Un marica peligroso: una charla con Manuel Velandia, pionero del activismo gay en Colombia
En 2007 este activista y académico bogotano se exilió en España a causa de varias amenazas de muerte y un posterior atentado. Manuel es la primera víctima homosexual reconocida del conflicto armado en el país. En esta conversación nos cuenta cómo fueron atendidos los primeros contagiados del Sida en Colombia, la forma clandestina en la que el movimiento gay se reunía en librerías cristianas y hasta su aparición en un programa presentado por Germán Castro Caycedo: “por eso recibo mi primera amenaza de muerte, a través de Germán, que también la recibió”.
Hace veintidós años Manuel Antonio Velandia Mora ya tenía el pelo pintado. Influenciado por la estética punk que conoció en un viaje a Londres, decidió teñir su cabello de verde antes de su vuelta a Colombia, en un momento en que aquello era un acto osado para la sociedad conservadora del país. El cabello pintado (que hoy sigue llevando) es quizás uno de los detalles más particulares en la trayectoria transgresora de este activista por los derechos de los homosexuales.
Fundador del movimiento homosexual en Colombia junto a León Zuleta, Manuel abrió el camino para la vida digna de una comunidad que durante muchos años vivió oculta de la persecución y el estigma y que apenas hasta entrada la década de los noventa –con la constitución del 91 y una comunidad más fuerte encontró que podía hacer frente al estigma– descubrió garantías para comenzar a vivir tranquilamente. Pionero en la prevención del Sida y de su investigación en Colombia y América Latina, Manuel Velandia adelantó a finales del siglo pasado campañas y talleres informativos que sentaron las bases para combatir el virus y desestigmatizar a los homosexuales, apuestas que lo convirtieron en un sujeto desestabilizador de la masculinidad reinante en el país.
Al igual que muchas personas en el país, Manuel tuvo que salir de Colombia debido a su orientación sexual y su activismo. En 2007, tras un atentado en su contra después de numerosas amenazas de muerte, este activista decidió exiliarse en España, en donde adelantó una carrera académica y artística. “Mi atentado fue por parte de los paramilitares. Los que me llamaron para amenazarme de muerte y me mandaron sufragios y coronas de flores y todas esas cosas, fueron los paramilitares”. La trayectoria de Manuel Velandia es extensa. Formado como sociólogo, tiene cinco maestrías entre las que se cuentan una maestría en Educación de la Universidad Javeriana y un Magíster Gestión de las Políticas Migratorias e Interculturalidad de la Universidad de Alicante. Es además doctor en Educación de la Universidad del País Vasco y en enfermería y cultura de los cuidados de la Universidad de Alicante, enfoques académicos que ha sabido combinar con su trabajo de base.
Por otro lado, su experiencia como artista performático es también un asunto particular en una Colombia acostumbrada a los artistas homosexuales pero no a los activistas homosexuales que son a su vez artistas. La elaboración de performances polémicos y explícitos le ha valido ovaciones tanto en Europa como Colombia. Entre estos proyectos artísticos y performance (que encontraron una consolidación en el tiempo que Manuel pasó en España), son populares performance como ‘Analidad no es Banalidad’ basado en un libro del escritor y novelista Guy Hocquenghem o la exposición ‘InVisibles: Naturalezas transgresoras’, sobre una serie de muñecas Barbie trans que habla desde la diversidad a través de la costumización de los juguetes.
De vuelta en el país tras doce años de exilio, este activista se piensa a sí mismo como un dinosaurio vivo y como una fuente que puede narrar de primera mano a las nuevas generaciones de activistas la historia del movimiento en Colombia. La perspectiva de Manuel es sin duda contundente. A pesar de su carácter jocoso y de la risa que se le escapa en el recuento de sus anécdotas, su experiencia le ha enseñado que los cambios culturales toman tiempo y que no basta con cambiar la norma para que la mentalidad de las personas también se transforme. “Vivimos en una cultura falocrática, machista, sexista y homofóbica. Todos esos modelos se basan en el macho masculino heterosexual y nosotros no nos hemos liberado de ese modelo”.
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¿Por qué volver?
Retornar es una situación difícil. Justo ahorita estaba revisando un poema que estoy escribiendo sobre qué significa retonar, porque significa muchas cosas: es un nuevo exilio, en el sentido de que cuando ya llevas doce años viviendo en un lugar has construido otros vínculos, has transformado tus metas. Yo por lo menos llegué con un nivel de formación muy diferente con el que regreso. Hice cinco maestrías y dos doctorados en España. Comencé una vida como artista. Regresar es como volver a empezar de cero, en el sentido de que tengo un currículo europeo grande, pero acá ninguno. Es como lo que me pasó allá: yo me demoré casi cuatro años para que el circuito artístico se diera cuenta de que yo existía… y eso que yo iba a todos los eventos.
