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Fly So High y su ‘Antítesis’: entre la competición del rap, la crítica barrial y el afrofuturismo

Después de una trayectoria como gestor de iniciativas pedagógicas y de ser parte de la agrupación paisa Mandrágora, este rapero de Apartadó lanza un EP como solista en el que critica la idea de que sólo se puede hacer rap desde el barrio, compite contra MCs de su ciudad e incluso devela una faceta afrofuturista. Hablamos con Fly So High antes de su participación en la segunda cumbre latinoamericana de hip hop en Medellín.

Santiago Cembrano

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Antítesis, el nuevo EP del veterano rapero urabaense Fly So High, pone en evidencia las contradicciones y contrastes que abordan sus letras desde la primera canción. <<Soy de Urabá y allá ser fuerte es necesario, cuento entre mis panas graduados y mercenarios: ambos dan la vida por sus tres bocados diarios, van a misa, tienen hijos y portan escapularios>>, exclama el MC en ‘Nada sé’. El mensaje es fuerte y claro: hay distancias sociales, pero también puntos comunes, prácticas compartidas a pesar de las diferencias de oportunidades o de visiones de vida.

Este estilo directo y de confrontación ha caracterizado a Fly So High (36 años, nacido en Apartadó y ahora radicado en Medellín) a lo largo de su carrera. Su estilo no es codificado ni enigmático, al final de sus versos nadie dudará de lo que él buscaba transmitir. Conoció el hip hop a través del baile en Apartadó, donde vio las primeras expresiones de popping y breakdance. Ya en Medellín conoció el hip hop como forma de vida y asumió la cultura y el movimiento. A través de la improvisación y las batallas de freestyle se hizo un nombre en el rap de la ciudad. “Quedé segundo en la Red Bull 2007 de Medellín, y vencí a MC Kano, que era el más top de la ciudad. Y eso generó rumores y la gente empezó a conocerme”, recuerda Fly So High.

Además de una trayectoria de varios años como gestor cultural y organizador de iniciativas pedagógicas en su comunidad (Copacabana, Medellín) en 2007, junto con Mr. More —con quien conformaba la agrupación Mandrágora— empezó a subirse a tarimas, a rapear en serio. A pesar de que ahí se pulió como artista y rapero a lo largo de casi una década, y de que Mandrágora fue importante para el rap de Medellín, hace dos años el grupo se disolvió. Desde entonces, Fly So High se ha dedicado a impulsar su carrera como solista, que ya había empezado con proyectos como el EP Flow So High y Efimeria (2011). “Efimeria es por lo que me conoce mucha gente en la ciudad, en el país y afuera. Hay varias canciones que fueron hits en su momento y que no se capitalizaron por nuestra ñoñería”, explica el MC.

 

 

Con Monkyllazz, un grupo de productores y músicos de Medellín, estuvo trabajando recientemente para presentar Antítesis, el EP que publicó el viernes pasado. A lo largo de cinco canciones critica la idea de que sólo se puede hacer rap desde el barrio, compite contra los raperos de su ciudad e incluso devela una faceta afrofuturista: “Para nosotros los negros —asegura este antiguo integrante de Madrágora— una sociedad en la que podamos vivir con tranquilidad y desarrollar al máximo nuestras capacidades, en la que no se exploten nuestras ideas y conocimientos, es como un cuento de ciencia ficción”. Con su estilo retador, marca una distancia de lo que está pasando en el rap de Medellín y dibuja un nuevo camino para recorrer.

 

¿Por qué se acabó Mandrágora?

Mandrágora fue un proceso de aprendizaje bastante bonito, pero fueron muchos años de hacer las cosas a ciegas, más bien aprendimos en el camino. Cuando empezamos, nadie miraba el panorama del rap en la ciudad. Mucho de lo que hoy está sucediendo se debe al trabajo de personajes como nosotros que, en anonimato, en solitario y con solo las ganas empezamos a hacer eventos y fuimos generando un público. También educamos mucho a la gente, reivindicando la identidad cultural del hip hop. Cuando empezamos nosotros no había nada, éramos unos tercos gomosos que queríamos rapear y ya. Cogimos un computador que había por ahí y le instalamos Acid y Fruity Loops y ciegos fuimos haciendo las cosas hasta que empezamos a encontrar gente en el camino que nos ayudó, y también fuimos autodidactas. Con Mandrágora fue el proceso de madurar como artista, entender cómo era la vuelta. Pero Mandrágora termina porque todo tiene un ciclo. Los que estábamos en el parche teníamos intereses diferentes. Y eso generó el momento de decir: hasta aquí.

