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Aguja y vinilo dan cuerpo a la obra de Delacalle Valentina

El bordado y la pintura confluyen en la obra de esta artista manizalita quien durante el Paro Nacional se ha parado duro en contra de las violencias de género desde el arte junto a la colectiva Gallinas Furiosas.

Daniel Fandiño / @sinsecuencia

En medio del actual Paro Nacional, El Costurero, un grupo de mujeres que desde el 2017 se organiza alrededor del bordado, sacó un trapo que llamó la atención de quienes se movilizaban. Se trataba de un acróstico con la palabra TRAMPA: Todxs Firmes Resistiendo Con Amor Memoria Paz y Anarquía. Esta acción buscaba dar cuenta de la postura política y de algunas percepciones de esta colectiva sobre lo que ha venido pasando en Colombia en los últimos meses. 

La idea de este “trapito justiciero”, como decidieron llamarlo, surgió en los ejercicios de bordado que llevan a cabo todos los miércoles. Aunque de El Costurero han hecho parte muchas mujeres, una de ellas ha estado desde el comienzo gestionando la vuelta: Delacalle Valentina, una artista manizalita que desde muy pequeña ha sido cercana a esta disciplina.

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Desde muy pelada Valentina (30 años) solía tejer y bordar con su abuela, una tejedora y costurera vieja escuela, “de esas que saben de todo porque aman el oficio textil”, como ella misma la describe. Valentina creció viendo a su abuela enseñar crochet, hacer encargos y ensayar puntadas.

Con los años, al entrar a la Universidad de Caldas a estudiar un pregrado en Artes Plásticas, Valentina decidió enfocarse en la pintura. En ese entonces, hace ocho años, pintaba colectivamente con compañeros interviniendo algunos túneles de la universidad. Por aquellas acciones les invitaron a pintar con el tiempo a lugares con problemáticas sociales de Manizales como el barrio San José.

Allí, Valentina y el parche de artistas con los que se movía, llegaron para trabajar con la intención de mitigar conductas de riesgo para las y los más pequeños del barrio, todo esto a través de la pintura comunitaria en espacios públicos. “En cada salida y en cada muro me percataba de lo mucho que me encontraba en esa dinámica de interacción con cada persona, con su opinión y/o gesto, con cada lugar y su particularidad visual e historia”, cuenta.

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Esa fue la razón para que en el 2015 y tras esos primeros pinitos, esta artista decidiera seguir trabajando en la calle. Según cuenta, la calle es un espacio que le hacía sentir el encanto al ser un lugar de interacción en el que se encontraba con otras y otros. “Por la posibilidad de contar en cada retacito que la compone”, agrega.

Para Valentina, su obra está compuesta por texturas y matices, al igual que ella. Materiales como pintura, hilos, telas y lanas, hacen parte de ese paisaje a través del cual materializa en muros y lienzos piezas que, según cuenta, narran y encarnan un todo, y cuyo canal comunicador de emociones y percepciones es el cuerpo. 

(Lea ‘El bordado como acto de resistencia a la heteronormatividad: tres hombres que le jalan al hilo y la aguja’)

“Mi quehacer se caracteriza por la mixtificación e indagación técnica, así como por la búsqueda y cuestión de la memoria y el cuerpo como contenedor y constructor del ser. Me hilo a lo textil como una forma de habitar el mundo, de cambiarlo y replantearlo”, señala.

El proyecto de Valentina se enmarca en compartir y resistir a través de la creación. Es esa la manera a través de la cual esta artista puede exponer no solo lo que piensa, sino también lo que siente. Todo esto a raíz de las experiencias que la han formado desde la creación conjunta e individual y el intercambio de conocimiento que se ha gestado en su círculo de manera desinteresada.

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“Descubro con cada pasito que doy en mi ejercicio artístico que no estoy sola, que ando creando por un eco grandísimo de todo lo que me rodea: mis compañeras de costurero, las mayoras que me guían, la palabra que llega a mis oídos, el conocimiento que con ellas se expande”, asegura Valentina. 

Esa manera de entender desde el arte que somos una construcción a partir de lo que nos rodea, es la misma idea que ha movilizado a esta manizalita a salir a las calles en este momento sociopolítico complejo que atraviesa el país. 

Según cuenta, Valentina considera necesario, solidario y humano moverse ante la mirada mezquina de un gobierno que aboga por sus intereses y se niega a negociar lo básico con un pueblo cansado de tanta injusticia. Esta artista explica que la manifestación desde el arte permite visibilizar esas problemáticas que, aunque están latentes, no se ven a simple vista. Exponerlas es casi que una responsabilidad de los y las artistas en momentos convulsivos como este. 

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“Quienes nos dedicamos a transformar nuestras experiencias de vida en actos creativos no estamos más que agradeciendo a la universa nuestra creatividad creando, haciendo posible lo imposible, haciendo visible lo invisible, uniendo a través de símbolos. Cada expresión desde cada disciplina es un abrazarnos colectivamente, es darle importancia y relevancia a lo que nuestro prójimo vive, siente y necesita”, afirma.

(Conozca ‘El craftivismo de Sarah Corbett, otra manera de tejer la protesta social’)

De esa fuerza y ganas nació Gallinas Furiosas, una colectiva que surge durante el paro nacional como un grito para, desde la pintura callejera, expresar su repudio y decir no más a las violencias de género. Este proyecto, comenta Valentina, se levanta de la necesidad de pararse duro como mujeres unidas que gritan sus muertas y compañeras violentadas.

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 “Gallinas Furiosas surge como un mensaje SOS al ver cómo, aún en medio de la coyuntura nacional, se ha reiterado una y otra vez el cuerpo femenino y los cuerpos feminizados como territorio de guerra. Gallinas Furiosas tiene la idea no de preguntar ¿Hasta cuándo?, sino de decir ¡Hasta Acá!, de decir ¡Ya no más!”, añade Valentina. Junto con ella, este parche de mujeres está conformado por Laura Guío y Cucaracha Biónica, y han colaborado con AJNA y Vinila.

El trabajo de Delacalle ha estado expuesto en el Parlamento Andino, en una muestra colectiva de bordado con las compañeras de El Costurero, en el Museo de Arte de Pereira y en la Alianza Francesa en el marco de sus 75 años en el país. Valentina también ha sido invitada a diferentes festivales en el país como Ciudad Mural, Atrapasueños, Color Vecino, Festival Biocultural y otros tantos.

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Por lo pronto, Valentina anda camellando en proyectos textiles desde El Costurero, preparando más trapos para salir a las calles y con los que la gente pueda interactuar y formar sus frases. También hace un par de años viene preparando una exposición individual sobre pintura y tejido que va a salir a la luz en poco tiempo.

Proyectos como el de Valentina toman aún más relevancia en momentos como el que vive Colombia hoy en día. Tiempos que demandan ejercicios creativos comprometidos y que se le midan a meter el dedo en una llaga que parece no tener cura. Junto a las Gallinas Furiosas van a seguir activadas dándole fuego desde la pintura a la denuncia y dejando mensajes claros y contundentes en contra de las violencias de género y sus perpetradores.


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