El Arkeólogo de los beats
Juan Carlos Fonnegra es muchas cosas: padre, coleccionista de vinilos, beatmaker de una larga lista de MCs colombianos y vocalista de AlcolirykoZ, tal vez la agrupación más representativa de la actual escena hip hop nacional. Perfil de un desenterrador de fósiles musicales.
Son las 5:30 p.m. y El Arkeólogo no ha almorzado. A las 11:30 a.m. se levantó, comió algo ligero y el resto del día se la pasó escuchando rap. En la cocina hay un sudado de carne pero él no ha salido de su habitación. Prefiere seguir escuchando las canciones que tiene guardadas en su computador. Sin embargo, a las 5:45 p.m. le baja el volumen a la música, toma el teléfono y presiona teclas con afán: pide costillas a la BBQ y una gaseosa a domicilio. Y es que por más que quiera alimentarse a punta de rap, su cuerpo también le pide otro tipo de comida.
Esa es su rutina y no le interesa cambiarla. Normalmente se queda escuchando rap “del viejo y del actual” hasta las 3:00 a.m. y a las 12:00 m. se levanta para hacer los beats con los que se ha ganado el respeto de grupos como Gordo Sarkasmus (lea aquí Gordo Sarkasmus o los herejes del rap) y No Rules Clan (lea aquí Los rumbos de No Rules Clan).
Su habitación funciona como estudio de grabación y por ahora no tiene planes de llevarlo a un lugar diferente de Aranjuez, un barrio al nororiente de Medellín que hace 31 años lo vio nacer y en el cual se hizo beatmaker —persona que hace beats y sonorizaciones, generalmente para música hip hop, utilizando “sampleos” o fragmentos de canciones ya grabadas— y rapero.
El afán por hacer las cosas bien llevó a Juan Carlos Fonnegra a convertirse en El Arkeólogo, un personaje que desentierra canciones para crear el beat perfecto.
—Acá sucede todo —dice El Arkeólogo con su marcado acento paisa—. Llevo un buen rato haciendo bulla y creando mucho, porque yo creo que uno necesita un espacio muy cercano y familiar pa’ crear. Cuando todo se va pal’ estudio, está el compromiso de querer hacerlo todo ahí, en el momento, y de aprovechar las horas. Pero siento que uno se mete más presión de la que debería. Desde que tengo el estudio aquí, en la habitación, mi lugar de aislamiento de todo, el proceso ha sido muy completo.
Se sienta en una silla reclinable y espera por las costillas BBQ. Parece que trata de calmar el hambre mirando las cuatro paredes del lugar, que están iluminadas por una luz blanca. De repente, fija la mirada en un estante en el que hay alrededor de 300 discos de acetato, que luego señala con orgullo.
—Algunos LP me los regalan, otros los compro o me los mandan parceros que están afuera. Por ejemplo, los de abajo —dice y señala con su dedo índice hacia el último anaquel— son de rap y los de más arriba son de salsa, boleros, jazz, soul y música pa’ planchar. Ahí hay mucho, hasta música clásica.
Para corroborar lo dicho, El Arkeólogo se para de la silla y saca sus trofeos de acetato. Los dedos, delgados y morenos, acarician las caratulas de los discos de Teddy Pendergrass, Mulatu Astake, Armando Manzanero, Della Resse, Juan García Esquivel, Hugo Montenegro, Antonio Vivaldi, Mozart, Andy Williams, Alberto Cortés y José Feliciano.
Me dice que esa es la música que él colecciona para “que todo no sea lo mismo”. En su estudio también hay una colección de gorras —grises, amarillas, rojas—, 25 figuras de acción —Mario Bross, Batman y otros más—, un marco con 21 fotos familiares y una máscara de chimpancé, la cual reposa sobre el teclado del computador portátil.
Esa máscara, hecha con papel maché y de color naranja, es el sello que lo identifica como beatmaker. Algunos no conocen el rostro que se oculta tras ella, otros sí, pero en la escena hip hop están tan acostumbrados a verla que ni se alteran con su presencia. El Arkeólogo la mira y sonríe, como si quisiera convertirse en un chimpancé que toca los platillos sin parar. Está listo para ponérsela pero alguien toca la puerta y él sale de su estudio/habitación con afán.