 

En Antítesis buscas separarte de lo que está pasando en Medellín y en Colombia con el rap. ¿Cuál es tu opinión de la escena de rap local actualmente?

Hay propuestas muy buenas, este es el mejor momento en la historia del rap colombiano si se logra consolidar. Yo de lo que conozco del rap colombiano he visto tres picos, siendo este el tercero, claro. Si se consolidan las cosas, con la información que hay y con el conocimiento que tenemos, este puede ser el mejor momento del rap de Colombia, y de Latinoamérica, incluso. Me gustan las cosas que se están haciendo… ¿Qué no me gusta? En el camino se encontraron un par de fórmulas exitosas y todos los MCs corrieron a replicar esas fórmulas. Hay cosas buenas, pero todo me suena a lo mismo. Sin desmeritar el valor de esas cosas que se están haciendo, siendo cosas muy chimbas, siento que muchos se han generado una frontera muy pequeña. Unos dicen que sólo hacen boom bap, otros que son los reales, otros encasillan su producción en un sonido muy específico y no salen de ahí.

Yo me considero muy versátil para hacer rap, puedo hacer boom bap, pero también G-Funk, o algo más trapsudo si algún día se me antoja, o también algo más jazzudo, instrumental y orgánico. En fin, me puedo soltar por distintos estilos dentro del rap y con soltura hacer la vuelta bien. No quiero encasillarme en que solo se hace rap consciente o solo se hace rap para los reales o solo se hace boom bap. No, lo que responda al momento.

 

Ya viene la Segunda Cumbre Latinoamericana de Hip Hop, en Medellín, y vas a participar en el panel "Un panorama del hip hop en Latinoamérica", con Rebeca Lane de Guatemala, Danger de México y otros personajes. Adelántanos algo: ¿cuál es actualmente, para ti, el estado del arte del hip hop en América Latina?

El hip hop latinoamericano está en su mejor momento. México y Chile son los países que a nivel de industria están más desarrollados, sin embargo uno puede ver la participación de países como Perú, como Colombia o como Venezuela —aunque la industria en estos países no esté tan desarrollada—. En México se consume más el rap colombiano de lo que se consume el rap mexicano acá en Colombia, por ejemplo. El rap venezolano, de pronto por las condiciones del país, no se ha desarrollado tanto como industria, pero sus productos se consumen a lo largo de todo el continente. Estamos en un gran momento, se presta para el principio de algo muy grande. Los pesos pesados de la industria del mainstream están mirando hacia las figuras de la escena underground, que tiene la posibilidad de hacer la transición hacia el mainstream.

Después de procesos formativos y de educación, como la Cumbre, las escuelas de hip hop de las comunidades y otros procesos se ha educado al público; ahora los países que no nos hemos desarrollado como industria estamos ad portas de empezar a hacerlo. Estamos a punto de que Colombia, Perú y Venezuela empecemos el camino de construir una industria sólida, que pueda generar dividendos para las personas que hacen, crean, viven, consumen y promueven el hip hop en todas sus artes, no me refiero solo a la música. Es un momento en el que figuras del underground o que pertenecieron a la Golden Era en Estados Unidos han venido a girar y están viendo qué está pasando acá. Se dan cuenta de que, a nivel de producción, lírica, baile incluso, todo lo que se hace acá, estamos alcanzando un nivel suficiente para estar a la par de otros proyectos que se están llevando a cabo. Ellos están enamorados de que acá a este lado del charco todavía se vive mucho el hip hop en su esencia, acá todavía no hay tantos grupos como Migos, que han sido tan criticados allá. Todavía se mantiene mucho de esa esencia y eso se puede explotar económicamente.

