Otro golpe para los conciertos en Bogotá: el Auditorio Lumiere cerró sus puertas
El pasado 31 de octubre fue la última fecha oficial en este espacio, que durante tres años le aportó con música independiente al ecosistema cultural de la ciudad y del país. Por su tarima pasaron artistas como Alcolirykoz, Soilwork, Los Gaiteros de San Jacinto, Therion o Comeback Kid. Will Rubio, uno de los fundadores del lugar, mostró su preocupación por la presión que, desde las autoridades, se está llevando a cabo contra este tipo de lugares.
Después de tres años abierto al público, el Auditorio Lumiere, uno de los pocos espacios sobrevivientes para realizar conciertos en Bogotá y quizás el más frecuentado en los alrededores de la Zona Rosa, se despidió el pasado 31 de octubre con la fiesta ‘El último vals de Lumiere’. Pocos días antes, el 28 de octubre, se realizó un último concierto que contó con la participación de Hirax, Sobibor, Random Revenge y Victimized. La noticia se hizo pública el 3 de noviembre, día en el que manifestaron su gratitud a través de Facebook a todos aquellos que tuvieron la oportunidad presenciar cerca de 400 shows con más de 1200 artistas locales, nacionales e internacionales. Alcolirykoz, Mojiganga, Soilwork, Los Gaiteros de San Jacinto, Therion, Destruction, Comeback Kid, Moebiuz, Ensiferum, Crack Family son solo algunos de los artistas que sonaron en el Lumiere.
El auditorio abrió sus puertas a mediados de los 90 bajo nombre de Cine-Bar Lumiere, como respuesta al cierre de las salas de cine para construir centros comerciales. En sus inicios se destacó por la autogestión y por ofrecer una cartelera que marcó raya con lo comercial. Después del cine bar llegaron varios bares, pero el espíritu independiente regresó en 2015 cuando Will Rubio, fundador de Inmigrant Records tomó en arriendo el espacio junto a Javier Vergara, de 4 Cuartos, y el también organizador Diego Orozco. “Nuestra idea del Lumiere era poder tener un sitio para hacer eventos sin traumas, porque tres días antes de un concierto nos cancelaban el sitio y teníamos que correr a buscar otro, por lo cual terminábamos en parqueaderos o lugares menos propicios. Nos ponían condiciones desgastantes que acarreaban más plata o arreglos con la policía, entonces quisimos brindarles a los promotores un espacio sin este tipo de traumatismos”, comenta Will.
El cierre obedece al plan de renovación urbana Proscenio, aprobado en 2010 y el cual busca construir un complejo de 50.000 metros cuadrados en tres manzanas del sector, entre las Calles 85 y 87 y las Carreras 14 y 15. Según una nota publicada en El Tiempo, todos los lugares que hay ahora se convertirán en oficinas, centros culturales, restaurantes, cafés, viviendas y hoteles. Will recuerda que a comienzos de año le informaron que el auditorio podría continuar todo este 2018, y después que podría mantenerse durante otros dos o tres años. Javier trató de hablar con Amarilo, la constructora encargada del proyecto, para buscar la manera de continuar con el espacio, pero no obtuvo mucha atención.
Foto tomada del Facebook del Auditorio Lumiere.
Tampoco se han sentido muy apoyados por lo dispuesto en la Ley 1493 de 2011, la Ley de Espectáculos Públicos. En el artículo 2 dice que su objetivo es “reconocer, formalizar, fomentar y regular la industria del espectáculo público de las artes escénicas, así como democratizar la producción e innovación local, diversificar la oferta de bienes y servicios, ampliar su acceso a una mayor población, aumentar la competitividad y la generación de flujos económicos […]”. También incluyen en su definición de “espectáculo público” la música en vivo y en la de “escenarios habilitados” las salas de conciertos, pero ni con eso lograron evitar el cierre. Curiosamente, el artículo 1 de esta norma dice que “en ningún caso el Estado ejercerá censura sobre la forma y el contenido ideológico y artístico de las realizaciones y proyectos culturales”, lo cual no se cumplió con la presentación de Marduk en Bogotá, a comienzos de octubre. La cancelación del concierto de la banda sueca pareció ser un caso aislado, sin embargo, como comenta Will, desde entonces la presión hacia este tipo de espacios por parte de las autoridades ha sido mayor. “Si la policía nunca iba porque les daba pereza o cualquier cosa, empezaron a asomarse todos los días a pedir papeles. Hay un montón de vacíos jurídicos que hacen que sacar permisos sea casi imposible. Presentábamos todo lo que podíamos para mostrar que estábamos en regla, pero siempre buscaban por dónde meterse y joder la cosa”, explica.
Aunque siguen en pie lugares como el Royal Center o el Auditorio Mayor, la desaparición del Lumiere es un duro golpe para los organizadores y promotores de conciertos pequeños en Bogotá, pues era un espacio ideal para toques de 500 o 600 personas, una cantidad que no hace rentable arrendar otros escenarios. A esto se suma la previsible aprobación de la Ley de Financiamiento promovida por el gobierno de Iván Duque, que aumentaría en un 20% el precio de las entradas a conciertos, alejando a muchos compradores y asistentes. Por esa razón, Inmigrant Records es uno de los sellos que se ha visto obligado a bajar el ritmo en sus negociaciones para organizar futuros shows.
A pesar del golpe, Will y sus socios no se rinden y están analizando opciones para ver cómo seguir con un espacio el Lumiere. “Era nuestra casa, nos podíamos inventar cualquier cosa y teníamos tranquilidad”. Por ahora quisiera que alguna empresa lo apoyara y viera la fuerza de la música en vivo, pues además de ser algo hecho con el corazón y por diversión, no deja de ser un negocio. Mientras tanto, los seguidores de The Black Dahlia Murder, quienes iban a tocar ahí el 22 de diciembre, deben esperar por el anuncio de un nuevo lugar, entre los pocos que luchan por mantenerse en Bogotá.