Son las 6:00 p.m. Las costillitas llegaron.
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Cuando tenía 14 años, Juan Carlos Fonnegra (A.K.A. El Arkeólogo) ya estaba “empeliculado” con el rap. Era 1998 y él quería ser como Tupac Shakur o Notorious B.I.G., dos raperos estadounidenses que plasmaron en sus canciones el caos y redención en los que vivieron y cuyas vidas terminaron violentamente en 1996 y 1997, respectivamente. Juan Carlos vio sus videos en el televisor de un parcero que tenía MTV y desde ese momento quedó hipnotizado con las estrellas que brillaban no en el firmamento sino en el asfalto.
—Pa’ mí esos manes eran rap stars. Eran de la calle y llegaron a un lugar en el que fueron admirados y respetados por tener un talento, no por ser malandros. La estética de sus vídeos y todo eso me envolvía y hacía que yo quisiera inventar algo.
Fueron familiares, vecinos y amigos quienes le pusieron a Juan Carlos otro de sus alias, “Gambeta”, porque, además del gusto por el rap, en las canchas manejaba la pelota como si se tratara de un baile. Con sus compañeros del colegio Gilberto Alzate Avendaño, Juan Carlos Fonnegra formó Arnez, que no era otra cosa que un grupo de muchachos que parchaba en las esquinas del barrio Aranjuez para escuchar rap.
“La gente se topó con algo que no se hacía: volver rap lo de uno y no seguir siendo una copia de los gringos”
—Arnez fue como mi escuela —cuenta el Arkeólogo—. No éramos un grupo de rap como tal, sino gente muy engomada con el rap. Llegamos a ser como doce personas parchadas en una esquina, todos de Aranjuez, escuchando y hablando sobre esa música. Llegábamos a las fiestas de los raperos más viejos del barrio con ganas de aprender cómo funcionaba todo eso. No teníamos intenciones de ser millonarios ni famosos, solo estábamos ahí por ese amor hacia el rap.
Por esos días Gambeta comenzó a plasmar en un cuaderno las andanzas de Arnez por Aranjuez, un barrio lleno de furia y música. Con el pasar de los años, los integrantes tomaron rumbos diferentes: unos consiguieron trabajo y formaron sus familias, otros fueron arrastrados por el reggaetón y la música electrónica. Pero Gambeta decidió quedarse con el rap; estaba enfermo por esta música y no quería encontrar una cura.
—Me gustaba tanto el rap que tenía que hacerlo. No me daba pa’ quedarme solo escuchándolo. Sentía que había aprendido tanto y que la cabeza estaba tan llena de música, que tenía que hacerlo pa’ que la gente pillara el punto hasta el que uno llega por estar escuchando y viviendo tanto algo.
Junto a su parcero El Ciri creó un dueto al que llamaron Arnez, en memoria del parche que los hizo enamorarse del hip hop. Todas las noches se reunían en la casa de El Ciri para escribir e improvisar mientras escuchaban las pistas de otros artistas. A los ensayos se unió el primo de Gambeta, Carlos Andrés Fonnegra, hoy conocido en la escena hip hop como Kaztro; aunque él escribía algunas de las letras, no se animó a ser parte de Arnez.
Justo cuando Gambeta empezaba a imaginar un futuro con Arnez recibió una noticia que le cambió los planes: El Ciri dejó el rap para convertirse en auxiliar bachiller de la Policía.
Gambeta siguió escribiendo sus canciones y convenció a Kaztro y a Gustavo Pérez Isaza (A.K.A. Fa-zeta) para que formaran un grupo. Gambeta y Kaztro comenzaron a ir en bicicleta a Corral Records, un estudio que quedaba en el barrio Prado. Aunque allí no grabaron nada, sí definieron el sonido y la identidad que querían darle a su nuevo grupo.
“Si a mí me gustaba una canción de un grupo de rap yo quería saber exactamente cuál era el tema original del que habían sacado el instrumental. Por eso lo de El Arkeólogo, por desenterrar música. O tesoros”
No tenían un peso en el bolsillo pero nadie los iba a sacar de la película. Nadie iba a evitar que escribieran y grabaran, ni tampoco que le mostraran a la gente que “lo que llevábamos todo ese tiempo gestando valía la pena”. La película hip hop en la que se metieron, por fortuna, les duró y en 1999 formaron AlcolirykoZ, hoy una de las agrupaciones de rap con mayor reconocimiento en el país.
