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“La analógica está más viva que nunca”: una reflexión sobre la fotografía actual

Frente a la oleada de imágenes que se producen y se comparten masivamente cada segundo, vale la pena volver a preguntarnos ¿para qué sirve la fotografía? ¿Es un método para registrar la realidad o para interpretarla? Charlamos con Katalina Fuentes y Mario Nieto, fundadores de Tipia Lab, sobre la vigencia de la fotografía analógica y la importancia de pensar las imágenes. 

Júlia Farràs

Hablar de alguien que no haya tomado fotos hoy en día es casi imposible. La cámara del celular le ha otorgado un carácter “democratizador” a la fotografía, ha puesto al alcance de muchas personas la posibilidad de congelar momentos para la posteridad: una forma exacerbada del fenómeno que el siglo pasado tuvo lugar con las cámaras instantáneas. No obstante, ahora se habla de la posfotografía, esa oleada de imágenes que inunda nuestras vidas a toda hora del día: fotos que por el simple hecho de ser una captura de un instante determinado no hacen necesariamente parte de un ejercicio fotográfico ni de una disciplina reflexiva que requiere sensibilidad artística, análisis permanente y una exploración que puede extenderse durante muchos años. 

En el mundo hiper globalizado moderno se produce “contenido” de manera masiva, fotos y videos que se desplazan de un lado a otro sin importar nada más allá de la inmediatez y la actualidad. En muchos casos estos contenidos carecen de narraciones propias (incluso de la intención de poseer una) y pasan a ser simples repeticiones que, vistas en conjunto, tienden al paisaje. 

Más allá del tinte purista que esta manera de ver el fenómeno masivo de la fotografía actual pueda contener, existen personas que se oponen al desvanecer de la imagen física y del oficio del fotógrafo como observador del mundo, personas que reivindican lo artesanal. Es el caso de Mario Nieto y Katalina Fuentes, dos egresados de la UNITEC en fotografía y cine, actualmente profesores en varias universidades, entre ellas la Javeriana, que no desfallecieron en el intento de mantener los procesos alternativos fotográficos a flote frente a las dinámicas vertiginosas de consumo de la contemporaneidad.

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Rollos, cubetas, guantes, pinceles, ampliadoras, luces de diferentes colores son los materiales que uno se encuentra al cruzar las puertas de Tipia Lab, la escuela que Katalina y Mario fundaron hace poco más de cuatro años en Bogotá para dar a conocer su gran pasión: la fotografía analógica y todos los procesos alternativos que la rodean. Podría pensarse que lo análogo es una forma de nostalgia (muy efectiva actualmente en el cine de masas, por ejemplo) más que una herramienta artística efectiva. “Hemos tenido estudiantes mayores a quienes se les alborota la memoria cuando recuerdan el hecho de ponerse elegantes para ir al estudio de fotografía y hacerse la foto familiar —explica Mario—. Pero hay gente que se conecta de una forma completamente nueva porque hacen algo que no se puede sacar en serie, que no lo saca una máquina, que es producto de sus propias manos”.

A sus talleres acuden perfiles de todo tipo: desde artistas ansiando ampliar sus horizontes, psicólogos tratando de buscar explicaciones, fotógrafos con el anhelo de aprender más… hasta médicos, ingenieros o químicos. Amantes de lo análogo de distintos rincones del mundo (Argentina, España, Ecuador o Inglaterra) no se han querido perder cursar alguno de sus talleres. “Mucha gente que llega acá es súper digital y se queda con la espinita de probar algo “nuevo” y empiezan con un taller y después quieren otro y otro… Entonces es cuando empiezan a entender la fotografía de una manera distinta. La gente se enamora de la foto analógica y la relación que se establece con la imagen a través de ella”, cuenta Katalina, quién no concibe la fotografía como un conjunto de pixeles.

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Y es que la fotografía análoga no ha caducado y por el contrario gana adeptos a cada momento, generando un cambio en la concepción de inmediatez actual de la fotografía. “Somos una generación, sobre todo los más jóvenes, muy consumidoras de imágenes y esto nos ha llevado a que pierdan importancia —dice Mario—. Todo el mundo tiene cuenta en Instagram, cada día vemos muchas imágenes, pero no nos acordamos de casi ninguna de ellas al día siguiente. Es tan fácil hacerlas y asimismo desecharlas que no hay una reflexión sobre la imagen”. Es entonces cuando entra en escena la fotografía analógica porque permite que haya una conexión con el que dispara y a lo que dispara. Presenta retos y eso es estimulante. Obliga a estar presente en lo que se está haciendo, a reflexionar. “Cuando le pones una cámara analógica a alguien que siempre ha disparado en soportes digitales, empieza a pensar”, dice Katalina.

