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Las puntadas de resistencia del activismo textil

En medio del estallido social latinoamericano y los largos confinamientos de la pandemia, los oficios textiles han tomado fuerza como espacios de encuentro de mujeres y activismo social. Hablamos con cuatro colectivas que le apuestan al tejido y el bordado como motores de cambio.

Daniela Pomés Trujillo / @danipomes

Durante el Paro Nacional y en movilizaciones anteriores de los últimos años se ha visto cada vez con más frecuencia instalaciones construidas a partir de arte textil en el espacio público. Murales y trapos con mensajes bordados, mobiliario público como paraderos, rejas o bancas con tejidos, capuchas tejidas a mano o frases bordadas en ropa y accesorios son algunos de los ejemplos. 

Aunque hacer uso del arte textil como medio de expresión de sentires que bien pueden ser sociales, políticos, de denuncia o como activismo no es algo nuevo, definitivamente está en auge, no sólo en Colombia sino también en América Latina. Las arpilleras chilenas que se manifestaron en contra de la dictadura a través de la artesanía comunitaria son sólo un ejemplo de una actividad que nutre los repertorios de acción en el continente.

Para algunos, esto se debe al estallido social que ha tenido lugar en diferentes naciones del continente latinoamericano, en los que la manifestación ha adoptado todo tipo de formas. Así mismo, la cuarentena logró que muchos se interesaran en los oficios textiles como una forma de pasar el tiempo y hacer conocer personas en la virtualidad. 

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Sin embargo, además de lo que concierne propiamente al sentido político y social que se le puede dar a las artes textiles, hay otros factores que entran en juego en este movimiento de hilos y lanas. La relación entre las mujeres y el feminismo con este tipo de labores y la búsqueda de dignificación y reivindicación de los oficios son otros puntos que determinan el poder de estas acciones. 

En medio de este panorama en que el activismo textil se abre camino de una forma tan poderosa, hablamos con cuatro proyectos dedicados al arte textil en sus diferentes técnicas y regiones, quienes coinciden en esa visión de los oficios textiles como plataformas para la transformación social. 

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Memoria Textil

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Laura Rojas (Bordark), comunicadora gráfica y publicista bogotana, Diana Carolina Castaño, caleña estudiante de la maestría en estudios sociales y políticos, Andrea Parra (Bruja e Hilos), comunicadora social y periodista y Vanessa Flórez Porras son las integrantes de Memoria Textil, una plataforma que nació con el propósito de agrupar y difundir procesos relacionados con el arte textil que busquen plasmar, cuestionar o hacer memoria sobre el acontecer nacional. 

Laura y Carolina se conocieron en un encuentro de bordado en 2019 y desde ahí la idea empezó a coger forma, sin embargo, no fue sino hasta el comienzo del Paro Nacional que el proyecto se hizo realidad. Estudiando la categoría de los “afectos” a través del bordado por redes sociales, a Carolina le surgió la idea de elaborar una juntanza facilitada por estas plataformas. Así, desde cuatro puntos geográficos diferentes, Medellín, Cali, Bogotá y Mosquera, se empezó a materializar la idea a través de las redes. El largo periodo de aislamiento que se vivió en Colombia en 2020 demostró que el diálogo por redes y las relaciones virtuales son más que posibles, según cuenta Carolina, lo que les permitió desarrollar un proyecto a la distancia. 

 “Con Memoria Textil lo que buscábamos era difundir lo que en ese momento empezaba a suceder en el país. A través de la labor del bordado y el arte textil, buscamos plasmar e inmortalizar las memorias de lo que se quiere decir, los sentimientos que se generan a raíz de todo esto que está pasando, las cosas con las que no estamos de acuerdo y que siempre nos han tratado de tapar. Es una manera de darle importancia a la memoria a través de lo que podemos y sabemos hacer con nuestras manos”, dice Laura.

Esta plataforma de memoria textil colectiva existe en Instagram y está alimentada por las obras de diferentes artistas, así como algunas de ellas mismas. Uno de sus objetivos principales es el de darle difusión a piezas y artesanos. Por el momento no tienen piezas de creación como colectiva debido a la distancia física. Sin embargo, están enfocadas en que se vaya hilando el relato del acontecer nacional, pues son conscientes de que las redes sociales también funcionan como un álbum de registro histórico. 

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Aunque no se piensan el quehacer textil de manera excluyente, reconocen que son pocos los hombres que se ven en estos círculos. Dice Carolina que es un poco más habitual toparse con hombres involucrados en el tejido que en el bordado, esto debido a que “el tejido se desligó de ese lugar hegemónico hace más tiempo que el bordado, entonces ha dejado de ser algo tan “femenino" más pronto. El bordado siempre ha sido leído como un oficio feminizado, entonces [a los hombres] les cuesta más”.

