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“Necesitamos saber convivir en paz con las drogas”: cincuenta años de la guerra global contra las sustancias

Si para algo ha servido la guerra contra las Drogas ha sido para agrandar la brecha social que existe alrededor de las sustancias. A cincuenta años del comienzo del fracaso de esta política global hablamos con Julián Quintero de ATS y Échele Cabeza sobre las consecuencias que ha traído y los retos que quedan.

Daniel Fandiño / @sinsecuencia

Hace 50 años, el 17 de junio de 1971, el entonces Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, se refirió por primera vez a la guerra contra las Drogas. En este discurso se refirió a las sustancias como “el enemigo número uno de Estados Unidos". Esas históricas declaraciones tenían como objetivo castigar de manera severa a las personas que estuvieran involucradas en la producción, distribución y consumo de drogas para así disminuir la oferta y la demanda de las sustancias que se movían en la época.

Dos años después de ese suceso y tras ver que no había tenido un verdadero impacto, Nixon le subió el tono a su retórica. "Este gobierno "le ha declarado la guerra global a la amenaza de las drogas", aseguró entonces el presidente estadounidense. Así, en julio de 1973, como estrategia en dicha materia, creó la Drug Enforcement Administration (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas) más conocida como DEA. Con esto se dio paso a una represión y persecución mucho más agresiva. 

Pero ¿Ha funcionado realmente esta política guerrerista contra las sustancias y sus consumidores? ¿Se trata realmente de un plan para cuidar la salud de las personas? ¿Qué se ha conseguido en estos cincuenta años? Julián Quintero, activista y cofundador de la Corporación Acción Técnica Social y su proyecto Échele Cabeza cuando se de en la cabeza, explica que la llamada guerra contra las drogas, antes que ser un intento por cuidar la salud de los ciudadanos, sirvió como caballo de Troya para eliminar formas de vida disidentes. 

(Lea ‘Al margen y al alcance de los usuarios: Colombia tiene el primer punto fijo de testeo de drogas en América Latina’)

Esta política de drogas que se desplegó a lo largo del continente encontró, por supuesto, un fuerte eco en Colombia, donde la persecución a los consumidores y la incidencia del narcotráfico en la política y la economía han marcado la historia del país. Sin embargo, es claro que los tiempos han cambiado y que la avanzada en contra de las sustancias solo ha traído más violencia y retraso en políticas que permitan la convivencia entre quienes consumen y quienes no lo hacen. Luego de cincuenta es evidente que el camino no es uno punitivo, sino pedagógico.

Como lo señala Julián Quintero, priorizar la convivencia en los territorios donde exista droga (pues es claro que ya el tema no se trata de que estas existan o no), para evitar enfrentamientos entre familiares y vecinos es una de las luchas que se vienen para los próximos años en esta materia en Colombia. Así mismo la participación de la ciudadanía canábica es otro punto fundamental para un mundo sin discriminaciones. 

(En contexto: ‘En Colombia la cocaína a domicilio llega más rápido que una pizza en el 30% de los casos: encuesta mundial de drogas 2019’)

“Si 10 años atrás el tema era la regulación y la reducción de riesgos y daños, que la logramos posicionar en Colombia por todo lado, los próximos 10 años a lo que se va a llamar es a participación. En Bogotá ya creamos la Mesa Distrital Cannábica, ese es un primer gesto más allá de la política porque los políticos pasan, pero la estructura del gobierno queda”, cuenta Julián. Este activista agrega que se logró insertar en la burocracia del Estado un lugar donde se convoca a la gente cannábica a que participe y a que sean parte de la solución.

Convencido de que el tema de drogas debe estar presente sin duda en la conversación sobre las elecciones del año que viene, Julián Quintero mira con optimismo la nueva generación de activistas que buscan desde ya una relación distinta y más pedagógica entre los consumidores y la sociedad. Una tarea que los miembros de la sociedad civil han debido asumir a lo largo de medio siglo de políticas discriminatorias y violentas por parte de distintos gobiernos. 

Hablamos con él sobre el fracaso de esta política antidrogas luego de 50 años de las polémicas y cuestionadas palabras de Richard Nixon.

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Se escucha mucho que la llamada guerra contra las Drogas ha sido todo un fracaso en estos cincuenta años. Para usted, ¿qué factores son claves para determinar esto?

El principal fracaso es que nos echaron el cuento de que era para cuidar la salud de la gente, cuando en realidad lo que iban era detrás de unas expresiones ideológicas y culturales que no se ajustaban al momento de dominación que quería conservar los Estados Unidos. 