En un mundo amante de las cifras exactas y las respuestas claras, la fotografía tiene que generar preguntas en quien la toma y en quien la mira, sembrar dudas. ¿Cuál es la finalidad de la fotografía —si la tiene—, documentar la realidad o interpretarla? 

“Antes se decía que se tomaban fotografías para recordar y congelar el momento, pero cuando lo planteas desde el mercado de consumo te das cuenta de que mucha gente captura imágenes y luego no las vuelve a ver, o toma fotos a todo porque tiene miedo de olvidar. Entonces, ¿por qué creamos la imagen?”, se pregunta Mario. En ese sentido la foto análoga puede ayudar a jerarquizar los pensamientos de cada uno. Y no porque la foto que se tome pensada y reflexionada pueda cambiar por si sola el planeta, sino porque será un aporte al mundo de las ideas que, a fin de cuentas, es el mundo real: uno construido sobre ideas. 

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Foto de Katalina Fuentes. Proceso: argyrotipo

 

kata.b_0.pngFoto de Katalina Fuentes. Proceso: goma bicromatada

 

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Foto en papel salado de Katalina Fuentes

 

 

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Foto de Katalina Fuentes

 

No se trata de estigmatizar la fotografía digital. Hoy en Colombia hay fotógrafos que construyen su obra en soporte digital y no por eso carecen de sensibilidad, mirada y una capacidad reflexiva altísima. Se trata de replantear el concepto de fotografía. “Puede haber una reflexión en ambos casos, con lenguajes distintos. Por ejemplo, el trabajo en Photoshop es reflexivo en el momento que una persona se sienta a seleccionar fotos para editar. En ese momento ya está tomando consciencia de ellas, ya hay un acto reflexivo, un pensamiento sobre esas fotos”, aclara Mario.

Los procesos químicos dan unos resultados únicos e impredecibles, aunque la repercusión que causa en el medio ambiente no es tan chévere y son muchos los que han criticado estas prácticas por el efecto contaminante. “Hablar de que las sustancias son altamente contaminantes no es una barbaridad, eso se sabe y es cierto, ¿pero satanizar ese tipo de fotografía como lo más contaminante que hay? No me parece justo. La fotografía digital también contamina debido a la obsolescencia de los objetos”, comenta Mario. Él cuenta que muchos de los productos químicos utilizados en estos procesos se encuentran en nuestra cotidianidad como los alimentos, los cosméticos, etc, y nadie repara en ello. “Actualmente se están buscando alternativas no tan contaminantes para hacer estos procesos, pero por el momento son difíciles de encontrar”, complementa Katalina.

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Fotos de Mario Nieto

 

Cuando apareció la fotografía digital muchos amantes de la análoga, como Mario y Katalina, se opusieron y le dieron la espalda, pero poco a poco se ha podido ir encontrando espacios para ambos y se ha llegado a una reconciliación entre las dos. “Una se sirve de la otra y dependerá de la necesidad del momento para utilizar digital o analógica”, aclara Katalina.

“Cuando Kodak se declaró en quiebra todos los amantes de la foto ya podíamos irnos al garete, pero ahora Kodak está resurgiendo de sus cenizas y eso es un factor que determina la escena de la fotografía en el mundo: la analógica está más viva que nunca” dice Mario.

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Este fin de semana se celebra por tercer año consecutivo el homenaje a uno de los primeros procesos fotográficos creado por John Herschel en 1842: el cianotipo. Este es un proceso a partir de sales de hierro que sorprende por su sencillez y sus excelentes resultados. Podría decirse que el cianotipo “es como una puerta de entrada al mundo de los procesos alternativos de la fotografía”, como afirma Mario. Tipia Lab ha sido el organizador de las actividades realizadas en homenaje a este proceso desde 2015 y este año no pasará en blanco. Katalina y Mario quieren hacer “una reflexión a la experiencia de comunidad del proceso del cianotipo. Esto se hace en todo el mundo y queremos resaltar todo aquello que nos hace diferentes y a pesar de esas diferencias somos una sola comunidad. Será todo un ejercicio de experimentación y de identificación”. El viernes 28 de septiembre se dará una charla sobre la historia y las curiosidades de este proceso en la misma escuela (Carrera 22#72-12 int 2) y el sábado 29 se pondrá en práctica esta técnica en el parque de San Felipe. Es totalmente gratuito, solamente hace falta inscripción previa.

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