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Carátula de Tierra del Fuego, de Seph, julio 2019

Los insurgentes que cuestionan el poder colonial en la música electrónica

En el sello colombiano Insurgentes se crean manifiestos sonoros que quieren desestabilizar hegemonías e ideas normativas sobre lo que somos y cómo sonamos en Latinoamérica.

Luisa Fernanda Uribe Larrota | @_luisafernando

La industria musical —y aún más las escenas electrónicas nacionales, regionales y globales— están colonizadas. Éste es un hecho que evidenciamos todxs los que asistimos regularmente a fiestas y nos enfrentamos a dinámicas clasistas, racistas y sexistas. Encontramos, además, pistas de baile casi vacías o en modo sala de espera mientras llega la presentación “de verdad”, la cumbre de la noche, la cual siempre está a cargo de un Dj internacional. Según Abeeerta, un sello y fundación de Sao Paulo, para el 2018, de 2.427 presentaciones de Djs en los 20 festivales más grandes de música electrónica en Europa, solo 24 eran de Djs latinos, lo que corresponde a un 0.98%. En Bogotá y Medellín, también para ese año, el porcentaje de artistas nacionales en festivales y clubes siempre fue más alto que el de extranjeros (gringos o europeos), pero en comparación con las contrataciones de artistas latinoamericanos, la diferencia es grande: 19% extranjeros en Bogotá, 31% en Medellín contra un 4% y 1% de latinxs respectivamente. 

En este contexto, el trabajo de Insurgentes, un sello que nace en el 2017 en cabeza de Verraco y que en el 2018 se convierte en proyecto conjunto de él y Defuse (Daniel Uribe), es un punto de partida para plantear algunas reflexiones en torno a cómo resistir a esa colonialidad. Los primeros tres releases estuvieron a cargo de Verraco, quien empezó este proyecto autogestionado para abordar cuestiones musicales, políticas e identitarias con una perspectiva regional, del Sur, y también como respuesta a la poca independencia y politización que había en los circuitos electrónicos nacionales. En este sentido, estos primeros trabajos incluyeron amplificaciones y declaraciones en torno a su identidad como latinoamericano. De ahí que en Resistir haya licenciado una fotografía de la mexicana Lourdes Grobet, haciendo un homenaje a México y la resistencia de los Zapatistas; o que la portada de Don’t Kill’em All tenga la icónica foto de Freddy Rincón celebrando a gritos el gol a los alemanes en el mundial de Italia 90 (un grito que Toxicómano dejó afuera de about blank en Berlín, acompañado de un “no estamos pintados en la pared” y que inspiró dicho arte). 

Con la llegada de Daniel, en el 2018, el sello empieza a tener un alcance mucho más amplio, no solo en términos de la cantidad de artistas prensando, sino también por la difusión que han ganado. Hace unas semanas, con el EP Síntesis de Fricción, de Tomás Urquieta (chileno residente en México), fueron recomendados en Bleep, la célebre tienda digital afiliada a Warp Records. 

a3299486931_10.jpgCarátula de Síntesis de Fricción, de Tomás Urquieta, marzo 2020

En Insurgentes el camino se ha construido en dos sentidos: por un lado, trabajan con independencia y desde acá, solo sacan música de latinxs, sin que eso signifique una esencialización del lugar; y por el otro, hacen movidas estratégicas que les permiten ser leídxs como iguales en los circuitos globales de la música electrónica. Para Verraco el objetivo es acortar las brechas, mirar a la par a otros sellos de afuera, sabiendo que pudieron narrar desde la música, como un registro atemporal, experiencias de este lado del mundo. Ahora bien, pensando en las crisis actuales y el devenir de las escenas electrónicas locales ¿cuál es la importancia de un proyecto como este para repensar las dinámicas coloniales en la industria? ¿Es una expresión de resistencia, una posible salida al poder colonial en nuestras escenas? 

Las jugadas decoloniales: hackeo y politización

La descolonización, en términos muy generales, parte de una pregunta por los orígenes moderno-coloniales de las opresiones (raciales, de clase y de género) que determinan nuestras vidas como habitantes del Sur global, con el fin de movilizarnos hacia una liberación definitiva. Esto, en el contexto de la música electrónica y las escenas locales, es un llamado urgente si queremos espacios más incluyentes, diversos y una vida nocturna potencialmente transgresora.

