Mc Saya: el arte y la censura
En medio de las voces que insisten en el silencio, de quienes no piensan como ellos, MC Saya creció reivindicando sus luchas a través del Hip Hop. Su personaje habla a través de las problemáticas sociales de Cali y de Colombia y abraza a todos quienes quieran escucharla.
Algunas historias no arrancan desde el nacimiento de quién habla, sino desde un recuerdo en particular. MC Saya se remite a San Cristóbal en Chiapas, México, donde una persona desconocida se le cruzó por su camino y le dijo "ya tengo la boleta para ir a verte", allí, en un lugar lejos de casa. En ese momento, supo que siempre tendría a dónde llegar, al igual que su música ha encontrado la manera de llegarle a quien lo necesita. Sobre esto, Saya construyó su hogar: una carrera sólida, llena de semillas que florecen en quienes desean escuchar una voz que los haga sentirse identificados.
Todo este espíritu combativo y lleno de voz lo lleva gestando desde su territorio. Su vida se ha trazado como la canción del Grupo Niche: del puente para allá, entre Candelaria (más allá de Juanchito) y Cali haciendo lo que mejor sabe: resistiendo en el rap. En Candelaria está el corregimiento que la vio durante toda su adolescencia, Villagorgona. De este, pese a los buenos recuerdos, tiene presente el peso de todas sus problemáticas. “Es un pueblo con muy pocas oportunidades, mucha violencia y también drogas, allá también tomé malas decisiones en espacios y con personas que me metieron en problemas. Es un corregimiento que no da espacio a la cultura, uno conoce la muerte todo el tiempo”. Recuerda incluso, cómo el paramilitarismo tocó la puerta de su casa y amenazó a su familia, llevándola finalmente a Cali, donde reside actualmente. Aún así, allí visita a sus padres, para descubrir que en el olvido la guerra es persistente.
Pese a esto, incluso con el peso de la violencia histórica en la que se sumerge el país, Saya nunca quiso callar, recuerda bien que en el 2010, en un convenio con el movimiento hip hop de Cali y el IPC (Instituto Popular de Cultura), nació un piloto de fortalecimiento del rap en Candelaria, en el que se buscaba fortalecer este arte desde lo académico. Para aquel entonces ya conocía a su compañero Niko RST, también artista de la escena del hip hop caleña, quien la impulsó y ayudó junto con su suegra, quien en aquel entonces la dejaba quedar en su casa, para que pudiera asistir a aquel programa al que finalmente pasó tras su inscripción. Desde ese día su amor se ha fortalecido a través de la música y les ha permitido crecer mutuamente ante las adversidades y las oportunidades que ellos mismos han tenido que construir.
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Así como la tierra misma gesta a quien la cultiva, es dentro de este contexto álgido y frágil, en el que los artistas también nacen, descubriendo en toda ceniza que deja la guerra, la negligencia y la violencia, un ápice de esperanza que encienda de nuevo y constantemente las llamas de la lucha. Saya se ha formado con fuerza en torno a la concepción de pacificar la violencia con su música, “a la gente que maneja este país le conviene que sigamos en guerra, que seamos individualistas, que seamos indiferentes ante lo que sufren los demás. El arte es una forma de crear colectividades, de luchar contra eso”. Y es por ello que hemos visto a través de su carrera aquella reivindicación de la voz como móvil para invitar a más personas a unirse en colectividad, como lo fue por ejemplo el Mixtape Abya Yala Armada de Palabras, en el que junto con muchas más mujeres de latinoamérica se reunieron en torno a la música gracias a la lucha feminista; también el papel de Saya se encuentra presente en diferentes proyectos como el Crew Feminal Power y Entreletras Subversivas, en los que se apoyan diferentes artistas y también niñas que recién se acercan al hiphop para que puedan continuar o inciar sus carreras musicales.
La voz de Saya se ha inclinado por busquedas particulares, su mirada feminista, y su abordaje del rap desde un corte de género, le han permitido hablar de esa herida patriacal, curándola y fortaleciendose en ella, de allí hemos escuchado canciones como “Yo decido” donde lanza frases como “el embarazo no es un lazo, que te deja un plazo por si el niño viene o no con el pan debajo del brazo”.
