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Fotos de Daniel Sierra

La Morada: una casa cultural construida por y para las mujeres

La ausencia de escenarios de diálogo donde se sintieran cómodas y seguras motivó a Jennyfer Vanegas a fundar este espacio feminista. Desde abril, cuando abrió puertas y puso en marcha servicios de asistencia psicosocial y jurídica, se ha convertido en protagonista del movimiento en Bogotá. Hoy pretende ser un lugar que inspire el surgimiento de ambientes similares y desde su interior alzan la voz con una denuncia de hostigamiento por parte de vecinos y autoridades policiales.

Julián Guerrero / @elfabety

Por donde se le mire, La Morada es una casa cultural parada en la raya. Hace poco organizaron un evento cuyo director resultó ser un hombre señalado de violencia sexual, pero en la casa ignoraban esta situación al momento de invitarlo. Ante el desconocimiento, las puertas estuvieron siempre abiertas para este personaje, como para tantos otros que llegan con la intención de proponer diálogos afines a los intereses del lugar. Sin embargo, las chicas de La Morada conocieron de las acusaciones el día del encuentro y no dudaron en cancelar el encuentro y expulsar al sujeto en cuestión, cerrándole definitivamente las puertas.  

Y no podría haber sido de otra manera. Como queda claro desde el lema que está en la entrada, La Morada es un recinto libre de racismo, machismo, clasismo, especismo, colonialismo y capacitismo. Bajo esa consigna, esta casa cultural con perspectiva feminista –la primera en Bogotá, hasta donde saben–, inauguró en abril de este año y se ofrece como una alternativa a los espacios de diálogo feministas y de género, en los que muchas veces las prácticas machistas son obviadas. A los ojos de Jennyfer Vanegas, fundadora de La Morada, las mujeres han tenido que compartir estas discusiones con hombres acusados de violencia de género, una incoherencia bastante común en estos escenarios. 

_dsc0342.jpgJennyfer Vanegas, fundadora de La Morada.

“Las casas culturales que tiene y ha tenido el movimiento social nos empezaron a generar inquietudes y confrontaciones a mujeres y a feministas, puesto que muchos de estos espacios están conformados por hombres machos de izquierda que hemos denunciado. Finalmente era una necesidad tener un lugar donde nos sintiéramos cómodas y pudiéramos llevar a cabo todas las apuestas que quisiéramos, sin ningún tipo de sanción”, cuenta esta joven de 28 años y trabajadora social de la Universidad Nacional con maestria en estudios de género. Para llenar esa necesidad, Jennyfer sostuvo discusiones en este sentido con otras compañeras feministas y estuvo pendiente del Primer Encuentro de Mujeres que Luchan, organizado por las mujeres zapatistas durante marzo de este año en Chiapas, México. Así le fue dando forma a lo que materializó en La Morada: una casa segura para las mujeres en Bogotá, construida por ellas y para ellas. 

El espacio no está pensado simplemente como uno al que se va a charlar y a reflexionar sino que cuenta con diferentes ambientes para compartir y cooperar desde el derecho y el trabajo social: un sitio de consulta feminista, salones para realizar talleres sobre teoría e historia del feminismo, un espacio en el que comparten chicos y chicas, un coworking para chicas, una zona de descanso, una cafetería vegana y un consultorio con servicio psicosocial y jurídico, que se cobra de acuerdo a los ingresos de las usuarias que llegan y, si estas no tienen dinero, se les presta el servicio a cambio de un trueque. 

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El lugar se organizó a punta de autogestión y voluntad, con muebles donados y con la decoración que de los muros interiores hicieron artistas urbanos como GruteriumLorraineYeyeMacroAzul Luna y Razul. Todo esto se ha realizado guardándole fidelidad al principio anticolonialista, pues piensan que los recursos que se les inyectan a los procesos sociales son los mismos que fueron robados durante la conquista, y que hoy son devueltos a través de falsas cooperaciones de ONGs internacionales y del Estado. “Antes de que llegara la oenegización muchos procesos se levantaron a partir de la autogestión. Hoy nosotras creemos que debemos retornar a la lógica de la solidaridad, de la construcción colectiva. Por eso la apuesta no fue montar la casa y decir que ya estaba lista, sino construirla con varias manos porque eso también genera una apropiación distinta del espacio”, comenta Jennyfer. 

