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Fotos de Daniel Sierra

El trabajo comunitario de Jotaika Bops y su camino a través del Quinto Elemento del hip hop

De sus 25 años ha dedicado diez al hip hop. Sus letras combaten el aún vigente colonialismo y abren un camino de retorno a lo indígena. Trabajando en procesos comunitarios de formación se convenció de que las expresiones artísticas que rodean al rap son herramientas efectivas de transformación social, pero también descubrió que existe un quinto elemento en la cultura hip hop que no ha sido estudiado con juicio en Colombia: el conocimiento.

Julián Guerrero / @elfabety

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En el apartamento de Jotaika Bops Ata, en Soacha, hay un par de macetas en las que ha cultivado coca. “Ha sido difícil”, explica. Le costó trabajo sembrar las semillas diminutas y, aun más, cuidar la planta para que no muriera. Colgadas en su cocina también tiene unas cuantas hojas secándose y en su estudio de grabación unos habanos que adornan sus repisas junto a instrumentos y tejidos indígenas. “Cuando las palabras del hombre no son suficiente, la palabra del tabaco se hace sangre y carne”, asegura. La relación de este MC con el tabaco no es gratuita ni un vicio de ciudad. Su cercanía con la planta va también de la mano de un oficio musical guiado por el conocimiento y una búsqueda espiritual. El tabaco, así como el tejido y la palabra ancestral, son guías para él. De sus 25 años, Jotaika le ha dedicado diez al hip hop en forma, primero motivado por las ansias de fama y luego impulsado por su conocimiento de la Universal Zulu Nation y por la convicción de que el hip hop y el rap no sólo son vías que comunican historias: son fuentes de transformación social y de lucha.

“Aunque no parezca, el hip hop siempre ha hablado de buscar lo espiritual. Nunca desde lo religioso. En mi caso personal nunca me sentí conforme con mis enseñanzas católicas y el hip hop empezó a rascarme en esa duda”, dice. A partir de 2014 su rap empezó a hablar de temas espirituales. Cansado del rap de competición y sus barras que tienden a lo elíptico (la calle y “lo real”), se aproximó al breaking, una práctica enfocada primordialmente en los procesos de educación hip hop.

Desde sus primeros años alrededor del grafiti y su paso por diferentes barrios y localidades de Bogotá y Soacha, hasta sus recorridos por Colombia conociendo y trabajando en las escuelas de hip hop comunitario, la vida de este MC ha sido un constante desplazamiento a través de un oficio que no sólo considera un arte sino también un camino a la espiritualidad y una filosofía de vida.

Viéndolo hablar del tabaco, se podría decir que su trabajo en el hip hop es similar a su labor de cultivo: un camino de aprendizaje que va construyendo poco a poco con la laboriosa paciencia de quien arma un habano.

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En 1974 Afrika Bambaataa, líder de la Universal Zulu Nation, padrino y Amon-Ra del hip hop del milenio pasado y de éste, proclamó el origen de la cultura hip hop y la unidad de sus cuatro elementos: en una de las fiestas que tenían lugar el mes de noviembre en el Bronx neoyorkino, Bambaataa reunió Djs, breakers, escritores de grafiti y MCs y los abrigó bajo la manta de una identidad que hoy se mantiene viva alrededor del mundo.

Aunque los cuatro elementos ya existían desde mucho antes del origen de la Universal Zulu Nation, el ejercicio de Bambaataa no sólo consolidó la vida urbana neoyorquina alrededor de una experiencia común, sino que también sentó las bases de una cultura que le ha hecho frente a las experiencias oficiales, las formas tradicionales de aprendizaje y los entornos hostiles que durante muchos años han sido ecosistemas ideales para que germine el hip hop. La proclamación del origen un 11 de noviembre de 1974, fue también la oportunidad para vincular los cuatro elementos a través de un quinto, apenas conocido y mencionado pocas veces a pesar de ser el bastión de la cultura hip hop: el conocimiento.

