Estricto y riguroso: así es el grafiti de Zurik
Doce años de disciplinada escritura no le han quitado a esta creadora la capacidad de seguir maravillándose con el grafiti. Así ha sido la trayectoria de esta escritora convencida de que la técnica es más importante que el concepto.
“Como en el año 2009, en Cartel Urbano compraron un stock de pinturas Montana. En esa época era el único sitio con cantidad y variedad: había Hardcore y MTN Alien, y como estábamos conectados con diferentes escritores y artistas ellos iban y compraban pintura. Yo era la persona que se encargaba de ese stock”, cuenta Dose, un escritor de grafiti activo desde 2005.
Una de las personas que compró pintura de ese lote de MTN fue Zurik, en ese entonces una estudiante de diseño gráfico. Esta escritora supo de ese lugar por recomendación de Franco, quien la impulsó a pintar en la calle luego de ver su blackbook en una Feria del Libro. Esa primera lata marcaría el comienzo de una carrera prolífica de letras que se han extendido desde Latinoamérica hasta Europa.
Proceso, 2020
A los 14 años sufrió una enfermedad que la obligó a quedarse cinco años en casa por lo que no podía salir a pintar ni tener una relación directa con la calle, sin embargo por esa época se volvió muy amiga de un vecino con quien dibujaba todo el tiempo y hacía batallas de letras.
“Escuchábamos Hip Hop de España y éramos muy competitivos, tratábamos de ser los mejores. Él tenía muchos secretos y trucos, porque tenía más acceso a revistas de grafiti. Yo estaba mucho menos conectada, solamente le conocía a él y de ahí, más o menos, fue que nació esto de querer pintar y querer evolucionar”, recuerda Zurik.
En 2009 Zurik entró a la Universidad Nacional a estudiar Diseño Gráfico. Allí, el Excusado Print System había dejado un legado del que aún se escuchaba hablar por los pasillos de la facultad. En medio de ese panorama Zurik decidió que era el momento de pintar sus primeras letras y con las latas que le compró a Dose intervino un muro de la Nacho.
Primera pintada de Zurik, Universidad Nacional de Colombia.
“La fecha la tengo ahí: fueron el 4 y el 5 de septiembre de 2009. Me la guardé porque pensé que en el futuro sería importante. Me acuerdo que me compré un Montana de estos Mega azul eléctrico, un verde, un rosa horroroso y algún otro color más, y con esos cuatro botes empecé a hacer mi primera pieza en la Nacional. Salimos de clase y cogimos una pared. Yo me hice una pieza, mis compañeros un esténcil y de ahí en adelante he seguido pintando sin parar”, cuenta.
Desde ahí todo fue pintura. En Suba, donde vivía, empezó a dejar piezas por donde podía. Era constante en la búsqueda por mejorar su estilo y darse a conocer en una escena consolidada de escritores, en su mayoría hombres, que a diario exponían su nivel en los muros. En medio de su ejercicio en calle, tomó un curso que por esos años estaba dando Franco en Usme para pulir más su oficio de escritura y de paso, conocer gente para salir de pinte.
Bogotá, 2009
Avenida 1ero de Mayo, Bogotá (2011)
Cuando terminaba la primera década del 2000, en Suba el grafiti era pan de cada día. Nens (ahora Tone), Deen, Seven (ahora Dose), Kes139, Nómada, Cups, Cas3, Gris One, Rone, Dark o Sin, eran nombres que estaban impresos en las paredes de esta localidad y que de alguna manera empezó a leer Zurik en su transitar por estas calles.
(Conozca ‘El recorrido etéreo de Gris One’)
Otros seudónimos que Zurik recuerda de la movida capitalina y con quienes compartió spot son Answer, Afro, Gancho Oscuro, Home, Colectivo Antrax, Ard, Joel Aeros, Rems, Soide, Seoka, Lady Cristal o Hugo Bohz.
Para esta escritora siempre ha sido clave dejar claro que el centro de su obra son las letras. Si bien al principio no dominaba mucho la estructura, considera que su estilo siempre ha sido muy cercano al wildstyle con base en construcciones geométricas. Durante los últimos cuatro años, Zurik se ha dedicado a explorar cómo construir el esqueleto de las letras basándose en círculos, lo que les ha dado a estas la forma particular que tienen ahora.
“Es un poco orgánico, pero básicamente es un estilo que se basa en la geometría. Hay algunos elementos que yo nunca he usado como las conexiones entre las letras. No suelo hacer dimensiones en 3D o en 2D porque busco otras maneras de dar volumen. Aun así, creo que mi estilo está bastante cercano al wildstyle”, agrega Zurik.
