El recorrido etéreo de Gris One
A este referente del arte urbano nacional lo definen sus piezas sublimes y llenas de ciencia ficción, pero también la volatilidad que no lo deja estancarse en un estilo. Empezó callejeando y haciendo wildstyle y hoy su obra pide pista en los museos. Cada que puede, a sus 33 años, se aparta de la actividad solitaria de hacer murales y vuelve al crew, sea Ink o APC, para fortalecer los lazos del trabajo colectivo. “Si todos los vándalos empiezan a hacer publicidad y a pintar en galerías, el grafiti va a dejar de existir”.
De pie en una escalera, vestido con su ropa de trabajo, la barba poblada y la mirada atenta en el mural que pinta en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (MAC), Gris One habla de ese arte que, sin reservas, se hace en las calles. Moviendo de arriba a abajo la brocha con pintura gris, dejando pequeñas manchas sobre la pared negra, lanza un apunte: “En un museo o en una galería cualquier persona dice ‘divino, lo quiero comprar’, coge su obra y se la lleva, pero en la calle nadie es dueño. Eso es hermoso porque ahí está el público que puede ignorar o puede apropiarse de eso, que puede decirte ‘maldito vándalo de mierda’ o ‘está divino, gracias por pintar mi pared’. Ese es el público que me fascina”, dice este artista, que expone por estos días su obra Éter en el MAC.
Pero la escena no debe sorprender ni confundir. Gris One sabe de lo que habla. Con una trayectoria de más de quince años en el arte urbano local, este creador capitalino, uno de los más veteranos y respetados del street art nacional, ha pasado por diferentes estilos: del writing al grafiti, del grafiti al mural, de la calle al museo y de nuevo a la calle. Su obra es un constante cambio que comenzó con el wildstyle y que actualmente derivó en el muralismo con una estética dominada por las burbujas y los colores.
Para Gris One todo comenzó en 2001, caminando las calles con Bazuco Style, un crew con el que hacía grafiti vandal y pintaba segundos pisos en Suba y Cedritos. Después de conquistar estos sectores, se movilizó hasta la Carrera 30 y llegó a Soacha. Cuatro años después, con una llamada a Ospen, también artista bogotano y fundador de Ink Crew junto a Dexs, se interesó por darle un giro a su trabajo. Junto a este parche intervino un mural de la Avenida Ciudad de Cali que contenía unas letras de Ospen y un paisaje, siendo el primer paso de un proyecto que pretendía diversificar el grafiti y pensarlo más allá de sus límites. En el camino con Ink, hoy uno de los grupos más representativos del país, se encontró con detractores que los señalaban de no ser “reales”, pero también con artistas abiertos al cambio. A partir de entonces, Ink comenzó a marcar una tendencia de la cual Gris One fue parte vital.
Hoy, a sus 33 años, y después de pintar en solitario durante años, Gris One aprovecha cada oportunidad que tiene para regresar al trabajo en grupo. De esa manera conoce nuevas personas, vive otras experiencias y fortalece la amistad, elementos ausentes cuando se enfrenta en soledad a un muro. Aunque ya poco taguea los muros bogotanos, como sí lo hace en otras ciudades, salir a pintar otra vez con su crew es la forma de volver a los primeros años de creación. “Lo más bacano de esa época es que no sabía nada, que no sabía a dónde iba a llegar, entonces tenía todas las posibilidades. En este momento ya hay un lineamiento. Eso me parece fenomenal: tener todo abierto para poder crear sin que nadie te diga lo que tienes que hacer, ni un patrón de comportamiento que debas seguir por ser artista”, dice este creador, quien también hace parte del crew Animales Poder Cultura (APC).
Al tiempo que ha desarrollado proyectos colectivos, le ha dado forma a su estilo individual, recorriendo países de América Latina, Europa e incluso Australia. Este año viajó a la ciudad australiana de Brisbane, para participar en el Brisbane Street Art Festival 2018. Estando allá pudo ver cómo, a diferencia de Bogotá, existen lugares amigables con el street art, pero que rechazan a toda costa el grafiti. Esa actitud de aceptar el street art pero rechazar el grafiti, la ve como una tendencia mundial que, junto a la industrialización del arte urbano, le generan preocupación y decepción. “Estoy seguro que lo que yo vi en Australia es el futuro del street art en el mundo: merchandising, publicidad. Y sé que Bogotá en algún momento llegará a eso”, dice Gris One.
A pesar del pronóstico poco alentador, este creador reconoce en Bogotá y en el país un constante movimiento, un tránsito de ritmos y estilos que no para y que, por la competencia que los artistas deben asumir a diario, se enriquece cada vez más. A propósito de lo ocurrido con tres integrantes del colectivo VSK en Medellín, que murieron en un accidente en el metro de esa ciudad mientras pintaban, Gris One comenta que ese grafiti que se resiste al mercado y se expone para tener lugar es la base de todo.
