El recorrido chirriado para conocer Bogotá
Más allá de La Candelaria o el Museo del Oro, la ciudad tiene una gran variedad de lugares chirriados -por lo bonitos- que usted podría visitar acompañado de los guías de Bogotá Chirriada. Esta iniciativa, que surgió como un proyecto de grado, tiene pensado un recorrido turístico en el que no van a faltar las picadas, polas, helados y juegos como la rana o el tejo.
En Bogotá la palabra “chirri” se escucha por todo lado para referirse al ñero o a lo que no tiene estilo. Muy similar al bogotanismo “chirriado”, usado para señalar que algo es elegante, maravilloso o bonito. Sobre todo entre la gente de época. Y no es extraño que estos dos términos fueran adaptados por los bogotanos en momentos diferentes, pues la capital ha estado y está inundada de sitios chirriados en los que quizás usted no repara a primera vista, ya que muchas veces pueden pasar como lugares “chirris”.
Para que eso deje de ser así y los turistas y locales se empiecen a fijar en estos puntos de la ciudad, existe desde hace un año Bogotá Chirriada, que ofrece un recorrido turístico enfocado en las plazas de mercados, fritanguerias y campos de tejo de los barrios capitalinos tradicionales.
Esta iniciativa de Manuela Briceño, una diseñadora industrial de la Universidad Javeriana, se diferencia de las principales guías turísticas pues no se preocupa por los museos, parques y murales de la capital sino por aquellos lugares populares, en dónde se puede vivir un intercambio cultural real con los bogotanos y sus formas de vida.
La idea nació de su proyecto de grado en 2015 y el propósito era generar turismo de inmersión con la comunidad popular de la ciudad. “Esta guía alternativa está asociada con la cultura criolla. Lo que busca es que las personas puedan interactuar con diferentes comunidades de Bogotá”, explica Manuela, que siempre tuvo fascinación por el diseño de experiencias, por lo cual decidió crear esta experiencia turística.
El recorrido tiene dos horarios, uno por la mañana (de 9:00 a.m - 2:00 p.m) y otro por la tarde (de 12:00 p.m a 5:00 p.m). En la mañana, el viaje chirriado arranca en la Plaza del Divino Niño del barrio 20 de julio, conocido por su fuerte tradición religiosa. Después sigue la plaza de mercado de este barrio, en donde la gente tendrá la oportunidad de disfrutar de la variedad de frutas que tienen los vendedores en sus puestos.
La segunda parada es en la Plaza de Mercado de la Perseverancia, ubicada en el centro de la ciudad. En este lugar, los turistas chirriados podrán escoger el plato típico que deseen, desde un caldo de costilla, gallina o una picada de papa criolla, chorizo y longaniza. El recorrido termina en la huerta urbana Santa Helena, que resulta ideal para parchar un rato gracias a su ambiente tranquilo y el conocimiento que se puede adquirir sobre el autocultivo, además de poder probar la mermelada casera y los helados de vegetales como la zanahoria o la acelga. (lea aquí Comer sano, más que una moda)
Por la tarde, la ruta empieza en la Plaza de Mercado de la Perseverancia, y así los visitantes pueden meterse un almuerzo bien bogotano. Después sigue la Huerta Santa Helena. Allí se podrá bajar la comilona con postres naturales y helados de frutas. La última parada es en Los Buracos, un club de tejo para que los asistentes practiquen uno de los deportes nacionales, originario de Turmequé (Boyacá). Este espacio es para que afinen el equilibrio, la fuerza y puntería y para que hagan explotar la mecha. Todo acompañado de una pola, carranga y música popular. Y como no, el recorrido, ya sea el de por la mañana o por la tarde, se hace a bordo del Transmi.
“Hay que recuperar esas tradiciones que hemos ido perdiendo poco a poco y que nos hace bogotanos. Quiero mostrar esa otra Bogotá, la de la plaza de mercado abarrotada de gente, olores, sonidos, sabores y colores”, dice Manuela. Este turismo social, que acerca a los extranjeros y a los locales con las comunidades populares de la ciudad, está en la búsqueda de nuevos sitios para que hagan parte de la cultura criolla de Bogotá. Así que no se le haga raro si en Usme o en la plaza del Restrepo ve a un grupo de personas caminando por la plaza de mercado como si fuera un museo, o a un gringo jugando rana o tejo cerca de su casa.
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