Lo segundo que creo que hace que fracase son sus objetivos. Primero, disminuir la disponibilidad de drogas en términos de cantidad, es decir, que hubiera menos drogas disponibles. Segundo, disminuir la diversidad de la sustancia, que no hubiera tantas drogas, sino que se inventaran menos sustancias. Tercero, disminuir el número de personas consumidoras. Ninguno de esos tres objetivos 50 años después ha sido cumplido. Hoy en día tenemos cerca de 700 u 800 drogas reconocidas, sustancias que se han declarado ilegales. Tenemos más o menos de 280 a 310 millones personas consumidoras de drogas en el mundo, cuando para esa época creo que no eran más de los 60 millones. Y tenemos mayor volumen de drogas. Este es el mejor momento de la historia de la humanidad en el que se han producido drogas. 

El tercer factor es que lo que intentaron fue romper una tradición milenaria en que las personas han usado las sustancias psicoactivas para explorar su mente, para estar relajadas, para estar eufóricas. Lo que pasó aquí fue que un pequeño grupo de atrevidos e ignorantes políticos quisieron romper esa relación milenaria y prohibirnos esa relación que los seres humanos hemos tenido. Hay hasta teorías de evolucionistas donde dice que nuestro salto del Homo erectus al Homo sapiens fue a través de los hongos, calcule. 

“Uno de los grandes daños que le ha hecho a Latinoamérica es distraer de los verdaderos problemas de la sociedad entreteniendo al pueblo haciéndolo pensar que el problema es de los muchachos que están en el campo cuidando cultivos de coca y produciendo cocaína para que los gringos se la soplen”.

¿A qué se refiere cuando dice que “iban detrás de unas expresiones ideológicas y culturales que no se ajustaban al momento de dominación que quería conservar los Estados Unidos”?

En ese momento de la historia cuando se les declaró la guerra a las drogas en ningún momento se respondió a una medida de salud pública o de cuidar a las personas en su salud por el abuso de las sustancias. Ese fue el engaño que nos dijeron, pero con el tiempo hemos sabido de lo que se estaban cuidando; que a lo que se estaba atacando era a minorías étnicas. El 17 de junio de 1971, cuando Richard Nixon declara que las drogas son el peor enemigo de Estados Unidos, dice que va a atacar las sustancias porque son enemigas de su juventud. Pero, a principio de los ochenta, uno de sus principales asesores de la época dejó claro que lo que buscaban era ir detrás de tres grupos poblacionales, unas minorías étnicas y raciales que se estaban manifestando en contra de la manera de como él estaba llevando su gobierno y los Estados Unidos: los latinos de México, a quienes pudo asociar con la marihuana; los hippies de Woodstoock del 69, que no querían ir a la Guerra de Vietnam; y las Black Panthers y los negros que querían reivindicar sus derechos civiles y que los pudieron perseguir con la heroína.

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¿A qué cree que se deba que EE. UU siga metiéndole billete a muchos gobiernos para evitar la producción y consumo de drogas mientras se están lucrando a punta de impuestos de la regulación del cannabis, por ejemplo?

Puede sonar muy conspiracionista, pero en este momento he buscado muchas respuestas a esto y creo que hay dos factores. Uno, es lo rígido de la institucionalidad para perpetuarse en términos de la diplomacia internacional. Digamos que muchos países vienen regulando a nivel local, pero a nivel internacional todavía las regulaciones van muy lento. Yo creo que una cosa tiene que ver con lo paquidérmicos que son los cambios a nivel del Estado y mucho más a la unión de los Estados. Un segundo factor (el que digo que es conspiracionista), es que Estados Unidos hacia afuera va a gestionar y manejar la política de drogas hasta que hacia adentro pueda tomar el control total de este mercado. Es lo que vimos con la marihuana, estuvo siempre reacio el tema de la legalización, siempre reacio al tema de la regulación, pero ya cuando sus estados avanzaron ahí sí dio el paso. Por primera vez Estados Unidos en febrero del año pasado dijo que había que regular la marihuana y creo que va en el mismo camino con el tema de la cocaína y de las metanfetaminas. Estados Unidos está a dos años por ahí de sacar el primer medicamento a base de MDMA para la terapia del estrés postraumático y, mientras adentro acepta terapias experimentales, regula mediante leyes y financia proyectos de investigación, hacia afuera lo prohíbe.

“Se sigue pensando que el tema de drogas es un asunto de muchachos que fuman marihuana en la esquina. El prohibicionismo logró tal objetivo que sigue reduciendo el tema de las drogas al problema de unos cultivadores, al problema de unos narcos y al problema de unos muchachos que consumen, cuando realmente el problema del narcotráfico fue haber penetrado con corrupción todas las esferas de la sociedad a nivel macro”.

