La Berrionda, el gusto culposo de los punkeros paisas
Con poco dinero, una sala de ensayos autogestionada y música popular, esta banda de parranda con alma punk se ha hecho un nombre en una escena que han renovado con sus propias manos.
En 2018 se celebró el cumpleaños del bajista de Los Suziox en una noche en la que se anunciaban tributos a Klamydia, La Polla Records y Extremoduro. El cartel incluía el toque de la banda de punk 1910 y una banda sorpresa, ambas compuestas por Alejandro Henao Lesmes, Mauricio Posso y Daniel Gómez. El lugar estaba lleno de punkeros y calvos “vieja guardia” que intimidaban a los miembros de la banda sorpresa quienes, entre tanto, fumaban en el camerino “como si estuvieran en parto”.
“Empezamos a tocar y al fondo veíamos unos skinheads malacarosos. Tocamos 1910, todos punkeros, relajados –cuenta Daniel–. Cuando se monta el man y dice: ‘sigue la banda sorpresa’ y empieza Alejandro a sacar los güiros, el bongó y toda la vuelta. Empezamos a tocar El Grillo de Darío Gómez y de un momento a otro los calvos por ningún lado. ‘Nos están esperando a la salida o alguna mierda’, pensé. Tres o cuatro temas más adelante, sale un calvo gritando: ‘¡marica, jueputa, toquen Madrecita!’”.
La banda sorpresa de esa noche se llama La Berrionda y es la agrupación musical parrandera más punk de la capital paisa –y de Colombia, por qué no– desde hace cinco años. La banda está formada por Alejandro (26 años) y Mauricio (24 años), dedicados 100% a hacer, producir y vivir por y para la música, y Daniel (27 años) un bajista amante del grunge noventero quien además enseña sociales a jóvenes y adultos.
El punk fue el punto en el que coincidieron los tres integrantes de La Berrionda, quienes años antes de dedicarse a tocar parranda, conformaron 1910, una banda que les dio reconocimiento en la escena paisa. De ahí, entre tragos y amigos y sin ninguna pretensión más que pasarla bueno, surgió la propuesta de hacer parranda para un público muy diferente al que habitualmente sigue este género tradicional colombiano.
Y es que casi se podría asegurar que todo colombiano ha escuchado y cantado algún tema de parranda, guascas o música popular. Jóvenes, viejos, mujeres, hombres, pobres, ricos: en la memoria cultural de todos reposa cuando menos el estribillo de alguna canción famosa de ese género. Muchas veces basta con un par de cervezas y un buen parche para terminar cantando karaoke de temas de Octavio Mesa o cualquier otro, una ley de la que no se escapa ni el más punkero.
Esa es la razón que los integrantes de La Berrionda encuentran para explicar cómo fue que lograron entrarle a los “punes”, metachos, calvos y demás actores del ecosistema musical paisa a través de un género que podría percibirse tan alejado. De hecho, ese es uno de los grandes aportes que ha dado esta banda: renovar la escena, alimentarla y darle variedad. Pasar por encima de reglas e ideologías, reivindicar la parranda, la música popular colombiana, los orígenes culturales y musicales de los colombianos y hacer que deje de ser para muchos un gusto culposo.
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Casa Lesmes, la sala de ensayos y eventos que Alejandro fundó en la Comuna 2 en la casa en la que vive con su familia, ha sido la cuna, la sede musical y el centro de inspiración de La Berrionda.
A través de los años este espacio se ha erigido como centro contracultural y epicentro de la escena punk en Medellín. Sus salas de ensayo y la terraza en la que organizan toques y conciertos han hecho de Casa Lesmes un espacio de gestión y promoción no sólo del punk y la movida alternativa, sino en general de la música en la capital de la montaña.
Cuenta Alejandro que por allá en el 2012 querían asistir a Rock Al Parque en Bogotá, pero la plata no les daba para pegarse el viaje. Motivados por el guayabo de no poder ir decidieron armar su propio parche. Tenían el espacio y algo de sonido en la terraza de la casa de Alejandro y así fue como se hizo el primer Lesmes Fest, un festival en el que hubo pop, mucho punk y hasta hardcore y que llegó a tener cuatro ediciones. “El evento fue gratis y esto se llenó, vinieron como 100 personas” –recuerda Alejandro– “Eso nos impulsó a meternos de lleno en la música. Nos pusimos a estudiar, a enfocarnos en hacer la sala de ensayo”.
De esa noche también recuerdan que tocaron en una batería prestada que olía a “miados” de gato y que tenía los platos colgados con palos de escoba. Los muros de la casa estaban sin estucar y había material de construcción por todas partes. Desde ese momento Alejandro decidió dedicarse de lleno a la música y hacer de su casa y la de su mamá, su hermano y su sobrino su proyecto de vida y el tan necesario lugar de encuentro para muchos jóvenes del barrio. Los vecinos les han cogido tanto cariño que una vez llegaron “los tombos” al barrio buscando el ensayadero y nadie les dijo dónde quedaba, a pesar de que toda la comunidad lo sabía. “Casa Lesmes está abierto para todo el mundo menos para la Policía Nacional”, cuenta Alejandro.