(La segunda cumbre latinoamericana de hip hop tendrá lugar del 6 al 9 de marzo y se desarrollará en barrios icónicos para la cultura hip hop de Medellín. 60 exponentes de diferentes países de América Latina se darán cita entre charlas, talleres y conciertos para crear un intercambio de conocimiento y la transformación social. Entérese de todo acá)

 

¿Cómo empezaste a trabajar con Monkyllazz, productores de Antítesis, y qué han aportado a tu trabajo?

Yo conozco a ese parche hace varios años de distintos escenarios de lo que ha sido la movida hip hop acá en la ciudad. Varios de los beatmakers de Monkyllazz viven cerca, somos amigos desde hace rato y compinches en este tema de la música. Desde hace tres años me habían hecho invitaciones para hacer música pero yo estaba concentrado en Mandrágora. Ya cuando estuve concentrado en impulsar mi carrera como solista les dije: bueno, muchachos, ¿qué vamos a hacer? Les di el sí y empezamos a camellar. Me han aportado la posibilidad de tener un equipo amplio de trabajo con el cual desarrollar mis ideas, un equipo donde todos tienen saberes distintos. A nivel de producción e ingeniería, con Antítesis superamos con creces todo lo que yo había hecho antes. Iniciar ese proceso colectivo amplio donde los panas opinan qué está pasando en los temas, tanto en preproducción como en la producción y en la posproducción, ha sido una experiencia muy buena para mí.

 

 

Es bueno tener un soporte para lo que se hace. Muchos de los raperos trabajamos de manera muy informal y en Monkyllazz encontré un soporte legal para todo lo que estoy haciendo: registrar las obras, tener en cuenta la propiedad intelectual, contratos y otras cosas que derivan de lo que es el trabajo musical profesional, un trabajo que implica una remuneración. Mucha gente no tiene esa información, es una carencia del medio. He aprendido a proteger y monetizar mi creación con todas las herramientas legales.

 

Uno de los ejes de La cumbre es el sostenimiento de los artistas. ¿Cómo sientes el prospecto económico —vivir de esto— para ti como artista y para el hip hop colombiano en general?

Pana, las condiciones están dadas. La industria ha mutado en su modelo de negocio, no es lo mismo de antes. Ya no es necesario haber firmado con una gran disquera para poder monetizar lo de uno. Todas las plataformas le permiten a uno monetizar de manera más accesible lo que uno hace. Pero, eso sí, esto es para los que sepan, a nivel legal, cómo cuidar su propiedad intelectual, dónde registrarla para que tengan conexión con las empresas que la gestionan para hacer los cobros y recibir los pagos. Para los que quieran abarcar la amplia gama de cosas que se pueden hacer con la música —desde producción de beats hasta representación de artistas, pasando por hacer canciones y organizar eventos— las cosas están dadas. Uno se puede quedar sólo haciendo música y tener un proyecto y monetizar su música. Trabajar lo necesario para que mucha gente conozca la música de uno, si gusta ya queda en manos de la gente cuánto puede monetizar de ella y cuánto no. Los otros derivados que pueden resultar de eso son, por ejemplo, participar en bandas sonoras, sincronizar la música con programas de televisión, hacer las cobros por todo esto. Esto va a ser posible para los que tengan su soporte legal.

El artista que se cree underground pero monta una canción en YouTube no solo se está engañando a sí mismo sino que están perdiendo dinero. Ahora las cosas están dadas, es ponerse juicioso y estudiar, entender que uno es propietario de un activo intangible —eso somos los músicos—, tratar de entender cómo uno puede negociar con eso y así monetizar es mucho más factible. Toca cambiar el chip y la manera de pensar, dejar de creerse que ser marginales es lo correcto y entender que uno hace música para la gente y en ese sentido dársela a la gente para que la gente le de play en sus reproductores y uno recibir dinero por ello. Todo está dado, pa...

