“En Colombia hay una cultura más abierta sobre cultivos de marihuana que en Holanda”: René Roemersma
Activista y convencido de que la marihuana debe legalizarse totalmente, este holandés de 59 años se instaló en nuestro país para promover un intercambio entre indígenas que cultivan la planta en el Cauca y agricultores de cáñamo de Marruecos. Habla de los riesgos de la legalización como, por ejemplo, la neocolonización de grandes empresas internacionales.
René Roemersma, un activista holandés que desde enero vive en Colombia como colaborador del TransNational Institute, apoyando un proyecto de intercambio de saberes entre indígenas que cultivan marihuana en el Cauca y agricultores de cáñamo de Marruecos.
René es un convencido de que la planta debe ser legalizada totalmente, aunque tiene reparos a ciertas prácticas mercantiles que podrían convertir la oportunidad de legalización en una trampa para los usuarios. Este investigador de 59 años, quien hace parte del grupo de personas que controla su melánomna con cannabis medicinal, advierte que su motivación surge por el “nivel de injusticia de la guerra contra las drogas”. Su activismo es de vieja data e incluso se remonta a haber hecho parte de un grupo insurgente, el Revolutionary Anti-Racist Action.
Desde su estadía en nuestro país se ha acercado a la cultura cannábica nacional, impulsada en los útimos años con iniciativas como la de El Copo, donde se mejoran y debaten prácticas respecto de los cultivos. “En Colombia hay una cultura mucho más rica y abierta sobre cultivos que, por ejemplo, en Holanda”, sobre todo porque aquel país es muy pequeño y no hay terrenos donde sembrar. Por eso las mafias recurren a estrategias como cultivar en techos subarrendados por poco tiempo, según cuenta. Los indígenas colombianos, en cambio, tienen un conocimiento ancestral sobre el cultivo de la planta. “La idea es establecer enlaces para la transferencia de conocimientos entre Colombia y Marruecos”.
Más allá de esto, René no ve todo color de rosa frente a la legalización del cannabis, y le ve ciertos riesgos. Por ejemplo, advierte que un Estado que legalice el uso medicinal y ancestral de la marihuana no soluciona un problema fundamental que es la reducción de daños. Dice que, en ese caso, se daría permiso para algunos y no para otros. René llama a esto la “pacientificación” del uso de marihuana, que advierte como algo peligroso porque la mayoría de los usuarios de la planta, que son consumidores recreativos, quedarían en la misma situación de criminalización, y sin políticas de salud pública que mitigue los riesgos de comprar ilegalmente un producto.
La otra trampa es el riesgo de una neocolonización de grandes empresas internacionales que se apropien de la industria cannábica, porque los pequeños productores no pueden costearse los costos de las licencias y el funcionamiento legal. René explica que esto es, más o menos, lo que ocurre con marcas como Nescafé, que vende un producto final que fue cultivado y producido en Colombia. O sea, el país vende una base y compra el producto final más caro. El peligro, afirma, es que esto impide que los productores adquieran conocimiento para hacer otras cosas con él.
En el caso de la marihuana, afirma que Colombia tiene toda la capacidad para hacer una industria cannábica fuerte: tiene la capacidad científica, social y académica. “No hay que dejar que los canadienses te compren la planta y allá le extraigan el aceite CBD para que puedas comprarlo”, refiriéndose a la licencia otorgada a la firma canadiense PharmaCielo.
En el caso de la marihuana, afirma que Colombia tiene toda la capacidad para hacer una industria cannábica fuerte: tiene la capacidad científica, social y académica. “No hay que dejar que los canadienses te compren la planta y allá le extraigan el aceite CBD para que puedas comprarlo”, refiriéndose a la licencia otorgada a la firma canadiense PharmaCielo.
A pesar de estas trampas, René afirma que la marihuana debería ser completamente legalizada, desde su producción hasta su venta. Propone una liberalización del mercado sin que el estado regule la cadena. Lo que debe regular el mercado, afirma, no es el gobierno, sino los productores y consumidores. Pone el caso de los niveles actuales de THC (el componente psicoactivo de la marihuana) en el crippy, que están cerca del 24%. La discusión que se está dando ahora entre los pequeños productores, es no hacer una planta con un nivel superior al 17% de THC, para evitar situaciones molestas en los usuarios.
Como en el caso del THC, Roemersma apuesta a que los límites, si debe haberlos, los determine el usuario y no las dinámicas mercantiles a las que recurren los narcotraficantes, que usan productos químicos para acelerar el crecimiento y potencia de la marihuana y el consumidor, en últimas, no puede decidir si quiere o no consumir esto, porque no sabe la genética ni la historia de la planta.
Colombia, afirma René, ha perdido oportunidades históricas como la sustitución de cultivos de coca enmarcados dentro del Plan Colombia. A los campesinos se les pedía que cambiaran sus siembras de coca por palma de cera, pero cuando cambiaban sus cultivos, no tenían a quién venderla y usualmente, volvían a plantar coca. Ahora mismo, afirma, el gobierno debería sustituir las 600.000 hectáreas de coca con marihuana y ser cabeza de lanza en el mundo de una industria de cannabis, como ya lo hizo Uruguay en 2014.
Pero todavía ve que la sociedad tiene una prevención hacia el consumo de marihuana y no cree que los cambios se den en los próximos años, al menos en Colombia. “Canadá, a partir del 18 de julio de 2018, va a legalizar toda la cadena de producción”, afirma René.
Esto significa que se permitirá no solo el cultivo y consumo de marihuana, sino también su importación y exportación. Aunque pueda parecer un paso gigante a favor del cannabis,no parece tan optimista y prefiere esperar a la reacción de organizaciones internacionales como Ungass o Unodc se manifiesten al respecto. Por eso le apuesta, por ahora, a la legalización medicinal porque, según él “lo importante de la legalización de la marihuana medicinal es que la conciencia de la gente cambia, porque si una cosa es buena para un paciente, ¿por qué va a ser malo que un usuario, bien informado, la consuma?”.