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Guía ilustrada de hongos que crecen cerca de Bogotá

Además de hacer posible el milagro de la cerveza, los hongos poseen atributos medicinales, alimenticios y enteógenos (o alucinógenos) que han acompañado al hombre desde hace miles de años. En Colombia hay personas que se han dedicado a su estudio y actualmente se reportan entre 600 y 1200 especies, gran parte en la Región andina.

Nicolás Rodríguez Sanabria

Para que prepare un buen viaje, no deje de pararle oreja a esta playlist:

 

 

Por mucho tiempo los extranjeros fueron los más interesados en nuestra diversidad fúngica. En pueblos como Villa de Leyva y Arcabuco, es usual ver mochileros entre el pastizal de los potreros buscando en la boñiga —la mierda— de vaca hongos mágicos para sus viajes (como aquellos gringos que encuentra la Mona en ¡Que viva la música!).

El interés por el reino fungi ha venido aumentando: la imagen del tradicional champiñón ahora está acompañada de hongos como orellanas y shitake en la gastronomía nacional, cada vez más tesis universitarias se centran en el cultivo de setas y sus usos, y hasta la medicina ha acogido estos organismos para el tratamiento de distintas enfermedades.

Hoy en día es fácil encontrar manuales de cultivo, guías de cosecha, recetas, recorridos micológicos por humedales y hasta cursos para la identificación de las diferentes especies de hongos.

Elaboramos esta pequeña guía con la ayuda de Daniela Gómez León, estudiante de Biología en la Distrital, quien por estos días investiga el tema en México, país con una larga tradición de consumo de hongos y etnomicología.

Pero ojo, no se confíe: los hongos pueden variar la apariencia según el entorno ambiental por un fenómeno llamado ‘plasticidad fenotípica’, lo que se puede prestar para confusiones e intoxicaciones. Además, actualmente es peligroso consumir hongos de muchos lugares, ya que, lamentablemente, por el impacto ambiental que causan ciertas actividades económicas, los suelos pueden estar altamente contaminados.

 

Enteógenos o alucinógenos

 

Matamoscas (Amanita muscaria)

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Con su característico sombrero rojo de copos y un tallo blanco, este es el famoso hongo que come Mario para doblar su tamaño en los videojuegos. Varias teorías apuntan a que, a lo largo de la historia, este hongo ha sido usado por varias comunidades étnicas en sus ritos sagrados, desde tribus rusas hasta antiguas sociedades de India.

Dado que tiene varios componentes tóxicos, es importante dejarlo secar completamente y conservarlo alejado de la humedad por un tiempo antes de consumirlo, bien sea directamente, en una infusión o incluso en un jugo.

Avistamientos: La Calera, Bioparque La Reserva, Peña de Juaica, Parque Nacional, laguna de Guatavita, quebrada La Vieja, cerros orientales.

 

Hongos mágicos (Psilocybe cubensis)

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Este es probablemente el psicotrópico natural más popular de América Latina. Suele variar mucho en tamaño y color: puede ser totalmente blanco con una mancha dorada en el tope o de color más pardo con tope naranja. Para reconocerlo, la clave está en encontrarle el anillo oscuro que nace justo debajo del sombrero y en saber que, al magullarse, esta seta se torna de un color púrpura por el contacto de la psilocibina (componente activo) con el aire.

Aunque no es una seta tóxica, es recomendable lavarla (ya que suelen crecer entre la boñiga de vaca) y consumirla en dosis pequeñas. A diferencia del Amanita es posible cultivar esta especie.

Avistamientos: embalse del Neusa, potreros habitados por ganado Cebú, potreros aledaños al desierto de La Tatacoita, alrededores de Cajicá, Granada y Ubaté.

 

Alimenticios

 

Dedos del diablo (Clathrus archeri)

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A pesar de las apariencias, el también llamado “hongo pulpo” no es de origen extraterrestre. Aunque en su etapa inicial este hongo tiene la forma de un huevo deforme, pronto toma la apariencia que lo hace famoso: cuatro a siete tentáculos que imitan en olor y apariencia a la carne podrida para atraer insectos ávidos de carroña.

