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Fotos cortesía de Julián Quintero. Ilustraciones de Nefazta

Este es el activismo psicoactivo de Julián Quintero, el fundador de Échele cabeza

Fue él quien puso en la agenda política del país asuntos como la reducción de riesgos al momento de consumir sustancias psicoactivas. Está próximo a publicar su primer libro: Cómo y con qué nos drogamos en Colombia. “El 94% de la gente comparte la información que le damos, el 75% ha dejado de mezclar sustancias, el 64% de las personas ha cambiado sus hábitos de consumo (...) Hemos analizado 6.600 muestras y hemos estado en 206 eventos”.

Daniel Fandiño / @sinsecuencia

Es un tipo con quien hablar resulta no solo enriquecedor sino ameno. Entre polas, cada una de las charlas necesarias para la construcción de este texto se extendió cerca de dos horas. Este es un detalle relevante porque, entre un trago y otro, me confiesa que a sus 41 años, después de años de activismo político por la reducción de riesgos y el consumo responsable de drogas —inhalables, inyectables, fumables—, después de fundar la iniciativa más importante en el país de análisis de sustancias con la cual se han estudiado más de seis mil muestras y disminuido el ingreso a centros salud por intoxicación con sustancias psicoactivas… la sustancia que más le ha gustado es el alcohol. “El punto en el que lo ponen a uno los primeros tragos —dice Julián Quintero— me parece una muy buena sensación”.

A los 15 años, este sociólogo de la Universidad Nacional tuvo su primer encuentro con las drogas. Fue en Pereira, adonde llegó procedente de su natal Pensilvania (Caldas). En el barrio Villa del Prado armó un ritual con su mejor amigo de la época y, con ayuda del marihuanero más conocido del barrio, a las 9 de la noche se fumaron su primer porro. “Nos reímos y lo disfrutamos mucho. Rematamos la traba con una chocolatina Jet”. Julián creció en un barrio popular de clase media y estudió en un colegio público en el que andaba con un grupo de amigos, personas que mantiene en su memoria debido a los oficios que ejercen o a las relaciones que tienen: el papá de una muchacha del parche terminó siendo un narcotraficante fuerte en la zona del Eje Cafetero, a uno de los pelados lo mataron por temas de delincuencia, otro amigo terminó siendo empacador de coca en guantes de látex, otro es actualmente Policía en Estados Unidos. En ese contexto, Julián Quintero, influenciado por la educación de su mamá como maestra y de su papá como abogado (quien además le incentivó un interés particular por las noticias), empezó a ejercer un liderazgo que llamaba la atención. Empezó también a escribir en la revista Camaleón, un proyecto juvenil para periodistas de la Fundación Antonio Restrepo Barco. Allí trabajó duro en sus habilidades en lectoescritura hasta llegar a coordinar la página de jóvenes del diario El Otún de Pereira, en 1996.

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En Boston, en la tienda de Norton Arbelaez, colombiano pionero en la regulación del cannabis recreativo en Denver y varios estados de Estados Unidos. (2017)

La inquietud periodística lo trasladó a Bogotá en 1999, año en que entró a la Escuela de Periodismo del periódico El Tiempo, que se llamaba Código Acceso. Aprendió un montón, pero también conoció el lado inhumano y falso del periodismo. Para una tarea de crónica, Julián había conseguido entrevistar a Jaime Garzón, el personaje que estaba metiendo el dedo en la llaga de los politiqueros del país. Quintero recuerda que cuando le presentó la historia a su profesor de crónica, Francisco Santos, este le insinuó que Jaime era un guerrillero y que debía abordar por ese lado la historia. “El día que me iba a ver con Jaime a las 9 de la mañana para continuar la entrevista, lo mataron. Muy hábil este señor (Francisco Santos) y otra gente del periódico, me llamaron para que escribiera una nota porque fui de los últimos que habló con él. Me sentaron en una mesa a escribir. Tenía 21 años y detrás de mí recuerdo que tuve a Francisco, a Enrique Santos y a otros periodistas muy preponderantes de ese medio apretándome, diciéndome cómo escribir la historia y cuál era el tono que tenía que darle (...) Descubrí lo inhumano y la falta de sentimiento que tiene el periodismo. Aunque me encanta escribir, decidí retirarme”.

