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El rap de Hanner La Gata

Jhon Hanner Ibargüen es un caleño alto y musculoso que amó a Gloria Trevi en su niñez. Pero también es Hanner la Gata, una rapera que relata historias de otros seres frágiles, heridos y violentados, como ella. Esta es la historia de un travesti que ha ganado dos veces el Festival de Hip Hop de Aguablanca y que hizo de la música su armadura contra la marginación.

Alexander Amézquita Pizo

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Ve. Y... ¿quién es ella? Ella es Hanner, la Gata, la negra, la marica, la rapera. La que camina por las calles de El Retiro, en Cali, para narrarnos el azaroso devenir de su barrio, el lugar donde nació, creció y, probablamente, morirá. Es una compositora. Una bailarina que aprendió a llevar el ritmo en el Instituto Popular de Cultura (IPC). Una profesora de baile en la caseta comunal del barrio Laureano Gómez. Ella es un corazón que transita entre lo masculino y lo femenino. Un cuerpo que define una de las tantas biografías de Cali: negro, alto, musculoso, frágil, herido, violentado, despreciado, usado, maltratado, ignorado. Una radiografía andante que nos revela los azares de la esquina de su barrio.

Hanner la Gata es alta: 182 centímetros. Lleva el pelo más abajo de los hombros, negro, pero se torna rojo en las puntas. Piercings en cejas y nariz. Presta atención cuando escucha a los demás. Mira a los ojos. Mueve ligeramente las pupilas, como si te escaneara la mente. Apenas terminas, ella responde. Su boca es grande. Es la menor de tres hijos. Tía de siete sobrinos que vigila con su cara de pantera. Sus manos, de dedos largos y gruesos, te agarran con la delicadeza de alguien que te puede destrozar. Creció bajo el cuidado de su madre, una chocoana testigo de Jehová, de la que dice haber heredado el gusto por el canto, y de su padrastro, un jubilado que fue boxeador y suboficial del ejército.

En la escuela, al llamado a lista debía responder “Presente” cuando escuchaba el nombre: Jhon Hanner Ibargüen. Allí supo que no era igual a los demás. Le gritaban “mariquita”. La perseguían en el recreo. Le tocaban el culo. Hanner peleaba, los miraba fijo a la cara y ¡zas!, respondía con puños. 

Mónica, su madre, dice que Hanner era dulce y muy cariñoso. Sin embargo, cuando creció, la gente no podía entender y murmuraba: “¿Quién es esa?”, “¡Ay!, vela como se mueve”, “Adiós, preciosa”, “Maricona”.

–Yo no sabía qué era ser homosexual, hasta que un día comprendí que mi hijo era diferente de Julio César, su hermano mayor. Hanner no jugaba fútbol, peinaba las muñecas de su hermanita y era delicado.

Mónica baja el tono de su voz. Jesús, su esposo, sentado a su lado, lo confirma todo con un sencillo movimiento de cabeza y agrega: 

–Me cansé de decirle que Hanner bailaba y se movía como una mujer. Todas las tardes, cuando llegaba del trabajo, lo veía en la calle bailando con sus amiguitos, pero él se movía delicado. Sin embargo, ella no quería entender.

Desde niño, Hanner vivió el desprecio de una comunidad que no lo comprendía, que no aceptaba su diferencia. No sólo era negro y pobre, también era un chico que cantaba los temas de Gloria Trevi. No quiso seguir estudiando. Al cumplir trece años ya se daba golpes con sus compañeros y con todo aquel que criticara su identidad sexual. Años después, escribió estas líneas que se convirtieron en el tema Calzones azules.

Luego llego al colegio / y me cortaron el pelo / yo era el más inteligente / pero no era como ellos / me apodaban / me jodían / y me cogían el rabo / la profe nada decía / porque yo era amanerado / pisoteaban mis derechos / porque yo era diferente / pero si me defendía / era un negro delincuente.
                                                                                                                                                 

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Oiga, ¿de dónde es que viene?

El ruido de los disparos, el olor a fritanga, el estruendo en los techos y las pisadas desesperadas se diluyen en la distancia a medida que transcurre la noche en el barrio El Retiro. En la mañana se disipan los ecos de una larga noche, el crujir del carbón para asar arepas, el latir de las motos que no se sabe si madrugan o van a descansar.