Uno retorna porque los afectos lo llaman de alguna manera. La mayoría de las personas que viven el exilio no cuentan la verdad de su existencia. Es decir, yo creo que a mucha gente le toca comer mierda y cuenta que ha comido caviar, y no es verdad. Trabajar en Europa como investigador es complicadísimo, porque resulta que nuestro currículo no sirve. Cuando tú presentas un currículo español tienes que contar lo que has hecho allá y los únicos que te contratan son las ONG, las universidades tan solo te llaman como profesor invitado. Pero para se contratado en la universidad o en una institución similar tienes que pasar un concurso donde ya entras con diez puntos menos que los demás.
¿Cómo fue el exilio?
Allá yo llego, planteo que soy un líder gay, voy a la asociación Gehitu, la Asociación LGBT del País Vasco y les pido apoyo para mi caso de asilo. Y al día siguiente me encuentro una cartelera en la que piden ropa, comida y dinero para mí. Y entonces yo me quedo pensando "mierda, creo que hablamos la misma lengua, pero otro idioma", porque yo no necesitaba eso. Lo que yo quería era un apoyo político. Entonces les explico eso, que los refugiados necesitan apoyo emocional, que uno necesita alguien con quien hablar de la situación, porque claro, ellos no tienen ninguna experiencia en el tema.
La otra cosa es que yo les digo que tengo experiencia en trabajo de Sida y parece que ellos son los que saben, o sea, otros saberes no son posibles. Algo similar me pasa luego en la Federación Española LGBT, donde yo planteo que puedo dar el curso de apoyo emocional en Sida y uno de los libros que usan o que usa quien dio el curso, era mío. Entonces claro, el otro queda ahí verde y me mira como preguntando todo el tiempo si está diciendo las cosas bien. El asunto es que son muy eurocentristas, entonces un indígena latinoamericano no tiene mucho que aportar y eso me sucedió muchas veces.
Pasa también que esta es una organización poco política, porque ella hay subgrupos: los que visitan las galerías, el grupo de ópera, el coro, el grupo de montañismo, el grupo de lesbianas, mientras que yo venía de una organización donde la discusión teórica es álgida y permanente quedo como "sí, que rico lo de la ópera los sábados o lo de las galerías", pero no podía entender una organización que no tuviera una postura política como centro de su accionar. Era como si haber logrado el matrimonio los hubiera cambiado todo, y mi experiencia me ha mostrado que cambiar la norma no cambia las relaciones sociales y menos la cultura. Por eso la discriminación sigue existiendo allá diez años después.
¿Y qué pasa cuando llega a Alicante?
Cuando llego a Alicante y voy a la asociación veo que estos juegan parqués los sábados. Y cuando yo ya llevaba tres sábados jugando parqués, que era demasiado en la vida, les digo "¿no podemos hacer otra cosa que no sea jugar parqués?". "¿Cómo qué?", me preguntan. “Qué se yo, una charla sobre cómo mamarlo bien, por ejemplo”, les digo. "Y tú la darías", dicen, y yo dije: obvio. Bueno, pues de cinco o seis que jugaban parqués han llegado cuarenta a la charla (risas). Es como si estas organizaciones supieran que tienen que reunirse, pero no saben para qué.
La gente quiere cosas útiles. Ellos tienen un proyecto de trabajo con mujeres trans en el mercado sexual y claro, eso nadie lo quería hacer porque hay que trabajar en las noches, pero a mí me parecía genial porque me servía para mi tesis. Pero además porque es un acercamiento directo a la gente en la calle de noche, que era un tema que a mí me apasionaba y además me pagaron por hacerlo. Les presento mi currículo y me dicen que no me pueden contratar porque es demasiado alto pagarme lo que correspondería a mi formación. Me dicen que por qué no recorto mi hoja de vida y dejo sólo una licenciatura, y yo acepté. Eso ya me permite vincularme con la gente que no cree en las organizaciones, que tiene otras necesidades vitales. Llegado diciembre hay asamblea y quedo como coordinador general en la asociación en la que acabo de aterrizar. Soy coordinador por tres años y hago una cosa que a la gente le parece muy rara y es que hay que trabajar con la población LGBT, pero más con quienes los discriminan. Entonces comienzo a ofertar una serie de talleres abiertos a las demás ONG y comenzamos a establecer vínculos con las otras organizaciones, con los partidos políticos, con la alcaldía, y eso nos da una presencia mucho más importante en la ciudad y yo organizo la primera marcha en la ciudad. Antes de eso no había habido marcha porque todo el mundo se va al orgullo de Madrid y porque tal vez pensaban que una marcha de cuarenta no era marcha, pero yo la primera marcha que hice aquí fue con treinta y dos y la segunda con diecisiete, o sea que, si iban quince, eran muchos.
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Ahora, al regresar, ¿en qué estado encontró el movimiento LGBT en Colombia?
Veo que de todas maneras se han constituido alianzas que han permitido muchos avances y eso me parece bueno. La agenda de temas se ha ampliado, pues hace unos años era muy "gay" y no estaban involucradas las otras letras y hay una construcción Queer del discurso. Me llama la atención que hay muchos líderes jóvenes que están recuperando mi historia. Entonces yo soy como un dinosaurio vivo, porque yo les puedo contar toda la historia de primera mano. Eso sí, algunos líderes se siguen "matando" entre ellos como siempre.