 

 

En América Latina hay varios ejemplos que subvierten las narrativas hegemónicas en la electrónica y que desde el activismo están cambiando las políticas de la noche: como iniciativa que recoge numerosas trayectorias está el Radical Sounds of Latin America, un festival anual y plataforma virtual que celebra la pluralidad de sonidos, el intercambio, y aborda preguntas por la identidad, el colonialismo y la migración a través de la música. Están también Mamba Negra en Sao Paulo, Salviatek de Uruguay, Hiedrah en Argentina, NAAFI en Ciudad de México y Radio Herida, una iniciativa más reciente en Lima que amplifica el trabajo y las luchas de hombres/mujeres trans y LGBT indígenas de este país. En su manifiesto, Radio Herida propone <<un encuentro colectivo (....) con heridas que nacen de golpes, de odio, de represión (....) Heridas que buscan voz, libertad (....) lucha, acción y verdad. Orgullo, calor y sudor>>.

(Lectura recomendada para seguir el contexto: Otro año con pocas mujeres en las tornas, una mirada a la disparidad de género en escenarios de música electrónica durante 2019)

Y es que son esas heridas coloniales, como una expresión de la desigualdad y el poder, las que han determinado relaciones con el público, producción musical y realización de eventos. Ya no podemos ignorarlas más. En Colombia, el sólido crecimiento de Insurgentes empieza a cambiar las reglas del juego y a cuestionar el deber ser de los eventos, las trayectorias de lxs artistas y sus relaciones con los contextos locales. Espacios en los que casi se agotan las entradas, como la fiesta de lanzamiento de Medellín Rave Society, en Calle 9+1, o el showcase del sello en un Hermoso Ruido en VideoClub (Bogotá), son un claro ejemplo de esto. Ese éxito en términos de posicionamiento, y en cuanto a la relación que sostiene el sello con artistas de todo el circuito nacional, es importante para cambiar la precarización del trabajo en este sector, reducir las brechas de pago entre locales e internacionales y construir una industria mucho más interdependiente en la que su trabajo de posicionamiento mediático con los artistas es también fundamental. 

Otra jugada potencialmente decolonial está en sus formas de trabajo, en las que la premisa no es el protagonismo sino nutrir de fondo a las escenas locales. La intención de producir colaborativa y horizontalmente no es menor. En un contexto neoliberal la autogestión es resistencia, más cuando se hace desde una confrontación a los lugares comunes de colectividad en las escenas, en los que muchas veces se omiten malas prácticas por mantener ideales de unidad en abstracto. En Insurgentes se construye desde la horizontalidad, el trabajo independiente y también desde el rigor. Tanto Daniel como Verraco, desde la formación musical y profesional, aportan miradas sobre los caminos más acertados para amplificar y consolidar la apuesta del sello. Dice Daniel que “si se trata de hackear esos circuitos del Norte con lo propio y empezar a cambiar dinámicas, es desde el trabajo serio y constante, más allá de la crítica inmovilizadora”. 

a3486361229_10.jpgCarátula de Chaosmos, de Mekas, febrero 2019

La visión sónica delineada por ambos se opone a la idea de una naturaleza única, última o verdadera de los sonidos latinoamericanos, ya que una definición de ese tipo, al final, promovería unas identidades sónicas estáticas y profundamente esencializantes. En Insurgentes, por el contrario, la apuesta, según Daniel, es más “un plato con unos ingredientes concretos”: braindance, breaks, ambient, algo de electro y un poco de “actitud technera”. Esta visión sugiere una línea sonora de contemplación, beligerante y agresiva, pero desde lo reflexivo. Cuando sacan música más pistera se apegan a una perspectiva de pista de baile del futuro, como lo que pasa con Síntesis de Fricción. Esa visión sónica, en síntesis, es también una propuesta de relectura y apropiación de lo que Verraco llama ritmos universales: “algo que diluye esas estructuras y orígenes arraigados a ciertas ciudades (el eje Detroit, Berlín, Londres, etc.) y vuelve lo de afuera algo propio”, conectado también con las expectativas de los futuros posibles más allá de la subordinación colonial. 

