Hueso Sólido: del origen del writing en Bogotá al re-sentido del grafiti
Este hombre fue testigo de los hervores del grafiti writing en la capital colombiana, así como de los inicios del rap en barrios clave para la consolidación de la movida hip hop como Las Cruces y el 20 de julio. Hoy, tras décadas de dominio del aerosol y de ganarse un espacio respetado en la escena nacional, Hueso Sólido está próximo a inaugurar Re-Sentidos, una exposición que intenta generar un panorama de los artistas, los agentes culturales y la comunidad artística.
Cuando era niño, el papá de Hueso Sólido se escapaba de la casa de su familia para irse con el circo. Hasta que un día se quedó en el circo. Nunca llegó a payaso y esa profesión se convirtió entonces en un anhelo frustrado. Y, cual padre que se niega al fracaso, quiso ver esas frustraciones realizadas en la figura de su hijo, por lo cual le pidió: uno, que siguiera sus pasos, y dos, que llegara más lejos, que fuera payaso.
A principio de los noventa, rondando los diez años de edad, Hueso Sólido era tan solo Fabián Rico, uno de los tantos pelados que entonces se pateaban Bogotá en la constante búsqueda de una estética y unos intereses propios. Él, dice, tuvo la fortuna de frecuentar el Teatro Embajador. Salía de su casa en Ciudad Bolívar, donde creció, y se dirigía hasta este lugar del centro de la ciudad en el que se reunían su papá y otros artistas de circo. Allí, ya con el interés que le habían generado los bailes propios del house, y la música de la banda belga Tecnhotronic, se acercó al breakdance. Bailando empezó a compartir con parches en los que coincidían chicos como Ómar Bam Bam (quien se convertiría años más tarde en el pionero del hip hop bogotano y fundador de la legendaria banda Contacto Rap).
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En el Teatro Embajador, epicentro entonces de la movida breaker de Bogotá, Fabián bailaba coreografías con sus amigos y primos. Así puso los primeros cimientos para construir a su alrededor un círculo social de jóvenes que se desfogaban con la danza. Al movimiento corporal le siguió un acercamiento a la cultura hopper y las ansias de llenarse de conocimiento. Un amigo del Colegio Técnico San Francisco, donde estudió, le pasaba cintas de VHS, revistas de hip hop y películas como Breakin 2: Electric Boogaloo, un musical estrenado en 1984 y que en su elenco tenía al rapero ICE –T.
A la par, en diferentes focos de la ciudad como Las Cruces, el 20 de Julio y otros barrios del centro, del sur y hasta del norte de Bogotá, empezaban a reclamar su lugar agrupaciones en las que se condensó una creciente oleada de rap: Gotas de Rap, Reyes del Rap, Contacto Rap, La Etnia Rasta —después La Etnnia—. En Ciudad Bolívar, cerca de Fabián, estaba Peligro Social. Este grupo de rimadores contra el consumo de drogas y la violencia, problemáticas desde entonces habituales en la localidad, se convirtió en su principal referencia. El show de Peligro Social quiso agrupar todos los elementos del hip hop y ahí apareció en escena el grafiti. Apareció, también, Hueso Sólido en el escenario urbano. Sus inicios en los muros se dieron, por supuesto, con el grafiti writing —o grafiti hip hop o grafiti rap o simplemente “letra”, como prefiere llamarlo él mismo—. A esta corriente del grafiti Hueso Sólido se refiere como “el papá de los pollitos” dentro de la movida. “A la letra se le agradece que esto se expandiera, es la pionera. La letra es la punta de la pirámide”. Se enamoró del writing, embelesado también por el show que se manejaba en esa época, siempre ligado al rap. En esta forma de arte urbano las letras son el centro y se convierten en una especie de código, de mensaje cifrado. “Durante décadas (especialmente en los noventa) el writing fue la forma de grafiti más popular, aunque limitada a un nicho especializado, pues no gozaba de la aceptación que tiene hoy en día”, escribe el artista urbano SAGA en Hablando desde los muros: Miradas al grafiti en Bogotá (2015).
Y ahí se coló Hueso Sólido, pues el camino iniciado en la danza, con el breakdance, no podía llevar a otro destino que no fuera el grafiti rap. “Me empezaron a presentar como el grafitero. Le perdí el interés a hacer break y me enfoqué más en el grafiti. Yo tenía una facilidad para dibujar y me puse a pintar y a pintar. Primero empecé motivado por mi ego, impulsado al ver que tenía el estilo para crear una pieza con mi nombre. No era el simple hecho de hacer un muñequito, se complementaba con una pieza en letras, buscando un estilo propio”. Siempre de huesos largos, nariz igualmente larga, y flaco y alto, empezó a firmar sus primeras piezas como ‘Cofla’, mote que con los años se endureció en el de ‘Hueso Sólido’. Hoy, a los 38 años, todavía mantiene esa chapa.
