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Ilustración de Nefazta

Matador, la caricatura es usted

No les seguiremos sus juegos macabros a los hombres que realizan este tipo de atropellos escudados en el humor, no les aceptaremos nunca más que posen de víctimas reproduciendo más y más violencia sobre nosotras. Y, sobre todo, no nos reiremos más de sus chistes malos.

Laura Benavides González* / @laubenavidesg

¿Hace falta decirle a Matador una y mil veces que su lunática caricatura —y con las que ha terminado de demostrar su machismo— es sexista y carente de gracia? Sí, en efecto necesitamos repetirlo; a él, a las personas del común y a los artistas que han normalizado las violencias por medio del “humor”. 

No es necesario tener muchos cartones colgados en la pared para reconocer que no es suficiente ser políticamente correcto si se hace por mera cortesía. Es imprescindible saber que cuando el humor echa mano de las opresiones que otras y otros sufren para lo único que termina sirviendo es para naturalizar y normalizar estereotipos, violencias y construcciones sociales en las que, se quiera o no, hay víctimas y victimarios.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Es más común de lo que quisiera, pero en las reuniones sociales no falta el típico sujeto que se cree gracioso y muy simpático —sí, casi siempre es un tipo—, y que en algún momento de la noche empieza a dárselas de humorista y es ahí cuando una empieza a respirar profundo porque no falta mucho para que “se le salga” algún chiste que implique racismo, sexismo, especismo, homofobia, clasismo, gordofobia o aporofobia. ¿Que nosotras ya no nos aguantamos nada? No, ya no nos aguantamos nada, y estoy segura de que nuestras antecesoras tampoco se lo aguantaban y también hacían reclamos, pero ustedes, como siempre, ignoraban, porque es más fácil ignorar que reflexionar, aceptar y responsabilizarse de los errores, cosa que no ha sido capaz de hacer Matador, sino que, por el contrario, se ha mantenido inamovible en su posición, incluso empeorando el agravio con dos caricaturas más que dejan en evidencia que no es de su interés la autocrítica y, mucho menos, reparar a quienes se hayan sentido violentadas, lo que sin duda sería la respuesta de alguien más inteligente. 

Frecuentemente se piensa que el humor proviene de la inteligencia, pero cuando el humor se construye sin empatía, reproduciendo violencias y, además, sin capacidad de reflexión frente a lo que se dice, la inteligencia queda en duda. Puede que a muchos les cause gracia el chiste de Matador, y es que, claro, cuando las cosas se miran desde un lugar de enunciación ajeno del que se caricaturiza, todos los reclamos parecen exageración. Matador tiene una amplia experiencia en esto, pues ha construido su sello personal con un humor de lugar común y en el que apela constantemente a las violencias ya mencionadas: no es casualidad que dibuje marranos y ratas con el fin de insultar, que su margen para referirse a las mujeres que no le agradan sea la gordofobia (para verificar esto solo hace falta ver el cuerpo que decidió darle a la mujer que lo está quemando en la hoguera), que utilice el estereotipo del negro para representar a esta comunidad y que ahora intente cambiar los papeles de la historia de oprimidos y opresores para quedar como una víctima. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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No contento con todo este descalabro, utiliza un símbolo (el capirote blanco del Ku Klux Klan) que ha estado relacionado por décadas con las violencias más atroces, un estandarte que ha significado para muchos la apología al racismo, la homofobia, la xenofobia, el antisemitismo y el machismo, para convertirnos a quienes le exigimos que pare su violencia machista, en sus victimarias. Intentando alimentar esa estética negativa que tanto han querido reforzar desde los sectores más retrógrado y tradicionales, no se da cuenta de que ha dibujado a una mujer fuerte, robusta, determinada, sin un rosto definido, pues no somos solo una y estamos cada vez más dispuestas a acabar con uno de los sistemas que nos ha oprimido por siglos: el patriarcado. 

Sumémosle la testarudez. ¿Es necesario que le expliquemos a Matador que las construcciones sociales basadas en el sexismo están íntimamente relacionadas con los feminicidios? Todo indica que sí. Pues bien, el sexismo hace parte de las múltiples violencias machistas de las que las mujeres somos víctimas día a día, pues es casi que la columna vertebral de las desigualdades entre hombres y mujeres, que provocan en mucho más alto porcentaje violencias hacia nosotras, como que nos maten por el hecho de ser mujeres, por ejemplo. Matador ha querido utilizar una práctica común en los “machitos” que se creen muy inteligentes: mansplaining le dicen, que se traduciría como “hombre explicando”. ¿En serio nos está diciendo, como si nosotras no lo supiéramos y no lo viviéramos en carne propia, que los feminicidios son un problema sumamente grave, internacional y que somos nosotras las víctimas? Es realmente inadmisible y desacertado que utilice los feminicidios de más de 700 mujeres en nuestro país —o cualquier otro tipo de violencia que viven otras mujeres— para justificar su machismo tan normalizado, más aún cuando no ha sido nunca un tema de su interés. Solo cuando se ve acorralado por los reclamos de miles de personas en las redes sociales se le ocurre decir que hay otras mujeres que han sufrido y sufren las violencias machistas todos los días, las mismas violencias de las que son cómplices, guardan silencio y las que no les han importado denunciar. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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No, no comemos cuento de su demagogia, no les seguiremos sus juegos macabros a los hombres que realizan este tipo de atropellos escudados en el humor, no les dejaremos pasar una sola “mala salida”, no les aceptaremos nunca más que posen de víctimas reproduciendo más y más violencia sobre nosotras y otros cuerpos históricamente violentados. Y, sobre todo, no nos reiremos más de sus chistes malos, porque, aunque ustedes quieran posar de víctimas de una supuesta inquisición feminista, les contamos que a quienes mataban y siguen matando es a nosotras, a las brujas que van en contra del statu quo, a aquellas que exigen otros lugares en las sociedades, a los cuerpos disidentes, a los cuerpos y voces otras, a las que estamos disputando los escenarios de poder y palabra. 

*Laura es politóloga, feminista y activista menstrual.



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