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Fotos por Adelaida Porras

Una novena popular en el barrio Santa Fe

Lxs Nadie en articulación con otras colectivas llevan la navidad a uno de los sectores más golpeados por la pandemia. Niñas y niños del barrio cantaron villancicos al son de la resistencia.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

El pasado 16 de diciembre a las cuatro de la tarde la colectiva Lxs Nadie, en cabeza de Lebeb Infante y en articulación con otras colectivas e iniciativas individuales, calentaban motores para dar inicio a la primera de ocho novenas populares y comunitarias que organizaron para los niños vecinos del barrio Santa Fe. Esta primera novena tuvo lugar en la calle 24 con carrera 18, en la espalda del Cementerio Central de Bogotá, una calle que es también el hogar y espacio de trabajo de recicladores y recicladoras, trabajadoras sexuales, migrantes, habitantes de calle y desplazados por la violencia.

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Estas novenas sólo conservaron de la tradición católica el nombre, pues en realidad lo que se buscaba con ellas no era esperar la llegada del Niño Dios, sino alegrarles la vida a los pequeños que, encerrados por la pandemia, pasaron un año solitario y con más necesidades de las habituales, ofreciéndoles diferentes actividades culturales y pedagógicas. 

Lxs Nadie es una colectiva que nació a raíz de los trapos rojos que aparecieron en varios barrios vulnerables de Bogotá en época de pandemia como señal de hambre y necesidad, y que ha trabajado principalmente haciendo ollas comunitarias en la zona del Santa Fe de la mano de otras colectivas y personas como la Red Comunitaria Trans, Juntas Somos Más Poderosas, Poder Popular, La Morada, Rasureitor, Marciana y más.

“En todo ese panorama de pandemia muchas personas se han unido y hemos podido entregar alrededor de diez mil comidas, todo autogestionado con las ayudas de mucha gente conocida y desconocida” cuenta Lebeb, quien antes de crear Lxs Nadie llevaba ya más de un año haciendo trabajo comunitario con trabajadoras sexuales del barrio. 

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Lebeb recuerda que al mes y medio de cuarentena empezó a enfermarse por el encierro y decidió salir a sacar fotografías. Al llegar al “Santa” se topó con la soledad de las calles olvidadas y pintadas de rojo por los trapos que colgaban de cada ventana. Según cuenta, en algunos andenes había gente calentando en ollas unas sopas aguadas que un par de veces les entregaron en bolsas de plástico por parte del Distrito. 

Desde ese momento y en compañía de sus roomies –quienes fueron los primeros integrantes de Lxs Nadie–, empezaron a hacer contacto con la gente del barrio y a buscar alianzas con otras personas interesadas en ayudar. Así lograron llevar algo de alimento a estas personas y también en tres ocasiones a la comunidad embera que acampaba en el Parque Tercer Milenio. 

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El miércoles el aguacero ya estaba anunciado. Apenas alcanzaron a mover bajo un techo donde suele ubicarse un vendedor de coronas mortuorias y flores para las tumbas, la mesa en la que estaban montando el sonido para las actividades que se venían, cuando el granizo empezó a caer amenazando con acabar la jornada sin haber siquiera comenzado. 

La idea de la novena nació de la cercanía que Lxs Nadie ha logrado con la comunidad, pues ya conocen a muchas personas del barrio y sus necesidades. “Esta novena es una novena pedagógica. Hoy va empezar con intervenciones artísticas, y en toda la semana vamos a tener diferentes actividades organizadas por nuestras aliades como taller de cuerpo y sentidos, de danza urbana, fútbol por la paz para cambiar el tema de la competitividad, y cambiar los vínculos, cartografía con los niños y niñas y más”, contaba Lebeb antes del aguacero cuando apenas llegaban los primeros niños. 

Un grupo de tres niñas y tres niños entre 7 y 12 años fue el primero en acudir al llamado de Lebeb invitando a la comunidad a participar. Esperando a que se les unieran más personas empezaron a bajar Eugenias, unas pequeñas frutas de color morado parecidas a las pomarrosas que son muy comunes en Bogotá. Junto a ellos estaba Sasha, una perra criolla con un lazo rosado en el cuello que no se les despegó del lado ni un minuto.

Minutos después llegó el granizo. Para ese momento ya eran más de quince niños los que esperaban por el inicio de la actividad. Debajo de una carpa que instalaron frente a la mesa que sostenía el sistema de sonido y que cubría unas bolsas negras de las que asomaban juguetes, se instalaron los niños, quienes lejos de huirle a la lluvia disfrutaban felices haciendo guerras de agua con el charco profundo que les cruzaba como un río por debajo de los pies. Las risas y cantos de los pequeños enmudecían el sonido del fuerte aguacero y Sasha se metía en medio de todos tratando de calentarse. 

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En las caras de las personas que estaban allí organizando se vio por un momento la tristeza de pensar que la lluvia pudiera ser más fuerte que la voluntad de ayudar. Sin embargo, a alguien se le ocurrió la idea de cantar mientras amainaba la tormenta. Divididos en dos bandos, organizadores bajo el techito y niños bajo la carpa empezaron a jugar a cantar villancicos. Primero fueron los niños cantando El Tamborilero, a lo que respondieron los organizadores con A La Nanita Nana. Así siguieron, pasando por un amplio repertorio de villancicos y luego rondas infantiles y hasta reguetón.

