
Del pogo al toxiperro: Rock al Parque ilustrado
Le pedimos al ilustrador de la casa que brillara los taches de la chaqueta y cubriera el evento con una libreta y un marcador.
Este año se cumplieron 22 años de Rock al Parque, un evento al que llevo asistiendo sin falta desde que tengo 15. A lo largo de estos 7 años he visto en tarima pesos pesados de la música y también he conocido bandas debutantes que hoy en día la están rompiendo nacional e internacionalmente.
Este año, a punto de coronar la universidad y dedicado casi por completo al oficio de la ilustración, decidí reinterpretar en una pequeña libreta los momentos que, creo, se han convertido casi en rituales antes, durante y después del festival.
Chorros y humos previos
Se ha convertido en una obligación casi moral tomarse unos tragos y fumarse unos porros (y quién sabe qué más) antes de entrar. Un punto clave para esta reunión pre Rock al Parque es el conocido “parque del triángulo”, ubicado entre la entrada principal del Jardín Botánico y el colegio Francisco José de Caldas.
La requisa o el raqueteo
Pasar los filtros de seguridad de la policía es el pan de cada día del festival. Algunas veces se trata de un tanteo suave (por lo general, en la noche ya están cansados y no joden tanto) y otras pareciera que buscan cualquier excusa para no dejarlo seguir a uno. Se enamoran de un botón, de un tache, la hebilla de la chamarra, en fin. No sé si es idea mía o una realidad, pero creo que en esta nueva administración el número de agentes aumentó sustancialmente.
Una visita al baño
Una parada fija antes de llegar al escenario plaza se hace en los baños portátiles.
Es que toca bajar el six pack y la media de guaro. A mí me salieron dos baños premiados... pero supongo que hubo gente con peor suerte.
La hora de bailar
Luego de pasar por varias etapas, llega la hora de descargar toda la energía al ritmo de los distintos géneros. Aquí también se baila “apretaito” con la pareja y te pueden bajar desde un diente hasta el celular, como casi me pasa: cuando estaba en el centro del pogo descansado después de dar vueltas por el círculo, había una doña y dos tipos (con cara de todo menos de rockeros) con la intención de sacarme el celular del bolsillo con la modalidad del cosquilleo.
Agüita pa’ mi gente
Después de darle alegría (macarena) al cuerpo en el pogo, toca aprovechar el intermedio entre bandas para refrescarse, ir a los puntos de hidratación gratuita y tomarse un par de vasos de agua para recuperar el aliento y seguir pogueando.
Parchándola un ratico
Luego de varias bandas y buenos pogos el cuerpo también necesita descansar, y para esto hay varios planes dentro del festival. Esta persona, por ejemplo, llevó unas telas y se trepó en un árbol para estirarse en medio de tanto rock.
El caballero repite a las 4:20
El humo nunca sobra. Baretos por aquí y baretos por allá, gente vendiendo yerba, comprando, compartiendo, riendo y disfrutando de la buena música a su manera. Esta foto la tomé a las 4:20 p.m., obviamente.
La hora del toxiperro
Si bien dentro del parque había buenas opciones de comelona, por lo general el público prefiere salir por un toxiperro o una rataburger, cualquiera de las dos acompañada de su vasito de gaseosa y a precios cómodos.
Esta es una rutina legendaria, practicada por miles de asistentes año tras año. Muchos modifican sus hábitos y dejan de lado el perrito caliente de dos mil o el chorro andeneado previo, sin embargo siguen firmes, apoyando uno de los festivales autóctonos de la ciudad.
(Si quiere saber más sobre este ilustrador, aquí le dejamos el artículo que le hicimos)
Fotos e ilustracciones por Enka.