En los ocho años que tiene Casa Lesmes han logrado convertir la sala de ensayo en una de las mejores de Medellín. Cuentan con equipos e instrumentos profesionales a disposición de cualquier género, equipos de grabación y la terraza para hacer toques, conciertos y eventos. Retorno Ska, Los Suziox, Robert Show Band, Peste Mutantex, La Mujer Vampiro, La Zorra y Jr. Ruiz son algunas de las bandas y músicos que han pasado por esta Casa. Además de proveerles sustento económico este espacio se ha convertido en un punto fundamental para la vida musical de Medellín.
En la sala de ensayo también han grabado videos de varios proyectos, en su mayoría de punk. En los últimos cuatro años han aprendido a producir y sobre todo a producirse ellos mismos, todo de manera empírica. De hecho, dice Mauricio que hasta la interpretación de los instrumentos la fueron aprendiendo en la marcha y por su cuenta a punta de internet.
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Según cuenta Alejandro, en Casa Lesmes nunca falta una banda, siempre hay alguien ensayando. También llegan vecinos y hasta gente de otros pueblos a veces sólo a parchar y así han surgido varias bandas ahí mismo. “Más que un ensayadero Casa Lesmes es una casa cultural en torno a la música. Hay gente que no viene a ensayar, pero viene a parcharse, a ver quiénes ensayan. Vienen acá a dispersarse un rato, a compartir, a fumarse un porro, a hacer música; o sea, a encontrarse”.
Los integrantes de La Berrionda afirman que Casa Lesmes también es un lugar en el que a través de la música se logran resignificar problemáticas sociales. La Comuna 2, El Popular, Santo Domingo y otros barrios aledaños son la viva imagen del abandono estatal y la corrupción. Violencia, pobreza y calles sin pavimentar dan muestra de ello. Compartir un espacio en el que los jóvenes puedan tener su primer acercamiento musical, en el que aprendan a tocar un instrumento, o donde una banda profesional pueda consolidarse, ofrecer ese espacio donde se pueda hacer música y expresarse libremente, donde se pueda ser sin juicios o exigencias, es su manera de aportar a la comunidad.
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Tres años después de la consolidación de Casa Lesmes, en medio de toques y borracheras La Berrionda fue tomando forma, conservando siempre el alma punk que los caracteriza. Hoy en día hacer parranda se ha convertido en el sueño y la esperanza de estos tres músicos paisas.
“Hace seis, siete años nos dijeron: ‘ustedes también tocan guitarra, sáquense pues esas parrandas para que vengan a tocar en diciembre y les damos la liga', y empezamos. Fuimos, tocamos, sonó horrible, pero nos dieron la liga, nos dieron comida, nos emborracharon y ¡qué berraquera! Entonces dijimos ‘¿Vamos a meterle más moral? Vamos a empezar, vamos a hacer un nombre, a crear una identidad e intentar venderla’. Hasta el momento nos ha alimentado por lo menos”, cuenta Mauricio a propósito de la génesis de La Berrionda.
Estos tres amigos comenzaron tocando covers de Octavio Mesa, Joaquín Bedoya, Darío Gómez y otros grandes del género, clásicos que aún hoy hacen parte de su repertorio junto a los temas propios que han ido componiendo en el transcurso de los cinco años de la banda. Alejandro se encarga de la percusión, Mauricio es la voz principal y la guitarra y Daniel es el del bajo y los coros. En cuanto a las letras cuentan que las escriben entre todos. Hay un cuarto lugar, el del guitarrista acompañante, en el que nunca ha estado una persona fija. “Mera maldición, la maldición del guitarrista –dice Mauricio– Hemos tenido por ahí diez y yo no sé por qué no se quedan, ese puesto está maldito”.
Por otro lado, el factor económico también ha sido de gran importancia para la predilección de la parranda de La Berrionda sobre el punk de 1910 aun cuando éste no es el motor que los impulsa. “Nosotros como punkeros tenemos que aceptar que la parranda y la cumbia se venden más. Eso no quiere decir que lo hagamos por eso, lo hacemos porque nos gusta. Del punk se vive, pero no se come”, explica Daniel.
Sin embargo 1910 no ha muerto, sólo duerme, algo que también está ligado con el hecho de que la escena punk en Medellín “está muy suave”, como dice Mauricio. Siete meses de encierro también significaron siete meses sin toques y el punk necesita de la energía de la gente y del pogo para volver a activarse, pues es claro que la virtualidad se le queda corta.
Y es que, a diferencia de lo que podría creerse, el público punkero ha sido fundamental para consolidar La Berrionda. Por paradójico que suene, los más podridos son los primeros en pedirles parranda al final de los toques. Sin embargo, han sido también algunos punkeros los que más han criticado el proyecto. Según cuentan los miembros de la banda, uno que otro “pun radical” considera que lo que hace La Berrionda “contamina la escena”.
