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Fotos cortesia de Gavilán

Un gavilán ambidiestro

Caminar durante casi diez años sobre la cuerda freelance le ha enseñado técnicas de autogestión a este ilustrador y muralista nacido en Cali y adoptado doblemente por Pasto y Bogotá. “Cuando te das cuenta de cómo hacer realidad las cosas tienes que pedalear menos. La autogestión es independencia”.

Angel Carrillo Cárdenas

Antes de Ren y Stimpy y antes de todas las tardes postrado frente al televisor con los ojos muy abiertos recibiendo estímulos y toneladas de información audiovisual, Daniel pasaba horas mirando a su abuela Rita pintar al óleo. O componer un cuadro bordado. O hacer cualquiera de las manualidades a las que dedicaba tiempo en su taller en Pasto. Para ella lo importante no era el desarrollo de una obra o el virtuosismo si no la actividad en sí misma. Y Daniel, un ilustrador y muralista que a sus 32 años se acepta como alguien de “atención muy cortica”, lograba concentrarse mirándola buscar en el ritmo de sus manos un lenguaje propio para comunicarse.

Sentado en pantaloneta, con el viento de la cordillera despeinándolo y la presencia de Rita haciéndolo mover los ojos, Daniel entró en contacto con dos conceptos que establecerían una forma de ver e interpretar el mundo:

la pintura

y la comunicación.

*

En su acento se adivina, no necesariamente en este mismo orden, que nació en Cali, que se crio en Pasto y que el ritmo de la capital lo ha ido transformando.

Daniel Martínez llegó a Bogotá hace quince años con el deseo de “ser el publicista más hijo de puta del mundo”. Y no lo logró. Menos mal. Si su visión de agencia se hubiera materializado de esa manera, si hubiera seguido escalando en cargos como planner o director de arte, quizás hoy no existiría Gavilán, su proyecto insignia que pronto cumplirá 10 años y gracias al cual ha viajado, ha ilustrado libros y portadas de discos, ha pintado muros grandes para marcas grandes.

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Ha comido y pagado arriendos.

Ha tropezado y celebrado.

Gavilán lo puso en el ojo público de la escena de las artes gráficas.

“Todos mis amigos tocan algún instrumento. Soy cercano a Andrés Guerrero, a Briela Ojeda, al Boscko, todos de Pasto. Yo me compré un bajo y definitivamente no pude. No pude, guevón. Dije: voy a hacer lo que a mí me engoma, que es dibujar. Entonces empecé a hacer los afiches de los toques. Es que yo los veía y ellos me inspiraban. Mi primer año en Bogotá viví con un tío en el Batán y luego me fui a vivir con amigos. Eran los mismos que tenían las bandas en el colegio entonces una chimba porque yo me levantaba y era de una un parche, siempre que llegaba al apartamento había alguien tocando porque yo vivía con el man de la batería así que tenés que chuparte todos los ensayos. Eso fue el referente más cerdo”.

El Carnaval de blancos y negros es también una influencia: una fuente de búsquedas técnicas, artísticas y sensoriales: un cambio en la percepción de la fiesta: un asombro constante que no se aleja de los ojos de Daniel como tampoco lo hace la imagen de Rita. En cada paleta cromática que decide aplicar hay un suave eco andino de los casi quinientos años de sincretismo que guarda este rito del suroccidente colombiano. En la anatomía de sus personajes hay una forma de reconocer y reevaluar los cuerpos gigantes sobre las carrozas. En los animales que dibuja existe una herencia geográfica. “A mí la música andina no me gusta. Pero me parece chimba de manera visual. Si ahora llega una banda de música andina, yo voy a bloquear la música para dedicarme a verlos, porque me parece chimba toda esa idiosincrasia, esa imagen”.

Ver a la gente hacer los disfraces, participar en la construcción de las carrozas, mirar desde abajo aquellos gigantes de colores que se levantan sobre el asfalto, estar en los talleres de los maestros son recuerdos que lo han acompañado en un proceso artístico que espera no dejar de lado los orígenes de su cultura visual. “Yo era un chino loquillo. Me enfarraba y me perdía y a los días volvía a la casa. Pero la tradición visual es más fuerte. Decidí dejar de coger los carnavales de pura fiesta. Vos escuchás que dicen que los carnavales son una chimba, que es la farra, pero no nos estamos fijando que hay mil, quinientas personas en una murga, todas vestidas parecido. Que los disfraces y los colores se mueven juntos. ¡Eso es un grito de guerra, guevón!”. 