Con la seguridad que le daba el dominio del aerosol y la brocha, Hueso Sólido se puso a pintar en festivales de hip hop, una práctica que entonces, en esos escenarios, no era muy común. Muchos jóvenes bogotanos, cercanos a la movida rap como él, le dieron fuerza al grafiti writing, tal y como estaba siendo adoptado de Estados Unidos. Desde el norte del continente llegaban libros como Beat Street o Subway Art, también documentales como Style Wars, y revistas neoyorquinas dedicadas al grafiti, según lo recuerda el artista urbano Ospen en Hablando desde los muros: Miradas al grafiti en Bogotá (2015). Hueso Sólido, apoyándose en su incipiente talento y sus ganas, se unió a una primera camada de grafiteros en la ciudad, cuyos integrantes podían ser contados con los dedos de las manos: Punto Exe (fundado por WAPZ y ARK y al que después se unieron Hueso Sólido y SAGA), R.O.S Crew, TAB 29, Team 45, GP Clan, Ink Crew o Most Cru. Él, al igual que todos en esa primera erupción de artistas urbanos, y como lo recuerda Ospen, “se propusieron a mostrar el grafiti con pocas herramientas y poca información. Sus muros atrajeron a muchos jóvenes, quienes se fueron vinculando a esta movida e hicieron que esta cultura tuviera más fuerza”. También habla Ospen de los muros que, durante esos años, se convirtieron en piedra angular de los inicios del grafiti: el de La Concordia, en el centro de Bogotá, el de tubos Moore, en el 20 de Julio, el del Club Activos, en La Victoria, y el caño de la calle 119, en el norte de la ciudad.
Para darse a conocer, además de patear las calles y azotar los bares de farras de rap organizadas por parches como Sombra Producciones y Makkia Clan en sitios de la 46 con Séptima o en la discoteca Sur (39 con 17) o en el bar Atlántida, entre muchos otros lugares, tocaba pintar, pintar mucho y pintar sonoramente. Y así se lo propuso Hueso Sólido: pintar sin dejar indiferentes a los demás.
A finales de los años noventa, todavía con la vena del payaso dándole saltos en el cuerpo, Hueso Sólido se paraba en un semáforo de la avenida Pepe Sierra, en el norte de Bogotá, y hacía malabares con clavas para así tener un ingreso, un desvare para poder comprar sus latas. Por las noches, después de pasar el día en los semáforos, tirando al cielo las clavas, encandelillándose los ojos con el sol, pidiendo monedas, se movía al puente de la Autopista Norte con 116 a pintar. Eran sus primeras pintadas serias. En una ocasión, debajo del puente, vio que el parche R.O.S. Crew —del que hacían parte los ya respetados Yemeko y Beek, entre otros escritores de la época— había hecho un grafiti hermoso, pero que al lado, también en la pared roída de la estructura del puente, había un espacio libre para complementar. Entonces Hueso Sólido se lanzó a pintar. Él estaba feliz de haber pintado un grafiti al lado de R.O.S Crew, tipos que, como recuerda SAGA, “elaboraban piezas con colores y estilo propios, y en lugares que inspiraban, como puentes y otras superficies sobre avenidas. En relación con el grafiti ilegal, estos escritores eran los más sobresalientes”. La felicidad que sintió Hueso Sólido no fue gratuita: su pieza, con su firma, estaba al lado de una de las firmas que en ese momento tenía más fuerza. Pero la historia, antes de llegar a buen puerto, tuvo un momento de amargura. “Unos días después de haber hecho la pintada, volví al puente con un amigo: alias ‘Terry’. Era un tipo digamos que ‘caliente’, que andaba siempre con dos perros pitbull gigantes. Llegamos al lugar y estaban Beek y Yemeko tapando mi grafiti.” Ellos, al ver los perros, se pusieron pálidos, según recuerda hoy Hueso Sólido. Él, molesto por ver su grafiti tapado, les dijo que solo pretendía armonizar, que había espacio y que la vuelta no debía consistir en eso. “Después de eso ya hubo cierto respeto, ya ellos supieron que había otro tipo pintando: el Hueso. Tras esa experiencia, aprendió una lección que mantiene hasta hoy en su discurso: “El grafiti no es estar en rivalidad: el grafiti es armonizar. La rivalidad es con uno mismo. Si uno se pone a seguirle la patanería a otro, el que no trasciende es uno”.
