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‘My Way or the Highway’: el viaje de Silvia Lorenzini hasta el fin del mundo para conocer a su padre

En un largometraje documental, esta directora y productora italocolombiana relata el viaje de tres meses que hizo en moto hasta Ushuaia, Argentina, con Giorgio Lorenzini, un genovés que llegó a Colombia en los años sesenta y se destacó por construir artefactos anfibios. En medio de los imponentes paisajes de la geografía latinoamericana, Silvia expresa los sentimientos atravesados que generó la ausencia de su padre durante quince años. La cinta se estrenó el pasado 8 de noviembre en Cine Tonalá de Bogotá.

Júlia Farràs

Silvia Lorenzini pasó quince años sin ver a su padre, un loco inventor genovés de artefactos anfibios que iba por el mundo viviendo aventuras dignas de Indiana Jones. Para ella, su padre fue un héroe de infancia, pero con el paso del tiempo esa imagen se diluyó, pues él estuvo ausente en momentos importantes y complicados de la vida de Silvia, como lo fue la muerte de su mamá. En medio de estas emociones encontradas, la joven encontró unas cajas polvorientas llenas filmaciones en Súper-8 que registraban los inventos y entrevistas que dio su padre, Giorgio, durante los años ochenta. 

Después de estudiar dirección cinematográfica y trabajar en diferentes ocupaciones de las artes visuales en el Viejo Continente, la joven directora tomó todo ese material y regresó a Colombia para darle forma a My Way or the Highway, que se convierte así en su primer largometraje documental, uno en el que ahonda en la relación con su padre, haciéndolo de una manera tan tierna como cruda. La producción de setenta minutos relata, en forma de diario de viaje, el trayecto que juntos recorrieron en motocicleta desde Colombia hasta Ushuaia, Argentina, el punto más al sur del continente y que es conocido como el fin del mundo. 

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Tras recibir reconocimientos como el estímulo de realización documental de FDC Proimágenes Colombia 2014, el premio a mejor corrección de color en el DocuLab Guadalajara, otorgado por Cinecolor México, y el de mejor documental seleccionado por el público de Señal Colombia en 2017, el filme se estrenó el pasado 8 de noviembre en Cine Tonalá de Bogotá gracias al apoyo de DOCCO, una agencia de promoción y distribución de películas latinoamericanas y colombianas independientes en las salas alternativas del país. En Bogotá se podrá ver Cine Tonalá el viernes 9, el domingo 18 y el martes 20. También en Cinema Paraíso hasta el miércoles 14. 

“Encontrarme con mi padre en un viaje era el único momento en el que podía explorar de nuevo un tiempo real junto a él, para que me contará el porqué de sus creaciones, de sus viajes y también para confrontarlo por los momentos en los que no había estado y lo habíamos necesitado”, cuenta Silvia, nacida en Bogotá hace 39 años. Ella y su padre pasaron tres meses juntos, viéndose la cara veinticuatro horas al día, una rutina que no resultó para nada sencilla. “Al inicio del proyecto yo tenía una idea muy ‘hollywoodiense’ de lo que iba a ocurrir: padre e hija se encuentran, hacen parche, la pasan bien y se reconcilian. Pero no fue para nada así. Para mí fue un choque frustrante muy fuerte, ya que me encontré con una persona hermética, fría y cerrada, cuando en mi recuerdo era un papá cálido y divertido”, admite Silvia.

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Giorgio Lorenzini, buzo de profesión, llegó a Colombia en la década de los sesenta. Entre los muchos artefactos anfibios que construyó con sus manos se encuentran un topolino flotante, una casa flotante y un barco. También han sido muchas sus aventuras: en velero ha cruzado el Océano Atlántico varias veces y en dos ocasiones coronó las costas de Australia. En carro-casa ha recorrido América desde Alaska hasta Ushuaia y Europa. Actualmente vive en Panamá, donde hace parte de un club de moteros. Por su parte, Silvia está actualmente radicada en Santa Marta, ciudad en la que ahora prepara Mujer de Agua Salada su primer largometraje de ficción.

Con este debut documental, la directora italocolombiana ha aprendido a adaptarse a este lenguaje audiovisual, transmitiendo aspectos y emociones con sencillez, silencios, ternura y dificultades de comunicación. A todo eso se le suma el esfuerzo, tanto físico como emocional, que significó el hecho de llegar hasta el fin del mundo con la intención de entender a un hombre que pasó su vida en constante movimiento, yendo de un lado al otro, y dejando en un segundo plano a su familia. “Fue un trabajo duro que me caló muchísimo. Era un conflicto diario el estar de viaje, viendo unos paisajes hermosos, pero a la vez con la frustración inicial que tuve con mi padre, con el que no compartíamos muchas cosas”, explica. Como suele suceder, con los recuerdos se idealizan a esas personas que marcaron vidas, y eso mismo le pasó a Silvia, a quien también le costó aceptar a su padre tal y como es, sin crear unos ideales y expectativas. “La relación con mi papá ha cambiado muchísimo. Pero no tanto por él, sino por mi cambio de punto de vista acerca de él. Giorgio ya no cambiará nunca y yo he aprendido a aceptarlo sin reproches”, afirma la directora.

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Uno de los aspectos más relevantes de la odisea en moto está en las imágenes de unos paisajes majestuosos e hipnóticos. A través de ellos, Silvia pudo expresar y mostrar muchas de las emociones que vivió durante el proceso de My Way or the Highway. “Al no ser correspondida de alguna forma con mi padre tenía que nutrirme de algo durante ese viaje, y fue con la naturaleza. Para mí era importante traducir mis emociones frente al paisaje y volverlo narrativa en la historia”, cuenta Silvia sobre las imágenes que captó mientras pasaban por Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. “En Perito Moreno [Argentina], por ejemplo, pude grabar una escena de un glaciar cayéndose. Tuve que salirme del recorrido establecido y los guardas forestales me hicieron borrar la toma, pero borré otras parecidas dejando guardada la buena. Me emocioné muchísimo al ver ese pequeño tsunami que crea la caída de ese gigantesco trozo de hielo, un poco como el tsunami de emociones que estaba viviendo yo durante el viaje, una fuerte sacudida a mi ser”, recuerda Silvia.

Parar lograr transmitir todo esto, Silvia se la jugó con una línea estética marcada por la desaturación y los colores pastel, que hacen contraste con la intensidad del paisaje latinoamericano, los planos fijos y largos, las entrevistas con Giorgio en lugares recónditos, los planos selfie con una Go Pro en los largos trayectos de carretera y collage de imágenes de los ochenta en formato stop motion. Otro elemento clave es la sencillez aparente y el ritmo dinámico que logró darle al documental tras pasa un año y medio encerrada en el estudio haciendo el montaje. “Fue muy interesante editar y post producir la película de mi propia vida porque me ayudó a entender que esta historia ya no es más mía, sino la de los personajes. Me hizo tomar distancia y poder ver los asuntos con mi padre con perspectiva. Esta película ha sido como una catarsis para mí”, admite Silvia.


'My Way or the Highway' podrá verse en diferentes ciudades del país, El 9 de noviembre en el Museo De Arte Moderno de Medellín y en esta misma ciudad en el Centro Colombo Americano hasta el 14. En Manizales ya se puede ver en Cinespiral y en Barranquilla podrá disfrutarse a partir del 15 de noviembre. ¡No se lo pierda!

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