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En 2007 AlcolirykoZ se lanzó al ruedo con En letras mayúsculas, un demo de seis temas que cautivó a muchos con su peculiar sonido y un humor muy marcado.
—Lo particular del demo es que empezó a crear una identidad pa’ los pelaos de Medellín —asegura El Arkeólogo—. Hay una canción, ‘La eterna’, en la que rapeamos como culebreros, es decir, hablamos rápido pero con rima. Nos empezaron a decir “Los culebreros del rap” y la gente se topó con algo que no se hacía: volver rap lo de uno y no seguir siendo una copia de los gringos. El demo tenía frases y letras a las que la gente no estaba acostumbrada; la mayoría del rap nacional tenía una tónica que se quejaba del Estado y de que esto está mal. Nosotros empezamos a burlarnos de lo malo, a reírnos de la tragedia, y eso les sirvió a las personas como terapia.
Distribuyeron las copias del demo mano a mano. Iban a los parches en los que se practicaba break dance y los ofrecían por 5 o 7 mil pesos. Esos primeros discos se vendieron como arroz y AlcolirykoZ empezó a presentarse en diferentes espacios de Medellín.
Un año después presentaron el EP El despilfarro, pero fue en 2010 cuando lanzaron su primer álbum: La revancha de los tímidos. Estos culebreros del rap se ganaron un lugar en la escena con sus líricas ingeniosas y fusiones de hip hop con otros géneros, como jazz y soul.
Luego vinieron los álbumes Viejas Recetas, remixes y otras rarezas (2012) y Efectos secundarios (2014), también importantes presentaciones en Festival Altavoz y Estéreo Picnic. Actualmente la carrera de AlcolirykoZ sigue en ascenso, como una moto que sube las empinadas calles de Aranjuez.
—El rap me salvó de las empresas —asegura Gambeta—, de ser un mediocre que cree que van a venir a sacarte de la pobreza y a decirte “te vamos a dar todo”. Siento que aprendí a estudiar, a conocerme, a socializar y aprender sobre culturas. Yo siento que le debo demasiado al rap porque además me salvó de no caer en el cliché de barrio de ser el típico bandido porque no había más opciones.
La gratitud de Gambeta por el hip hop es tan grande como la exigencia con la que realiza su trabajo. Es una persona ansiosa a la cual no le gusta perder el tiempo. En AlcolirykoZ está encima de todo el proceso “pa’ que todos sean mejores”. Fue precisamente ese afán por hacer las cosas bien lo que llevó a Juan Carlos Fonnegra a convertirse también en El Arkeólogo, un personaje que desentierra canciones para crear el beat perfecto.
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El Arkeólogo le da un mordisco a una de las costillas bañadas en salsa BBQ y se toma dos tragos de gaseosa. Mira de reojo la máscara de chimpancé y continúa con la entrevista.
—Recuerdo que empecé a hacer beats porque me cansé de explicarles mis ideas a los productores, me cansé de decirles cómo tenían que hacer un beat de AlcolirykoZ; yo les llevaba las muestras de la música, los samples y las canciones que queríamos utilizar y ellos no me entendían. Llegué a un punto en el que sentí que tenía una visión del rap y una manera de ser que no era fácil de traducir.
Dice esto en un tono de voz un tanto desafiante, como si estuviera frente a uno de esos productores que no se sintonizó con el vértigo de Aranjuez.
Un parcero le enseñó a manejar Easypro y con esa nueva habilidad Gambeta comenzó a hacer loops para escribir sobre esas bases musicales las letras de las canciones. Fue tanta la goma con el programa que ensambló más y más armonías hasta que la idea de ser beatmaker le quedó sonando, como un par de platillos golpeados por un chimpacé.
La falta de equipos no representó una derrota: Gambeta visitaba las casas de algunos amigos y pedía prestado el computador para trabajar. Con el pasar de los años consiguió sus propios equipos, instaló programas más pro y acondicionó su habitación a manera de estudio.