Lo otro es que hay mucha gente que sabe cómo es el negocio y tiende a aprovecharse de los artistas. Yo recomendaría asesorarse para saber firmar un buen contrato, con cualquiera de estas empresas de representación o recaudadoras para que no los vayan a engañar. A veces le dicen a la gente que solo tienen que subir la música y firman cualquier tipo de contrato, y no. Hay que trabajar, mercadear, moverla de distintas formas, hay que ser creativos para llegarle a la gente. Hay que contar una historia ¿Sí me entendés? Implica un camello para poder seducir a la gente, implica estar asesorado para no firmar un mal contrato. No hay que recibir dineros, últimamente las empresas están llegando a ofrecer dineros a cambio de gestiones y cosas, prometiendo adelantos que realmente no benefician a los artistas. Hay que ser muy cuidadosos. Nosotros en Monkyllazz hemos hecho el trabajo juiciosos. Y nosotros somos raperos, y venimos desde abajo, y venimos de la calle dándole duro a esto, y estamos dispuestos a compartir la información que tenemos con cualquiera que esté dispuesto a trabajar de manera profesional, pa.

 

¿Cuál es la tesis, la síntesis y la antítesis que planteas en el EP?

La gente se casa con determinados estilos y a partir de ahí se radicaliza. La tesis es que la gente piensa que la manera correcta de hacer bien el rap es sólo lo que defiende. La antítesis a eso soy yo, o bueno, la desarrollo a través de mí. En Antítesis hago muchas cosas a lo largo de las cinco canciones, que pueden ser interpretadas como estilos diferentes. Sigo siendo yo pero haciendo buen rap de distintas maneras. Y de ahí surge la síntesis: se puede hacer buen rap de distintas maneras, no hay una sola forma de hacer buen rap.

 

Cada canción parece tener un tópico específico, al principio más ligado al rap y a la sociedad y luego, hacia el final del EP, más personal, incluso espiritual…

Las posturas que desarrollo en las tres primeras canciones tocan temas que están muy arraigados en el imaginario de mucha gente dentro de la escena, y que fueron cosas que yo pensé también. En la primera, ‘Nada sé’, digo que para adquirir street knowledge, para vivir de manera seria y no ser un pato, no es necesario pertenecer al barrio o estar en un barrio popular. Yo vengo del monte, yo soy de Urabá, y acá estoy en la ciudad contando cosas. Hay experiencias que me han permitido conocer cosas, y no me defino como un pelado de barrio. Yo vengo de un pueblo. Por eso digo: metete por el culo el cuentico de que eres de barrio. En ‘Cuando rapees’ me refiero a esos radicalismos que percibo, esas maricadas… es una canción de egotrip en el que digo como: neas, mucha bulla, mucha vuelta, pero cuando rapeen y rapeen bien y sean capaces de desarrollar ciertos niveles técnicos... los escucho.

 

 

¿Por qué quisiste hacer una canción como ‘Wannabitch’?

Es más que todo pensando en la vida de las groupies, pensando en cosas que a nosotros —cuando nos empezamos a volver populares, o siendo populares, como somos ya en cierta medida— nos empiezan a pasar con las nenas. Hago una crítica ahí muy directa de algo que todos sabemos pero que pocos dicen. Hay mucha morronguería alrededor de muchas prácticas femeninas y en las que uno incurre también. A este EP le faltó una canción que no la pude concretar por tema presupuestal y de tiempo, y es la versión ‘Wannabitch’ de los hombres. Esa canción es lo que me adeuda este EP, pero la presentaré en cuanto me sea posible.

 

 

Luego sigue la parte más personal, donde te desligas de lo que percibes que está sucediendo en el rap de Medellín y en la sociedad en general...

Ahí viene la canción ‘Antítesis’ y pongo distancia frente a muchos pensamientos arraigados en el imaginario del hombre de a pie. <<No me digas que esta mierda ya no es personal, si hay heridas que el tiempo se demoró en curar, secretos a los que nunca vas a renunciar o manes haciendo planes con tu yugular>>. También está el verso de la entrada: <<Bajo el supuesto de que el bien al mal siempre derrota, nos han vendido la esperanza en una solución”. Y entonces planteo una crítica a nuestra manera de desarrollar la vida de forma cotidiana y planteo que yo estoy en otra onda. La gente propone unas superioridades éticas y morales que no están fundadas en mucho, no me interesan, y mi manera de desarrollar mi vida ahora es muy diferente. Finalmente llega ‘Sideral’, que hace síntesis de mi proceso creativo. Ya dije en ‘Antítesis’ que mis intereses son otros y ahí le digo adiós a cosas que me sucedieron en el pasado, me voy a buscar otros rumbos, otros lugares donde hacer mi vida, donde soñar, donde existir. Me voy caminando en una dirección absolutamente distinta a la que yo caminaba y en la que siento que está caminando la gran mayoría de la población.