La gran apuesta de esta colectiva es utilizar los oficios textiles y volverlos contrahegemónicos. Es darle la vuelta y valerse de los mismos mecanismos que el patriarcado ha utilizado para recluir a las mujeres en la casa. “A todas nos parece una berraquera el espacio entre mujeres para echar chisme, pero también es muy importante entender que eso tiene que tener una misión. Eso va muy de la mano del feminismo interseccional, que no niega la importancia de las labores de cuidado, pero al mismo tiempo busca darles otro lugar”, dice Carolina.

Laura, por su parte, complementa lo anterior diciendo que, en ese sentido, el bordado ha sido una herramienta muy importante para conectar con otras mujeres. Para ella los oficios y las artes textiles no sólo han sido considerados femeninos, sino que se han ligado a las mujeres mayores, lo que hace que sea aún más poderoso hacer uso de ellos para habitar las calles. 

La Madeja Colectivo

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Este colectivo de mujeres tejedoras está conformado por cuatro integrantes fijas y una más que colabora con frecuencia. Ellas son Catherine Franco (Coral Tejidos), licenciada en educación artística y cultural, Laura Meneses (Maragua Tejidos) y Valeria Gómez estudiantes de licenciatura en artes plásticas y Daniela Jiménez Hurtado, estudiante de ingeniería, todas ellas residentes en distintos puntos del Valle de Aburrá. Laura y Catherin iniciaron con el proyecto en 2017 y a partir de entonces varias mujeres han pasado por el colectivo que busca, entre otras cosas dignificar el oficio textil.

Lo bautizaron como “La Madeja” por la relación con lo que producen y también para abrirse a todas las opciones de tejido. Ellas, que además tienen sus marcas personales paralelas, tejen bordan y cosen, entre otras cosas. Así mismo, tienen una línea de formación a través de la cual dictan talleres y se presentan a convocatorias. 

Las integrantes de este colectivo cuentan que desde hace tiempo venían siguiéndole la pista a varias propuestas alrededor del mundo que se valen del tejido como mural para expresar ciertos mensajes. Este año en apoyo al Paro Nacional, los resguardos y las comunidades indígenas crearon murales tejidos para movilizarse, cumpliendo así con un proyecto que tenían desde el año pasado de llenar de tejido la ciudad.  

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Un mural tejido que decía Ven-Seremos o una bandera Wiphala tejida que les regalaron a integrantes de la minga indígena cuando visitaron la ciudad, fueron dos de los objetos textiles que produjeron es esta coyuntura y en apoyo a la movilización. “Ven-Seremos ha sido muy bello porque ha servido para mostrarle a las mujeres adultas que el tejido también es una puesta política y social –cuenta Catherine –. Ellas están acostumbradas a que lo que hacen se convierte en productos para decorar, entonces es mostrar que a través del bordado también se puede generar reflexión, con el bordado podemos mostrar y representar algo que se conecta al momento histórico por el que está pasando el país”.

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Para las integrantes de La Madeja el arte textil contemporáneo “tiene una relación muy fuerte con la sanación y con una postura política que no se puede quedar solo en las jóvenes, ni en las mujeres, ni en lo femenino, sino que tiene que expandirse. Es la oportunidad de transformar desde el arte textil”. 

El bordar en colectivo ha sido para las integrantes de La Madeja una oportunidad para dialogar en torno a la labor, para reflexionar y compartir opiniones sobre la coyuntura nacional, pero también para estar en silencio, contemplar y meditar. Valeria lo define como “un ejercicio de retroalimentación entre todas, a medida que vamos tejiendo hablamos de eso que estamos haciendo, de la minga, de política, del paro. El espacio del tejido invita al silencio y el silencio invita a la escucha que es un sentido de 360º, se escucha el cuerpo, leemos un poema, tomamos tinto. Es un aquelarre de mujeres compartiendo alimento y música”. 

Los Chiros Parchados

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Los Chiros Parchados se conformó en agosto del año pasado a partir de la idea de una “compa” interesada en llevar el oficio textil a lo público y en extraerlo del ámbito privado. En torno a esa idea varias personas se unieron y crearon este colectivo que estuvo bastante activo en el Paro Nacional. 

Ellas definen el oficio textil como algo que ha estado “condenado a las paredes” por ser un trabajo que históricamente se ha asociado a las mujeres y vinculado a las labores de cuidado, razón por la cual sienten que han sido oficios bastante “recluidos”. Según comentan, “al estar en el contexto del trabajo doméstico, no ha podido usarse como una herramienta de movilización o pronunciamiento en lo público. La reivindicación que se busca en muchos parches textiles es la reivindicación de los oficios textiles de ese ámbito privado”. De esa manera, sacando los oficios textiles a la calle y colectivizándolos, es como las mujeres de Los Chiros Parchados dan sentido social a estos quehaceres. 

