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Shaltmira: la artista urbana de Lituania que dejó su magia caótica en Bogotá

En su búsqueda de sabidurías ancestrales de diferentes culturas y religiones, y la lucha por no estancarse artísticamente, esta ilustradora y muralista abandonó el lejano país báltico en 2015. Lo hizo para emprender un intenso viaje, incluyendo una parada en nuestra capital, a donde llegó invitada para realizar un mural que expone la neurosis cibernética en la que vivimos

Tomás Tello

Mientras arma un cigarrillo de tabaco con sus largas uñas, Shaltmira describe qué es, para ella, la magia, musa de su arte: “es un término que abarca lo que hacen desde las abuelas hasta los magos callejeros, pero cuando hablo de magia caótica, me refiero a concentrar la fuerza de voluntad en llegar a una meta. Entonces, si quiero ir a Bogotá, dibujo un emblema, reduzco la resistencia consciente –no pararle bolas a lo que se va hacer- y me programo inconscientemente para lograrlo”, explica mientras está en el barrio Galerías de la capital, a donde vino invitada por artistas locales para realizar una sesión de tatuaje en Rat Trap y pintar un mural.

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Eglé Tamulytė, la mujer detrás del seudónimo, nació en noviembre de 1988 en Lituania. Creyente en la astrología y el tarot, celebra ser Escorpión y haber nacido en el Año Chino del dragón. “¿Puedes mejorar esa combinación?”, bromea. Y Shaltmira, el nombre artístico, nació mientras caminaba junto a un amigo en la ciudad de Šiauliai, en donde estudió Ilustración. “Qué frías tienes las manos. Eres una Šaltmira”, le dijo su amigo.

En lituano significa que alguien tiene sus brazos y piernas frías, que está muriendo de frío porque la sangre no llega. Si la sangre no fluye, explica mientras mueve sus uñas para fumar, es porque algo está pasando con el cuarto chacra del corazón, el Anahata. Por eso, dice,  su nombre apela a abrir el chacra del corazón mediante el arte, la empatía, las conexiones con las personas y las colaboraciones.

“Es un nombre simbólico que significa luchar contra el estancamiento. Ya sea creativo o por falta de voluntad para vivir”. 

Su proyecto artístico tiene una raíz más temprana, a los 14 años, cuando estaba en el colegio y parchaba con las personas más raras que encontraba, con quienes pudiera intercambiar música de Burzum, Deftones, Cradle of Filth y Children of Bodom. Desde entonces, quiso ilustrar las portadas de los álbumes de estas bandas y esta música. “Mis dos géneros podrían ser el techno y el black metal”.

Además de llenarse de referencias musicales, la adolescencia también le sirvió para reforzar sus creencias religiosas. “Mis abuelos decían ‘debes temer a Dios’. Yo no creía en eso, no entendía porqué debía sentir temor”. Entonces, en un país de amplia cultura cristiana, “si no crees en Dios, eres satanista”, dice mientras enseña una “Satana” que tiene tatuada en su muñeca.

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“Años antes, y sobre todo en países más conservadores, me gustaba ser provocadora. Hacer algo que contrariara las reglas normales. La gente empezó a compararme con GG Allin –uno de los íconos punk más podridos- por los métodos con los que trabajo, por provocar”. La provocación es su herramienta en Lituania, un país que, afirma, estaría estancado en la Edad Media si las cosas no se dijeran fuerte y claro. Por eso, en este lejano país, estuvo involucrada en una de las primeras exposiciones en las que se exponían únicamente artistas mujeres. Ahora se ha vinculado y trabajado con algunos colectivos por los derechos LGTBI.

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Su vocación de ayuda encuentra explicación en dos razones: en algún momento de su adolescencia quiso dedicarse a la psiquiatría y leyó sobre psicología porque le gustaba averiguar cómo funcionan las personas; también consideró seguir los pasos de su mamá, una profesora de matemáticas y educar a las personas. También pensó en ser médico pero recuerda como, con cierto miedo, le dijo a su mama que quería dedicarse al dibujo. “Si hay algo que me dé miedo, voy a preguntarme por qué me da miedo hasta descubrirlo y, después, hacerlo”.

Por eso, en sus redes sociales se aprecia el eslogan “Creative Life’s Hacker” que, en sus palabras, significa usar el conocimiento ancestral de diferentes culturas y religiones para encontrar soluciones a sus problemas y a los de otras personas, algo que va de la mano con su creencia mágica. 

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Con la intención de acercarse a esos conocimientos, en 2015 Shaltmira salió a recorrer el mundo.

El primer día de su visita a México, hace unos meses, recuerda que estaba sola en una ciudad que no conocía y tenía mucho temor de salir a la calle, de lo que pensaría la gente al verla. Entonces cogió el maquillaje, se pintó la cara y se dijo: “si tengo miedo de ellos, haré que ellos tengan más miedo de mí”.

Desde que Shaltmira decidió salir de Lituania, ha estado en Berlín, Los Ángeles, Ciudad de México y, por primera vez, en Bogotá. El viaje ha sido una doble oportunidad: conoce cómo viven y se relacionan con el mundo otras personas y ha aprendido a sobrevivir, sin compañía, en ciudades completamente desconocidas. Además, cree que quedarse en un solo sitio puede ser perjudicial para los artistas, precisamente porque se pueden estancar. 

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Tomada de @shaltmira

 

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Tomada de @shaltmira

 

Para no estancarse, Shaltmira admira todo lo que se le cruza: desde lo que la gente llamaría “arte de mierda” hasta las formas más elevadas del arte clásico”, generando que sus influencias no sean fáciles de encasillar. Descuidadamente, podría parecer inspirada por el terror cósmico de H.P Lovecraft, pero reconoce que no lo ha leído con dedicación y que esa relación la hacen, sobre todos, otras personas sobre su obra. Es más, prefiere leer a Hemingway, Hesse, los Hermanos Grimm y, más recientemente, a Samuel Beckett, lecturas que no abandona durante su periplo.

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Tomada de @shaltmira

 

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Tomada de @shaltmira

En su paso por Bogotá, Shaltmira pintó un mural titulado Cyber Neurosis, en el que exalta, junto a demonios, aquellos elementos propios de una sociedad guiada por la neurosis cibernética: la constante necesidad de tener Wi – Fi, cargador, celular… El mural le tomó un día de trabajo y puede verse debajo del puente de la Avenida Carrera 30 con Calle 68.

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El viaje también ha consolidado sus creencias mágicas. Sin chistar, cuenta que en Los Ángeles descubrió que muchos de sus conocidos de bandas y círculos artísticos le jalan a la magia negra, que se distingue de la caótica por las intenciones y los fines con los que se hace. “Lo más importante es saber con qué intención lo estás haciendo: ¿es solo para mi o para ayudar a otras personas? Si es egoísta, va a regresar como un bumerang”, dice Shaltmira. Por eso cree que, en parte, cumplió su sueño de enseñar, aunque por medio del arte, a mejorar las vidas de las personas y encontrar soluciones a los problemas.

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Ahora planea ir a Nueva York, cuando esté en cartelera The Beautification of Suffering, documental de su amiga Alix Hex en el que participa. También ha estado grabando su paso por Ciudad de México y Bogotá, y espera producir un proyecto audiovisual con este material. El 2018 lo tiene destinado – seguro con magia caótica- a terminar su maestría en artes, en Lituania, para poder cumplir con su siguiente objetivo: “ser la doctora Shaltmira”, como dice, bromeando.

 

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