Un viaje a las entrañas de Colombia a través de las fotos de David Estrada
A lo largo de su trayectoria este fotógrafo paisa se ha encargado de narrar festividades como el carnaval de Riosucio o la semana santa en Sevilla, retratando la intimidad y las diferencias entre su país natal y la España que lo acogió por gran parte de su vida. Sus retratos hablan de lo popular y lo tradicional y ofrecen una mirada crítica a nuestra realidad nacional.
De joven, David Estrada, (45 años), estaba convencido de que su vida giraría en torno al arte. Sin embargo, su primer trabajo en El diario de Sevilla fue la promesa de que su futuro estaba en la fotografía documental. Hoy, este oficio en el que lleva más de veinte años, lo ha conducido a emprender hazañas como atravesar de lado a lado el Río Magdalena acompañado del etnobotánico Wade Davis.
David se define a sí mismo como una persona positiva; realista pero con una fuerte carga de esperanza. Esto se ve reflejado en sus fotografías que, como él, han viajado alrededor del mundo, alcanzando ciudades como Berlín, Medellín, Groningen y Sevilla a través exhibiciones como Glocalidades, Sin Olor y Ojos mudos. “Creo que estamos llenos de estigmas, de traumas y es muy necesario tener otras visiones que no sean las de los grandes medios”, comenta. Revelando una amplia gama colores que arrojan datos y matices sobre la cultura colombiana y europea a través de su cotidianidad, las fotos de David han buscado visibilizar la experiencia de comunidades como la Arhuaca o problemas que enfrenta el país como Hidroituango.
Cuando tenía 13 o 14 años, David decidió dejar atrás su Antioquia natal para acompañar a su madre de vuelta a España, lejos de la violencia que afectaba a Colombia durante los años álgidos del narcotráfico. En ese entonces no sabía que la fotografía documental lo cautivaría a tal punto y lo llevaría a conocer comunidades, fiestas y territorios como San Basilio de Palenque. “Es una maravilla conocer una Colombia distante, que poco a poco se está volviendo más clichesuda y de la que otros se están aprovechando a sacarle partido. Pero ver en San Basilio de Palenque cuando la gente sale con los tambores y ver cómo la comunidad vive ese evento y que hay una conexión entre la música, la cultura y la raza es algo impresionante”, cuenta.
Sobre una de sus fotos del festival David comenta, “Esa foto la tome la primera vez que fui al festival, no recuerdo si fue en el año 2008 y era lo típico: una familia a las afueras de la casa, donde se ve que el niño estaba amando lo que ve todo el tiempo, tocando el tambor. El pelado se está preparando para el toque de la noche y la hermanita le está haciendo las trenzas. Ahí está combinado todo lo que es la esencia de San Basilio de palenque, el tambor, la continuidad de la cultura en cuanto al trenzado de su pelo, por el significado del recorrido de ellos”.
En Europa, Holanda lo hospedó por algún tiempo. Le dio la bienvenida con un trabajo de fotógrafo en un zoológico, en donde tuvo su primer contacto con una cámara a los 18 o 19 años, registrando la visita de los espectadores de este recinto y cobrando a la salida por éstas. La oportunidad de estudiar fotografía en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Minerva, en Holanda, le llegó al tiempo que trabaja en un cuarto oscuro, desencarretando y revelando los rollos de su cámara.
(Conozca "La analógica está más viva que nunca: una reflexión sobre la fotografía actual")
Tiempo después y gracias a su trabajo y aporte en los comienzos de El diario de Sevilla en el año 1999 como reportero gráfico, decidió fijar su mirada hacia la fotografía documental. Durante ocho años se desempeñó en prensa hasta que en el 2006 decidió regresar a Colombia. De vuelta en su país natal, se dio cuenta de la importancia del registro visual para la realidad nacional, en la que la fotografía ha logrado dar voz a poblaciones muchas veces ignoradas. “Para mí lo importante de la fotografía o en este caso en Colombia, es la necesidad de estar documentando y mostrando lo que está pasando en el país. Es fundamental debido a la polarización que existe y el desconocimiento de la sociedad de lo que está pasando fuera de las ciudades”, cuenta.
España y Colombia le han sumado unos contrastes importantes a su registro fotográfico, en donde incógnitas como qué es la fe, cómo funciona y la pregunta por cuál es la necesidad que tenemos todos de creer en algo, han hecho aún más enriquecedor su trabajo en experiencias como la semana santa en Sevilla. “Son completamente diferentes, allá hay una rigurosidad y una ortodoxia. Hay manera muy ‘goda’ de celebrar todo eso y aquí esa misma celebración se vuelve mucho más relajada y tropical”, dice.
Este contraste resulta interesante de documentar para David, quien confiesa no ser católico y tener una visión anti colonizadora de la religión implantada a nuestros indígenas, viendo el rastro de esta construcción religiosa en territorios como Mompox o Santafé de Antioquia, lugares donde pasó largas temporadas. “Haber vivido allá durante tanto tiempo me permitió ver una relación directa. En el fondo somos lo mismo. Necesitamos creer, sea de donde sea que venimos y bueno, nos ha tocado este recorrido del que todavía hay una conexión con España en el tema religión, que aunque puede que no esté de acuerdo es así”, cuenta.