Haciendo letras tiene total libertad ya que estas se hacen bajo una estructura básica, sin embargo, como ella misma explica, con el writing se puede jugar con esa estructura y deformarla tanto como se desee, hallándole nuevas formas a la misma letra sin necesidad de desviarse de su estilo. Una apuesta que ella tiene cuando pinta en la calle.
Así mismo la mantiene motivada la idea de seguir pintando en gran formato en la calle, pues es allí donde, según cuenta, se establece una verdadera conexión con la vida y con lo que está pasando. “La diferencia entre pintar grafiti o pintar en un estudio es básicamente eso. Estás tú en una burbuja que no te permite retroalimentarte de nada cuando en la calle hay tantos perfiles de personas diferentes, tienes interacciones tanto buenas como malas que tarde o temprano terminas cogiendo un poco de todo. Eso es lo divertido de pintar, para mí”, cuenta.
Aunque Zurik reconoce que al principio desaprovechó por completo su pregrado en Diseño Gráfico, con el tiempo ha vuelto a las raíces estudiando de forma empírica la manera de conectar ambos oficios. El color, la línea y su grosor, la ilustración y el manejo de sombras, son técnicas que ha podido mejorar echando mano de la carrera.
2013
Pintada en Bogotá, 2014
De pinte en pinte en Bogotá, esta escritora fue pillando que algo les faltaba a las calles capitalinas: aunque la ciudad estaba repleta de bombas –algo que habla muy bien de Bogotá– no había mucho desarrollo en la realización de piezas. Fue por eso que Zurik empezó a viajar para ver de cerca lo que estaba ocurriendo en la materia en otros lugares del mundo.
Entre 2012 y 2015 estuvo visitando varios países. Australia, México o Ecuador, fueron lugares en los que pasó muchos meses, compartió con gente nueva y, por supuesto, pintó y amplió su espectro de escritura.
Un episodio que la marcó de estos viajes tuvo lugar en 2013, cuando viajó por primera vez a México. Aunque no tenía un peso fijo para pegarse la ida, se inscribió al Meeting of Styles de ese año sin pensar si la seleccionarían o no. Cuando se enteró de que en efecto la habían seleccionado se dio cuenta de que tenía que levantarse el billete para poder arrancar.
2015
“En esa época pedí ayuda local para poder pagarme el tiquete, pero no la conseguí. Finalmente, una persona de fuera del país pagó mi billete. Él decía que antes alguien más lo había hecho por él y que ahora era su turno de ayudar a otra persona, que al final todo era una cadena y que debíamos apoyarnos unos a otros”, dice.
Esta persona creía que Zurik podía dar más con el aerosol y que México sería una buena experiencia. Y así fue. Este viaje catapultó la carrera de esta escritora, le abrió un mundo de posibilidades y los amigos que hizo allí aún la acompañan y son parte importante de su vida laboral y personal.
En 2016 Zurik decidió tomar un nuevo rumbo para establecerse definitivamente y fue así como llegó a vivir a Barcelona. A Europa la llevó la sensación que tenía de que le faltaba información para seguir su proceso de aprendizaje y crecimiento. Según cuenta, en Colombia la gente empezaba a realizar grandes producciones, pero más enfocadas a lo ilustrativo, a los murales, y según ella, esto modificó la escena de forma considerable.
2018
“Las personas que hacían piezas no pintaban tanto como hacía algunos años. Aunque la gente seguía haciendo letras también seguían mucho la parte ilustrativa que no me interesaba tanto. Sentí que me faltaban referentes o gente para poder inspirarme y seguir motivada. Seguir sacando piezas, efectos, estructuras. Empecé a viajar mucho por Colombia, pero me di cuenta que no era lo mismo que por fuera”, señala Zurik.
El primer viaje que hizo a Europa la había dejado atónita. Para ella fue impresionante la cantidad de estilos diferentes de letras y de gente por cada estilo. Zurik percibía que todos al final tenían alguna similitud, pero “cada uno tenía su rollo”. Eso y la facilidad que tenía de viajar por distintas ciudades y países, además de lo barato que era moverse y poder comprar pintura en cualquier lugar, la llevaron a quedarse allá.
Pieza elaborada en París
Como ella misma explica, la misma ansia que la llevó a cruzar el Océano Atlántico para llenar sus expectativas, no le ha permitido pintar repetidamente en parche o hacer parte de algún crew. Zurik es bastante exigente y rigurosa con su trabajo. El día que sabe que va a pintar, se alista desde muy temprano y a las seis o siete de la mañana ya está parada frente al muro alistando caps y batiendo botes.