Además, estas mujeres ven en los oficios textiles una alternativa para comunicar. “El hecho de tejer una reja o hacer una reunión de bordado o de tejido, las frases de las rejas, los parches que se han hecho para tejer collages gigantes para tejido del número de los Falsos Positivos, darle un objetivo o una mirada hacia el contexto social, movilizan el mensaje a muchas más personas”. Durante el paro hicieron varias intervenciones y reuniones a las que asistieron como parche. Intervinieron rejas en la 26, en la 30, en los parques en los que se hicieron ollas comunitarias a las que las invitaron y también participaron de las movilizaciones. 

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“Generalmente el oficio textil tiende a ser individualista por el detalle que requiere la confección, el patronaje y demás, pero el sentido social se le da cuando se le pone a dialogar con las distintas coyunturas que atraviesan a quién ejerce la labor. Particularmente no tiene objetivo de por sí vestir algo, sino dialogar con ese espacio o esa coyuntura, proponer algo, intervenirlo y también llamar a otras personas a discutir”, dicen. 

Por último, las integrantes de Los Chiros Parachados cuentan que “Decidimos habitar la calle a través del arte textil por dos razones: la primera es la urgencia y el interés de creación a partir de lo textil, que es un oficio transversal a todos nosotros, y la segunda, proponer nuevas preguntas y nuevos horizontes acerca de lo que es el oficio textil, lo que era para las generaciones pasadas, replantearlo, jugar con los espacios, jugar con los materiales con las intenciones, las coyunturas, con nosotras mismas. La calle nos permite ponerlo en diálogo, a ver qué nos puede aportar el espacio público para la exploración de esos nuevos horizontes”. 

Taller Diatriba

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Julián Moreno, estudiante de sociología de 22 años y Valentina Montenegro, estudiante de antropología, son las dos personas que conforman Taller Diatriba, un proyecto que inició Julián en agosto de 2020 luego de que unas compañeras de un parche feminista de la universidad le enseñaran a bordar. 

Este proyecto está dirigido, entre otras cosas, a repensarse la labor, hacer pedagogía del valor detrás del trabajo y la organización de una comunidad artesanal, pues para él la organización es central y esencial, así como pensarse colectivamente.

Para Julián el hecho de que haya considerablemente menos hombres dedicados, al menos visiblemente, a estos oficios textiles, es producto de la división sexual del trabajo. “Cuando yo era pequeño a mí me metieron fue a fútbol. Pensar en manualidades para un niño, no. Ahí nos van separando un poco el camino condicionados socialmente. Precisamente por eso el feminismo puede construir puentes, otros espacios, cuestionar los roles de género. Los espacios universitarios se están replanteando también estas dinámicas de los roles”, cuenta.

Para él, expresarse políticamente a través del arte textil es, por un lado, un ejercicio muy poderoso que proviene de los feminismos que han buscado politizar las labores de cuidado. De otro lado, también lo ve como una forma de cuestionar las dinámicas de la protesta que para él suelen ser hiper masculinizadas. 

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“Ya no se está viendo esa narrativa de confrontación tan clásica como de la izquierda, el capucho o el Che Guevara. Ya no es una dinámica tan guerrerista, sino más bien del barrio, con la gente. Esto ha sido una explosión no solo de tejido, sino de asambleas populares, de ollas comunitarias, de huertas. Eso permite que se piensen otras formas y otras dinámicas para la toma del espacio público”, dice. Actualmente, además del acto de bordar en sí mismo, están enfocados en la creación de otros formatos con el foco puesto en el activismo desde el arte textil. “Vamos a lanzar el primer fanzine de arte textil político de nuestro territorio. Tenemos el proyecto de hacer podcasts, ir a la zona humanitaria del norte a hacer un taller de bordado con ellos, de la red de huertas nos invitan a hacer una arpillera con ellos, con otras colectivas estamos pensando en dar una charla textilera y seguir con nuestra labor. No vamos a soltar las calles, seguiremos haciendo cosas en colectivo”, dicen.

Julián también cuenta que se está empezando a construir una comunidad de bordado y círculos de tejido entre hombres con el fin de resocializarse, buscando ver estos espacios como una oportunidad para cambiar esas imposiciones sociales y culturales que les impiden hablar de sus emociones, mucho menos con otros hombres, o mostrarse vulnerables o sensibles. Para él, el bordado facilita mucho esta tarea por ser un “lenguaje muy íntimo”.  

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Estos son sólo algunos ejemplos de lo que es actualmente la movida de parches y colectivas que han encontrado en los oficios textiles una plataforma que propone formas diferentes de movilizarse y de protestar. Este arte íntimo, silencioso y reflexivo se propone cómo un camino diferente para tejer el momento histórico por el que están pasando Colombia y América Latina. Encontrar en el tejido la oportunidad del encuentro feminista y la destrucción de las barreras de género, también permite hallar en éste un espacio de sanación para todo aquel que quiera enredarse en sus hilos. 

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