En la carpa junto a los niños y niñas estaba Laura Jimena Ramírez, una maestra de profesión que trabaja en un colegio con adolescentes y que conoció el proyecto de Lxs Nadie por redes sociales. Junto con su hermano y su madre se interesaron por el proyecto y contribuyeron con lo que podían hasta este día, cuando finalmente pudieron asistir en persona y aportar de manera presencial. 

“Hoy le estamos apostando a ver qué pasaba con el evento de apertura –contaba Laura en esa primera novena– Yo hasta ahora les estoy conociendo [a los niños]. Me emociona mucho, son demasiado bonitos, estoy muy feliz. Mi madre y mi hermano hoy aportaron el sonido y yo voy a estar facilitando mañana y el 21 unos talleres para los niños y las niñas”. 

Cuando paró la lluvia ya había más de treinta niños, algunos de ellos acompañados por sus madres. Evelyn Villegas, una mujer migrante que lleva más de dos años viviendo en el sector estaba con su pequeño que no tendría más de cinco años. “La actividad está muy divertida, es muy buena porque entretiene mucho a los niños, más ahora que se la pasan encerrados en la casa, les sirve para compartir con otros niños. Yo he estado presente en todas las actividades que han organizado Lxs Nadie porque vivo al frente. Siempre traigo al bebé para que se divierta y juegue. A él le gusta mucho” dice. 

Evelyn, además, considera que estas actividades son muy importantes para el desarrollo y la inclusión de los niños. “El gobierno por acá no se ha aparecido, no dice nada. Esto es de parte de personas que tienen buen corazón, sale de su ser hacer esto, no cualquiera pone el tiempo, el espacio y la dedicación de trabajar con niños. A mí me parece muy buena onda”, comenta. 

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Las velas y el palosanto que reposaban en la pequeña puerta trasera del Cementerio seguían encendidos como si no hubiera caído ni una gota de agua. El fuego relucía entre la oscuridad de la noche que llegaba húmeda y fría. Los niños, empapados de pies a cabeza, no se percataron de las bajas temperaturas gracias al calor que les daba tanto movimiento. 

Desde antes del comienzo de la novena había un bus de policía y un par de motos parqueadas en una esquina cercana. Los uniformados miraban de vez en cuando con indiferencia, pues la actividad no era la razón por la que estaban ahí. El día anterior se inauguró El Castillo De Las Artes, un proyecto que busca resignificar a través de la cultura un espacio que anteriormente sirvió para lavado de activos en un lujoso club en el que se ejercía también el trabajo sexual. Debido a esta inauguración a la que asistiría la alcaldesa, medios de comunicación y otras personalidades, se presume que se decidió hacer un barrido en la zona, como es habitual que suceda cuando hay que esconder la realidad de los medios. Según cuenta Lebeb, unos 80 carreteros fueron desalojados a la fuerza por el ESMAD. 

Lxs Nadie articuladas con otras personas habían servido de intermediarias entre la alcaldía local de Los Mártires y los carreteros a quienes también están ayudando a asociarse entre sí para fortalecerlos y que les sea más fácil exigir sus derechos. “Se pedía el espacio público, se pedía un desalojo en condiciones dignas para elles. Pasamos un pliego de diez peticiones: que se les concediera un espacio para guardar sus carretas, subsidio de quedada, pedagogizar, etc. Esa petición se le hizo a la alcaldesa local de Mártires, Tatiana Piñeros. Sin embargo, ayer nos dieron una patada con el desalojo” cuenta Lebeb. 

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Un rato después, llegó otra patrulla de policía. Ya eran más de seis agentes todos inactivos fumando y hablando entre ellos en la tienda de la esquina. En esas, un motociclista que pasaba se resbaló en el piso liso y cayó al suelo dándose un fuerte golpe. Las chicas organizadoras corrieron a auxiliarlo mientras algunos niños curioseaban. En la esquina, los policías se empujaban entre sí diciendo “ay vaya usted”, “no, yo tengo mucho frío, hágale, vaya”. Al final se acercó uno de mala gana cuando el hombre ya estaba levantado junto a su moto gracias a la ayuda de las muchachas. Presuntamente se encontraban es ese lugar sólo para vigilar que los carreteros no iniciaran una retoma del espacio. La magia de la navidad. 

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Entre tanto llegó el momento feliz de la comida. Vasos plásticos con arroz con leche, arequipe y galletas se dispusieron sobre una mesa. Los niños hicieron una fila. Cada uno agarraba su vaso y se hacía a un lado para que otro pudiera comer. Muchos querían repetir, sin embargo, no fue hasta que la última persona hubiera comido que se hizo una segunda fila para poder comer un poco más. Los vasitos quedaron todos organizados dentro de una bolsa de basura y Sasha iba de niño en niño buscando que alguno le convidara un poco. 