En su paso por Colombia ha podido documentar proyectos como lo fue la crisis en Hidroituango. Trabajando para la Revista Semana, en mayo de 2018 registró la tragedia de los habitantes de Puerto Valdivia durante la evacuación a causa del posible desborde del río Cauca. Mientras que todos los medios estaban preocupados por los costos económicos de la tragedia, el interés de David estuvo en observar cómo las personas de estos territorios vivían y afrontaban la evacuación y la emergencia.
(Conozca la primera y segunda entrega de Amazonas documental)
“Sentí desespero y riesgo al vivir lo que estaba sufriendo la comunidad. Tres días antes había pasado como el primer aluvión y ya había tumbado un puente entonces, fuimos un poco tarde, después de todos los otros medios que habían cubierto ya la noticia de la primera avalancha sin que pasara nada. Fuimos a ver que estaba pasando por allá y justo en el momento en que estábamos en el puente, saltó la alarma de emergencia y ocurrió la evacuación inmediata de toda la gente y bueno, nos tocó todo el momento pánico en el que no sabíamos si la represa se había roto o no y estábamos justo en el lugar”, cuenta.
Para este paisa, la fotografía es ante todo una profesión que requiere de pasión y esfuerzo. Ejercicio del que toma de referentes a muchos personajes pero en especial uno que lo marco y con quien tuvo la suerte de hacer un taller durante una semana en Cádiz, España. Este es Alex Webb, miembro de Magnum Photos y quien se caracteriza por sus composiciones y el uso del color.
“La función de uno como periodista y como fotógrafo es estar en el lugar y de verdad enterarse que es lo que pasa, digamos que esa es la suerte que tengo de poder recorrer el país sea para un medio o por mi cuenta y de verdad saber qué está pasando, en el sentido en el que puedes hablar con las personas directamente y no quedarse con las versiones contadas por otros”, cuenta David quien está siempre interesado en contar las historias que lo inquietan.
El ejercicio de la fotografía le ha podido sentir una conexión directa con las personas y lo que están viviendo, lo que le ha permitido entender, conocer y cerrar esa brecha cultural que muchas veces se tiene hacia lo desconocido. Ejemplo de esto fue su experiencia en la última conferencia de las FARC como guerrilla en el territorio Yarí, en donde pudo convivir con los ex combatientes y repensar muchas ideas que se tienen sobre los miembros de esta ex guerrilla, dejando de lado los prejuicios y comprendiendo su modo de vida.
Allí pudo conocer de cerca testimonios como el del ex combatiente Hugo, a quien pudo fotografiar mientras cargaban unos enormes troncos que harían parte del campamento y al compartir con miembros de su familia, a los cuales no veía hacía mucho tiempo. El fotógrafo relata que durante esta última conferencia se abrieron las puertas no solo para la prensa, sino para los familiares, haciendo de estos momentos reflejos de la condición humana que vivían los exguerrilleros.
“Fue una experiencia muy enriquecedora estar una semana con ellos, alrededor de ellos, durmiendo con ellos, conviviendo con ellos y bueno, no creerte todo lo que te dicen. Son colombianos igual que los muchachos del ejército, gente que le ha tocado estar ahí por miles de motivos, no todos tienen las ganas de joder este país, sino que les ha tocado”, cuenta.
Volver a Colombia ha sido una experiencia bastante enriquecedora para David y estando acá, ha podido contrastar su trabajo reciente con lo vivido en Europa. Confiado en que el país puede desarrollarse aún más, confiesa que al irse dejó un país en una verdadera bancarrota que poco a poco ha hecho notoria la necesidad de salir de allí, con procesos que, quizás, puedan tardar varias generaciones o décadas pero que resultaran provechosas para que como sociedad podamos llegar a un mejor término.
En estos dos últimos años sus proyectos han estado encaminados a recorrer y fotografiar el río Magdalena desde su nacimiento en el Páramo de las papas hasta su desembocadura en Barranquilla junto a Wave Davis, el etnobotánico colombo canadiense que ha trabajado para National Geographic. El proyecto, que comenzó como un libro para el grupo Argos y que saldrá entre mediados de 2019 o comienzos de 2020, se ha convertido en el trabajo más significativo que confiesa haber realizado, no solo por trabajar a la par con este personaje sino por la oportunidad de conocer a su país natal desde sus entrañas, al recorrer 1500 km de todo tipo de culturas, alturas, pisos climáticos, regiones y demás.
“Recorrí el país durante dos años con un foco particular y era conocer cómo fue clave el río Magdalena en Colombia, antes y durante la colonización y cómo, a partir de ahí, se desarrollaron las ciudades y la colonización en muchos sitios”, cuenta. A través de este trabajo, David descubrió lugares que antes desconocía por completo y que aún perviven rodeados de la magia que acompaña a las comunidades para las que el río es su adoración. A pesar de la contaminación que presenta el rio, Wave y David sueñan con verlo limpio, para que un día, a pesar de lo utópico que suene, pueda ser como el Támesis en Londres, que pasó de ser una cloaca a un lugar para bañistas.
“Después de 10 años en el país este fue un momento donde todo se juntó. Todo llegó en el momento adecuado, encontré a este equipo de trabajo maravilloso y espero continuar con este proyecto. Mi idea es, después de que salga el libro publicado, continuar con el río Magdalena y otros ríos en Colombia”, cuenta este fotógrafo quien seguirá encargado de obturar y retratar la cotidianidad de la cultura en Colombia, aún llena de lugares desconocidos para muchos de los que la habitamos.
Si quiere seguir el rastro de David no olvide echarle un ojo a su Instagram y página web.