años) en la Cumbre sobre la Acción Climática. Las críticas a la joven activista se centraron en el tono de voz que, según detractores como Andrés Hoyos, fundador de la Revista El Malpensante, es inadecuado. También en la poca “sabiduría” de la que puede gozar Greta con apenas 16 años, a pesar de que sus reclamos son más que claros. Otros hablan de que su condición de “blanca privilegiada” la invalida para hacer una intervención así. Venga de quien venga este tipo de declaraciones que logran alcances mundiales, es importante que nos movilicemos y hagamos algo para frenar el cambio climático y cambiar nuestros hábitos de consumo.

Otra avalancha de comentarios nefastos se vio en Instagram luego de que El Espectador publicara unas fotos sobre una actividad performática organizada por PETA y llevada a cabo por diferentes activistas el día martes frente a la tienda Forever 21, marca involucrada en distintos líos jurídicos por usar en sus prendas lana de oveja. <<Las ovejas son para dar lana, no jodan tanto>> o <<qué gente tan desocupada>>, son algunas de las apreciaciones que la gente hizo a la publicación, comentarios que exponen no solo el grado de ignorancia de los comentaristas, sino lo convencidos que están de que el mundo y todas las especies animales y vegetales están acá para satisfacer al humano. Las ovejas entre más arrugadas son, mayor cantidad de lana producen y, por desgracia, la búsqueda de mayores ganancias rara vez se corresponde con lo mejor para la vida digna de un animal. En Australia, el país que más produce el material, la excesiva cantidad de arrugas provoca mayor sudoración y mayor riesgo de contraer miasis, una infección a la piel causada por las larvas de una mosca que deposita sus huevos en las arrugas de la piel sudorosa de las ovejas.

Ante estas situaciones, las voces de las lideresas y los líderes ambientales y en contra del maltrato animal deben cobrar mayor relevancia. Por eso desde Cartel Urbano nos unimos a la lucha y publicamos estas cinco lecciones que dos activistas valiosos nos dan. 

 

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Consagrar la lucha a algo más grande

Para Andrea Padilla, vocera y activista de Animanaturalis en Colombia, cuando una persona se entrega a una causa y logra hacerse a un reconocimiento en ella, ya sea por los resultados del activismo, por la fuerza del discurso o por las acciones en campo, le queda seguir dos caminos: el de la confusión, que es cuando vence el ego, o el de la claridad, entendiendo y asumiendo que es solo un instrumento al servicio de un propósito mayor. “La confusión llega cuando pierdes el norte y trabajas por tus propios intereses egoístas, que no son más que tonterías, espejismos. Ya no le sirves a nada más que a ti mismo y el único que vence es el miedo. En cambio, la claridad alumbra el camino cuando los beneficiados de tus acciones son aquellos por quienes luchas; en mi caso: los animales. Además, la claridad está acompañada del amor y de él solo se derivan cosas buenas e importantes”, cuenta Andrea.

 

Los interventores en humedales deben explicar la diferencia entre un parque y una reserva natural

El accionar de esta administración ha generado inconformismo en medio de las comunidades, que consideran que no las tienen en cuenta al momento de ejecutar proyectos. Con los humedales el cuento es el mismo. Para Alejandro Torres, líder ambiental que durante más de 26 años ha trabajado por el río Bogotá y los humedales capitalinos, es clave que las intervenciones en humedales tengan unos lineamientos claros en los que se identifique la diferencia entre un parque y una reserva natural, teniendo en cuenta que un parque tiene recreación activa mientras que una reserva natural es exclusivamente de recreación pasiva.

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(Seguro le interesa pillar cómo trabajan cinco ambientalistas que protegen los humedales bogotanos)

“La intervención de los ecosistemas de humedal debe tener la aprobación de las comunidades como habitantes dolientes y querientes de estos ecosistemas y esas intervenciones deben ser construidas de forma participativa en la que se pueda articular la visión institucional con la de la comunidad (...) No estamos de acuerdo con meter canchas sintéticas en zonas de manejo y preservación ambiental”, dice Torres.

 

La convicción como arma

En más de 17 años de activismo por los derechos de los animales no humanos, Andrea Padilla ha notado que cuando se entrega la vida a una causa como la de los derechos de los animales es porque en el corazón y en la razón habita una profunda convicción ética sobre el amor y la justicia. Esta convicción, según Andrea, es el arma adecuado para enfrentar cualquier tropiezo y levantarse las veces que sea necesario. Para insistir, mejorar nuestros argumentos e inventar nuevas formas de actuar.

“La persistencia es un deber. Estamos revolucionando la forma de vivir, de alimentarnos, de consumir. Si te cansas o te das por vencido, son los animales y tú quienes perderán”, asegura.

(Lea también: El veganismo es una postura política contra toda explotación: Andrea Padilla y su activismo animalista)

 

El especismo es tan injustificable como el racismo, el sexismo o el clasismo

Si algo le ha quedado claro a Andrea Padilla en estos años de activismo, es que la reivindicación de los derechos de los animales es la revolución moral más desafiante y urgente de este siglo. Para Andrea, esta lucha se da a partir de reconocer y entender que el especismo es tan injustificable como el racismo, el sexismo, el clasismo y otras formas de discriminación.

Para Andrea, la reflexión frente la explotación de la que son víctimas los animales es clara: se puede esperar a que el Estado asuma el cambio, cosa que posiblemente no pase, o podemos ser nosotros el cambio, adoptando una forma vegana de vivir. “Para nosotros, implica tan solo cambiar la forma de alimentarnos o de vestirnos. Para los animales, es su vida”, sentencia Padilla.

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No dormir, la corrupción está al acecho

Alejandro Torres asegura que el río Bogotá se ha sobrediagnosticado, ya que se han contratado grandes estudios e investigaciones para adelantar el saneamiento básico del río, sin embargo, hace muchos años el gobierno chino puso a disposición su tecnología y su experiencia en el tratamiento de aguas residuales, recibiendo la negativa por parte de las administraciones por una razón: corrupción.

La lección en este caso particular es que ante la corrupción, los ciudadanos cuentan con mecanismos de participación como la acción de tutela, la acción popular y las acciones del grupo, con los cuales puede —en cierta medida— hacer algo al respecto.   “El Acueducto de Bogotá que cobra una tarifa de alcantarillado constituida como saneamiento básico pero que hoy la realidad es que nuestras aguas residuales están llegando en forma directa a la cuenca del río Torca, del río Salitre, Arzobispo o Juan Amarillo, de la cuenca del río Fucha (la mayor contaminación química industrial) y la cuenca del río Tunjuelo. Somos nueve millones de bogotanos defecando a diario y estos vertimientos son depositados de forma directa por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, responsable de la degradación de nuestro río”, explica.

 

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