Me sorprende que hay muy poca información sobre el sida en los medios masivos de comunicación. Casi nada sale y lo que sale son los desarrollos en Europa y las investigaciones sobre el medicamento inyectado, las terapias de pre y post exposición, pero no son cosas de la vida cotidiana de quienes viven con el virus en Colombia, que debería serlo. Se oculta el drama de los venezolanos que mueren por falta de medicamento.
¿Cómo fueron los orígenes del movimiento? ¿Cómo empezó a hacer parte de él?
En ese entonces yo tenía un novio francés, que fue mi primer novio. Él vino a esconderse a Colombia para que su familia no supiera que era marica. Pertenecía al ARCADIE, un movimiento marica (la palabra gay no existía), pero vergonzante de la derecha francesa. Yo era estudiante de sociología y era muy extraño este querer ocultarse, porque para mí el ocultarse nunca existió como concepto. Yo no hacía nada malo, entonces yo no tenía por qué esconderme. Era evidente que era delito en el país, pero yo tampoco me pensaba un delincuente. De modo que lo que él me dice me hace pensar que hace falta un movimiento en Colombia, pero no así como éste, sino un movimiento que le de espacios de libertad a las personas, que no se sientan pecadoras, ni sucias, ni enfermas, ni nada. En ese momento acaba de salir en Francia un texto de Guy Hocquenghem sobre la homosexualidad, que es un texto profundamente transgresor aún ahora. Yo he presentado una performance en Londres que se llama Analidad no es Banalidad y mucho está enfocado en ese texto de hace cuarenta y siete años. Es muy interesante porque el texto está en francés, lo leo con diccionario en mano.
Y bueno, yo le comento a una compañera de la universidad que estoy pensando en hacer un movimiento homosexual y un día llega a clase y me dice "Cura marica (yo fui religioso, luego hablaremos de eso) los trotskistas publicaron una entrevista en su periódico a un hombre de Medellín que fundó un movimiento". Yo me comunico con los trostkistas, ellos me dan los datos de León Zuleta y me pongo en contacto con él. Lo que me llama la atención es que él se mueve mucho desde el movimiento Sexpol, que es muy radical, pues piensa que las relaciones genitales y afectivas parecen ser un estorbo en la lucha política: nos queremos todos y nos follamos entre todos y resolvemos ese problema rápidamente antes de dar comienzo a lo que que es realmente político. Eso suena muy raro y sigue sonando muy raro. Cuando uno le dice a la gente que sus comienzos políticos fueron tirando, pues suena rarísimo. Pero era muy comprensible en el discurso de León y en el mío, digamos. La otra cosa que nos hacía encontrarnos era que los dos no le dábamos mucho peso a la ley, sino más peso a la cultura y a las relaciones sociales. León era transgresor por naturaleza; nunca estuvo pensando que lo que hacía era delito, simplemente hacía lo que se suponía que debía hacer. Entonces eso era muy interesante, porque yo venía de una formación en una comunidad religiosa y parte de lo que había visto en esa comunidad era el problema del ejercicio de la libertad. La gente siempre asume que libertad y genitalidad van juntas, pero realmente no era así. Hablábamos del derecho a ser y del derecho a ser auténtico en lo que haces.
Encontrarse con León era una maravilla porque era súper culto. Entonces tu podías discutir con él de cualquier tema y siempre tenía una posición definida desde antes de hablar contigo, entonces era riquísimo. Y claro, al principio el movimiento tuvo ese matiz muy teórico. Incluso nosotros hicimos un movimiento propio, porque León hizo el de Medellín, pero donde primero se hicieron las reuniones grandes fue en Bogotá. Nosotros creamos acá junto con Manuel Rodríguez y Leonardo Vidales un proyecto que se llamaba Heliogabalos, un proyecto sobre arte y homosexualidad y éramos transgresores. Hacíamos antiarte, antidanza, antiteatro, yo a la vez estaba en la escuela de teatro y eso fue una manera de acercarse al performance, aunque no se hablaba mucho de eso en esa época. Pero yo hice muchas cosas que, viéndolas ahora, eran performance.
Entonces ahora yo siento que ese movimiento cultural de reflexión sí está teniendo un peso. Pero yo creo que a la gente le convence mucho más como discurso, no como práctica. Y eso genera mucho conflicto porque hablar es más fácil, por eso a la gente le gusta más el sexo oral...
Y ¿cómo fue ese movimiento en sus inicios?