*

¿Cuántas personas tienen relaciones tóxicas con las agencias?

¿Cuántos publicistas y diseñadores en su ejercicio profesional han encontrado grietas oscuras en las marcas por las que luego ya no pueden dejar de asomarse?

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Daniel empezó a trabajar en agencias cuando estaba en cuarto semestre de Publicidad. Entre 2010 y 2015 pasó por varias. En un punto de su carrera universitaria supo que no quería ni necesitaba el diploma, que la educación académica había llegado a un punto en el que no tenía nada por ofrecerle. Le faltaban un par de materias y estaba agotado, como suele pasarle a quienes se ven obligadas y obligados a sacar una carrera y trabajar al mismo tiempo. “Yo me puse de garoso, la verdad. Ya había probado un poco de cargos. Ya entendía un montón de cosas. Al final me dije: no quiero el puto diploma”.

A lo que su papá respondió: yo ya pagué por eso.

Y Gavilán dijo, sin muchas opciones: bueno, hágale.

“En la teoría yo quise mucho a la publicidad. En la práctica entendí que se trata de un juego de egos. Para mí es muy difícil estar en un entorno de creación que tenga muchos egos. Pero no voy negar que aportó a la forma en la que fui profesionalizando mi trabajo. Entendí de qué manera podía vivir de la ilustración, cómo vivir enteramente de esto. Pero no: no estoy de acuerdo con muchas prácticas que se dan [en las agencias], que te quieran mover como a una ficha, que te digan: yo a vos te pagué y vos vas a hacer esto así, no me importa nada más. Anteponen siempre la plata y hay cosas que yo no vendo de mí. Y otra cosa que también pasa es la apropiación: lo que está pegando se lo van apropiando sin entenderlo. Hay campañas y clientes que me han detestado, pero si algo no es congruente yo ya no lo hago. Prefiero perder el camello a representar algo con lo que no voy. ¿Por qué lo voy a hacer?, ¿porque es una gran agencia, una gran marca? La verdad me la soba, no me interesa”.

Las agencias se han convertido en un actor importante para las finanzas, el posicionamiento y el “prestigio” de ilustradoras e ilustradores interesados en el ámbito comercial. Interesados además en ganar lo suficiente para vivir como quieren. En muchos casos son las agencias quienes logran que una firma aparezca junto a marcas que tienen el músculo corporativo capaz de levantar producciones de gran alcance y reconocimiento.

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“Cuando empecé era grandes marcas, ahora procuro que sean más proyectos independientes porque no hay quien te pase por encima ni vos vas a pasar por encima de nadie. Esa independencia hace que el proceso creativo sea mucho más divertido y mucho más rico. Pero es una decisión: en qué momento te metes o no a trabajar con marcas. Es como un estado de ánimo. Cuando me llama una agencia ya sabe lo que quiere de mí, muchas veces ya tiene una paleta, un concepto y una idea. Ya conozco la manera de relacionarme con ellas y no voy a llegar a la primera reunión a votar 80.000 ideas, porque si uno vive de las ideas uno tiene que cobrar por esas ideas, la chimba. Yo tiendo a buscar un poco ese lado comercial, claro, busco cosas que me permitan subsistir con esta vuelta, pero eso nunca va a ser más grande que la razón por la que hago lo que hago. Si yo le vendo el 30% de mi alma a una agencia y no el 100%, pues ahí puedo empezar a pagar deudas y tengo tiempo para hacer mis proyectos. Pero si estoy todo el tiempo dibujando para agencias y para marcas y además estoy sin plata y sin ni mierda, algo estoy haciendo mal”.

*

Daniel estaba pintando una barrera de contención a las afueras de Pandi, Cundinamarca. Cinco metros de altura. El vértigo es siempre una compañía. Lo hacía como si sus skills fueran, además de los de un muralista, los de un funámbulo sobre un cable tensado. Aerosol aquí. Aerosol allá. Abajo el vacío. Terminó con la mano derecha lo que estaba a su derecha, no obstante en la parte izquierda faltaban trazos, había que rellenar, finalizar. Lo que siempre hacía en un caso así era bajar por la escalera, moverla unos pocos centímetros y luego subir de nuevo. Pero no lo hizo. Cogió la lata con la mano izquierda y descubrió que era ambidiestro. “¿De dónde putas sale esto?”