A alias ‘Terry’ lo conoció en El Cartucho. “En el bajo mundo”, dice. Andaba para arriba y para abajo con él, enseñándole a pintar. Los demás que estaban pintando en ese entonces, al ver que Hueso Sólido se metía en El Cartucho, empezaron lo que él entiende hoy como una campaña de desprestigio: “No se metan con el Hueso”, “el Hueso es bazuquero”, “el Hueso es una mala influencia”, “el Hueso los puede robar”. Ese mensaje era el que le estaba llegando a un segunda ola de jóvenes que, a finales de esa década y principios de los dos mil, empezaba a incursionar en el grafiti. En esos grupos, identifica hoy Hueso Sólido, había mucho afán de ego, de rivalidad, de ponerles limitaciones a otros, de “arrumar al paciente para sacarlo de la escena, para que no siguiera trabajando”. Hueso Sólido vio a estos nuevos grafiteros saliendo de “ambientes más acomodados, más gomelos”, que trataban de apartarlo a él del grafiti, “en vez de crear familia”. Pero ese resentimiento, como lo ve él, fue lo que le hizo cogerle más cariño a la pintura: “Si me están montando una rivalidad, sin yo quererla, pues la juego”.
Así como conoció a alias ‘Terry’, algo normal entre tantas caminatas por la ciudad, y uno que otro paso en falso, si se quiere, Hueso Sólido también se cruzó en el camino con gente que le aportó más a su arte, como Vanessa Gocksch, ‘Pateperro’. En ese momento, ‘Pateperro’, hoy integrante de la agrupación Systema Solar, hacía un documental sobre hip hop en Colombia. Ella le entregaba revistas en las que Hueso Sólido veía las pintadas que se estaban haciendo en ciudades como Nueva York o Berlín, y le regalaba las primeras boquillas que se trajeron al país para pintar. También fue Vanessa la que contactó a Hueso Sólido para que la ayudara como guía de dos grafiteros del legendario TATS Cru, que iniciando la década de los dos mil visitaron Bogotá. Una visita, dice Hueso Sólido, que revolucionó el grafiti en la ciudad.
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TATS Cru (cuyas siglas se refieren a Train Art Theatre), empezó a operar en el Bronx de Nueva York y, con los años, terminaron trabajando murales publicitarios para artistas hip hop como Fat Joe, Big Pun, Nas, Nelly, JLo o Missy Elliot. “Los tipos, HOW y NOSM, dos rubios gigantes, querían entrar a El Cartucho y Vanessa me llamó porque sabía que yo me la pasaba allá metido. Incluso en una época yo ‘taquillaba’ (es decir: vendía) allá. Justo a la entrada de El Cartucho, los de Tats Cru hicieron un throw up hermoso y yo pinté ahí, al lado de ellos”. Como ambientación para recibir la visita de estos referentes internacionales, el evento de pintada incluyó música de los DJs Fresh y Katz. También, con sus aerosoles, Hueso Sólido fue uno de los grafiteros invitados al Foro Social Mundial 2006, en Caracas, Venezuela, entonces con Hugo Chávez ocupando el Palacio de Miraflores. Para ese evento, organizado por movimientos en pro de una globalización diferente, se les dio un espacio a otras formas de expresión, siendo el arte urbano una de las que tuvo presencia. El eje central del evento era resaltar la libertad y la autonomía de los pueblos latinoamericanos. En este intercambio cultural, además de Hueso Sólido, estuvieron presentes tres grafiteros venezolanos —Burner, Kane y OSK— y otros dos colombianos —Joel y Some—. En la Plaza de Bolívar de Caracas, recuerda Hueso Sólido, les dieron comida y hospedaje, les regalaron los aerosoles, y cada grafitero pudo pintar lo que quiso. Es la única vez que ha pintado por fuera del país. “Al final de la jornada el balance fue muy positivo, las diferencias en los estilos de los artistas son bastante pronunciadas, lo que parece atraer aún más al peatón desprevenido. Cada quien saca sus conclusiones de la obra abstracta, pero en lo explícito el mensaje es claro: LIBERTAD”, escribieron los grafiteros tras el evento.