Este es un paso esencial para cualquier escenario disruptivo en la industria porque, en el fondo, se requieren apuestas musicales y políticas que trasciendan el enfrentamiento entre sonidos globales (blancos y del Norte) con los “folclóricos” o “tradicionales”. Primero, porque esos adjetivos sobre los sonidos locales los ubican siempre como menores y estancados en el pasado, y segundo, porque asume que aquí respondemos natural y eternamente a una sola identidad sónica. La apropiación impura de Insurgentes, por el contrario, es más un cruce constante de fronteras sónicas, espaciales y temporales que no parte de una oposición o menosprecio de esas “raíces”, de hecho, cuenta Daniel, “ya se viene un subsello con este acercamiento un poco más experimental y arriesgado al reguetón y a estos géneros de la región como el neoperreo, la protoguaracha (...) y ha sido muy interesante encontrar esos artistas que no han negado nunca esa raíz y hacen edits o usan partes de canciones con las que crecimos en sus producciones electrónicas”.

(Le podría interesar leer “Somos el sello que cura y suena la grasa, el sebo, la raspa, el bazuco”: Paria Records)   

Tienen además una serie de podcasts llamada Latam Sonic Hustlers, cuyos episodios amplifican artistas que no están en el radar de muchas personas y mujeres, dado que ahora no tienen muchas prensando en el sello. La línea más contemplativa de la apropiación sónica es clara en el trabajo de artistas como Aeondelit, de Manizales, quien se construye como artista desde la montaña pero que no suena a música andina en un sentido estricto. Sus tracks son declaraciones de reflexión y nostalgia por el pasado-futuro. En estos productos hay, inevitablemente, manifiestos sonoros con los que se desestabilizan hegemonías e ideas normativas sobre lo que somos y hacia dónde vamos como latinoamericanxs: de eso, y de ese cruce constante de fronteras, se trata también la descolonización musical. 

 

 

Resistencias cotidianas

Hay en el trabajo de Insurgentes una movilización política implícita, cuestionamientos desde lo individual y cotidiano a los lugares que ocupamos como latinoamericanxs, algo urgente para los sectores culturales y mucho más para las colectividades que se han construido en torno a la música electrónica en el país, en las que como público nos hemos dedicado más a consumir empaquetada y superficialmente que a explorar las potenciales movilizaciones que podemos generar desde las fiestas y el consumo que tenemos. 

Para Verraco este tema se ha ido profundizando con el tiempo. En principio respondió a una incomodidad con la poca conceptualización que había en el circuito y a una empatía con actos de resistencia y luchas gestadas en la región. En el 2016, justo después del plebiscito por la paz (en el que ganó el No), había una carga política muy fuerte y para él ese contexto no podía ignorarse. En New Army of Androgynes, Verraco empieza a hacerle guiños a una apuesta futurista radical en la que están trabajando actualmente, con la que pretenden profundizar más allá de lo sónico en términos de las luchas políticas que en el Sur se están gestando. Verraco asegura que pretende movilizaciones, “pero más bien internas (...) Es obvio qué era lo que se pretendía que yo hiciera con mi vida en relación a mi entorno familiar y profesional y por eso para mí esto es un acto de resistencia. Poder haber hecho hasta este momento un camino con acciones relevantes que empiezan a tener efectos en otras personas. Que pillen que desde la autogestión se puede, entendiendo desde qué lugar del mundo se hacen las cosas, reconociendo los límites y haciéndoles frente a las problemáticas para lograr pequeñas resistencias o hacks al sistema.” 

a1184743865_10.jpgCarátula de New Army of Androgynes, de Verraco, junio 2017

La prioridad del sello está en lo sónico, sin embargo, recientemente esa idea de horizontalizar y amplificar otras luchas es también una constante. “Empezar a entender —agrega Verraco— y darse cuenta de muchas problemáticas y al menos desde la propuesta nuestra evitar incurrir en esas prácticas nocivas y difundir los mensajes para que no sigan ocurriendo dentro del contexto electrónico. Son movilizaciones un poco más explícitas, entendiendo que no somos prioritariamente activistas pero que nos podemos movilizar de maneras más orgánicas con respecto a lo que pasa en nuestros contextos”. 

 

 

Ese hackeo y el camino a cuestionar el poder colonial en la música electrónica acaba de empezar. Insurgentes ha hecho un trabajo importante durante estos años cuestionando los “lugares legítimos de producción”, los sonidos “válidos” en nuestras identidades latinoamericanas y amplificando luchas políticas de toda la región. Sin embargo, la descolonialidad como camino y horizonte musical/político que nos guíe a otros mundos, se fortalecerá en la medida en que ese hackeo, además de los actos cotidianos de resistencia y el reconocimiento en circuitos globales, sea también una herramienta política y reflexiva que nos permita movilizarnos también colectivamente.


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