Empezó a estudiar Sociología en la Nacional en el 2001. En ese entonces, aunque cueste creerlo, era una persona con ideas de centro-derecha y principios conservadores. Pero, como él mismo asegura, la universidad le cambió la vida y en su ejercicio académico empezó a encaminarse hacia pensamientos de mayor apertura. “Ya era bien contestatario pero no tenía claro mi pensamiento político. Con el tiempo me di cuenta de que [mi pensamiento] se parecía más a la izquierda, a lo social de participación y de diálogo con la gente”. Por su gusto hacia los medios de comunicación, terminó involucrado en un panfleto que se llamó El Pasquín, una experiencia en la que 4 personas le mamaban gallo incesantemente al contexto político que los rodeaba. “Nos burlábamos de todos. Recuerdo que un día nos burlamos de lo arrugada que estaba la sotana de Camilo Torres, entonces nos amenazaba el ELN; otro día decíamos que el Mono Jojoy era un guerrillero muy gordo y nos amenazaba las FARC; mamábamos gallo con Uribe y era peor. Conseguimos un niño con una gorrita y el peladito se iba de facultad en facultad gritando como si fuera un voceador: ¡El Pasquín, El Pasquín! Y lo tiraba para todos los lados”. A través de ese proyecto alternativo de comunicación, Julián y ese parche lograron un posicionamiento en la universidad y fue ahí cuando se conocieron con los otros tres parches que mandaban la parada en asuntos de comunicación en la Nacho: Excusado Print System, el periódico Maoísta El Turbión y AK47.

Ya graduado y tras su paso por esta universidad pública, Julián se involucró en la movida under de Bogotá. Allí se mantenía en contacto con sustancias psicoactivas y consumidores. Conocía combo de grafiteros por su relación con el Excusado, conocía punkies y estaba bien enterado de lo que se estaba empezando a gestarse en la música electrónica con vueltas como Bogotrax. En 2007 una amiga le propuso que trabajara con ella en Presidencia y Julián aceptó, lo que generó que gran parte de su círculo social se distanciara. “Para entrar allá a usted le hacen un estudio de seguridad muy hijueputa —recuerda Quintero—. Incluso le mandan a un man a la casa para que le haga entrevistas. Como yo estaba en el tema de medios, había coleccionado durante tres años periódicos rojos guerrilleros con noticias de muertos y en la pared de mi casa había pegados recortes con sangre, muerte y bombas (...) Yo estaba en una hamaca y enfrente estaba el agente de seguridad. El man me preguntaba cosas y se la pasaba viendo los periódicos. El informe salió con la peor calificación”. Ante ese panorama, a Julián le tocó encontrarse nuevamente con Pacho Santos, quien ya oficiaba como Vicepresidente y era el único que podía dar el aval a pesar de la calificación del estudio de seguridad.

Santos firmó y Julián empezó a trabajar en Presidencia.

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Julián hablando por primera vez de reducción de daños en consumo de cocaína en el Centro Cultural Piso 3 (2007)

Julián entró a hacer parte del equipo del programa Colombia Joven. A partir de ese momento se empezó a mover en asuntos como salud sexual y reproductiva y en temas relacionados con drogas, el cual podía abordar como conocedor y consumidor. Quintero fue consciente de que había buen billete para proyectos y decidió inyectarle un capital a Piso 3, en la 32 con 13, el lugar donde se reunía el under bogotano para la época. “Ahí nos hicimos el segundo Desfase (2007), un festival de grafiti. Fue entonces cuando vino por primera vez el Pez. “Yo era el mejor cliente de Piso 3 porque era un borracho. Le dije a los parceros que había recursos para meterle a iniciativas y que era bueno acceder a ellos”.