Nos reuníamos en una biblioteca cristiana que se llamaba Emanuel Mounier y éramos un "grupo de filosofía". Por supuesto las reuniones eran clandestinas porque en ese momento la homosexualidad era delito, aunque nunca nos pensamos clandestinos. Estamos hablando del 77 hasta el 80, 81. Casi cuatro años estuvimos en la biblioteca. Luego tuvimos una segunda etapa que fue muy diferente porque nos reuníamos en el Parque Nacional, que era un espacio de ligue. El espacio nos permitió hacer otro tipo de actividades. Yo recuerdo que una de las primeras cosas que yo hice fue aprovechar mi información como actor en la escuela de arte dramático para enseñarle a la gente a hablar en público. Yo pensaba que los activistas tenían que saber echar discursos porque había que tomar la plaza pública, ir a los sindicatos, ir a los bares a echar discursos. Yo lo hice también. Era una manera más cercana al movimiento francés comunista, que a los movimientos norteamericanos en que el liderazgo se construía de otra manera. Posteriormente vino la tercera etapa con la revista Ventana Gay.
Desde Ventana Gay y una vez se despenalizó la homosexualidad, decidimos hacer el 28 de junio 1982 la primera marcha homosexual en Colombia. Por las 32 personas que marchamos la policía nos envió a 100 de sus agentes a acompañarnos. Nos hicieron una calle de honor por el andén de la carrera séptima porque no nos permitieron andar por la mitad de la calle. El lema fue "Saltemos por la ventana". El recorrido se inició en la Plaza de Toros de Bogotá y culminó en Plazoleta de las Nieves. La siguiente marcha también fue pequeña, sólo 17 personas, pero fue el germen de las marchas que se hacen hoy.
¿Cómo era la dinámica en la biblioteca?
Era muy divertida. Nosotros simplemente llegábamos los sábados a partir de las dos de la tarde y nos reuníamos hasta las seis. En promedio íbamos cuarenta y hasta setenta personas a las reuniones y era muy cambiante el grupo. Había mucha gente joven, pero hubo un grupo más permanente de maestros universitarios, de artistas y de intelectuales. Aunque estos se desencontraban los unos con los otros, porque las reuniones (por lo teóricas) eran posibles desencuentros (risas). Estaba Guillermo Cortés, que era maestro de la Universidad Católica de psicología y derecho y que era como el teórico en el tema de lo emocional y en el derecho. Con él estudiamos que la homosexualidad era delito en Colombia. También profundizamos temas que atraían a otros com las relaciones con la iglesia o las distintas explicaciones del origen de la homosexualidad. Todo eso creó las bases para reflexiones posteriores, sólo que estos temas siguen siendo un discurso de gueto y no es del interés de todas las personas.
¿Cómo se vivía esta cuestión del delito?
Cuando salíamos de las reuniones no salíamos todos juntos, porque era evidente que habíamos salido de un "maricomio", porque sólo eran hombres, no había mujeres. En Colombia hubo maricomios en los que se practicaron terapias aversidas y por eso ahora hay curadores y ex-homosexuales. Las mujeres llegan hasta 1982. Hasta entonces era un discurso muy masculino. Era muy particular porque muchos eran muy amanerados, tenían una homofobia interiorizada y les tenían mucho temor a las plumas. Y bueno, por eso me vetaron. A mí me echaron del movimiento homosexual. Cuando la gente iba a hablar ponía voz de macho, entonces yo decía que el discurso, por tener un tono masculino no era más discurso, y empecé a ser más amanerado que de costumbre y cuando opinaba era aún más acentuado mi ser marica. Eso a algunos les molestaba muchísimo y me vetaron, porque eso era como aceptar lo más excluyente de los homosexuales, cuando a mí me parecía lo más político. Al sábado siguiente yo me paré frente a la biblioteca con una pancarta que había mandado hacer y que decía <<Ser marica es cosa seria. Es cuestión de hombres>>. Ellos me pidieron que quitara el cartel y yo les dije que no, que yo no era miembro de esa organización, que a mí me habían echado y que yo podía poner carteles donde a mí se me diera la gana. Y bueno, el miedo a que llegara la policía o que lo vieran los de la biblioteca los obligó a dejarme entrar otra vez. Duré fuera una semana, el tiempo necesario para hacer el cartel.
¿Cómo vivía un hétero, por ejemplo, en los bares, las militancias de la homosexualidad?
La cosa es que yo nunca lo vi como extraño, yo nunca tuve un problema familiar por eso. Un día voy por la calle y me encuentro a José Fernández Gómez que presentaba el Noticiero a las siete en la televisión y le digo "oye, en Colombia hicimos algo que yo creo que es noticia. Fundamos un movimiento homosexual". Y me dijo "ah, tu eres gay. Sí, eso es noticia ¿Puedes ir conmigo al noticiero?" Y me fui con él. Como yo no hacía nada malo, allá simplemente hablo de que creamos un movimiento. Mi madre estaba viendo el noticiero y le pregunta a mi hermana: "¿Y este por qué sale ahí diciendo eso?" Y mi hermana le dice: "Porque aquí nos enseñaron a pelear por lo que nos interesa y a él le interesa eso". Por allá a los dos años me pregunta si las mujeres también son así. Digo esto porque el que tú no te sientas ni enfermo, ni raro, ni antisocial, ni delincuente y que tu familia no te rechace hace que tú fluyas en el mundo con mucha tranquilidad. Creo que el hecho de que la gente tenga que vivir en el closet hace que la vivencia sea tan difícil y tan complicada. El hecho de que yo haya llegado al descubrimiento del cuerpo de manera fácil, con ternura, digamos, aun cuando teóricamente estuviéramos en dos rollos distintos con mi novio francés, fue bastante significativo. Eso fue para mí un aprendizaje de cómo deberían ser las relaciones. Claro, cuando yo termino con él es muy extraño que yo no sé cómo es la vida gay y con esto se fortalece la idea del movimiento. Lo que él decía era terrible y yo decía que debía ser distinto. Pero yo no conozco los bares, no sé dónde se liga porque en esos tres años nunca conocí a otra persona homosexual. Pero cuando acabas la relación y te das cuenta de que necesitas a alguien y te das cuenta de que todos quieren, sólo follar, tú dices: uy, ¿y no es posible construir los afectos? Eso me dio una mirada distinta, además del hecho de no tener que esconderme.