El debut de El Arkeólogo fue en 2010 con La revancha de los tímidos (Alkolirycoz). Para este disco ensambló beats que se remiten “al jazz de cabaret y casino”.
—Me di cuenta de que era muy bueno seleccionando fragmentos de canciones. Empecé a llevar la faceta de escribir raps con la de hacer beats para llegar a los estudios con el 60% de la idea construida.
¿Y el alias? Lo eligió después de una sesión de freestyle en su casa:
—Yo no empecé haciendo beats sino coleccionando música. Me engomé consiguiendo los temas originales que usaban los raps que me gustaban. Por eso lo de El Arkeólogo, por desenterrar música. O tesoros. Es que si a mí me gustaba una canción de un grupo de rap yo quería saber exactamente cuál era el tema original del que habían sacado el instrumental. Buscaba y daba vueltas hasta que encontraba la canción, que resultaba ser un soul de los 60 o un jazz de otra época.
Se volvió un desenterrador de fósiles musicales. Pero nunca quiso que el público dijera que Gambeta era El Arkeólogo, “sino que era otro más, un cuarto integrante de AlcolirykoZ”. Y realmente hay muchas personas que no lo saben.
—Trato que El Arkeólogo siga siendo protagonista, que lo reconozcan por el logo del simio con los platillos y digan: ese es el que desentierra la música y hace los beats de AlcolirykoZ y otros raperos de Colombia.
Eso de ser dos personas a la vez puede ser un problema, que lo diga el doctor Jekyll. Pero Juan Carlos Fonnegra ha sabido manejar el asunto, porque mientras la voz de Gambeta está en la vitrina del rap —posición que le exige pensar dos veces lo que va a decir— El Arkeólogo es un ser un poco más anónimo.
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Son las 6:30 p.m. y el teléfono del estudio suena con insistencia. Juan Carlos Fonnegra contesta y sonríe. Por un momento deja de ser Gambeta o El Arkeólogo y se convierte en el papá de Alejandro, un niño de diez años orgulloso de ser el hijo de un rapero tan influyente. Juan Carlos le promete que saldrán a comer algo después de un ensayo con AlcolirykoZ. La llamada finaliza con un “te quiero” y otra sonrisa. Ahora hay silencio en el estudio. Juan Carlos agacha la cabeza y en un abrir y cerrar de ojos se transforma de nuevo en ese exhumador musical que he estado entrevistando.
Pocas personas lo llaman al estudio. El Arkeólogo prefiere trabajar con gente “tesa”.
—Cuido mi labor como beatmaker porque prefiero no regalar el trabajo y aportar mis beats a una producción que me guste.
La lista de raperos que han rimado al compás de sus melodías incluye nombres como el de AnyOne, N.Hardem, Mañas Ru Fino (Doble Porción), Liana, Andrea Tráfico y Lucía Vargas, a quienes considera los mejores exponentes del rap actual colombiano.
—Hacer beats me enamora. Los hago para escucharlos con mis parceros, tomar cerveza y hacer freestyle, porque es una labor parecida a la de pintar cuadros: no tenés que venderlos todos, podés tenerlos pa’ que la gente admire lo que sos capaz de crear.
“Hacer beats es una labor parecida a la de pintar cuadros: no tenés que venderlos todos, podés tenerlos pa’ que la gente admire lo que sos capaz de crear”
El Arkeólogo y Gambeta se sienten satisfechos con lo que han logrado. Ninguno de los dos puede imaginar la vida sin el rap y esperan seguirse haciendo un camino con los beats y las líricas que salen de esa habitación/estudio.
—El rap me ha dado un estilo de vida que quiero sostener de aquí hasta que me muera. Ese estilo de vida corre con la bendición de poder vivir de él, de crear y sostenerme con las emociones que causa. Yo soy rap, hago rap, vivo pa’ eso y con esa idea me muero.
Faltan pocos minutos para las 7:00 p.m. El Arkeólogo (o Gambeta o Juan Carlos) ya tiene la agenda de la noche llena. Pero antes de cumplir con sus obligaciones como padre y rapero atiende un importante compromiso que dejó a medias: las costillitas a la BBQ.