Quintero además fue el manager del Excusado Print System, quienes tenían como base de operaciones Piso 3 antes de que se armara todo el mierdero que se desató luego de que la Policía llegará a allanar el local porque allí se preparó la marcha del primero de mayo de ese año. “Me traigo al Excusado, lo pongo en Piso 3 y empezamos a trabajar. Ahí sale el primer y único gran contrato que tuvo el Excusado con una empresa comercial y es cuando empieza el origen de la disolución del Excusado: Phillip Morris compra Coltabaco en Colombia y no se puede hacer publicidad. Y los contrata. Es cuando salen esas piezas de Piel Roja en grafiti. Yo era el manager, tenía tarjeta y todo: pa’ cagarse de la risa (...) Allanaron Piso 3, lo cerraron y fue donde se armó la marcha en la que murió Nicolás Neira. Después de eso no volví a estar con el parche. Dije ya no más. Se empezaron a fracturar muchas cosas”.

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Cuando el estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de las naciones Unidas ECOSC, les permitió llevar por primera vez la evidencia de los análisis de sustancias en fiestas ante la CND (Comisión de Estupefacientes) en Vienna (2017)

Mientras seguía trabajando con el gobierno, tiempo después, Julián leyó un artículo en la revista del Instituto Mexicano de la Juventud en el que se hablaba de Nuria Calzada, la directora de una iniciativa pionera en el tema del consumo de sustancias en el mundo: Energy Control, de España. Julián entró en contacto con algo de lo que acá aún no se hablaba, es decir la reducción de riesgos y daños a la hora de consumir drogas. “Nuria me mandó información sobre reducción de riesgo y daño en consumo de cocaína. Cuando estaba en Colombia Joven se estaba escribiendo la Política Nacional de Reducción de Consumo de Drogas e incluimos el componente de reducción de riesgo y mitigación de daño. Ya con ese sobre que llegó de España que decía qué se debía hacer, empecé a ir a todas las fiestas con mi bolsita  de documentos para mostrarle a los amigos que consumían”.

(Le puede interesar ‘Mujeres y drogas en la fiesta’, la reciente cartilla de ATS y Échele Cabeza)

Julián abandonó su cargo en la Presidencia en solidaridad con Ana María Convers, directora de Colombia Joven, a quien, dicho sea de paso, le exigieron la renuncia luego del montaje de unos audios en los que hablaba mal de Francisco Santos. “La grabaron diciendo que [Francisco Santos] era un güevón —recuerda—, algo que todos sabíamos y que hoy todos sabemos”. Durante el último viaje a región que hizo Quintero con Colombia Joven, el hijo de León Valencia, Fernando Quintero, le propuso armar una ONG que ya tenían planteada pero a la que le faltaba el tema de drogas y sexualidad. Julián aceptó y fue así como nació Acción Técnica Social (ATS), un proyecto fundado por ex contratistas de la administración de Uribe Vélez.

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Con Vannesa Morris, directora del proyecto Échele Cabeza y compañera sentimental de Julián

En 2008 Julián aplicó a una beca en la Fundación Carolina, en España. Se la ganó y empezó una maestría en Estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Hacia el final de su maestría, y aprovechando su vida en España, viajó a Barcelona con el propósito de conocer a Nuria, quien lo invitó al Sonar. Estar en el festival y ver cómo Energy Control le apostaba a apoyar a los consumidores lo incentivó a traer la propuesta a Colombia.

Estando en Europa, Julián fue ponente de la Conferencia Internacional sobre la Reducción de Daños, llevada a cabo en Portugal en el año 2009, justo cuando se estaban empezando a despenalizar todas las drogas en ese país. “Me subo al escenario, digo que soy colombiano, consumidor y cuento cómo está la cosa acá. Cuando me bajo un montón de consumidores me estaban agradeciendo: son esos los activistas europeos de las organizaciones de consumidores de drogas, los yonkis de 50 o 60 años hijos del post punk”.

Al llegar al país y tras retomar los contactos que tenía en el Gobierno, Julián pilló una convocatoria del Ministerio de Salud para hacer un piloto de reducción de riesgos. No se lo pensó dos veces y se metió de cabeza. Presentaron los proyectos desde ATS y se ganaron dos convocatorias: la primera era un programa de reducción de riesgos y daños durante el consumo de drogas; la segunda construir una guía para hacer prevención de consumo de drogas en adolescentes (esta última aún está vigente).