¿Cómo fue construir un movimiento que hoy —podría pensarse— ya no es tan masculino como hace 30 o 40 años?
Yo creo que eso no es cierto. Yo creo que los movimientos siguen siendo muy falocráticos, muy masculinos, muy machos y muy musculados. Los cuerpos delgados, por ejemplo, no son atractivos en esta cultura marica;hay preponderancia de la cultura del músculo y del pene grande, porque además muchos de los imaginarios sobre el deber ser del cuerpo y de las relaciones están atravesados por la porno imagen, donde no hay actores delgaditos de pene pequeño. Todo el mundo cree que para "ser" tiene que ser como el estereotipo, y si para serlo tiene que ir al gimnasio y llenarse de esteroides anbólicos, pues lo hace. Cuando vas al orgullo, a los que fotografían, a los que todo el mundo mira, es a estos cuerpos musculados...Bueno, también a las trans y sus tetas luchadas, trabajadas y construidad políticamente, pero a esas las rechazan algunos que dicen llamarse líderes.
Y el hecho de ser amanerado, ¿hoy cómo lo ve?
Bueno, yo nunca tendría un novio totalmente macho, no me cabe en la mente. A mí me encanta la gente que tiene plumas, por darle algún nombre. Como yo no tengo miedo al rechazo social entonces puedo andar con alguien amanerado no me crea conflicto, porque el otro no es una extensión de mí y porque yo no soy en canon del macho. Yo soy un sujeto extraño, es decir, yo ahora tengo el pelo azul, pero yo tenía el pelo rosado hace veintidós años y eso sí era raro. La gente hoy me pregunta que si tener el pelo azul me preocupa. Yo me sorprendo de que después de 22 años alguien me siga diciendo eso.
¿Cree que el movimiento actualmente se reivindica desde las plumas?
No. A la gente les parecen divertidísimas las transformistas, las drag queen para las fiestas de los sábados, pero no para la vida cotidiana, ni para los amaneramientos en el proceso o en el director de la organización. Hay sujetos raros como Brigitte Baptiste, por ejemplo, pero es que Brigitte es toda una personaje. Yo fui la primera persona que le dijo que participara en un evento y que hablara y firmara en femenino en un evento y publicación de bioética en la Universidad del Bosque, de eso hace catorce años. De eso hace como quince años. Cuando yo la invité la gente me decía que qué van a pensar, y yo decía: a mí que me importa lo que van a pensar si su discurso es buenísimo.
Alguna vez dijo que el movimiento gay es un gueto visible…
Lo dije porque no hay una comunidad. Es decir, sigue siendo un gueto en el sentido en que las luchas no son las luchas de una necesidad social sentida, sino las de unos líderes que sintieron unas necesidades y le hicieron pensar a los otros que también eran las suyas. Es decir, la comunidad elige sus líderes, pero aquí, en los movimientos LGBT los líderes se imponen a la comunidad. Empiezan a tener reconocimiento, pero no tienen el poder que da la base, en el sentido de que uno representa la base. Es decir, nunca se le ha preguntado a la base si eso es realmente lo que les interesa o no. Yo trabajé en un equipo que hizo la primera propuesta de ley sobre los derechos civiles de las parejas, inclusive los derechos de los bisexuales. Muchas personas me dijeron que lo que yo hacía era terrible, porque ahora iban a tener que establecer vínculos económicos con los que culiaban y pensar que si uno se enredaba con alguien tenía que heredarlo y les parecía sumamente egoísta. Cuando yo me he separado siempre he compartido los bienes con la gente. Este apartamento en el que actualmente vivo como invitado es de mi ex mi amor, pero muchas de las cosas que hay aquí eran mías. No era una cosa para hacer en la norma y no en la vida. Un movimiento debe recoger y abanderarse de las ideas de la sociedad que se representa y estas necesidades son mucho más varíadas que las de la sigla: son de clase, de etnida, económicas, políticas, eróticas, genitales, de salud.
Usted fue declarado la primera víctima homosexual del conflicto armado en Colombia. ¿Cómo fue ese proceso?