 

¿Cómo llegó a ti la influencia del afrofuturismo y cómo se refleja en esa parte final de Antítesis?

No he sido de abrazar “ismos”. Un día cualquiera yo, que soy un estudioso de temas étnicos por mi condición afrodescendiente, me encontré el termino y me picó la curiosidad y empecé a buscar. Parafraseando a Ytasha Womack en su libro Afrofuturism: The World of Black Sci-Fi and Fantasy Culture: uno como afro no sabe que es afrofuturista pero puede ser que lo haya sido toda la vida. Me identifiqué mucho con esa frase porque cuando encontré el afrofuturismo me di cuenta de que como corriente cultural tiene mucho que ver conmigo y con mi postura frente al mundo. Cuando vamos a los tópicos de la ciencia ficción en la literatura uno muy común es el de la raza superior o extraterrestre que llega a la Tierra, coge a los humanos, los abduce y se los lleva a vivir en condición de esclavitud a otros planetas. Es un leitmotiv en la ciencia ficción, esa disputa entre dos supuestas razas donde una domina a otra o la supera científica y tecnológicamente y ejercen de tiranos. Cuando uno mira eso en el contexto de nuestra historia y piensa que nuestros ancestros estaban muy tranquilos en sus tierras africanas y de la nada vieron unas naves y se bajó una gente con una tecnología que los superaba, hubo una guerra, los atraparon y se los llevaron a esas tierras occidentales en condición de esclavitud, ve que es lo mismo.

Para nosotros los negros una sociedad en la que podamos vivir con tranquilidad y desarrollar al máximo nuestras capacidades, en la que podamos ejercer la libertad de ser humanos, en la que no se exploten nuestras ideas y conocimientos, en la que no se mienta sobre quiénes somos y hemos sido, en la que se restituya esa dignidad, es como un cuento de ciencia ficción.  Varias de las cosas que se dicen en la corriente afrofuturista es que del negro se espera que seamos deportistas o músicos, pero no se espera producción intelectual, científica o literaria. Afrofuturismo es ver a Afrika Bambaataa en ‘Planet Rock’ hablando de las estrellas, de una puesta en escena intergaláctica; es ver a Grandmaster Flash, a Jam Master Jay y otros innovando; es ver a nuestros pioneros tomando una tornamesa y convirtiéndola en un instrumento musical, aunque no fue pensado para ello. Afrofuturismo es George Clinton, y muchos hermanos y hermanas que han innovado en la música y otros escenarios que están buscando otra forma de crear en lo cotidiano.

 

 

Yo crecí influenciado por eso, por grupos como Outkast, Erykah Badu, Wu-Tang Clan. Uno de mis álbumes preferidos es Bobby Digital in Stereo, de RZA. Entonces me di cuenta de que había estado alrededor mío siempre y que desde adolescente había estado consumiendo esa música y esas ideas. Conecta muy bien con mi postura hoy. También está mi filia con lo cósmico, con las ciencias astronómicas y con la astrofísica. He picado teóricamente de forma autodidacta ahí pero ya voy a empezar a estudiar formalmente astronomía en la universidad. Antítesis es solo una insinuación de en qué se va a convertir Fly So High y está expresado en el tema del afrofuturismo.


Si está en Medellín, pille a Fly So High el 6 de marzo a las 10:40 a.m. en el teatro-parque Explora conversando sobre el panorama del hip hop en Latinoamérica con Rebeca Lane (Guatemala), Soandry (Cuba), Danger (México), Apolonia (Venezuela) y Mustafa (Argentina).

Conozca toda la agenda de la segunda cumbre latinoamericana de Hip Hop aquí.

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