Pese a su novedad y a lo desapercibido que pueda pasar en la escena hip hop, el conocimiento es quizá el elemento que más camino ha recorrido. Antes de los pasos arrebatados de los breakers, antes de los tags y los beats, el conocimiento ha sido la fuerza potenciadora de los procesos y el germen de la renovación en la cultura hip hop. Sin embargo, la entrada del rap en el mundo comercial y la consolidación del estilo gangsta en los noventa (que en Colombia afianzó conceptos como el “ser real” o la calle como un sinónimo de drogas y violencia), aumentaron las ansias de fama y dejaron de lado muchas veces el potencial de transformación social del hip hop.

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“En 2013, en el contexto en el que yo estaba sumergido, que era el de la música rap, el quinto elemento era algo que no existía, una noción que no tenía cabida. Cuando yo llego a este, me empiezan esas ansias de querer difundirlo y pensaba: si yo no he tenido la oportunidad de escucharlo de otras personas acá en Bogotá, sería muy áspero que otros tuvieran la oportunidad de enterarse, y sobre todo los más jóvenes”, dice Jotaika. Su inconformidad con el rap que se consumía en aquél entonces y que abrazaba la onda gangsta de muchos gringos, impulsó a este MC a pensar el rap más allá de los problemas del barrio y la calle.

Aunque en Estados Unidos referentes como Snoop Dog o Ice Cube significaron la entrega de la cultura a un orden de consumo capitalista, fueron también una oportunidad más para nombrar públicamente las experiencias de una juventud sacudida por el racismo y la opresión de clase. A su llegada a Colombia, el hip hop se instaló con unos valores similares: el afán de la fama y las urgencias mediáticas de los artistas, pero también como una posibilidad de repensar el entorno. Con todo, a pesar de ser bastantes los procesos de educación a través del hip hop en el país, son pocas las agrupaciones y personajes que se han centrado en la experiencia del quinto elemento y, aun menos, los que se han encargado de su divulgación. Justamente, entre aquellos que se han preocupado por elevar la cultura hip hop más allá de sus órdenes comerciales, está Jotaika Bops Ata.

 

Para Jotaika, la historia del hip hop en Colombia siempre se ha enfocado en personajes y lugares de los elementos artísticos del hip hop. Las escuelas de formación siempre han estado enfocadas en enseñar a rapear, a hacer grafiti, a bailar, pero hasta hace poco no había escuelas que se estuvieran pensando el hip hop como una forma de educación más allá de lo artístico.

De esta experiencia de búsqueda infructuosa, de horas de lectura sobre el quinto elemento y del contraste con la cultura hip hop de su contexto, en 2013, con apenas 19 años, decidió fundar junto a algunos amigos (Afroaima, Culta y otra compañera) la Organización Quinto Elemento.

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Acompañados por Join Red, uno de los miembros más importantes de Quimbaya Zulu en Medellín, el primer capítulo legal y reconocido en Colombia de la Universal Zulu Nation, asumieron el reto de dirigir una organización encargada de la divulgación del quinto elemento en el país. Inexpertos en el tema que buscaban tratar y divulgar, decidieron enfocarse en tejer redes antes de crear una escuela. “Empezamos a hacer conversatorios, a traer invitados, a llamar a otras escuelas de hip hop y a hacer trueques de conocimientos. Existía alguna escuela de rap y nosotros le proponíamos que nos dieran un espacio dentro de su escuela y dábamos una charla sobre quinto elemento. Ellos se sumaban a la red, podían compartir con otras escuelas que estuvieran en la misma onda —porque no todos estaba interesados en la misma onda— y así nos fuimos sumando a una propuesta que se venía tejiendo desde Quimbaya Zulu, que era la Red Nacional de hip hop Kaziyadu”, cuenta.

Aunque Kaziyadu no era la primera red nacional de hip hop en Colombia, sí era la primera red que se estaba pensando el hip hop desde un componente pedagógico, todas las personas involucradas en la red estaban interesadas en construir una educación hip hop en Colombia. Con la organización fueron tejiendo una red en Bacatá (como Jotaika prefiere llamar a Bogotá) así como en otras escuelas en Colombia, escenarios donde nunca se imaginaron que el hip hop existiera con fuerza.