Yo estaba en España como asilado. Tan pronto sale la ley yo pienso que hay que sentar un precedente y es que se reconozca rápidamente una víctima que pertenezca a una minoría sexual e inmediatamente me dirijo al consulado de Colombia en Valencia. Lo más increíble es que yo llego y la abogada del consulado no sabe que esto se puede hacer y entonces yo le digo que eso no es problema mío, le digo: "esta es la ley y por esa ley yo puedo presentar mi caso y el lugar para presentarlo es este". Llevo algunos documentos y declaro sobre mi historia. Lo más increíble es que a mí me reconocen víctima, lo que me da derecho a una indemnización, pero también a medidas de satisfacción. La cosa es que ingreso al Registro Único de Víctimas, pero no se me ofrece acceder a las medidas de asistencia y reparación. Me siguieron vulnerando porque solo después de un año de haber sido reconocido como víctima es que yo me entero del fallo. Del consulado nunca me llamaron para decir que llegó la información; es decir, hasta un tiempo después alguien se encuentra un documento viejo y me llaman y me dicen que eso está ahí. Yo decía que eso era el colmo. Pero además todavía era noticia, yo todavía era el primero y yo no le hallaba sentido a que nadie más hubiese expuesto su caso, ni que hubiera pasado tanto tiempo sin que se hubiese reconocido otra víctima en otro continente, país o a nivel nacional. No tengo el conocimiento de quienes fueron las primeras víctimas reconocidas dentro del país. Yo Convencí ese mismo día a John Romero para que presentara su caso, fue el segundo marica en ser reconocido en Europa.
¿Por qué estos hechos de discriminación hacen parte del conflicto armado?
Dentro del conflicto armado hay diferentes actores. El ejército colombiano, la guerrilla, los paramilitares y la población en general. Todos tienen en común razones para discriminar a la población LGBT. Las razones son inicialmente de carácter “científico”. La homosexualidad fue la primera enfermedad de carácter mental definida en la literatura científica y relacionada con la sexualidad. Esto hace que en muchos lugares del mundo nos asuman como enfermos. Ahora, si nos vamos al otro orden, el orden legal, en diferentes lugares del mundo y basados en la religión, que es otra de las razones de la exclusión, se crean normas que hablan de que los homosexuales son delincuentes. En España, por ejemplo, hubo la ley de vagos y maleantes, pero en Colombia se llegó al extremo; nos persiguen, nos sacan de los bares, nos llevan a Monserrate y nos bañaban desnudos con agua fría a las cinco de la mañana. Entonces el conflicto armado es sólo uno de los campos en los que se presenta la discriminación. Solo que los paramilitares hicieron limpieza social, específicamente de población LGBT, más que la guerrilla o el ejército, pero no se nos asume victima por la violencia social.
(Si desea acercarse más a este tema, puede leer el reportaje 'La clandestinidad, el activismo y la persecución de la fiesta gay en la Bogotá de los 90')
¿Cómo se vivía ese estigma en estos escenarios de conflicto?
Desde la guerrilla, por ejemplo, se relacionaba el sida con la homosexualidad y en algunas ciudades colombianas se obligó a la gente a hacerse la prueba para detectar anticuerpos ante la presencia del VIH. Sin embargo, es contradictorio porque en algunas guerrillas hubo dirigentes homosexuales o bisexuales. Entonces dependiendo del frente (porque ni aún hoy hay unidad de pensamiento) se hacía persecución o no.
Mi atentado es por parte de los paramilitares. Los que me llamaron para amenazarme de muerte y me mandaron sufragios y coronas de flores y todas esas cosas, fueron los paramilitares.
Imagino que la causa tuvo que ver tanto con su orientación sexual como con su activismo.
Sí, tuvo que ver con eso, pero también con que yo fui pionero en la prevención del sida en América Latina y eso se relacionaba con lo que aún se piensa una enfermedad de los homosexuales. También la otra cosa que hacía que yo fuera un marica peligroso, era que tenía acceso a los medios masivos de comunicación y entonces ponía el discurso de la maricada de manera permanente en los medios.
¿Cuál era el peligro que podía representar para un paramilitar el que usted estuviera ahí?
Yo creo que el peligro es ideológico. Es decir, uno atenta contra el deber ser de la sociedad para los hombres, para quienes la piensan desde lo macho, masculino, falocrático y heterosexual. Lo peligroso en poderse comunicar con la población de a pie, contarle que tenemos derechos y crear el espacio de empoderamiento a otras personas en la “comunidad” LGBT.
¿Cómo llega al problema del Sida y cómo empiezan las campañas de prevención?
Eso es a finales de 1982. Yo estoy en la Revista Ventana Gay en esa época y teníamos intercambio con revistas norteamericanas y nos empiezan a llegar artículos sobre "el cáncer de los homosexuales", porque realmente no se llamaba Sida, sino inmunodeficiencia relacionada con los gay. A mí me llama la atención ese "cáncer de los homosexuales", pero lo que más me marcó es que yo conozco a dos personas que han llegado a morir a Colombia y que tienen esos síntomas.
