
El misterio detrás de ‘Stand by me’
La canción ‘Stand by me’, que hizo célebre a Ben E. King, su intérprete y coautor (fallecido hace pocos días), es una pieza magistral del soul. John Lennon la transformó en una joya rockera y en los últimos años ha sido la bandera del proyecto ‘Playing for change’.
Una canción se presta para cualquier cosa. Es difícil saber qué ocurrirá con una composición sonora de más o menos tres minutos arrojada a las estaciones de radio, canales de internet o bares y restaurantes. Si no la carcome el olvido, corre el riesgo de que grupos cerrados se apropien de ella para justificarse o darse importancia. Ocurre con ‘Pachito Eché’, el porro de Alex Tovar usado por los seguidores del Deportivo Cali como himno oficial del equipo, sin que hasta ahora se haya encontrado una relación clara entre los mensajes de la canción y el fanatismo futbolístico.
Excusa a la hora de fortalecer vínculos amorosos, amistosos o gregarios, puente entre el bailar y el estarse quieto, pretexto de cantantes frustrados delante de un karaoke o junto a guitarristas improvisados, las canciones a veces superan su condición local o sus tímidas influencias personales y se convierten en el patrimonio cultural de muchísima gente, muy distinta entre sí y alejada en espacio, en tiempo, sea porque su melodía es atractiva e irresistible, sea porque su letra logra descifrar y ordenar los entresijos sentimentales de quienes la oyen. O, en últimas, por una suma de diversos elementos externos e internos sin los cuales la canción misma simplemente no podría vivir.
Debido a esas razones el tema ‘Stand by me’, que ha hecho célebre e inmortal a Ben E. King, su intérprete y coautor (fallecido hace pocos días), no solo es una de las más finas y delicadas obras del soul sino una pieza magistral que perpetra ambientes insospechados e insólitos. Ha servido para vender jeans en comerciales televisivos y radiales, es la sonoridad perfecta para las series de televisión destinadas a toda la familia, John Lennon la transformó en una joya rockera, fue el acicate espiritual de cierto film (titulado también ‘Stand by me’) en el cual unos adolescentes van en pos del cadáver de uno de sus amigos, y durante los últimos años se ha convertido en marca de clase del proyecto ‘Playing for change’ donde músicos del mundo entero la interpretan al unísono.
Sigue siendo y será un misterio saber los motivos por los que ‘Stand by me’ es tan popular y llamativa. Algo puede intuirse. “La música” –escribe el compositor e investigador Aaron Copland en Los placeres de la música– contrariamente a las demás artes, con la posible excepción de la danza, brinda placer, simultáneamente, en los más altos y los más bajos niveles de apreciación […] Nuestro amor por la música está estrechamente vinculado con su movimiento hacia adelante; sin embargo, es precisamente la creación de ese sentido de flujo, su interrelación con la estructura formal y el efecto resultante sobre ella, lo que extrae del compositor alta capacidad intelectual y ofrece penetrantes placeres a los agentes”. Hasta el punto, remata Copland, de que un sonido bien elaborado puede brindar la sensación de que el flujo, el río, no se detiene y el artífice o el oyente lleguen incluso a experimentar la permanencia en otro tiempo paralelo, no obstante muy cercano.
Sigue siendo y será un misterio saber los motivos por los que ‘Stand by me’ es tan popular y llamativa
‘Stand by me’ no es sólo un producto de principios de los años Sesenta. Es una canción intemporal que parece haber sido compuesta en una estancia tangencial a la nuestra. Irónico: la melancolía que destila le resulta útil a una ONG internacional cuando quiere levantarles el ánimo a las comunidades con las que trabaja y, al mismo tiempo, a una persona perdida, asustada, confundida, si desea suplicarle a quien quiere bien que se quede con ella. Su enigma, como el de tantas canciones, se mantiene intacto.
Es extraño cómo unos sonidos logran encuentros y hallazgos entre las personas. ‘Stand by me’ seguirá su fluir de río, quitándose de encima las explicaciones y los análisis. El arte auténtico, en ocasiones, no los necesita. Lo dijo hace casi quinientos años el poeta Angelus Silesius en su poema más conocido: “La rosa es sin porqué, / florece porque florece”.
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