(Pille más del trabajo de Gruterium y Lorraine en “Representar lo feo cuesta más que lo bonito”: conozca los muros de X2 Crew).

Además de esto, en La Morada coexisten tres grupos: el Equipo Semilla, que maneja las discusiones políticas y la logística; el Equipo Psicosocial, dirigido y conformado por trabajadoras y trabajadores sociales y una mujer afro encargada de un quilombo (como se le conoce a los espacios de concentración y organización política en la tradición afro) en Bosa en el que desarrolla una terapia psicoancestral; y el Equipo Jurídico, conformado por abogadas, muchas de ellas feministas, que se encargan de asesorar a otras mujeres en escenarios donde la institución no participa. “Lo que se quiere con estos equipos es que las consultas tengan más alcance. Las abogadas que están acá pueden llevar casos, algo que no pasa en las casas de igualdad”, explica Jennyfer.

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Gracias a estas iniciativas, durante todo este año La Morada ha sido vital para el movimiento feminista en Bogotá, donde las colectividades feministas acostumbran a reunirse solo para organizar el 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer– y el 25 de noviembre –Día de la no violencia contra la mujer–, las dos grandes fechas del movimiento. A estas reuniones, cuenta Jennyfer, llegaban sin conocer lo que las demás hacían a lo largo del año y cuando planeaban las actividades, los debates eran complicados, pues no se tenían en contexto las apuestas políticas ni el tipo de feminismo al que estaban ancladas las otras compañeras. Para Jennyfer, el hecho de tener una casa común les ha permitido escucharse con más tranquilidad y ha generado, entre otras cosas, la primera coordinadora feminista de Bogotá. 

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Si bien se encuentra ubicada en Teusaquillo, el interés de esta casa cultural es que las mujeres líderes del sur de la ciudad y de otras zonas periféricas se acerquen y se vinculen a sus procesos y pensamiento. Por eso mismo han escogido un modelo de comercio justo con venta de productos económicos, para que las personas de otras localidades puedan parchar en la casa con tranquilidad. La Morada ha acogido a agrupaciones como Líricas del Caos y se ha dedicado a mover eventos que otras colectividades han realizado en localidades como SubaBosa, construyendo así un lugar de convergencia. A corto plazo, la idea es armar un gran directorio para ubicar los procesos y eventos del movimiento feminista en Bogotá. 

Sin embargo, pese a la importancia que este espacio ha tenido para las colectividades feministas, no han tenido un camino fácil. Según cuenta su fundadora, desde el comienzo han vivido el hostigamiento por parte de la policía que, argumentando que la casa es un bar disfrazado de casa cultural y un lugar dedicado al expendio de drogas, ha querido entrar a la casa sin ninguna orden. “No todos los eventos se realizan en la noche. Hace poco tuvimos un festival de cine afro y la policía llegó a las cuatro de la tarde porque había personas afro entrando en la casa. La policía nos acusa de ser una olla y, aunque no hemos dejado entrar a nadie con uniforme, ellos ya conocen los espacios de la casa, por lo que creemos que hay infiltrados”, comenta Jennyfer.  Aunque no cree que sea un asunto de los vecinos, si responde a prácticas de hostigamiento por parte de la policía, que parecen haberse presentado en otras casas culturales como El Caracol, en Kennedy.

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Si quiere conocer más de este espacio, La Morada está ubicada en la Carrera 19 # 36 - 34 y cualquier información sobre próximos eventos y espacios puede ser consultada a través de su página en Facebook o en Instagram. La casa cultural está realizando una campaña de crowdfunding que está próxima a acabar y a la que usted puede apoyar aquí.

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