Cerro Family

Desde que llegamos al país, sentí que este viaje sería diferente a todos lo que he realizado. Para empezar, en migración nos detuvieron por llevar cámaras profesionales, y fue hasta después de un interrogatorio de casi una hora y una revisión exhaustiva de las maletas que logramos avanzar. La primera impresión que uno se lleva es que el control de la información en Cuba no es un juego de niños.

El primer día en La Habana nos encontramos con un grupo de riders de una zona cercana del Malecón y el Capitolio, chicos que a través de este deporte extremo quieren reinventar los ideales de un país que no les ofrece muchas salidas. Sus días giran en torno a la tabla, los descensos y el áspero sonido que produce la lija de la patineta al saltar. Algunos de estos skaters me confesaron que quieren vivir de este deporte y llevar vidas como las de sus héroes, Nyjah Huston y Tony Hawk.

Pasan los días y estos riders cubanos me permiten entrar en sus vidas. Me invitan a un sector alejado del centro de La Habana, a un lugar llamado Cerro. Cerro, sin duda, se parece a las favelas brasileras.

Yessi, uno de los skaters, me invita a su casa, que no es más que un pequeño cuarto: no tiene ventanas y la humedad es altísima, pero quien ingresa se siente realmente bienvenido. Estos chicos viven en incertidumbre, lo único que tienen claro es que quieren patinar. Yessi, Ángelo, Panchito y Jiro no tienen padres o hermanos, por eso han conformado la “Cerro Family”.

Pasan los días en la isla y ya no somos fotógrafos y periodistas invasores en un país extraño. Yessi y su parche nos han integrado a esta familia del cerro; comemos del mismo plato, bebemos juntos el agua de la llave y vivimos el skateboarding.