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“He descubierto mi país, Cuba, a través de la cámara”: Arien Chang

Aprovechando su paso por el Encuentro Nacional de Fotoreportaje organizado por Zona Cinco, hablamos con este fotógrafo cubano sobre la experiencia de dedicarse a la fotografía en la isla, los retos y los cambios que ha supuesto el internet para este oficio entre sus colegas.

Julián Guerrero / @elfabety

Cada vez que cogía la cámara que su padre había llevado hasta la Habana desde la antigua Unión Soviética, Arien Chang (39 años) podía prever su futuro. Como una suerte de epifanía, este fotógrafo cubano ya presentía desde muy jóven que su futuro estaba detrás del visor de una cámara fotográfica. Más adelante la vida lo decepcionaría pero también le daría un espaldarazo. Después de estudiar pintura y prepararse para entrar a la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, su sueño se vio truncado por no tener el nivel de escolaridad que exigían y, aunque luego lo obtuvo, no pudo evitar la desilusión que le supuso no entrar a la academia con el resto de sus compañeros.  

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Pero fue esta decepción la que lo motivó a decidirse a la fotografía, un oficio que conocía desde joven. “No recuerdo desde cuándo —asegura Chang—, ni el por qué, pero siempre lo tenía en el subconsciente”. En 2003 pasó a un curso básico de técnica fotográfica. A pesar de las dificultades del medio, existen talleres de fotografía en las facultades periodismo o cátedras como la Cátedra de Fotografía del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Los dos meses que duró el curso le sirvieron a Arien para darse cuenta de que no sabía nada de fotografía. Ahí fue cuando comenzó a indagar sobre la fotografía documental, esa rama que le ha permitido ver a las personas y sus labores, conociendo a los grandes maestros y quedando cautivado por el oficio.

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Arien Chang es un autodidacta. Según cuenta, sus principales profesores fueron los libros, esos que tenía que ir a buscar hasta la Biblioteca Nacional en tiempos donde el internet aún estaba lejos de tocar el suelo de La Habana, y a diez años de que Arien pudiera tener un banco de imágenes en su ordenador. Hacer fotografía en Cuba siempre ha sido un reto, dice Chang: no sólo por la falta de internet y de recursos en línea para indagar sobre el oficio, las cámaras y otros materiales, por ejemplo, no se encuentran en la isla y es necesario tener a alguien fuera de ella para conseguirlos.

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Hasta el día de hoy, cuenta Arien, hacer fotografía en Cuba es un negocio poco rentable y muchas personas lo usan como formato de trabajo desde el arte, pero no como un trabajo del cual lucrarse. Él, sin embargo, ha tenido suerte. Con un trabajo de diez años este fotógrafo cubano ha sabido retratar escenas de la cotidianidad e intimidad cubana en un esfuerzo por mostrarle a su misma sociedad aquello que no conoce. Además de haber publicado en medios como National Geograpic, Arien, quien se dedica por completo a la fotografía, ha viajado a países como Estados Unidos o China, donde ha podido ampliar su experiencia fotográfica más allá de La Habana.

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“Con mis fotografías trato de transmitir lo mismo que siento cuando las hago —explica Arien—, cuando veo a la persona, el espacio, el detalle. Siempre trato de hacer una fotografía con una visualidad plástica y estética que se pueda contemplar en una galería, un museo o un catálogo, y que además quede como testimonio de mi vida. Trato de transmitir lo que sentí cuando estudié los grandes maestros”. Aunque Arien no puede definirse por cuál de sus series es su preferida, pues cada una es un producto distinto que ha sabido llenarlo profesional y espiritualmente, trabajos como Longevidad o A base de vianda, este último un proyecto sobre los fisicoculturistas en Cuba, revelan su apuesta por retratar los matices y secretos de un país que conoce casi por completo. Entre sus series también destacan dos proyectos sobre China y Estados Unidos, espacios en los que, a pesar de su clara diferencia con La Habana, Arien también ha buscado captar la esencia de aquello que se escapa al ojo de la cotidianidad.

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Para Arien, Cuba, a diferencia de otros países que ha visitado, tiene una doble cara respecto a la fotografía. Una que sus visitantes y muchos habitantes quieren mostrar y otra que revela lo que en realidad se vive. Según cuenta, aunque Cuba aún mantiene la imagen de un país fotogénico donde las personas son muy abiertas y resulta fácil trabajar… un país lleno de texturas, de personajes peculiares y carismáticos, sin tabúes sobre la fotografía (razones por las cuales muchos turistas alrededor del mundo han viajado hasta la isla), esas características dejaron de existir desde la llegada del internet abierto pues las personas desarrollaron una reacción diferente frente a las imágenes y ahora, que empiezan a conocer también los océanos de datos, se ha encrudecido la experiencia de hacer fotografía.