Este trabajo como actora social dentro del movimiento, se ha gestado también gracias a su participación dentro de la colectiva Soyla Crew, de quienes recuerda sus primeras reuniones en la cancha de La Base, en la 56 con 12, un hito de su memoria: “Es un lugar de encuentro donde la gente viene a hacer ejercicio o a hablar. Tiene dos paredes, una para los americanos y otra para los caleños. Todos respetan el espacio. Me trae sentimientos esa cancha, venía a hacer ejercicio, salieron canciones y álbumes como Amor se escribe con llanto, con mi compañero Niko RST, reuniones con mis compañeras cuando no teníamos lugar, al principio. Me encanta venir aquí”.
Soyla cuenta con la participación de otras artistas como Nezia y Dony Crespa “un colectivo de mujeres hip hop de diversas trayectorias de Cali, que se unieron en el 2012 con la necesidad de organizar y generar espacios de empoderamiento desde su accionar pedagógico y artístico, a través del rap, del grafiti y del breakdance. Es un espacio de educación popular y música como medio de transformación social”, cuenta Saya. A través de este colectivo han apoyado diferentes iniciativas, como la Universidad Libertaria KUNALUNA, ciclo creciente, un espacio de formación en derechos sociales y reproductivos a través del arte.
Es esta colectividad la que la mantiene en la lucha del rap como gestora de convivencia y pacificadora, que ahora construye nuevamente a través de su participación en Rexistencia Hip Hop. “Motiva porque hay mucha inclusión, está Lomaasbello, los chicos de IGZ, El Kalvo. Se siente la diversidad que puede tener el rap. Todas esas problemáticas que nos rodean pueden ser una canción muy bonita de todos o de cada uno de nosotros, y creo que eso nos hace fuertes, de alguna manera”.
Y es que, entre muchos es más difícil hacer que la censura golpeé sus voces. Es el empuje de Los Nadie por la creación de un rostro colectivo que hable más fuerte que todo aquel que quiera callarlo, ya no solo habla un inmigrante o una mujer, sino una canción que une a muchos individuos, que en algún momento pudieron quizás desconocer una problemática y que logran empatizar o identificarse con ella a través de la música. Comenta Saya “hace poco yo canté un tema que hablaba sobre la migración, y una amiga que se fue para la USA me dijo parce me identifico en muchos sentires con tu canción. Uno no se entera, pero hay personas que sufren las mismas cosas que uno, la censura me inspira a mí, a través de todas las diferentes voces que se han silenciado.”
Saya se inclina por jugar con ese silencio y tejer redes que lleven los mensajes a todos los lugares posibles. No le preocupa que haya límites, ni impedimentos. Intrépidamente comenta “las mismas problemáticas y vivencias ayudan a que la gente se identifique más allá del silencio. La gente me escribe sobre el sentir que plasmo, porque viven lo mismo y atraviesan las mismas violencias. La que más planteo es de las mujeres y allí siempre llegamos más y más, a estar juntas. No importa la censura, la gente capta lo que haces porque se siente así, mi personaje, Mc Saya, viaja a través de diferentes situaciones, de la migración, de las problemáticas de las tierras, de la violencia patriarcal, eso que quiero no cambia, yo a través de muchos personaje hablo de cosas que a la gente no le gusta, pero el que quiera comer que lo haga”.
Saya es la prueba del incansable trabajo popular, de sus alcances, sus ilusiones y su gran labor en convertir un montón de individuos en un circuito de manos, una bandita elástica que se estira a través de barrios, corregimientos ciudades y otros países, en pro de recibir a todo el que quiera llegar, con amor y con ansias de llenarse de arte transformador y rechazar a los que siempre todo lo quieren destruir. Su propuesta termina siendo un grito enfurecido de un montón de mujeres, jóvenes y compañeros que han llevado toda su furia a las barras sobre el beat.
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Rexistencia Hip Hop es un laboratorio de formación y creación artística para el fortalecimiento de proyectos musicales con incidencia social y comunitaria. Es una iniciativa creada en conjunto entre la Fundación Cartel Urbano y el ICTJ para visibilizar los procesos y proyectos musicales que encuentran en el Hip Hop una herramienta de cambio para sus comunidades y una oportunidad para seguir promoviendo el pensamiento crítico y la libertad de expresión.