En la búsqueda, la organización se topó con municipios totalmente rurales donde existían escuelas que hablaban del quinto elemento, algo que aún no sucedía en Bogotá. Aunque Antioquia fue el punto en el cual tejieron más enlaces entre las escuelas (Santa Rosa de Osos, Granada, el corregimiento de San Cristobal, Caldas, Itagüí, Bello, entre otros), gracias a la cercanía del capítulo Quimbaya Zulu la red llegó hasta escenarios como Cajamarca, Ibagué, Santa Marta, Cúcuta, Popayán, Cali, Pereira, La Unión, Río Negro e incluso zonas rurales del Catatumbo, lugares que no resuenan cuando se pregunta por la historia del hip hop en el país.

Y es que no solo en la historia del hip hop nacional, sino también a nivel global, han existido procesos en los que se ha pensado el hip hop no desde lo artístico sino desde un enfoque comunitario que, por eso mismo, no han sido reconocidos. “Por el mismo hecho de no ser artistas, de no salir en los medios o en los grandes eventos, no son conocidos. Y aun cuando son conocidos, no son reconocidos por los artistas que los conocen. Entonces hay muchos artistas que, de pronto, se llegan a enterar de estos procesos, pero realmente les importa poco”.

Hoy, convencido por completo de la importancia de los procesos de base, Jotaika confiesa que cuando comenzó con la movida del hip hop, si bien no se tomaba el rap de una forma seria y profesional, su objetivo no era otro que convertirse en un artista de rap, ser famoso y tener muchos eventos. Sus primeros demos apenas hablaban de las experiencias de un muchacho de catorce años que acababa de conocer el hip hop en Bogotá. Pero la aparición de la Universal Zulu Nation (un día que estudiaba sobre Malcom X y su acercamiento al quinto elemento) fue el inicio de cuestionamientos sobre cuál es su posición dentro del hip hop y el camino a un cambio de visión a través de la cultura.

Antes del rap, la vida de este MC giraba en torno al grafiti. Con doce años se acercó a las paredes, primero como una forma de burlarse de su hermana y luego con la voluntad del vandal, entusiasmado por la adrenalina que lo recorría cuando pintaba. Influenciado por la figura de Franco, siempre presente en el barrio, Jotaika desarrolló un grafiti más elaborado que fue perfeccionando con el tiempo. Después de eso vino el rap. Asilo 38, Tres Coronas y La Etnnia fueron los grupos con los que se sumergió en el género, sin embargo, según cuenta, es específicamente Tres Coronas y el flow de Rocca lo que lo marca y lo incita a rapear, un camino que comenzó en 2006.

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Aunque su primer acercamiento profesional al rap se dio en 2009, cuando lanzó su primer disco con la agrupación Presidiarios de la Rima, Jotaika cuenta que su acercamiento a la cultura hip hop se dio más adelante, en 2012, cuando conoció la Universal Zulu Nation. Hoy en día Jotaika no sólo es un MC reconocido, sino también una figura relevante que ha levantado procesos en diferentes espacios de la ciudad. Desde Soacha hasta Engativá y Ciudad Bolivar, Jotaika Bops ha sido educador en lugares como la escuela de hip hop Legión Ubuntunati, ubicada en el barrio Juan Pablo II, Ciudad Bolívar, así como en escuelas rurales de hip hop. “En Granada tuvimos una experiencia muy bonita que compartimos con un campesino que, prácticamente, nos dio una lección y una cátedra de hip hop reáspera sin usar los términos que nosotros utilizamos. Desde su tradición oral, su costumbre y su forma de ver el mundo, nos tuvo toda una madrugada como a treinta hip hopas de diferentes elementos escuchándolo. El man nos abrió las puertas de su casa, todo el mundo freestyliando, bailando y el man recontento con su mundo hip hop. Obviamente uno habla de estas experiencias en la ciudad y los raperos o la escena no reconocen esto como hip hop”, cuenta.