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“A nosotros nos importa chimba que nos lleven la mala por tocar parranda, antes mejor. Nos genera cierto placer que nos odien –cuenta Mauricio–. También hemos dado con punkeros así re punkeros de cresta que dicen 'parceros, lo que ustedes están haciendo es lo más chimba de Medellín' y nos felicitan y se la soyan”. Daniel agrega: “Uno creería que a los punkeros de Medellín eso no les cuadraría, pero antes les cuadra más. ¡Esa gente se farrea! En la escena punk la parranda pegó como un hijueputa, como un berraco”.
De hecho, para estos tres músicos el primer punkero de Colombia no fue otro sino el mismísimo Octavio Mesa, quien por supuesto ha sido su mayor referente. Para ellos este cantante y compositor paisa tenía alma de punk porque siempre dijo lo que quiso sin importar quién se pudiera ofender. “Es el único que en sus canciones dice jueputa, marica, sin pena y le importa un culo todo –dice Mauricio–. Para nosotros eso siempre ha sido lo más punkero de la vida. Las canciones de nosotros son así, atacando sin mente”.
Otro de los momentos memorables de La Berrionda sucedió en las Fiestas de la Pereza en Itagüí. Ese día había dos tarimas: la principal y otra más pequeña. Daniel, Alejandro y Mauricio esperaban su turno para tocar en la segunda, mientras Nelson Velásquez tocaba en la grande. La tarima secundaria estaba completamente vacía cuando se subieron a tocar. Empezaron medio desmoralizados cuando, para su sorpresa, un par de canciones después no cabía un tinto y los asistentes los aclamaban a grito herido.
También recuerdan una ocasión en la que no tenían ni idea que el público estaba conformado por niños. Lo gracioso de la anécdota es que, como lo dice Mauricio, en las canciones de La Berrionda abundan los insultos. “Nosotros éramos cagados de la risa intentando cantar disimulando la grosería con alguna otra palabra. Siempre ha sido así, cosas inesperadas” cuenta.
En el transcurso de los cinco años de la banda se han presentado también en el Festival Internacional de Teatro con la Corporación Cultural Nuestra Gente, han tocado con Doris Salas y con Nelson Velásquez, han participado en eventos con Olímpica y Tropicana, estuvieron en Las fiestas del Campesino en Angelópolis, organizaron la fiesta de los empleados de Hidroituango entre otras muchas cosas y de resto puro rebusque: donde la abuelita, donde las tías, en las novenas…
Por otro lado, Mauricio cuenta que ellos han encontrado en la parranda un género que les permite –en sus palabras– decir lo que les dé la puta gana “sin ofender a nadie, pero ofendiendo a todo el mundo al mismo tiempo”. Es por eso que las letras que componen han sido el vehículo para movilizar el mensaje que esperan transmitir.
Por ejemplo, la última canción que grabaron: Que vuele mierda pal’ zarzo la definen como “netamente política”. Entre otras cosas, en ésta critican las medidas tomadas durante la emergencia sanitaria que favorecieron al sector privado y las grandes empresas mientras las plazas de mercado, los pequeños restaurantes y los barrios de pobres fueron cerrados. También aprovechan para lanzar frases mordaces como “salió una malparida a decir que uno no ahorra”. Por supuesto no hace falta que digamos el nombre de esta persona.
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Para Daniel, la mezcla entre los ritmos de la parranda y el alma punk magnifica la invitación a la protesta porque tiene la facilidad de llegar a un montón de personas. “Una persona que escuche guascas, Yeison Jiménez, Jessy Uribe y todo eso, se encuentra con un tema de nosotros y de pronto se le mete el asunto de la protesta social y puede hasta empezar a considerar un montón de cosas importantes desde el aspecto crítico de lo social en Colombia”, agrega.
Y es que para nadie es un secreto que la música popular y los géneros derivados de esta han sido usados por algunos como “panfletos” de ciertas opiniones políticas y económicas relacionados en algunos casos con el narcotráfico y el paramilitarismo o corrientes políticas de derecha (esto sin querer satanizar de ningún modo el género ni sus exponentes).
Por esta razón, otra de las apuestas de estos músicos es lograr que la parranda “deje de prestarle sus servicios a ese bando” y que se pase al lado interesado en transmitir un mensaje social y de denuncia; quieren demostrar que también se puede hacer crítica desde ese género musical. De hecho, que muchos punkeros aceptaran su música y la adoptaran como propia les produce gran satisfacción, pues es prueba de que el mensaje está cuajando.
Para el futuro sueñan con poder hacer un gran festival de bandas y llenar un estadio entero. También, para seguir aportándole a la comunidad, quieren hacer la primera escuelita de parranda, pues según dicen no existe lugar en el que se enseñe específicamente a componer para este género. Agregan que al mismo tiempo estarían aportando para que la música tradicional colombiana perdure por muchos más años. También, esperan llegar a tener la posibilidad de hacer una gira por toda Colombia y por qué no, por todo el mundo.
Aunque ellos no lo han conseguido aún, están convencidos de que en Colombia sí se puede vivir de la música. De ahí que Daniel enfatice: “¡Las huevas!, si Maluma tiene un hijueputa avión…”
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