Cuando ya está claro, El Retiro se deja ver cargado de sonrisas, bisutería y aroma de pandebono; chorizos, crema de coco y tilapia; cabello sintético, vallenatos y buñuelos en pailas hirvientes; marañas de cables, remendadores de zapatos usados y cantos de música cristiana; amas de casa, bolsas de mercado y estudiantes; salas de internet, niños corriendo por la calle y minutos a todo destino por cien pesos; hombres bebiendo cerveza en una esquina, pan aliñado y vendedores ambulantes; testigos de Jehová, transportadores informales y muchachitas cargando niños que podrían ser sus hermanos; bicicletas, casas a medio terminar y trapos de colores colgando de alambres oxidados. 

"En la escuela, al llamado a lista debía responder “Presente” cuando escuchaba su nombre. Sus compañeros le gritaban “mariquita”. Lo perseguían en el recreo. Le tocaban el culo. Hanner peleaba, los miraba fijo a la cara y ¡zas!, respondía con puños."

El Retiro es también Cali: la misma ciudad que en el 2014 registró la tasa de homicidios más alta del país: 56 por cada 100.000 habitantes. La Comuna 15, conformada por El Retiro y seis barrios más, sumó tantos muertos a esa lista que ya ni quieren contarlos. Para Hanner, esa estadística incierta se hizo realidad con conocidos o amigos. Incluso su hermano Julio César también fue un dato mortuorio hace algunos años.                                                                                                                                    

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¿Hanner? ¿La Gata? ¿Cómo es eso?

En Vimeo, la red de video que compite con YouTube, el videoclip de su canción Calzones azules lleva más de 4.300 reproducciones. Para Hanner, la cifra es más que un logro. Ni ella lo pensó cuando se subió por primera vez a una tarima a competir, específicamente en el Primer Festival de Hip Hop del Distrito de Aguablanca.

–Cuando la gente me vio, pensó: “Vamos a verlo para reírnos, por distracción”. Pero cuando me llegó el turno de subir al escenario y comencé a frasear, hubo otra reacción: la gente quedó impactada. Nadie lo creyó.

Y obtuvo el primer lugar. Se ganó el premio a la mejor rapera de la Comuna 15 y repitió al año siguiente. Se presentó en la Feria Comunera y recorrió los corregimientos de Felidia y El Saladito. Se enfrentó a muchachitos vestidos al estilo niuyork, manes que cuando la vieron llegar se le rieron en la cara.
                                                                                                                                                     

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¿Qué es lo que canta?

Cuando era joven, Hanner cantaba a todo pulmón La acera de enfrente, la canción de Gloria Trevi en la que se juzga a otros desde la diferencia.

–Esta canción habla de situaciones que marcaron mi vida. Cuando dice “Yo sí tengo coraje y soy muy diferente”, yo pensaba: “Hijueputa, soy fuerte, soy diferente a todos, voy a salir a darme contra el mundo”.

Hoy, sigue caminando en la acera de enfrente. La sonrisa le ilumina un rostro árido. Cuenta historias que son las de sus amigos y vecinos. Personas que aplauden sus versos porque son ciudadanos que, como ella, nadie reconoce en una ciudad blanca, mestiza, dañina como el azúcar.

El juego, Poquito a poquito, El gran show, Calzones azules, La gran diferencia, Calidosita y una versión rapera de Los pollitos forman parte del repertorio que Hanner la Gata aprendió a escribir y a cantar desde pequeña. Las letras hablan de su vida, de situaciones que, por muy dolorosas que sean, pueden traducirse en canciones pegajosas y, a la vez, crudas.

Calzones azules es un claro ejemplo de crudeza hecha canción. Es un corto testimonio en el que explica cómo ha sido su vida habitando ese cuerpo y recorriendo esas calles. Lo expresa con claridad y certeza en esta rápida, extravagante y dolorosa autobiografía sonora de dos minutos y cincuenta y dos segundos. Ella sigue siendo una ciudadana anónima, agazapada tras los estereotipos que la obligan a definirse como un travesti negro y pobre de El Retiro:

A pesar de los rechazos / me puse a buscar trabajo / me decían: “Yo te llamo” / Todavía estoy esperando / De regreso pa mi casa / me detengo para ver / una dama que parece / pero no es una mujer / se paraba en la esquina / para negociar su cuerpo / es travesti como yo / pero ella está en otro cuento…

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