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Un recorrido por la historia de Orfanato: de rayar el centro de Bogotá a consolidar el street art en la ciudad

Lo que comenzó como un parche de universitarios inconformes con el estudio del diseño gráfico en las aulas derivó en Orfanato, un proyecto que desde 2009 acoge las propuestas  de ‘artistas huérfanos’  como lo fueron en algún momento Zokos, Kochino, Lesivo, Pez y otros.

Andrés J, López / @vicclon

“Nuestro trabajo ayudó a romper el tabú de que el grafiti no podía entrar en las galerías, trajo un público nuevo interesado en comprar obras y ayudó a quitarle al grafitero la etiqueta de pseudoartista”, dice Vogel. El trabajo que hacen estos manes desde 2009: adoptar artistas huérfanos con propuestas que son poco llamativas para la gran mayoría de personas, pero sobre todo, que resultan incómodas a ojos de muchos.

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Fotos cortesía de Orfanato

 

 

Para conocer a Orfanato es necesario excavar hasta su raíz, Excusado, un colectivo creado en 2003 por Saint Cat, Stinkfish, Ratsonrop y el propio Vogel (en esa época conocido como Deadbird): un cuarteto inconforme con lo que les metía la academia en sus clases de Diseño Gráfico en la Nacho. Lo veían como algo que olía a viejo, a guardado. “Todos considerábamos a la Bauhaus una gran escuela de diseño, pero la sentíamos muy lejana y nos la vendían como lo único para agarrarse. Una de sus premisas es que ‘menos es más’, para nosotros ‘menos es aburrido’”, explica Vogel, artista urbano de 38 años y uno de los abanderados en llevar el grafiti a nuevos espacios.

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Imágenes de la primera exposición de Excusado, 'Desfase primer asalto'. Fotos tomadas del blog de Excusado.

 

Con ese inconformismo a flor de piel, Excusado se tomó el Centro de Bogotá, decorándolo con calcas y murales en esténcil. No escogieron el corazón de la ciudad por ser pretensiosos, sino porque en sus calles solían estudiar, parchar y emborracharse. Sus salidas por el Centro tuvieron impacto inmediato y el grafiti, poco a poco, se sintió en periferias como Usme, Engativá y los caños de la Calle 127. “Hubo problemas con la Policía, pero sobre todo por el desconocimiento de la práctica y el mensaje moralista de no rayar paredes. Se fijaban en si los mensajes eran subversivos o no, pero nosotros ya lo éramos por el solo hecho de apoderarnos del medio”, explica Vogel. Los tipos siguieron haciendo su trabajo y los policías los dejaron en paz, pues dejaron de ver su expresión en las paredes como algo negativo. Para Excusado ya no era necesario salir durante la noche a pintar; podían echarse tres horas haciendo un mural a plena luz del día, en frente de todos. En esas estuvieron durante años hasta que cumplieron un ciclo y cada uno se interesó por sus proyectos personales. Eso sí, antes de romper cobijas, organizaron ‘Desfase primer asalto’, en 2005, considerada como la primera exposición de street art en Colombia y, según ellos, el evento referente para la movida gráfica latinoamericana.

Apenas se disolvió Excusado, Vogel no se quedó de brazos cruzados. Primero intentó editar la revista Germen Visceral, un proyecto independiente enfocado en arte urbano y gráfica, junto a Toxicómano, Guache —cuando era Mefisto—, Ark y otros artistas, pero Vogel no pudo continuar en esa aventura; después se la jugó con el proyecto que mantiene vigente hasta hoy: Orfanato. Desde los inicios, Vogel apostó por las propuestas de Zokos, Kochino, Lesivo, Pez, Senil, Empty Boy, Gris y Rodez y otros artistas que no tenían mayor figuración. Con su exposición de 2010, ‘Outsiders’, varios grafiteros se motivaron a hacer cuadros y a pintar en espacios cerrados. Este fue el precedente de lo que sería Visaje Graffiti, un colectivo enfocado de lleno en el grafiti, fundado en 2015 por Vogel, Kochino, Senil y Leela. Después de un año y ocho meses, Vogel y Leela dejaron ese  barco para dedicarse al cien a Orfanato.

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Fotos cortesía de Orfanato

 

 

Entre ambos han trabajado temas que muchos evitan por su crudeza y polémica. Uno de los más reciente es un mural en la Calle 26, apoyado por la ONG Acción Técnica Social (ATS), que dice “Coca regulada. Paz Garantizada”, con el que buscan poner sobre la mesa el debate de la regulación del mercado de la cocaína para uso recreativo. Para ellos, el potencial del arte callejero ayuda a la inclusión de este y otros asuntos picantes en la agenda social.

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Foto cortesía de Orfanato

 

 

En 2013, empezaron ‘Imágenes de familia’, una iniciativa que pasaría a llamarse Desconocido. “La idea es reivindicar la memoria del desaparecido y que la gente entienda la dimensión de este crimen de Estado, todavía latente y superior a lo visto en las dictaduras de Chile y Argentina. Este es uno de los problemas más representativos del conflicto en Colombia”, comenta Leela, artista plástica de 39 años y grafitera desde hace dos años. Para este rescate de la memoria trabajaron con la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes), la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV) y apoyándose en los álbumes fotográficos de las familias víctimas.

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Foto cortesía de Orfanato

 

 

Leela y Vogel no están interesados en hacer proyectos endogámicos sino en generar un impacto masivo, ya que la calle es de todo el mundo. Pero sus temas han sido muy rudos, por ejemplo, para las convocatorias que realiza la Alcaldía. “Una vez hicimos papeles porque pensábamos hablar del desplazamiento con la imagen de una niña y sus hijos. No quedamos —recuerda Vogel—. Me parece que desde hace un tiempo se quiere ver al grafiti como parte de la ambientación de la ciudad, pero es más interesante que sea chocante. No estamos en Dinamarca sino en un país con todos los problema del mundo”.

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Foto cortesía de Orfanato

 

 

Orfanato mantiene su postura incluso con los proyectos publicitarios: no trabajan en campañas políticas u otra que no cuaje con su forma de pensar. No les mata la publicidad, pero lo hacen porque un solo trabajo para una marca les da el chance de financiarse cinco trabajos independientes, como Chicas superpoderosas —de Leela, una exaltación al papel de mujeres conocidas y anónimas a lo largo de la historia— y Mi gente —de Vogel, un rescate al mestizaje de pieles negras e indígenas—.

Vogel ya no se ve pintando en las calles con la misma frecuencia de sus épocas en Excusado, pero su iniciativa de universitario inconforme fue parte esencial para la consolidación de Bogotá como referente mundial de street art. “Su impacto en el arte urbano se debe a la constancia en todos estos años sin traicionarse, a que sigue tratando temas polémicos a su manera y no deja de usar el grafiti como una forma de expresión alternativa”, cuenta Zokos, colaborador en los inicios de Orfanato y miembro permanente en 2012. De las 400 personas que se veían pintando en Bogotá hace 14 años, el número ha aumentado a más de cinco mil, en buena parte por haber seguido los lineamientos de este colectivo. Desde hoy inicia su exposición, imperdible para cualquier amante de este polémico arte.

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