“Sin eso no existimos. Sin vandalismo y grafiti, que es la raíz, no pasaría nada, no existiría Gris, porque Gris empezó con eso. Y si dejan de existir las raíces, las cosas se empiezan a acabar. Si todos los vándalos empiezan a hacer publicidad y empiezan a pintar en galerías, el grafiti va a dejar de existir. Lo chévere es que sigue siendo fuerte el vandalismo. Entre más gente va a las galerías, más gente está siendo ilegal y radical y eso es lo bueno, que haya diferencias. Yo siento que sin VSK pintando en la calle sería demasiado aburrido”, dice.
Si bien la calle es lo que más lo atrae, y es donde empezó su trabajo, Gris One no oculta el gusto que le produce la obra exhibida en los museos y el público que los visita. “También me gusta el público que va al museo, sigue al artista, que investiga lo que hace uno. Cada obra tiene una forma diferente de ser percibida. los espacios cambian, la forma cómo uno está condicionado cambia; el sonido, la lluvia, el sol, el silencio, todas esas son diferentes formas que hay que aprender a leer para aprovecharlas”, comenta Gris One. También es consciente de que ciertos detalles de sus piezas es mejor reconocerlos con una mirada detenida, algo que ofrece más el museo que la calle.
En su creación este artista no tiene ideas preconcebidas: su arte es un proceso, algo que se va creando a medida que trabaja, lo que él llama el dibujo automático: pintar según el impulso del momento, sin ningún propósito ni idea deliberada. De ahí, cuenta, van surgiendo las cosas, de pronto una cara, un personaje, elementos que van concretando la composición. “Yo creo que eso tiene que ver con la vida. Muchas veces tú vas caminando, pero no sabes a donde llegar, y no tienes algo fijo, sino que en el camino te vas dando cuenta de cosas que quieres hacer. Es eso: no hay una idea compleja desde el principio, sino que todo se va construyendo”, explica.
Influenciado por la música progresiva y por bandas como Tool, Pink Floyd o Huun-Huur-Tu, banda de la república rusa de Tuvá a la cual se encomendó durante la creación de Éter, Gris One va armando un rompecabezas que al final decantan en una idea. A ese rompecabezas le suma piezas, detalles y reflexiones que le dejan las lecturas de autores de ciencia ficción como Philip K. Dick, Isaac Asimov y Ridley Scott. Y aunque la producción artística de Gris One parezca basada en la impulsividad, detrás de su proceso creativo se evidencia la investigación, el reconocimiento de antecedentes y la creación de un concepto previo.
Para la concepción de Éter, que desarrolló con su hermano, el también artista Mario Álvarez, Gris One adelantó una investigación sobre el concepto del éter en diferentes culturas. Así, encontró que para los griegos es el aire que respiraban los dioses y que para los hindúes es el quinto elemento y una noción para pensar el espacio. “Creamos un mundo en el que no queríamos que las cosas estuvieran definidas, sin política, sin visiones claras. Un mundo que pudiera ser guiado por la imaginación, en el que no hubiera límites, que fuera acromático. Se trata de una experiencia sensorial y poética, un escape a otra realidad pero a partir de pedazos de la cotidianidad”, dice Gris.
Completamente a blanco y negro y alimentada por audios de Huun-Huur-Tu y relatos de ciencia ficción inventados por ellos mismos, Éter bebe tanto de referentes cotidianos como de escenarios imaginarios, cuya conjunción consolida el producto de la exposición y su enfoque sensorial. “Si te fijas en las obras vas a ver patrones similares y es que tratamos de condensar el éter en una idea concreta, que es una burbuja, una esfera. La esfera reúne todo. Vivimos en un espacio esférico que es planeta, pero también vivimos creciendo de burbuja en burbuja, de la esfera de la familia a la del colegio, la universidad y así hasta el final. Eso es lo que identifica ese éter”, cuenta este artista.
Consciente de los ritmos de la escena, de sus virtudes y defectos, pero sobre todo de su historia, Gris One no deja de explorar nuevos conceptos y nuevas técnicas del arte, elemento que encuentra esencial en un artista. Hoy (diluyendo un poco el oxímoron que construye su obra en contraste con su nombre) ha dejado de lado el color explosivo que lo caracteriza para explorar el blanco y negro, técnica que le demuestra la capacidad artística de quien la desarrolla y de la que seguramente saldrá algo diferente.
Éter, una exposición que desborda nuestros límites mentales, estará en la Sala 3 del MAC hasta el 25 de agosto. No se pierda esta muestra que profundiza sobre el espacio, el vacío, lo intangible, el horizonte, la refracción de la luz sobre las montañas y el espacio entre las piedras y las sombras. Más información en nuestra Agenda Cultural.