Y es esa libertad, libertad de expresión, la que precisamente ha estado persiguiendo Hueso Sólido en sus pintadas, en su proceso. Su proceso, dice, empezó con represión, lejos de cualquier posibilidad de libertad, y ahora, en este momento, está en etapa de fortalecerse de nuevo. “Las primeras manifestaciones de exclusión surgen en la casa: a mí me querían forzar a ser payaso, porque mi papá no había logrado serlo. Me tocaba trabajar obligado con él en su oficio de artista de circo. Cuando conocí el grafiti fue un re-sentido. Yo estaba reprimido por una vuelta, a la que estaba obligado por presión y encontré una (el grafiti) a la que llegué por pasión”. En esa búsqueda, cada grafitero tiene su proceso: de la calle a la academia y galerías —como sucede por lo general— o de la academia y galerías a la calle. El de Hueso Sólido ha sido el común a mucho otros artistas urbanos de la ciudad: “Mi orden fue gaminear y gaminear, hasta que me dijeron que me pellizcara, que me metiera en otras cosas. Me tocaba pellizcarme, aprovechar mi talento, y poner mi parte artística para conceptualizarla. Volverme académico”.
Así, después de calles y calles caminadas, de mucha suela gastada en sus muchos Adidas Superstar, Hueso Sólido se apuntó a un técnico profesional en artes plásticas, en la Escuela de Artes y Letras. Empezó a estudiar, dice, hace diez años, pero no se avergüenza de la década pasada en las aulas: “Nadie me ha colaborado con mi causa, en eso soy bastante cerrado. Lo que he fabricado de mí, lo he fabricado a partir de mi propio producto”. Para su proyecto de grado, Hueso Sólido se fijó en lo que él ve es una pérdida en el sentido de lo que es el grafiti, “por estar pensando en hacer más que el otro, por estar siempre haciéndose notar sin pensar en los demás, que están en lo mismo. Si nos queremos mostrar, ¿por qué no mostrarnos todos?”. Por eso mismo plantea que el objeto de su exposición, pensada como proyecto de grado, es que “quepan todos”, “que se le vuelva a poner el mismo sentimiento de cuando se empezó”, “que se reconstruya la mirada hacía unos saberes artísticos que no son posibles sin la exclusión”.
En Bogotá el ojo ya está acostumbrado al grafiti, es una realidad y, lo que incómoda de eso a Hueso Sólido, es el afán de muchos por montársele al otro, “el afán de ego”, asegura. “Están los que se acaban de comprar dos latas de aerosoles, hacen un muñequito, y ya con eso se sienten súper grafiteros y van y tapan a SAGA, o a Pez, a manes grandes. Eso está pasando mucho y el vandal no es cagársele la pieza al otro, menos a tipos que les pueden dar tres vueltas”. Para él, en Bogotá ya debe superarse esa rivalidad, y se le debe apuntar a construir una familia grande, en la cual lo importante sea consolidarse de forma colectiva y no individual. De paso, lo que propone Hueso Sólido con su exposición Re-Sentidos (la cual se inaugura el próximo 13 de junio y tendrá como escenarios tres lugares: Espacio Proyecto Chanejo, Lavamoatumba y Bogota Graffiti) es generar un diálogo entre la galería (el cubo blanco) y la calle, que exista inclusión, divulgación y multiplicación del grafiti. “Es un diálogo desde la marginalidad del grafiti y desde la aceptación institucional del mismo”. También, claro, quiere volver a pintar en la manera en que “debería estar haciéndolo”, re-enamorándose él mismo de la vuelta y rencontrando ese sentido con el que ya hace más de veinte años empezó a dejar sus letras por todo Bogotá.
Y en todo caso, dice, el payaso que su papá quiso que fuera no está muerto, ni mucho menos enterrado. Hueso Sólido todavía anda con sus clavas dentro de una mochila. Se para en los semáforos de la ciudad, y de otras ciudades, a hacer sus malabares. El objetivo siempre es desvararse. “Es como el que trabaja en una oficina y los fines de semana hace lo que le gusta. Las clavas son como ir a la oficina”.
Re-Sentidos consiste en una serie de exposiciones en varios espacios de la ciudad que se permean de la cultura del grafiti. Con piezas gráficas y de grafiti se intenta generar un panorama de los artistas, los agentes culturales y la comunidad artística. Re-Sentidos en su sintaxis pretende romper y crear un nuevo significado que no es más que volver a sentir e incluir al excluido. Re-Sentidos es, además, la tesis de grado en Artes gráficas de Hueso Sólido. Agéndese para esta exposición aquí.