Es comestible únicamente cuando está en su forma de huevo y, aunque hay quienes dicen que tiene sabor dulce por su alto contenido de azúcares, la mayoría afirma que es desagradable al gusto y que su textura gelatinosa lo hace recomendable únicamente en situaciones de supervivencia.

Avistamientos: humedal de Capellanía, Bioparque La Reserva, quebrada Aguas Calientes, separador de la Autopista Norte, zona rural de Ciudad Bolívar, laguna de Ubaque.

 

Oreja de Judas (Auricularia auricula-judae)

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El mito dice que este hongo, que crece sobre troncos y ramas muertas, nació del árbol donde Judas Iscariote se ahorcó. Parecido a la oreja de un elefante, en ocasiones idéntica a una humana, esta especie tiene una textura cartilaginosa con arrugas que parecen venas y es de color marrón. A contraluz toma un tono anaranjado por su contextura magra.

Su uso culinario proviene de China, donde se cultiva desde hace 2600 años. En Colombia es consumido por varias comunidades indígenas. Se puede comer crudo, pero la mayoría prefiere secarlo y guardarlo para rehidratarlo y cocinarlo luego. Recetas con este ingrediente hay miles.

Avistamientos: humedal de Córdoba, humedal La Conejera, quebrada La Vieja,  alrededores de Cogua y Bojacá.

 

Barbuda (Coprinus comatus)

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Muy común en la región, la barbuda —bautizado así por las escamas lanosas que se van desprendiendo del sombrero— es una seta famosa en la cocina por su sabor y textura.

Debe cosecharse joven, es decir, cuando más blanca está: basta con desprender el sombrero del pie (que no se consume) como desatornillándolo. Al envejecer, este hongo oscurece desde los bordes y empieza a derretirse, convirtiéndose en un líquido negro, un hecho que le otorga otro de sus apodos: la seta de tinta. Por esta misma razón, es importante desechar las láminas que ya hayan ennegrecido y consumirlos (sea cocinados o crudos) el mismo día de la recolecta.

Avistamientos: humedal La Conejera, humedal Córdoba, cerros orientales, parques, jardines y potreros de Bogotá.

 

Pollo del bosque (Laetiporus sulphureus)

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La opinión más popular dice que esta especie, como lo indica el nombre, tiene sabor a pollo. Crece directamente sobre los árboles y es fácilmente reconocible por su intenso color dorado y su forma de ostras apiladas. Aunque muy apetecido, este hongo presenta varias dificultades al momento del consumo: debe comerse cocinado (nunca crudo), únicamente cuando todavía es joven (blanco, blando y con alto contenido de líquido), jamás debe mezclarse con bebidas alcohólicas.

Mucho cuidado: este hongo es fácilmente confundible con otras especies de la familia Laetiporus que pueden provocar alergias.

Avistamientos: provincia del Tequendama, humedal La Conejera, laguna de Iguaque.

 

Medicinales

 

El hongo de la inmortalidad (Ganoderma lucidum)

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Su nombre lo dice todo: esta especie que crece sobre árboles envejecidos (usualmente en la base o en las raíces) es famoso por su uso en la medicina, sobre todo por sus atributos que ayudan a combatir el cáncer.

Conocido también como Reishi, este hongo hace parte de una tradición milenaria asiática que trata dolencias con sus infusiones y derivados. De hecho, en la actualidad es comercializado en forma de cápsulas y suplementos.

De color café rojizo, es inconfundible por su forma de riñón y su superficie lisa, ondulada y brillante.

Avistamientos: humedal La Conejera, cerros orientales, Monserrate, bosques altoandinos.

 

Cola de pavo (Trametes versicolor)

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Bautizada así por su semejanza con la cola de un pavo real, esta es otra especie popular en los círculos médicos: ha demostrado ser útil en la terapia contra varios tipos de cáncer e incluso se usa para suavizar los efectos de la quimioterapia. Es fácil encontrarlo en los bosques colombianos en diferentes tonalidades, pero siempre con el mismo patrón: anillos concéntricos de varios colores que recorren su contextura ondulada y delgada, siempre en forma de abanico y en grupos imbricados.

Avistamientos: Bioparque La Reserva, humedal La Conejera, senderos de Nemocón, bosques altoandinos.

 

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