
Repetición de la repetidera
En Colombia, por lo general, opinar es repetirse. Es algo inevitable, dice el autor de esta columna que cumple tres años.
Opinar es insistir. Y correr el riesgo de repetirse. Sería gravísimo volver sin descanso a las mismas temáticas, una y otra vez, si este espacio de Cartel Urbano se escribiera para lectores suecos o suizos. Pero vivimos en un contexto de maníacos que suelen arrojarse a los peores abismos cada semana. Por eso quien opina dentro de este contexto difícilmente puede cambiar sus comentarios o enfoques debido al repetitivo peso de la desgracia.
Masacres de niños en Pakistán; la huella del crimen colectivo en Ayotzinapa; la precariedad de nuestros dirigentes desde Argentina hasta Colombia, Venezuela o México; las artes convertidas en contienda de mercachifles: resulta muy difícil hablar acerca de temas amables ante semejantes oleadas de horror. Y pese a que molestan e incomodan, los argumentos en contra de tanta podredumbre necesitan seguirse escribiendo. Debe volverse a decir que la guerra es un negocio muy rentable, por tanto la paz negociada es aun ilusoria; el narcotráfico ilegal está más vivo que nunca; la lucha antidrogas ha sido un fracaso monumental; mientras la droga siga siendo ilegal continuará esta horda de muertos y de injusticias. En sociedades como las nuestras es casi criminal voltearle la espalda a tanta infamia para dedicar los espacios de opinión a tonterías, por ejemplo a las declaraciones ridículas de una reina de belleza, o a los escándalos amorosos de las estrellas televisiva
Si algo debe denunciarse es justamente nuestra incapacidad e impotencia colectivas para impedir que las atrocidades se detengan. Ese esfuerzo de denuncia tiene el constante peligro de convertirse en un disco rayado. Sin embargo, la culpa no es de quien opina en torno a los mismos problemas siempre, sino de esos problemas que retornan con sus abusivos espirales y círculos viciosos hasta quitarnos el respiro.
Así pues, no es exagerada ni rara la actitud del periodista Antonio Caballero, máxima autoridad entre los columnistas colombianos, cuando afirma que lleva más de cuarenta años escribiendo el mismo artículo. Ante el engaño de los medios, los políticos y los empresarios, alguien, algunos tienen que fastidiar repitiendo las mismas acusaciones, los mismos análisis de anteayer, de hoy, del próximo mes. Algún día se reducirá o se acabará toda esta infamia.
Y con él, escribiendo el mismo artículo delante de la misma barbarie, se encuentran los opinantes casuales de redes sociales, los columnistas económicos o políticos de grandes diarios, los caricaturistas. También en espacios como esta revista digital se hace necesario dar golpes a las paredes infranqueables de lo que acontece
Este rincón de Cartel Urbano cumple tres años continuos inspeccionando las problemáticas citadas (y desconfiando por escrito de quienes siguen en su afán de velarlas o desconocerlas). Cuando se inició, en noviembre de 2011, el propósito de la dirección era renovar la sección de opinión, complementando las noticias culturales o sociales con análisis de actualidad. Bien o mal, se ha cumplido sobre todo con un deber: revisar en una, en mil oportunidades, el descarnado y rutinario acontecer de nuestros ámbitos. Aunque pocos, o muchos, lean esta columna; aunque las reacciones de los lectores vayan del insulto a la indiferencia.
Al pensador colombiano Rafael Gutiérrez Girardot lo acusaban de repetirse en sus ensayos. Su respuesta fue lúcida: si insistir, si escrutar intensamente la realidad es repetirse, entonces no queda opción diferente de regresar a lo mismo. Para entender mejor los sucesos a punta de observarlos sin pausa. Ese es el escudo de armas, la divisa de esta columna. Y seguirá siéndolo. No existe alternativa.