Supo luego que una tía suya también lo era y que él en el colegio dominaba más o menos bien las dos manos, pero una profesora le dijo a su mamá que debía escoger una sola. Y la madre obedeció. “Naces de la necesidad de hacerlo real. Si yo no hubiera tenido las ganas de hacerlo real me bajaba, corría la escalera, volvía a subir y me quejaba toda la puta tarde de estar haciéndolo. El cuerpo además es una herramienta muy hijueputa y pide mejores vueltas para pintar y uno empieza a tener mejores prácticas. Cuando yo pintaba dos o tres muros semanales terminaba vuelto nada porque no tenía buenos andamios, no tenía buenos tenis, no tenía buena ropa, algo cómodo. Yo no puedo ir a pintar con unos tenis de skate, mi pie no me lo permite. Esa conciencia del cuerpo hace también que uno se profesionalice. Tampoco puedo ir a un festival y emborracharme todos los días. ¿Estar a las nueve de la mañana pintando con guayabo? A mí ya no me da montarme a una escalera de tantos metros así. Si me caigo ahí sí paramos de pintar todo”.

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Para Daniel la técnica, el cuerpo y la conceptualización se mueven en un mismo plano. Dialogan y toman decisiones juntas. Es una forma de simbiosis en la que cada elemento ayuda a que el otro pueda desarrollarse. Cierto nivel de dibujo permite que ciertas ideas se revelen con la luz y la temperatura adecuadas. “Ahora estoy en un momento en el que necesito hacer manos. Estoy aprendiendo. Pero no las manos anotómicamente correctas, sino mis manos. Las que yo quiero hacer. El mensaje o el concepto que tienes te va llevando por un camino y te pide cosas. Pintar con vinilo es una chimba, por ejemplo, es super romántico, pero definitivamente rinde más con aerosol. ¿Ves cómo la técnica se mete en el concepto? Lo de las dos manos para mí es una forma de ver esto también. Hay que tener una libreta siempre en el bolsillo y dibujar lo mismo un rato, todo el día el mismo carácter, la misma mano, a ver qué pasa, a ver qué falta”.

*

El mundo editorial, los llamados de revistas y de escritores para trabajar en libros o artículos lo han llevado de la calle al estudio. De las latas al lápiz óptico. La editorial con la que publicó Normas Rappa junto al periodista y escritor Santiago Cembrano, es la misma que publica Salsa sin miseria. Ahora su trabajo es la segunda edición del diccionario salsero. “Es un poco de nieve en una misma bola de nieve”. Y ahora además se alista para un viaje de exposiciones, libros por ilustrar y varias otras cosas. 

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“Ahora me voy a Francia a hacer un libro todo en francés, pero mira: lo hizo un colombiano. Ahí entra un lenguaje más universal que puede abrirme otras puertas. Yo veo en los libros una forma de hacer proyectos más largos que no se queden en el ámbito digital. Algo me explicó Cembrano haciendo el libro: el quinto elemento del hip hop es el conocimiento. Y eso son los libros, dejar conocimiento tangible y no una historia que en 24 horas se pierde. Llevo un año organizando ese viaje. Un año tocando puertas, pensando qué más proponer. Tengo que aprovechar ese tiempo y extenderlo. Me ha funcionado tener organizados y a la mano varios pdfs con los que yo presento ideas. Es mucho más breve llegar con una expo de 10 piezas montadas, que decir: es que apenas estoy trabajando en esto. Desde la autogestión lo mejor es tener este tipo de cosas claras, al menos tener un esqueleto. Vos tocas 1 puerta y se te abren diez ventanas. También cuento con Diana, que me ayuda a organizar los proyectos. Delegar me ha servido para tener otra perspectiva del viaje. Ella y yo trabajamos de la mano. Cuando te das cuenta de cómo hacer realidad las cosas tienes que pedalear menos. La autogestión es independencia. Si no se gestiona uno mismo, ¿quién lo va a gestionar? La autogestión es la posibilidad de hacer tangibles las ideas sin estar lamiéndole el culo a nadie. Mi objetivo ahora es vivir de esto. Para lograrlo a veces me encierro como en Dragon Ball. Y ahí hago los poderes”.

 

 

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