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Equipo de voluntario de Échele Cabeza en el festival Estéreo Picnic (2018)

Fue dos años después, en abril de 2010, cuando nació Échele cabeza cuando se dé en la cabeza en las localidades de Rafael Uribe Uribe y en Chapinero. Allí empezaron a rotar las primeras piezas comunicativas, también hicieron la primera intervención en una fiesta de música electrónica. “En España tuve la oportunidad de aprender de Energy Control. Y me traje la idea. Nos basamos en la metodología que conocíamos, en tratar el tema de reducción de riesgo y daño en jóvenes. Recuerdo que la primera intervención fue en una casa en la 48 con 13, donde había una fiesta. Hicimos un stand feo, pero para entonces era algo innovador”.

Se dirigieron abiertamente a los consumidores recreativos, no criminalizándolos como históricamente se venía haciendo, sino brindándoles herramientas para consumir de manera responsable: es este quizás el aporte más valioso de Julián Quintero y su equipo a la consolidación de una sociedad colombiana más consciente y crítica y menos camandulera. Cuando hablaron de la política pública que estaba rigiendo desde 2007 y sobre la cual nadie sabía nada, pusieron el asunto de la reducción de riesgos en la agenda del país. Además, con ATS desarrollaron un proyecto en Chapinero que se llamó Zonas de Rumba Segura, que fue la primera implementación en campo del decreto 120 de 2010, el primero que se conoce en el país sobre el consumo responsable de alcohol. Casi de manera paralela, Julián fue convocado por el Distrito para participar en la elaboración de la Política Distrital de Drogas durante la administración de Clara López. Tras un trabajo en conjunto con el Ministerio de Salud y la Secretaría de Integración Social, en 2011 se entregó la Política pública para la atención y prevención del consumo y la vinculación a la oferta de sustancias psicoactivas en Bogotá D.C, que incluyó la iniciativa de entrega de jeringas, algo revolucionario en el país.

(Lea también “La prohibición ha fracasado”: una charla con el fundador de la primera sala de consumo supervisado de heroína)

El 4 de diciembre de 2012, durante la administración de Gustavo Petro, se hizo la V Conferencia Latinoamericana de Política de Drogas en Bogotá, poniendo el cambio de paradigma en la agenda del país. Este evento disparó a ATS y a Échele Cabeza y la alcaldía –desde ese momento- decidió apoyarse mucho en ellos. Luego implementaron los Centros de Atención Médica a Drogadictos (CAMAD) y se reforzó el programa de Zonas de Rumba Segura. “Con respecto a los CAMAD —cuenta Julián—, montamos los modelos inspirados en los buses europeos de atención y reducción de daños, después les propusimos que implementaran las zonas de rumba en todo el Distrito y las hicieron en 4 zonas de la ciudad. Los CAMAD fueron implementados por la Secretaría de Salud, directamente, nosotros hicimos zonas de rumba y ahí fue cuando los de la Fundación Open Society nos dieron la plata para implementar jeringas para personas que se inyectaran drogas en Bogotá, Pereira y Cali”.

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A la izquierda ntervención ante Naciones Unidas en abril del año 2016, previo a la sesión especial de UNGASS 2016. A la derecha en agosto de 2017, haciendo talleres con su amiga Gina Díaz a excombatientes de las FARC en Putumayo

Enero de 2013 fue una fecha clave: se hicieron análisis de sustancias por primera vez en una fiesta en la Represa del Sisga. A mediados de ese año se firmó el primer contrato con la Secretaria de Salud de Bogotá, quienes financiaron ATS durante 3 años. El dinero sirvió para fortalecer Zonas de Rumba y Échele Cabeza. En 2015, al arrancar la administración de Enrique Peñalosa, fueron retirados todos los apoyos monetarios del Distrito. “El año pasado, a mitad de año, el man (Peñalosa) sacó un programa que se llama Farra en la Buena, con una metodología exactamente igual a Zonas de Rumba. Cerró los programas de jeringas. Yo pude sostenerlos durante 3 años a punta de plata de cooperación internacional, pero tienen que abrir nuevamente un programa decente de jeringas acá. Contra Échele Cabeza no pudo, porque la moral no le dio. Sacaron un programa, contrataron unos niños para que les hicieran una app y tienen una página con los mismos colores de la nuestra. Y coincidencialmente se llama Piénsalo. Lo lanzaron hace seis meses y hoy ya nadie se acuerda”.