Digamos que por un lado estaba el discurso, pero por el otro la evidencia. Yo pienso que eso es importante y empiezo a pedir más información. En ese tiempo (1982) la facultad de enfermería de la Universidad Nacional está haciendo una investigación sobre incidencia en enfermedades de transmisión sexual y yo planteo la necesidad de investigar sobre la población homosexual. A ellos les parece que es una población muy difícil y yo le digo que sí, pero que yo los conozco y que yo puedo hacer muchas entrevistas y acercarme al tema. Dentro de lo que propongo está mirar las diferencias que hay entre la población homosexual y la población heterosexual. Como parte de la investigación empiezo a visitar a diferentes médicos a los que, básicamente, insinuaba que tenía gonorrea en el culo y entonces los médicos me contestaban cosas terribles y siempre me mandaban al centro de atención de enfermedades de venéreas que era el lugar al que quienes iban eran principalmente trabajadoras sexuales. Al mismo tiempo aparece un artículo sobre una persona que muere con Sida en Colombia, que es una mujer que ha sido trabajadora sexual en Holanda. A mí eso me sorprende porque todo lo que yo había leído era sobre maricas, pero la primera persona que muere en Colombia es una mujer y rápidamente se mueren otros hombres. Entonces pienso que esto hay que trabajarlo. Voy reuniendo información y en 1983 ya voy a los bares de maricas a hablar del tema. En el 86 la secretaría de salud cree que esto es importante y buscan al peluquero que trabaja sobre el tema, porque ellos hacen la relación de marica es igual a peluquero y me buscan en todas las peluquerías de Chapinero donde, por supuesto, no me encuentran. Lo más increíble es que la persona que me estaba buscando era amiga de mi hermana. Entonces de pura casualidad le dicen en una peluquería, Manuel no es peluquero, pero él viene aquí a que le corten el pelo. Le dan mi dirección y da conmigo. Luego el ministerio de Salud cree que hay que hacer algo en Colombia y los únicos que parecen tener algo son los de la secretaría de salud de Bogotá. Llaman a la secretaría y ellos dicen "realmente el que sabe es Manuel y él tiene los contactos". Y así llego a trabajar con el ministerio.
Y fue pionero en la prevención de la infección por el VIH…
Yo no sabía que era el primero en Colombia, no sabía si había otra gente trabajando realmente, pero lo que menos tenía idea es de que era de los primeros en América Latina. A mí me invitan al Congreso Mundial de Sida en Montreal y allá descubro que soy el primer miembro de la sociedad civil que habla en representación de América Latina en el congreso. Eso me da cierto relieve, pero también es un espacio que yo aprovecho para proponer a la OMS que haga acciones para la sociedad civil. Ellos consiguen fondos de la fundación Ford y yo viajo por distintos países en América Latina formando gente y buscando equipos de salud y personas u organizaciones de homosexuales para crear los primeros grupos trabajando en el tema.
¿Qué acciones con respecto a la prevención había en Colombia?
Básicamente lo que hacíamos era llegar a los bares para informar, pero también Guillermo Prada, médico de la Fundación Santafé de Bogotá, necesita personas que se hagan la prueba, porque ha conseguido una serie de pruebas de ELISA. Yo lo que hago es ayudarlo a conseguir a las personas. El 12% de los 400 hombres homosexuales que llevamos ya tenían el virus. Yo pienso que es necesario hablar en los medios del tema; yo logro que, por primera vez en la televisión, un programa invite a una persona viviendo con el virus para contar su testimonio; él mismo me lo había sugerido. Esto es una novedad también mediática y es por Germán Castro Caycedo y su programa Enviado especial por el que recibo mi primera amenaza de muerte, fue a través de Germán que también la recibió. Nos exigen que no hagamos un segundo programa, pero nosotros pensamos que esto es importantísimo y lo hacemos.
¿Cómo fue esa primera emisión?
Bueno, una de las cosas que dice el personaje invitado es que ha tenido relaciones con jerarcas de la iglesia católica (risas). Otro asunto fue que el Sida ya tenía cara en Colombia y que había médicos trabajando en el tema, que estuvieron en el programa, y un marica que hacía prevención, que era yo. Eran muchas cosas las que se juntaban y hacían que esos programas fueran importantes y que llegaran a mucha gente, porque el rating era altísimo.
Usted habla de que el trato por parte de los médicos no era el mejor. ¿Cómo era eso?
Cuando el primer paciente llega a la clínica Santa Isabel y se enteran de que tiene Sida, lo sacan a la calle con todo y cama y queman el colchón. Luego ese paciente va a la clínica del seguro social, a la San Pedro Claver y bueno, lo dejan mucho tiempo sin atender. El chico ya tenía los primeros síntomas, una diarrea profusa y estaba cagado por horas, hasta que llega la madre y se van a la fundación Santafé para ser atendido, donde también hacen todo un protocolo de bioseguridad y con razón, porque no se conocía sobre el tema. Ellos entienden que los colchones no hay que quemarlos y que este es un paciente que implica un riesgo de bioseguridad como cualquier otro paciente. Eso hace que ese hospital sea un punto de referencia, pero en la medida en que el seguro social se da cuenta de que es carísimo que lo atiendan en otros hospitales se vieron obligados a cambiar sus propios protocolos de manejo.