(Lea ‘El crew como sistema de hermandad y cooperación del arte urbano’)
“Era bastante rígida y organizada al momento de pintar. Me encantaba levantarme a las seis o a las cinco de la mañana para estar en el muro a las siete y no había persona que pudiera seguirme el ritmo. Decían que estaba loca y al principio hacía los rellenos de las piezas en plástico (vinilo) y me gustaba terminar todo en un solo día cosa que a las cinco de la tarde tuviese mi foto y mi pieza terminada y al otro día otra cosa. Estaba ahí como en la euforia de que empezaba y quería comerme el mundo y creo que por eso nunca encontré alguien con quien hacer un crew”, explica esta escritora.
Para ella la técnica es fundamental y está por encima del concepto. Considera que el concepto se puede trabajar de diferentes maneras, mientras que la importancia de la técnica radica no tanto en hacer una pieza limpia o con colores perfectos, sino en saber manejar muy bien las herramientas y conocerlas para llegar a poner color, trazo, luces, sombras y demás de una manera que sean visualmente agradables. Por eso Zurik no cree en el bien hecho o el mal hecho.
“Cuando veo un brochazo negro así sin ton ni son y te dicen es que mi obra va de tal concepto y te meten un montón de cosas ahí que no estás viendo digo: “vale, es válido en cierto sentido”, pero a mí me falta esa parte de saber si esta persona domina o no domina el tema de las herramientas”, agrega.
Festival Cantamañanas, España.
Al hablar de herramientas, Zurik no solo piensa en el aerosol, sino también en conocer un poco de todo: saber dibujar, saber cómo hacer unas dimensiones, entender el calibre de la línea, saber qué pasa cuando colocas un color oscuro de fondo o un color claro, cómo se comporta ese color en la pared con la luz. Para ella, ese tipo de cosas que vienen de la parte técnica deben ser más importantes que el concepto.
“En las letras el concepto, para mí es el ego. Tú pintas tu nombre, dejémonos de historias. Tiene que haber algo para explorar allí, por eso también siempre me he dedicado mucho a hacer mejor los trazos, a manejar las boquillas, a hacer los difuminados. Ésta es mi manera de mejorar, pero el concepto prácticamente sigue siendo el mismo. Las personas que no están dentro del grafiti quieren una explicación, quieren entender qué es esto y porqué lo haces. El tema es tener pasión por el simple hecho de pintar. Quizás aún no está muy bien entendido a nivel social, creo que falta mucha cultura de lo que realmente significa dedicarse a las artes porque la gente no comprende lo que es tener pasión por hacer algo así”, asegura Zurik.
2020
Ahora que lleva cinco años asentada en Barcelona ve con una mirada más universal la movida grafitera bogotana. Comenta que en cuanto a bombing, Bogotá cuenta con muchos más exponentes que algunas de las grandes ciudades europeas. Una de las razones de esto puede ser que la reglamentación capitalina contra el grafiti es más laxa que en otros lugares del mundo. Si bien acá el abuso policial de cara a estas dinámicas es constante, aunque parezca irónico, hay gente de otros países pagando penas en centros penitenciarios por pintar.
Zurik pintó vandal cuando vivía acá, sin embargo, dice que fueron pocas las noches de corre corre y que no le halla tanto gusto al tema de la adrenalina que el bombing provoca. “Sin eso apaga y vámonos, no existiría el grafiti como tal. Es muy difícil y siempre he respetado a las personas que se dedican solo a ello. Aparte de que es ilegal, tienes que correr y no ves un carajo en las noches. Yo nunca me dediqué a hacer eso, me acuerdo que una vez alguien me retó a ver quién tenía más throw ups en la [Avenida] Boyacá y cuando me retaban me daban un poco en la cabeza”, cuenta. Esta escritora agrega que aún es joven para medírsele a hacer bombing, pero dice que lo haría bajo algún otro seudónimo.
Sabadell, España. 2021.
Riera de Teia, Barcelona. (2020)
Zurik asegura que después de 12 años de estricta escritura, el grafiti writing la sigue maravillando. La escena local, en general, se ha dedicado mucho a la experimentación a partir de caracteres y de lo ilustrativo, y esa tendencia ha modificado muchas de las bases de la escritura de letras. Que durante todos estos años Zurik haya optado por pulir el estilo de sus letras y se haya enfocado en la producción de piezas llama la atención.
Dentro de sus planes está venir a Colombia, pintar y conocer más de cerca una nueva generación de escritores que, desde su punto de vista, deberían apostarle más a las piezas. Por lo pronto esta artista se sigue consolidando en una escena europea exigente que por el reconocimiento que su obra tiene allí da cuenta de la calidad de esta escritora que en poco más de 11 años expandió sus horizontes desde Suba hasta el otro lado del charco.
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