
“Si quiere tranquilidad es mejor la pintura, pero cuando quiera dar puños, haga cerámica”: Gabriel Silva
Una vida entre Europa y Colombia, entre la escultura y los lienzos, entre la docencia y las galerías. Este artista plástico y publicista colombiano, profesor de pintura en la Universidad Javeriana, hace lo que se le da la gana en su taller.
Gabriel Silva llegó a París en Mayo de 1981 con 22 años, recién graduado de Publicidad, y volvió a Colombia 16 años después convertido en pintor y artista plástico.
Había planeado un viaje a Europa que duraría un mes, tiempo en el que intentaría encontrar un trabajo diferente a la opción publicitaria que le ofrecía su país después de terminar la carrera en la Tadeo.
Trabajó como mesero, botones de hotel y recepcionista en Inglaterra y Holanda, mientras encontraba su verdadera pasión. El día que cumplió 30 años se preguntó qué era lo que de verdad le gustaba, y desde ese día el pincel se convirtió en la herramienta más importante de su trabajo.
Su gran encuentro con el arte se dio en Francia, por allá en el año 87, durante una exposición a la que solo fue a curiosear después de empezar a hacer grabados de los dibujos que tenía en libretas regadas por todo su apartamento, en el centro de la capital francesa.
En aquel evento conoció a los artistas colombianos Víctor Laignelet, Mauricio Cruz y Luis Caballero. Con los dos primeros participó en los Premios Luis Caballero 1997. Caballero murió en el 95.
“En la exposición me fui a dar una vuelta de puro curioso y terminé al lado de este grupo de pintores que estaba reunido hablando. Como los escuché tan colombianos, me les metí en la conversación y así los conocí”, cuenta Gabriel.
Conoció en Francia a los pintores colombianos Víctor Leignelet, Mauricio Cruz y Luis Caballero. “Como los escuché tan colombianos, me les metí en la conversación y así los conocí”
En ese momento empezó a trabajar con dedicación y práctica a partir de los consejos y la ayuda que recibió de estos tres artistas.
Asistir a exposiciones fue una especie de escuela de pintura y escultura. “Uno aprende mucho viendo. Yo no sabía nada técnico ni de organización. Yendo a las exposiciones y visitando galerías fui construyendo una habilidad con esencia propia.”
Sus últimos años en París los vivió en un edificio viejo, que ocupó junto a tres pintores franceses amigos suyos. Fueron abriendo la casa y adaptando espacios hasta que terminaron compartiendo taller con otros seis artistas. “Cuando ya había hecho muchas obras en Europa, empaqué mis telas pintadas y me las traje a Colombia.”
Volvió a Bogotá y antes de buscar vivienda intentó ubicar un taller en el que pudiera hacer lo que quisiera y compartir con otros artistas.
Fotografía de Kicho Cubillos
“Apenas llegué quise mostrar mis cosas, entonces hice una pequeña exposición en un estudio en el centro con algunos amigos. Fue la primera vez que me compraron un cuadro en Bogotá. Lo compró un arquitecto amigo de uno de mis amigos”.
Hoy, su laboratorio de creación es una casa en la calle 61 con carrera 18, en la que comparte espacio con otros dos artistas. La escultura apareció en su vitrina de obras hace siete años, después de practicar con el pincel y las témperas. Querer experimentar con arcilla tuvo como resultado la creación de sus materas:
Fotografía de Isabela Ramirez
A Gabriel le encanta estar en el taller y siempre encuentra algo qué hacer. Un día normal para él se traduce en darle unos brochazos a alguno de sus cuadros, pasear por el jardín y consentir sus plantas —que compra en el mercado de las pulgas de Usaquén—, o pasar a la mesa del fondo a amasar arcilla…
“Me llama la atención lo que pasa afuera y por eso me toca tapar las ventanas con papel. Aunque aquí, entre la jardinería, la cerámica y la pintura, encuentro el escape de la rutina”.
Fotografía de Kicho Cubillos
Lo esencial es no aburrirse, por eso le gustan todas las actividades con las manos. “Cuando uno quiere un poco de tranquilidad, es mejor la pintura porque da serenidad y se necesita paciencia. En cambio, cuando uno quiere soltar algo y dar puños, hace cerámica”.
Muchas de sus cerámicas las hace a punta de moldes y con la arcilla líquida les va dando forma. Por eso tiene tantas cabezas hasta la mitad desperdigadas por ahí, o terminadas solo por un lado:
Fotografía de Ricardo León Jatem
La pintura es lo que más le toma tiempo. Tiene alrededor de cinco cuadros en los que ha trabajado por diez años; si alguno no le convence, lo recicla y lo retoma más adelante. Con la arcilla es más fácil, ya que para él es un trabajo de días.
“Apenas llegué quise mostrar mis cosas, entonces hice una pequeña exposición en un estudio en el centro con algunos amigos. Fue la primera vez que me compraron un cuadro en Bogotá”
El horno para arcilla que tiene en el patio, entre sus materas con agua y algunas con peces, ha sido primordial para los talleres de cerámica que dicta a amantes del arte, con o sin experiencia.
Fotografía de Kicho Cubillos
Un año después de volver a Colombia, entró a la Javeriana como profesor de pintura; hoy lo sigue haciendo. A principios del año pasado, una de sus estudiantes le pidió que le dictara clases particulares para un proyecto de cerámica. Para que no se tornara en un ejercicio pedagógico aburrido, Gabriel invitó también al taller a otros de sus estudiantes. “Comencé un sábado por la tarde con gente que no tenía nada que ver con esto. Había un diseñador y una antropóloga, que ahora son artistas.”
Una de sus obras favoritas es una mesa con resina, en la que tiene pedazos de cabezas y cuerpos hechos con arcilla, la cual representa para él la metáfora del vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Así como algunas personas ven a los cuerpos ahogándose, muchos otros los ven saliendo del agua:
Fotografía de Ricardo León Jatem
“En el arte, si no eres disciplinado, los contactos no te sirven para un culo. Toca trabajar duro y dedicarse mucho porque este taller no se paga solo”, comenta Gabriel mientras amasa un pedazo de arcilla que se convertirá en una matera en forma de cabeza humana.
Fotografía de Ricardo León Jatem
Fotografía de Ricardo León Jatem
Gabriel Silva trabajó 15 años con la Galería El Museo, aunque se fue porque no le gusta vender obras bajo ciertas condiciones con las que no está de acuerdo.
La exposición que más puertas le ha abierto en Colombia tuvo lugar el año pasado en Espacio Odeón, donde mostró pinturas, materas con todo tipo de plantas y peces, y un árbol grande hecho con raíces.
Fotografía de Isabela Ramirez
Fotografía de Isabela Ramirez
Fotografía de Isabela Ramirez
Fotografía de Isabela Ramirez