A pesar de estos años malucos con Peñalosa en el poder, la labor de Julián Quintero no para. Este activista asegura que ATS ha generado un cambio muy importante en la cultura de consumo del país, incidiendo en el comportamiento y la manera de pensar de los consumidores. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en la disminución del ingreso a centros de salud por intoxicación con sustancias psicoactivas. “El 94% de la gente comparte la información que le damos, el 75% ha dejado de mezclar sustancias, el 64% de las personas ha cambiado sus hábitos de consumo (...) Hemos analizado 6.600 muestras, hemos estado en 206 eventos, hablado directamente con 84.000 personas. En pantallas y notas nos han visto cerca de 13 millones de personas al menos dos veces en su vida (...) Cuando llegamos nos decían que dar una jeringa era un delito, hoy nadie brinca porque usted le entregue una jeringa a un yonki. Cuando llegamos a este debate nadie hablaba de reducción de riesgo y daño. Hoy hasta Darío Arizmendi lo menciona bien”.

 

 

Quintero no quiere que pase lo mismo que pasó con el Sida. “La gente creyó que ya había educado suficiente sobre el VIH, pero lo hizo sólo con una generación y se les olvidó que venía otra, y uno con esto no puede bajar la guardia. Por eso intentamos estar en el foco de nuestro público, que es de 17 a 24 años. Esta generación le perdió el miedo a las drogas, dejó de comerle cuento al papá, al profesor y a los medios de comunicación”. Las iniciativas en las que ha estado involucrado Julián son un referente latinoamericano y han apoyado la apertura de proyectos en países como México, Uruguay, Argentina, Chile y Ecuador. Échele cabeza dio un gran paso recientemente: abrir un espacio permanente. Un lugar que preste atención al público en reducción de daños como si fuera una oficina no existe en ningún lugar del mundo. “Hay salas de consumo supervisadas, pero esto es otra cosa y ahorita tenemos que estandarizar nuestros protocolos con los europeos.

En cuanto a los testeos, el permiso que tienen del Fondo Nacional de Estupefacientes les exige tener en el equipo un químico, la persona que coordina, revisa, entrega informes y manipula los químicos, aunque la formación básica la recibe todo el equipo. “La magia del análisis está en leer los resultados. Un pelado que ha analizado 500 pepas tiene el ojo afinado para saber qué es. El Observatorio de Drogas nos acaba de confirmar que tenemos una veracidad en campo del 92%, y de las 32 nuevas sustancias psicoactivas que ha descubierto el Observatorio en los últimos 10 años, alrededor de 8 se descubrieron a partir de nosotros”. 

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Punto de atención en reducción de riesgos y daños del proyecto Échele cabeza en Chapinero, único espacio de este tipo en el mundo.

Julián cree que la cocaína debe regularse pronto debido a las evidencias del fracaso de la guerra contra las drogas, también porque los modelos de regulación alrededor del mundo han funcionado. “En 15 o 20 años ya existirá un mercado de la cocaína recreativa en Colombia. Y para el mundo. Lo principal es resolver un problema de violencia, pobreza y medio ambiente del campo colombiano, por eso se debe regular, y el actor más importante debe ser el campesino para sembrar buena coca”. Quintero, además, acaba de terminar de escribir su primer libro, Cómo y con qué nos drogamos en Colombia. “No existe una publicación que nos diga: ésta es la historia del consumo en Colombia —concluye Julián—. Es un libro para supermercado, con el que una mamá y un pelado pueden resolver un tema de consumo de drogas en su casa, con el que un abogado puede coger güevas para salir del closet psicoactivo. Hay una crisis, una evidencia que demuestra que la guerra contra las drogas fracasó y que los nuevos enfoques deben ser los derechos humanos y el consumo responsable”.

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