Miguel, Antony y David, tres niños migrantes de 13, 10 y 6 años fueron unos de los más activos desde el comienzo de la novena. “Estamos acá porque escuchamos los sonidos y porque nos invitó a la actividad la señora vestida de verde –contaba Miguel– Va a ser una novela, queremos que todo pase bien, jugar y eso. Vivimos en la otra esquina”. 

Jenn Espejo de La Morada también participaba de la novena. Ella cuenta que por el confinamiento la casa tuvo que cerrar y entonces empezaron a buscar iniciativas volcadas a la calle en las que pudieran seguir aportando y así pusieron los ojos en las ollas comunitarias que se estuvieron haciendo en el sector. En ese contexto conocieron a Lxs Nadie y empezaron a colaborar con la causa prestando algunas cosas que tenían en la casa como sillas y mesas. 

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“En junio nos articulamos más fuerte porque casi teníamos que entregar la casa entonces hicimos una venta de garaje y donamos algunas cosas de forma solidaria para las ollas comunitarias. Empezamos a trabajar no solo con préstamos, sino también con acciones con las niñas ya que la casa es feminista y tenemos parche pedagógico para algunos temas. Lxs Nadie empezaron a impulsar un acompañamiento pedagógico a las ollas para que no fuera solo un lugar asistencialista sino empezar también un proceso comunitario” cuenta Jenn. 

También cuenta que en la casa está el centro de acopio de las donaciones que han ido reuniendo Lxs Nadie y habla sobre la actividad de cartografía corporal de las niñas, los niños y las mujeres que tenían planeada desde La Morada para el segundo día de novena en el Santa Fé. 

Cerca de ella estaba Marciana, trabajadora sexual y fundadora de Fuego de Barrio, una organización que trabaja para crear un sindicato y una cooperativa de trabajadoras sexuales de calle y en la virtualidad. Sobre su organización cuenta: “Este año nos hemos dedicado a acciones directas para cubrir las necesidades básicas y la idea es empezar en el 2021 con el ideal político, atacar todos los tipos de violencia que nos atormentan a las trabajadoras sexuales, sobre todo que ahora muchas estamos migrando a la virtualidad”. Marciana hizo parte de Lxs Nadie durante un tiempo y ahora en las novenas participa como aliada.  

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Sobre las siete de la noche la música dejó de sonar y Psique Rap se tomó los micrófonos. En ese momento la ropa mojada y los zapatos rotos llenos de agua fueron cosa del pasado y los niños escucharon atentos al rapero que cantaba sobre resistencia; sobre resistir desde el arte, resistir comprando en la tienda del barrio, andando en bici, sembrando lo propio. Poco a poco los niños se conectaron con el MC y empiezan a mover las manos y a bailar. A Pisque Rap le siguió Zafiro, una rapera que habló en sus canciones sobre transformación social y personal desde el rap. 

Entre tanto, Catalina Villareal, madre de dos pequeños, conversa con su vecina. “Es bonito –le dice a su vecina– que gente que uno no conoce venga donde los que tenemos menos recursos a hacer esta clase de actividades con los niños ya que el gobierno no se acerca aquí a hacer nada. A mis niños les gusta mucho salir a participar de todo”. Catalina y sus hijos viven en un edificio que queda diagonal del lugar donde se hizo la novena. Este edificio de tres pisos parece abandonado cuando se mira de rapidez, pero la historia es otra. 

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“La mayoría de niños que han venido hoy son chicos y chicas migrantes y otros que hemos venido acompañando durante los meses de pandemia con diferentes talleres como taller de suelos, de construcción de herramientas para la batucada, murales, pintura, etc. Ellos viven en esa casa tomada, donde habitan alrededor de 270 personas entre comunidad afro, recicladores, habitantes informales, mujeres ama de casa, entre otros. Son más o menos 120 niños. Esta casa se la tomaron hace unos 20 años” explica Lebeb. Como cuentan los habitantes de la casa Lebeb, Lxs Nadie y otras colectivas han llevado ayudas a los habitantes del lugar, asistencia para ancianos, niños y animales y también han llevado ejercicios cultuales como el teatro y el cine. 

Ya sin lluvia la novena fue prendiéndose cada vez más. Entre tanto, Lebeb invitaba a los niños a asistir a todas las actividades programadas hasta el 23 diciembre, ya que ese día llegan los regalos de navidad; no los del Niño Dios sino los de todas aquellas personas que ponen su privilegio a disposición de quienes más lo necesitan. 

Al final, la pandemia no sólo ha sido sinónimo de tragedia, también, de alguna manera, contribuyó para hacer visibles situaciones de vida como las de Miguel, María y otros, despertando empatía entre personas que quieren aportar desde sus posibilidades mientras el Estado hace oídos sordos y ojos ciegos ante la situación que vive gran parte de la población colombiana. 

Siete días más de novena le siguieron a esta. El voz a voz corrió entre los niños del barrio y cada día fueron llegando más. Nuevos amigos, nuevos aprendizajes, bailes, cantos, fútbol, pintura, Lxs Nadie y todas las personas que se unieron para matizar el rojo pandemia que pintó el barrio de hambre agudizada, sin duda lograron colorear un arcoiris en la memoria de los más pequeños.

 

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