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“Cuba es diferente de otros países donde, por ejemplo, es difícil hacer fotos con niños —agrega Chang—. La gente le tiene mucho miedo a la imagen en países de primer mundo. Pienso que eso pasa por las redes sociales y el internet y por el flujo de información que hay. Pero es como una trampa, porque lo que pasa en Cuba es que cuando muchas personas hacen fotografía de calidad muestran la imagen que ellos quisieran dar, pero que no es la verdadera imagen de Cuba. Es como una postal de cliché de la Habana, del Malecón o de las mulatas. Pienso que Cuba, para poderla fotografiar y entender bien, hay que vivirla y muy pocos fotógrafos o maestros lo hacen”.

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Niños y personas de la tercera edad son los personajes preferidos de este creador cubano. Su proyecto Longevidad, un trabajo con el que ganó la beca Raúl Corrales en 2009, retrata justamente a aquellas personas que han superado los cien años en la Habana, una cifra que sobrepasa los mil quinientos habitantes. Aunque este era un número que Arien no conocía a la hora de postularse, cuando ganó la beca y tuvo la oportunidad de ir a las instituciones médicas para conocer las estadísticas, su investigación le reveló la alta tasa de longevidad de los cubanos, punto de partida de una investigación que todavía continúa.

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“Esta es de las series más bonitas que he hecho porque tuve la oportunidad de conocer personas que vivieron una larga vida —cuenta el fotógrafo—. Yo estaba en la búsqueda del secreto de la longevidad y con estas personas aprendí mucho en todos los sentidos, porque no sólo era llegar y hacerles la foto. Tenía que interactuar con ellos, compartir horarios de comida, de baño de trabajo. Para mí fue una gran experiencia”.

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Enamorado del retrato, para él una de las categorías dentro del oficio más bellas y complejas que existen, Arien ha dedicado gran parte de su trabajo a capturar los rostros de diferentes personas que se ha cruzado en su camino. Según cuenta, son pocas las veces que ha hecho un retrato posado. Sobre Longevidad recuerda que, para hacer los retratos, aunque las personas sabían que iban a ser fotografiadas, Arien charlaba con ellas dos o tres horas hasta que se acostumbraban a la cámara y la olvidaban, dándole la oportunidad de captarlas en su momento más espontáneo.

A pesar de sus dificultades, la fotografía lleva tiempo habitando Cuba. Por mucho tiempo la fotografía documental en la isla se encargó de retratar las escenas políticas y fue una de las herramientas más poderosas de divulgación en el gobierno de Fidel Castro. No fue sino hasta finales de siglo cuando los fotógrafos cubanos dejaron de lado la vida política para retratar la vida cotidiana de los habitantes de la isla. Ahora, con la llegada del internet a destiempo del resto del mundo, las cosas cambian de nuevo. Nombres como Maria Eugenia Haya “Marucha”, Alberto Korda o Juan Carlos Alom son algunos de los más sonados dentro del canon cubano de la fotografía.

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“No puedo hablar por todo el mundo —dice Arien—, pero pienso que la fotografía cubana documental retrata todos los sucesos que están ocurriendo en el país, en los cambios/no cambios que llevamos más de sesenta años esperando a que ocurran y por los que todavía estamos como en un stand-by. Aquí decimos que estamos como congelados en el tiempo comparados con el mundo. Eso es lo que estamos tratando de fotografiar”. Cuenta que hoy por hoy ve muchos fotógrafos que exploran lo documental en la isla, tal como él lo descubrió, y eso le da ánimos, lo invita a creer que se trata de un género que no se va a perder. Hay jóvenes que están estudiando los maestros y los libros, dice, y están tratando de retratar el día a día del país.

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Los cubanos, cuenta Arien, a pesar de que hasta hace poco han entrado en comunicación con el resto del mundo, siempre han tenido prácticas que no son de su cultura, algo que le ha interesado a este fotógrafo desde sus inicios. “La fotografía me ha permitido conocer todo de mi país. Me ha permitido ver cosas que quizá con otro oficio no hubiera descubierto. Me ha abierto los ojos a cosas que descubrí y seguiré descubriendo. Tienes que mirar con profundidad y tratar de mostrar los micromundos de situaciones que suceden en un entorno y que muchas veces las personas ignoran”. A punto de cumplir cuarenta años, este fotógrafo continúa su oficio con la convicción de revelar aquello que se escapa al ojo de la cotidianidad, un ejercicio que le ha permitido conocer su país y que le gustaría seguir haciendo fuera de Cuba.


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