¿De qué manera esta política antidrogas afectó a Latinoamérica puntualmente?

Uno de los grandes daños que le ha hecho a Latinoamérica es distraer de los verdaderos problemas de la sociedad entreteniendo al pueblo haciéndolo pensar que el problema es de los muchachos que están en el campo cuidando cultivos de coca y produciendo cocaína para que los gringos se la soplen. De ahí para adelante creo que hay problemas asociados como, por ejemplo, el tema de la economía. El no permitir que un negocio tan grande esté en mano de los pueblos y de los pueblos productores ha permitido que se sigan rezagando y se sigan retrasando en términos de avances. Hoy en día los números que estamos viendo de la plata que están recogiendo los países que están legalizando son impresionantes. Hay estados en Estados Unidos que por ley tuvieron que devolverles el dinero a sus contribuyentes porque la ley lo dice, recogieron más de lo que estaban esperando. Aparte también está el tema del conflicto, sobre todo en estos últimos 30 años. México, Brasil o Colombia han sufrido lo que implica que grupos de personas que controlan ese negocio en la ilegalidad se robustezcan a tal nivel que puedan poner a tambalear gobiernos y que amplíen y fortalezcan todo el tema de la violencia. El dinero de las drogas ilegales en Latinoamérica es la gasolina de la violencia en las esquinas de los barrios, a nivel estructural, en los campos. Nada más en Colombia mire todo lo que se paga con esa plata.

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El prohibicionismo aportó para que la corrupción se comiera el país...

El prohibicionismo generó un daño que nunca fue calculado y que terminó irradiando en todas las esferas de la sociedad. Hoy en día la guerra, el dinero y la disputa por el mercado de las drogas ilegales ha logrado penetrar a los gobiernos y a los narcoestados. Nada más en Colombia por lo menos Pastrana, Uribe y Duque han tenido unas acusaciones directas en términos de relación con el narcotráfico en la historia de su vida o de su campaña y esto sin hablar de lo que han sido los congresistas. Esto logró penetrar la política. En Colombia se calcula que más o menos entre 1.8 a 2.2 puntos de PIB en Colombia los pone el narcotráfico, superior al PIB del café y eso es dinero que ha penetrado de manera ilegal en la economía. La disputa por el mercado ilegal de drogas permeó y degradó muchas esferas de la sociedad. Una cosa que me acabo de dar cuenta en el Paro Nacional es que se sigue pensando que el tema de drogas es un asunto de muchachos que fuman marihuana en la esquina. El prohibicionismo logró tal objetivo que sigue reduciendo el tema de las drogas al problema de unos cultivadores, al problema de unos narcos y al problema de unos muchachos que consumen, cuando realmente el problema del narcotráfico fue haber penetrado con corrupción todas las esferas de la sociedad a nivel macro.

¿Qué soluciones se pueden plantear frente a este tema para evitar seguir en esa guerra?

Hay cosas que están funcionando en el mundo como el tema de la regulación de los mercados de drogas. Creo que todos vamos hacia allá y es seguir empujando desde la sociedad para que se regule la marihuana, para que se regule la cocaína y todo eso. La regulación del mercado de drogas no es la solución a todos los problemas, pero va a poder reducir en gran parte la violencia y el conflicto que tenemos. 

Lo segundo es el enfoque de reducción de riesgos y daños y del consumo responsable, se ha mostrado mucha evidencia de que hay personas que van a tomar la decisión de consumir, que lo van a seguir haciendo y hay que priorizar la convivencia, la salud y la funcionalidad de las personas antes que la abstinencia. La psiquiatría y la psicología ya se dieron por vencidas en que el objetivo del tratamiento era la abstinencia y mejor optaron por la funcionalidad. Lo mismo está pasando con el tema de la seguridad y la convivencia que el objetivo antes era eliminar las drogas. Me encantan esos shows del Ministro de Defensa y de la alcaldesa tumbando ollas y tomándose la foto mientras la olla se reinstala al lado o atrás. 

Lo que necesitamos es saber convivir y convivir en paz con las drogas. Convivir en paz con las drogas no solo implica regularlas para que adquirirlas de manera legal o consumirlas de manera responsable, sino que convivir también implica respetar el derecho que tienen muchas personas, que son la mayoría, a que no les consuman cerca y a que nuestras acciones como consumidores no les afecten en la vida de ellos. Creo que ese es el nuevo activismo también. Se viene esa nueva generación de activistas y de personas que van a propender mucho por la pedagogía, por tejer una relación diferente con la sociedad. Creo que por ahí va hacer la cosa.

 

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