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Entre Bogotá y Nueva York hay 4001 km de distancia y aunque hace varios años que los largos ríos y las montañas de nuestra geografía no son un obstáculo para que la información se mueva entre las personas y la mayoría tenga acceso a ella, hoy en día son las mismas personas las que, celosas de sus conocimientos, se erigen como barreras que cierran el paso a otros que quieren aprender. Basado en su experiencia propia, en los momentos en que celosamente protegió un bien sagrado para la cultura hip hop sin divulgarlo, pero también en los momentos en que conoció el quinto elemento sin que este incluso fuese nombrado, este MC no deja de apostarle a la consolidación de una educación hip hop que se preocupe más por los procesos de comunidad que por la consolidación de artistas.

“Hace poco recibí un comentario de un bboy que admiraba mucho: que yo hablaba en los términos del bboy sin serlo. En mis canciones, en mi diario vivir, uso conceptos del movimiento bboy y para ellos es severo que un rapero esté hablando de eso a pesar de que no baila. Es precisamente por eso, cuando empiezo a involucrarme y a ser responsable con hablar de la cultura hip hop, tengo que conocer la cultura hip hop, no puedo hablar de ella si sólo conozco el rap y si solo me interesa que el rap surja”, cuenta.

Su paso por el grafiti, pero también su trayectoria como beat maker para bboys y bgirls (que ha dejado ya dos discos), ha hecho de Jotaika, además de un artista multifacético, un conocedor de la cultura hip hop a profundidad.

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Para Jotaika Bops el rap que ha hecho y que hace en la actualidad no solo habla de lo que es sino también de lo que ha andado. La indagación sobre estas experiencias alternativas a un hip hop agresivo, que no hablara de temas profundos y que no perpetuara la imagen del rap gangsta, lo condujo a una búsqueda por los orígenes de su tierra y de su raza, un camino similar al que persiguieron los miembros de la Universal Zulu Nation en los orígenes de la cultura hip hop.

 

Al igual que Afrika Bambaataa y sus amigos dirigieron su mirada hacia África, buscando en el continente las raíces de su sangre y los principios de su lucha, Jotaika Bops busca entre los pueblos originarios de lo que hoy conocemos como Colombia sus raíces y su tradición.

A través de una indagación por los indígenas, de sus orígenes, este MC teje el camino de su pasado y de su futuro.

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Consciente de los problemas de la colonización y de la vigencia de estos hoy en día, Jotaika no sólo ha comenzado a incorporar estos temas en las clases en las escuelas de hip hop, sino también los ha convertido en asuntos ineludibles en sus canciones. La patria, la tierra, la herencia y la palabra son algunos de los elementos a través de los cuales Jotaika indaga por su pasado a través del hip hop, pero, sobre todo, a través del Conocimiento, el elemento que le permite vincular la experiencia originaria con la música que hace y vive.

Hace poco grabamos un video con Jotaika en su casa estudio en Soacha. Antes de comenzar a cantar, el MC fue hasta una de las repisas de su armario y tomó un frasco con una mezcla café. Raspando el frasco con el dedo meñique, sacó un poco de la mezcla y se la metió a la boca. “Es para endulzar la palabra”, dijo. Luego explicó que era hosca (tabaco).  Entre algunos pueblos indígenas el tabaco se consume como una fuente de concentración y un productor de armonía. Mambeado, el tabaco armoniza el cuerpo, rechaza los malos espíritus y da concentración para que la palabra cuente las historias del pasado y de luz al presente, para que la historia fluya como un río a través de la pradera. Aún en construcción y apenas recorrido, el camino de Jotaika Bops es una extensa carretera donde no se alcanza a divisar el fin, una línea de sombra que separa la juventud de la experiencia. Por eso, cuando le preguntan sobre por qué aún no ha formado su propia escuela, responde: “Tal vez por reconocer mi inexperiencia y todo el camino que me falta por recorrer, aún no he decidido crear una escuela bajo mi responsabilidad y por eso decidí caminarla… Donde esté la educación hip hop, allá voy a poner mi granito de arena y a aprender”.

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