A mí me sorprende que cuando yo me fui a España teníamos un programa en que a la gente se le daba condones, incluso algunas veces les dimos lubricantes, se hablaba mucho del tema, yo viajaba cantidades por todo el país haciendo talleres de formación, tenía el apoyo de la industria farmacéutica. Pero todo eso se ha caído.
Yo creo que [en Colombia] se necesita —y aquí voy a ser un poco prepotente— un hijueputa escandaloso como yo. Es decir, alguien que pelee, que vaya a decir a la prensa cosas horribles, pero que son la verdad, que las diga con un respaldo científico y con una posición política muy seria. Yo creo que hay líderes buenos, pero lo que siento es que aquí parece ser que sólo hay unas vacas sagradas en el tema de la maricada y del Sida que no son muy explícitos en estas discusiones.
¿Qué lugar tiene el arte dentro de su activismo?
Yo hacía artivismo y performance desde antes de saberlo, antes de enterarme de que se llamaba así. La primera vez que yo doy con la noción de performance es en 1998, si no estoy mal, cuando la defensoría del pueblo nos invita a una acción el 10 de diciembre, que es el Día internacional de los derechos humanos, y nosotros les proponemos trabajar el tema de los derechos humanos entendidos como derechos sexuales y su relación con el sida. Yo soy uno de los pioneros en unir los derechos sexuales a la población LGBT, porque antes únicamente se hablaba de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y no del resto de personas. No significa que no me interesen los derechos de las mujeres, pero me interesan especialmente los de la población homosexual. Lo que hago es ampliar el discurso a la población LGBT, no me invento todos los derechos sexuales, tan solo algunos. Nosotros desde la Fundación Apoyémonos hemos conseguido un fondo de la agencia de desarrollo educativo de los Estados Unidos para hacer una serie de carteles y lanzarlos ese día. El primero de diciembre lanzamos una revista que difundimos con El Espectador. Pusimos 256.000 condones en hogares colombianos incluidos en una revista que tenía información de cómo usarlos y en la que hablábamos de los derechos humanos y sexuales de quienes viven con el Sida. La defensoría trae como mínimo una persona de cada alcaldía del país y los reúne para una formación en la Luis Ángel Arango. Ahí tenemos la oportunidad de informar a estas personas y hacer una actividad de sensibilización en la que presento una performance que se llama ‘Raquelita duerme, sexo seguro’. En ese momento yo, que soy un activista, encuentro artistas que se sorprenden de que un activista haga performance. En ese momento no me considero artivista, pero ya entiendo que desde el arte se puede hace activismo.
Ya estando en España presento una performance que se llama ‘Aunque no me veas, aquí esToy’, en que me levanto por la mañana y no tengo claro si quiero ser masculino o femenino y entonces decido que no hay que tomar una decisión, sino que voy a ser la mitad y la mitad. Entonces hago un personaje que vive la feminidad y la masculinidad al mismo tiempo. Ahí yo me doy cuenta que desde el arte se puede llegar a reflexiones más fuertes que desde el discurso teórico, porque el arte toca la emocionalidad directamente. Por ejemplo, en ésta performance yo tengo una parte en que me invento una carta que me envía mi madre y una mujer del público me dice: “usted lo que debe hacer es matar a su mamá”. Y yo le digo: “pero, usted quiere que la ahorque, que le dé un tiro”. Y me dice que no, que la mate en mi mente porque tengo derecho a ser feliz y es una señora como de setenta años y yo quedo sorprendido porque, claro, la señora me ha roto los esquemas. Fue genial porque yo me di cuenta de que la gente se mete en la performance y que el arte tiene un peso específico y empiezo a pensarme como un artista que hace un discurso político sexual a través de su obra. Cuando me encuentro por la casualidad la palabra artivista veo que me define y la empiezo a usar.
¿Qué lugar ha tenido el arte para el movimiento acá en el país?
En Colombia ha habido siempre una historia relacionada. Es decir, si tú miras la obra de Luis Caballero, Miguel Ángel Rojas, Wilson Díaz, Ruvén Afanador, Lorenzo Jaramillo, Raúl Gómez Jattin o de Felix Ángel y de algunos otros, son bastantes los artistas colombianos, incluso con proyección internacional, que hacen de su obra un discurso político marica. En la pintura, en la fotografía, la literatura, algunas cosas en el cine o en la danza. La gente sí había tenido esa aproximación, pero esta vinculación de las mismas organizaciones LGBT no la recuperan como una manifestación en el sentido de que esos artistas no son militantes. Tal vez mi aporte es ser un militante con un discurso que, además, es transgresor de lo mismo LGBT.